Sala de ensayo
TrombónBandas de viento
Anotaciones para una investigación histórica

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Si la banda de metales es típica de las pequeñas ciudades y pueblos, es indudable que las hay también en Europa, Estados Unidos y toda América Latina. Sin embargo, esta coincidencia general de ciertos instrumentos no implica que la música sea la misma en todas partes donde éstos se usan; muchos instrumentos son de manufactura artesanal y los materiales, tamaños, formas, afinaciones y timbres son diferentes de país a país y región a región. El repertorio es diferente en cuanto a melodías, armonías y ritmos; además, la interpretación varía.1

Las bandas de viento son un fenómeno mundial, el cual rebasa lo musical e implica lo musicar, es decir, que el acto de “hacer música” no sólo lo constituye el ejecutante (músico) sino que posee una dimensión social donde se expresa la idea de tocar, cantar y ser parte en una actuación musical. Musicar significa escuchar, componer, practicar y ensayar. Musicar es actuar y bailar. El acto de musicar engloba a los especialistas de sonido, técnicos y en general a todos los colaboradores en un acto musical.2 Musicar crea entre los asistentes un conjunto de relaciones, y es en éstas donde se encuentra el significado del acto social. La música no es sólo relaciones entre sonidos, sino también las que se logran entre persona y persona, entre el individuo y la sociedad, entre la humanidad y el mundo natural en un espacio común. No existe la música sino las músicas, y éstas como fenómeno social deben abrirse a lo conceptual y su respectiva aplicación a través de un estudio de caso, pues no pueden hacerse historias totales ni universales, por tanto es deseable orientarnos a la escritura de historias acotadas en espacios geográficos, culturales y temporales.

Toda producción humana debe ser considerada objeto cultural. Sin discutir sus argumentaciones, asumiremos que el ser humano es producto de la naturaleza; y, en consecuencia, la cultura, como resultado de la actividad humana, es un subconjunto de los productos naturales; asumiremos también que la cultura incide simultáneamente en la dimensión del mundo físico y del mundo representacional.3

La música ha sido para el hombre la respuesta natural a sus necesidades de expresión. El aparato de fonación se ha constituido como el instrumento natural para crear música, desde la elemental hasta formas complejas. Posterior a esto —no sabemos cuándo—, se desarrolló el poder expresivo fuera del cuerpo, gracias a la vibración de la madera y el chillido del viento. Perfeccionándose —despacito, muy despacito— instrumentos musicales, como la trompeta, que en sus inicios fue elaborada con materiales perecederos. Estos instrumentos cambiaron las formas de hacer música y su producción se hizo substancialmente diferente desde el momento de su aparición.4

Los musicólogos Curt Sachs y Erich Montz von Hornbastel clasificaron en 1914 a los especímenes musicales en idiófonos, membranófonos (timbales y tambores) y de viento o aerófonos, los cuales suenan gracias a la vibración de una columna de aire que discurre por el interior del cuerpo instrumental, como son flauta, oboe, clarinete,5 trompa, trompeta y trombón.6 El clarinete es considerado madera en la estructura de las bandas de viento, el cual fue creado en 1703 gracias al diseño del alemán Johann Christoph Denner.7

Banda, del gótico Bandwo, en su origen, el cual se remonta al siglo XIV, aplicábase a todo grupo instrumental. En la Francia de Luis XIV para designar al “Conjunto Real” de violines y en Inglaterra para un grupo similar del rey Carlos. En la época moderna se da el nombre de banda o banda civil —del alemán Harmoniemusik— a las agrupaciones integradas por instrumentos de viento. Cuando a tal conjunto se le agregan instrumentos de percusión adopta el nombre de banda militar.8

La palabra alemana Harmonie se refiere a los instrumentos de aliento, es decir, maderas y metales. Así, cuando una agrupación orquestal incluye varios de estos instrumentos, suele llamarse Philharmoniker, castellanizado: filarmónica. Luego se empezó a diferenciar entre banda sinfónica y filarmónica en función del tipo de apoyo que recibían, siendo las sinfónicas aquellas que dependían exclusivamente del municipio y las filarmónicas las que contaban con apoyo estatal y federal. También se distinguen en que las filarmónicas son consideradas de mejor calidad interpretativa. Por su parte, la orquesta tiene, en su estructura, una sección de cuerdas. Banda de música implica viento en movimiento.9

El concepto banda significa trabajo en equipo. Musicalmente, es amplio y puede referirse a agrupaciones de jazz, rock, cámara o electrónica, como sucede con Nortec de Tijuana. Es por eso que al concepto banda se agregó el complemento de viento, el cual tiene una carga social innegable, pues en pueblos como Churipitzeo10 usar este término significa que es una organización musical que se vale del viento para hacer que sus notas lleguen tan lejos como la naturaleza lo permita. Implica —también— el uso de aerófonos (metales y maderas) y la cercanía de ésta con la religión católica. Es decir, la música de viento —en muchas comunidades de México— es sinónimo de religiosidad y de fe, pues estas agrupaciones siguen vinculadas fuertemente a las fiestas patronales.11

Para lograr una aproximación al concepto banda de viento, es conveniente señalar que éste —históricamente— se ha desarrollado en el seno del populos, pero también en el marco de políticas culturales, es decir, de los propósitos o despropósitos de un grupo en el poder, mediante lineamientos de política, los cuales siguen las instituciones llamadas culturales, que a su vez impulsan o minimizan a los “artistas” y sus obras. Segundo, la música no escapa a divisiones subjetivas y discriminatorias, pues más allá de análisis con parámetros formales, ésta se vive sin pretensiones de entendimiento intelectual por la gente común que somos la inmensa mayoría.

No se puede hablar de un solo modelo de banda pues existen diferentes tipos de conjuntos, tanto por el número de integrantes, instrumentaciones, estilos y géneros, inclusive el mismo concepto banda recibe otros nombres. Por ejemplo en Jamiltepec, Oaxaca, se le llama “la orquesta”; entre los mixes, “banda filarmónica”; en Zacatecas, Tamborazo y Guanajuato, “banda de viento” o “banda de música”.12

En México, a principios del siglo XX, el primer investigador formal de las bandas de viento fue el musicólogo e historiador guanajuatense Rubén M. Campos,13 quien maneja como sinónimos de la banda de viento los términos banda militar, banda de pueblo, banda de marcha, tamborita, banda madre, banda de metales, filarmónicos, tambora, banda religiosa, banda móvil, chirimía,14 banda oficial, conjunto de aliento, banda comunitaria, banda tarasca, banda escolar, fanfar, banda de rancho, banda huipera, banda ranchera, banda urbana, banda de pueblo, banda de música, banda guerrera y banda patronal. En Colombia la conocen como banda papayera, en Ecuador como banda de procesión y en España como la torera.

Las bandas de viento son origen, apoyo y fuente de creación artística que alimenta, facilita y permite la aparición y desarrollo de nuevas propuestas musicales. Son del pueblo, pues si asistimos a una fiesta de Chalco, Salvatierra, Texcoco, Oaxaca, Tuxtla, Villagrán, Puebla, Xoco, Iztapalapa, Huatzindeo, Celaya, León o Irapuato, lo primero que anuncia la zalema es una lluvia de cohetes en el aire y una música de viento en el kiosco de la plaza principal o en el atrio de la parroquia.

En México las encontramos diseminadas por todo el territorio. Destacan por su tradición y calidad en la ejecución instrumental Oaxaca, Hidalgo, Puebla, Michoacán, Querétaro, Colima, Nayarit, Jalisco, San Luis Potosí, Zacatecas, Chiapas, Estado de México, Tlaxcala y por supuesto Guanajuato, donde existen más de 300 bandas desde Salvatierra hasta Xichú, figurando melodías propias de la región como El mosco, Villancico de Navidad y Vals sobre las olas del histórico Juventino Rosas.15

El sur de Guanajuato destaca por el número de bandas de viento, así como de compositores y arreglistas. Esta región está formada por Villagrán, Cortázar, Salvatierra, los Apaseos, Acámbaro, Irapuato, Juventino Rosas, Salamanca y Celaya. El peregrinar en las fiestas patronales no se puede concebir sin la presencia de una banda de viento. Destacan maestros como Juan Manuel Arpero, Pedro Tudón Toledo, Felipe Carvajal Aguilera, Felipe Arpero Ramírez, Gerardo Arpero Ramírez, Fermín Gallardo Jurado, Antonio González Carranza y Prudencio Romero Contreras.

La Banda del Estado de Hidalgo es una de las más antiguas del México contemporáneo junto a la Banda Mixe de Oaxaca, la Banda Tlayacapan en Morelos y la Banda del Estado de Guanajuato, misma que fue oficializada mediante decreto de Manuel Doblado en 1885; aunque desde antes existían músicas de las fuerzas de seguridad pública.16 Todas fundadas a lo largo del siglo XIX. Otra banda que destaca en el estado de Hidalgo es la de los “villistas”. Cabe mencionar que la Banda del Estado de Hidalgo, desde sus inicios, adoptó el traje de “chinaco” o “charro” como parte de su identidad, situación que nos hace pensar en el mariachi y sus vertientes históricas que, si bien es imposible abordar en la presente investigación, sienta antecedente para —en un futuro cercano— internarnos en esta otra arista de la historia de la música popular mexicana, donde casi todo está por escribirse.

Así como perviven bandas de viento en todo México, decenas de canciones populares nacieron en diferentes divisiones políticas del país. De Jalisco son El Riflero, El Patito, El Ahualulco, El Tapatío, El Catrín, El Huerfanito, El Venado y El Becerro. De Michoacán, Maracumbe, El Zopilote, La Chachalaca, El Tecolote, India, Jarabe de Tacámbaro, Pitayero, Arriba Pichátaro, Lagartija, Valedor, Columpio y Flor de Canela. De Colima, Coahuayana. Algunas piezas consolidadas durante el Porfiriato fueron Mamá Carlota, El Canelo, El Nopal, El Palomo, El Durazno, La Barquillera, El Payo, El Capiro, La Tusa, La Poblana y El Café.17

Michoacán destaca por su gran número de bandas de viento, en pueblos como Yuririapúndaro, Cuitzeo, Cupándaro, Charo, Pichátaro, Guango, Zirosto, Parangaricutiro, Zacán, San Felipe, Tingambato, Taretan, Tiripetío, y Tepalcatepec. Además de contar con centros manufactureros de instrumentos musicales como Pátzcuaro y Paracho.18

El tamborazo zacatecano toma su nombre de las bandas de viento democratizadas durante la Revolución de 1910. A diferencia de otras regiones, el tamborazo zacatecano no tiene en la tuba el instrumento base de la melodía; es la tambora la que marca ritmos y pautas musicales. Jerez y Villanueva figuran como semilleros de bandas de viento zacatecanas.

Tlayacapán, Morelos, pueblo de orígenes prehispánicos, conserva raíces culturales que se manifiestan en su música tradicional, tomando su rostro más acabado en la Banda Brígido Santamaría Morales, fundada en 1870 por Vidal Santamaría. Al estallar la Revolución, la banda se desmembró, volviéndose a juntar en 1916, cuando Cristino Santamaría, uno de los hijos del viejo Vidal, la reorganizó con un grupo de chamacos entre los que se encontraba su hijo Brígido de tan sólo 11 años.

En Sudamérica el fenómeno de las bandas de viento está arraigado y presente en todas y cada una de las naciones que la integran. Destacan en Colombia con el nombre de bandas papayeras en la región del Caribe. En el Chocó, Pacífico colombiano, están las chirimías que son bandas constituidas por clarinete, bombardino, bombo, redoblante y platillos. El Festival del Porro, en San Pelayo, se celebra cada julio; el Festival Nacional de Bandas, en Paipa, tiene lugar en septiembre de cada año.

En Valencia, España, se realiza anualmente —desde 1886— el Concurso Internacional de Bandas de Viento en la plaza de toros de la ciudad. Hoy es uno de los concursos de bandas más importantes del orbe, junto con el de Londres. En 1888 el concurso distinguía entre bandas civiles y militares, entonces se premiaba al primer lugar con 1.200 pesetas. Para 1895 se incluyen bandas extranjeras. En 1944 tiene lugar un incremento considerable en el número de participantes.

En 1818, con la llegada del batallón Numancia a Quito, capital política de Ecuador, arribaron bandas militares europeas reformadas. El Numancia había sido enviado de Bogotá a Lima por el virrey de Santa Fe, Juan de Sámano. Se trataba de un batallón realista que poseía una banda de músicos. En su paso por el Ecuador la banda actuó en pueblos serranos. Significó un acontecimiento de importancia pues con la banda arribaron también piccolos, cornos, oficleides (tubas antiguas) y serpentones (bombardón antiguo). Todos instrumentos de viento confeccionados en bronce. Amén de clarinetes, liras, bombos, redoblantes y platillos.

En Ecuador las bandas de viento constituyen expresiones vigorosas de la cultura popular andina. Éstas tienen en su constitución y desarrollo elementos históricos que nos permiten verificar la convergencia de aportaciones propias de los Andes y del Mediterráneo. Estas bandas de viento reúnen instrumentos sureuropeos ya sea porque fueron inventados o perfeccionados en aquella región. La música que producen, el modo de hacerlo y su función básica, son propias de las regiones altas de Sudamérica.

Las bandas de viento son un fenómeno mundial, existen desde China hasta Alaska. Son patrimonio de la humanidad, su matria es la tierra entera junto a sus civilizaciones. Donde quiera presentan una estructura de metales, maderas y percusiones. Si bien comparten repertorio musical, también se nutren de obras regionales como las de Antíoco Magueyal, la familia Sosa y los Arpero de Villagrán, para el caso de Guanajuato. Este fenómeno no es privativo de México, pues tiene lugar en otras regiones del hemisferio. Cada comunidad manifiesta una particular forma de sentir y vivir la música, aun cuando la instrumentación es la misma. La diferencia fundamental radica en la interpretación, dado que el instrumento es un medio que cobra vida sólo a través de la sensibilidad humana.

La banda de viento es una agrupación moderna producida por instrumentos creados en talleres industriales y para mercados internacionales, a diferencia de los instrumentos de cuerda y madera, los cuales son diseñados y creados por artesanos y los propios ejecutantes o músicos. Por tanto, a partir del siglo XIX, la fabricación de instrumentos para bandas de viento tiene que ver con las exigencias del mercado capitalista occidental. Existe pues una relación evidente entre músicas, sociedades y cultura.

Hasta antes de la llegada del pistón en 1808, las trompetas y demás instrumentos que tenían que tocarse en secciones constituidas por diferentes tamaños con el fin de armonizarse en altos, medios y bajos, cambiaron radicalmente con la aplicación de las llaves; así, tres trompetas se fusionaron en una sola. Trompetas, clarines et al, hasta principios del siglo XIX eran fundidos por “campaneros” en talleres artesanales donde cada instrumento era único. Con la invención del pistón llegó la manufactura en serie. Hoy los centros de producción son las fábricas y sus operadores los obreros. Ambos sentidos le dan un carácter moderno a los instrumentos de pistón: son creados por la lógica capitalista de mercado y con base en ella evolucionan.

La música es pues más que sonidos y silencios que se colocan de manera alternada y armónica para producir sensaciones estéticas a los oyentes. Las músicas se construyen socialmente y son producto de grupos más que de individuos como suelen tratarlo las historias convencionales. Lo que se necesita es pasar de la historia de los músicos a la historia social de las músicas a través de los músicos. Los historiadores (algunos en formación) debemos hacer estudios de la música como parte de un sistema cultural.

 

Bibliografía

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  • Sobrino, José, Diccionario enciclopédico de terminología musical, Conaculta, México, 2000.

 

Notas

  1. Reuter, Jas, La música tradicional de México, Panorama, México, 1987, p. 6.
  2. Small, Christopher, “El musicar: un ritual en el espacio social”, en Revista Transcultural de Música, viernes 15 de mayo de 2009.
  3. Valdivia, Benjamín, “Algunos criterios teóricos para la formulación de políticas culturales”, en Colmena, Nº 81, 2003, Guanajuato, pp. 57-77.
  4. Cárdenas, Sergio, Estaciones en la música, Conaculta, México, 1999, 152 p.
  5. El clarinete posee lengüeta simple y el oboe doble. La gaita es un aerófono provisto de depósito de aire.
  6. El trombón es un instrumento de viento de la familia de los metales. Existe el de varas, el cual data del siglo XV, y el de pistones, diseñado en el XIX.
    El clarinete se elabora con madera, es de lengüeta simple, perforación cilíndrica y pabellón en forma de campana. Fue diseñado por primera vez en 1720. Se clasifica en agudo, contralto, bajo o contrabajo.
    La tuba fue construida en el siglo IX.
    El sacabuche fue introducido al actual México en el siglo XVI. Es antecedente del trombón.
  7. Cárdenas, Sergio, Estaciones en la música, Conaculta, México, 1999, 152 p. A finales del XIX Theobald Boehm modificó el sistema de llaves del clarinete.
  8. Sobrino, José, Diccionario enciclopédico de terminología musical, Conaculta, México, 2000.
  9. Cárdenas, Sergio, Estaciones en la música, Conaculta, México, 1999, 152 p.
  10. Recordemos que esta comunidad pertenece a Pénjamo, Guanajuato, considerada tierra de bandas.
  11. Banda es un conjunto instrumental en el que intervienen maderas, metales y percusiones. Aunque muchos conjuntos denominados bandas utilizan instrumentos de cuerdas.
  12. Flores Dorantes, Felipe, “Las bandas de viento: una rica y ancestral tradición de Oaxaca”, en Acervos, Nº 22, vol. 5, verano 2001, trimestral, México, pp. 30-43.
  13. Rubén M. Campos nació en la ciudad de Guanajuato el 25 de abril de 1876. Se desempeñó como literato, musicógrafo, historiador, musicólogo y compositor.
  14. Este concepto se aplica como sinónimo de banda, aunque también es un instrumento vinculado a las prácticas religiosas durante el Virreinato.
  15. A Juventino Rosas le tocó la época de auge de la música de salón a finales del XIX y principios del XX. Junto a él figuraron otros creadores como Teófilo Araujo, Arnulfo Delgado Razo, Luis Araujo, Isaías Barrón, Rubén M. Campos y Julián Espinosa, quien además fue director de la Banda de Música del Estado de Guanajuato.
  16. Martí Reyes, Mireya, “Fuentes para la investigación musical en la ciudad de Guanajuato”, en Acta Universitaria, mayo-agosto de 2004, México, Universidad de Guanajuato, pp. 45-58.
  17. Campos, Rubén, El folklore y la música mexicana, SEP, México, 1928.
  18. Ochoa Serrano, Álvaro, Mitote, fandango y mariacheros, Colegio de Michoacán / Colegio de Jalisco, México, 2000, 152 p.