Entrevistas
María Kodama: Borges tenía un compromiso de generosidad

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María Kodama y María Alejandra Crespín Argañaraz
María Kodama, entrevistada por María Alejandra Crespín Argañaraz en los espacios de la Fundación Internacional Jorge Luis Borges, en Buenos Aires, en marzo de 2010.

Se conocieron, ella era una adolescente y él con el tiempo se convertiría en su profesor, eran dos personas en búsqueda de nuevas formas de comunicación y creación, él, Jorge Luis Borges, se convirtió en uno de los escritores más importantes e influyentes de todos los tiempos, ella fue primero su alumna, después su mujer y ahora su memoria. María Kodama consigue en un instante el milagro de traer a Jorge Luis Borges como si aún siguiera entre nosotros, y ese instante es eterno para disfrutar y gozar de la literatura.

—¿Cómo era un día en la vida de Jorge Luis Borges?

—Era normal como todas las personas, Borges no tenía rutina, no era la persona que se levantaba y escribía sistemáticamente, sólo escribía cuando tenía voluntad de escribir. Muchos de los cuentos que él compuso nacían de sueños que había tenido. Hay una anécdota muy divertida y es que un día estaba junto a Borges en Estados Unidos, y entonces se despertó y me dijo que me iba a dictar un poema, y me dictó el poema, lo publicó y se hicieron las reediciones de libros, pero nunca corrigió ese poema, cosa que era casi imposible imaginar en Borges, porque para él, un poema o cuento era el comienzo de una infinita serie de correcciones. Un día con curiosidad le pregunté por qué no había hecho la corrección de ese poema. Y me respondió: “No, yo no puedo corregir ese poema, porque ese poema no es mío, me lo dictó Kafka en el sueño, cuando vuelva a soñar y Kafka me diga que debo corregirlo, él sabrá qué debo corregir”.

—Él admiraba poetas como Kipling, Whitman, ¿qué otros poetas admiraba?

—El más admirado era Virgilio, Dante, Kits, en general admiraba a los poetas ingleses ya que habían formado parte de su infancia eran los poemas de autores que le leía su abuela inglesa. En su biblioteca la mayor parte de sus libros están escritos en inglés. Le gustaba mucho el idioma inglés, la precisión y la concisión. Los autores españoles dicen que ellos tuvieron dos grandes cambios dentro de la literatura, uno es con Rubén Darío con el modernismo, y otra es la forma de construir la prosa a través de Borges. Esa fascinación que él ejerce a través de su prosa es debido a su formación de la lengua inglesa.

—A Borges lo subyugaban varios temas, los tigres, los espejos, los sueños, el reloj de arena; ahora, ¿él conversaba con usted antes de plasmar sus escritos en el papel?

—No, en general él tenía una idea, la dictaba, y después pedía opiniones sobre palabras, no tenía una regla fija, era como las arenas del desierto...

—¿Qué compromiso tenía Borges con la palabra?

—Borges tenía un compromiso de generosidad, a través de su obra él dio la apertura a la lectura de otros autores. Él tenía el compromiso consigo mismo y lo que él consideraba como esencial de la vida, era un principio ético.

—¿Qué países admiraba Borges?

—Para Borges, la elección de los países dependía de la literatura, admiraba países como Italia, Japón, Islandia, quería a esos países en la medida que habían dado grandes escritores.

—Borges rezaba en anglosajón el Padre Nuestro, y al mismo tiempo se declaraba agnóstico, ¿cómo se explica eso?

María Kodama y María Alejandra Crespín Argañaraz—Prometió a su madre rezar el Padrenuestro en anglosajón, y es muy fácil, porque el agnóstico no es ateo, el ateo niega a Dios y se queda tranquilo, el que cree dice “creo en Dios y quedo tranquilo”, pero lo fascinante es ser agnóstico porque es muy patética la persona que trata de encontrar a Dios por el único camino que jamás va a encontrarlo y es por la razón. En la obra de Borges siempre están presentes Cristo, los Evangelios, Dios, y eso también es un resabio de su abuela inglesa. Borges me contaba que en su época estaba prohibida la lectura de la Biblia para los católicos, porque los papas tenían miedo de las interpretaciones que podrían hacerse de las escrituras sagradas; en cambio para los protestantes la lectura de la Biblia era obligatoria y su abuela sabia versículos de memoria que le recitaba en inglés, y todo ese conocimiento le llega a través de su abuela.

—¿Cuál es la primera y la última imagen que recuerda del vínculo que tuvo con Borges?

—Fue cuando tenía 12 años y un amigo de papá me llevó a escuchar una conferencia que daba Borges, porque yo desde chica quería enseñar, porque para mí la enseñanza era mejor que la maternidad, nunca tuve instinto maternal ni de maestra jardinera, porque fui una persona adulta desde que nací. Yo era una persona muy tímida, y yo quería enseñar y escribir. Y fue una cosa muy interesante porque los tímidos nos reconocemos como animales en la selva, entonces cuando yo vi a este señor hablando con voz baja, yo pensé: “Caramba, este hombre es muy tímido, si este señor es tímido y ha logrado vencer eso para poder hablar delante de toda esta gente, yo voy a poder enseñar”. Eso fue muy positivo y fundamental.

—¿Lo vio llorar alguna vez a Borges?

—Una vez le pregunté a mi padre qué era la belleza y me regaló un libro de reproducciones de esculturas griegas y me mostró la Victoria de Samotracia, y dije: “Pero no tiene cabeza”, y mi padre me respondió: “Quién le dijo que la belleza es una cabeza, es una cara, la belleza es otra cosa”. Fue la primera lección de estética que recibí. “Fíjese en los pliegues de la túnica, detener los movimientos de la brisa con la túnica, para la eternidad esa es la belleza”. Y yo le había contado eso a Borges, y cuando vimos la Victoria de Samotracia en lo alto de la escalinata del Louvre de Paris, los dos llorábamos y ese es un recuerdo hermoso que guardo de él.

—¿Cómo era Borges enamorado de usted?

—Era como cualquier hombre enamorado de una mujer. Yo no creo en el matrimonio y cuando Borges me dijo que quería casarse conmigo, me dijo: “Mire qué lindo que suena María Kodama de Borges”, y yo le dije: “Qué dice, Borges, yo no soy de nadie”.

—En su lápida dice en anglosajón “And ne forjedon na”, que significa “Y que nada temieran”, ¿él tenía temor a la muerte?

—No, para nada, él tenía una gran curiosidad, esperaba ver qué pasaba después. “Y que nada temieran” es la mitad de un verso de un poema anglosajón que es “La balada de Moldon”, de principios del siglo X, y narra la lucha de un grupo de hombres que van a la lucha y que tiene en la mano un halcón, y el halcón es el símbolo de la vida dulce, y el Señor les indica que lucharan “y que nada temieran”. Y fue el primer regalo que recibí de Borges, “La balada de Moldon”; y a pesar de tener las espadas rotas, tienen la actitud de seguir luchando...

—Muchos coinciden en opinar que a Borges no le otorgaron el Premio Nobel pese a la universalidad de su obra literaria porque no era de izquierda, ¿qué piensa usted de eso?

—Según la información que yo tengo es eso, o se debió como Borges decía a que realmente los suecos son reales críticos de arte y su obra no les gustaba. Y Borges en ese sentido me parece una persona extraordinaria y eso es lo que yo amo más de él, más que su genialidad, el hecho de sostener una idea, si crees en ella y por más que esté contra la corriente, no ceder aunque estar contra la corriente te pueda beneficiar.

—¿Cómo era Borges cuando se encontraba con sus pares, siendo él ya una celebridad?

—Bien, charlaban, se divertían; conocí a muchos de sus amigos como Xul Solar, Mujica Lainez, Silvina Bullrich, Peltzer, que no siempre pensaban igual, y eso era más interesante.

—¿Cuando se dio cuenta que Borges era su hombre?

—Borges era una persona que me llevaba a un mundo totalmente distinto y maravilloso.

—Nos encontramos en la Fundación Internacional Jorge Luis Borges, en Buenos Aires, en su Biblioteca personal. Cuéntenos qué eventos llevan a cabo aquí.

María Kodama y María Alejandra Crespín Argañaraz—Sí, se realizan las Jornadas “Borges y los otros” todos los años, llevada adelante por Gabriela Cittadini, así como también los premios a los haikús, y tenemos alrededor de ciento cincuenta colegios de todo el país que participan.

—¿Qué pretende de la vida?

—Nunca pretendí nada, yo dejo que la vida fluya.

—¿Cuáles son sus escritores preferidos?

—Jorge Luis Borges, Alberto Girri, Julio Cortázar.

—Qué le gustaría hacer que nunca hizo?

—Aprender a tocar el violín.

—¿Qué mira primero en una persona?

—Los ojos, la mirada.

—Su primer libro leído?

—Alicia en el País de las Maravillas.

—¿Su libro favorito?

—Las tragedias griegas.

—¿Colecciona algo?

—No, a veces colecciono anteojos que nunca uso y debería usar.

—¿Le gusta el cine?

—Me encanta.

—¿Qué película prefiere?

—Uno de mis directores preferidos es Ingmar Bergman, la película que más me gustó fue El séptimo sello; a Borges también le gustaba, y la película que más me gustó fue El silencio.

—¿Qué música escucha?

—Depende del estado de ánimo que tenga, por lo general escucho música barroca, medieval o los Rolling Stones, depende de mi estado de ánimo.

—¿Cuál es su estado actual del espíritu?

—Es muy divertido en este momento con ustedes.

—María, muchísimas gracias por esta entrevista que nos has brindado donde el alma y el espíritu de don Jorge Luis Borges estuvo aquí entre nosotros.

(Entrevista realizada en la Fundación Internacional Jorge Luis Borges, en Buenos Aires, marzo de 2010, bajo la dirección de Roberto Brandana y el sonido de Gastón Albajari).