Letras
10 poemas

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ny

Alguna vez te has sentado
por la parte de atrás de un poema.

Entonces has visto Nueva York.

[...........]

Tus piernas se balancearon [insensatas] entre estas letras y el Hudson.
Los puntos del texto habían sido tiros de balas perdidas.
Alguien habló una extraña mezcla de sonidos mientras mascaba una extraña mezcla de sabores.
Otro alguien maldecía su suerte
Y al otro lado de esa misma moneda
un rostro besaba el suelo del recién puerto.

Europa olía lejos.

África sabía lejos.

Rusia se oía mal.

Nueva York se alisaba como esta hoja
después de que hayas pasado muchas hojas sucesivas.
Y al instante se erizaba como esos cuentos para niños
en los que acecha un resorte de cartón y el gato boxea...

[La semana cierra en baja para los mercados neoyorquinos]

Un indio [¿es broma esa palabra?]
un alguien, un Lenape
lee el New Yorker apoyado en su arpón de pescar truchas,
dos días antes de que desembarquen los holandeses.
Se ajusta las gafas, tararea a Sinatra.
Te mira levemente desafiante a través de esta página, traspasando las letras como la humedad.
Venderá la isla por 24 dólares.

[...]

Convertirse en el coño de Norteamérica
en la boca de Norteamérica
el ombligo de Norteamérica
en la menos norteamericana
de todos los norteamericanos
la llevó a arrastrarse jadeando hasta tus pies
para rogarte que la camines,
que la corras, la pisotees
le hinques tus rodillas sangrantes de barco
y a la segunda generación lo olvides todo.

[La alcaldía quiere que los neoyorquinos dejen de tomar agua embotellada para ayudar al medio ambiente]

Nueva York, con el vello permanentemente erizado,
busca resarcirse de no haber sido la hermana guapa.

Un indio, un Lenape,
atraviesa a nado el río y espía a Annie Hall.
No hay siglos que puedan contra la disposición de esta frase
o contra una letra de PJ Harvey
desde un tejado de Brooklyn.
Mannahata ha debido de significar algo para ese indio
[¿otra vez esa palabra?]
pero a día de hoy
que es igual que ayer
y mucho me temo que mañana
le basta con extenderse
por la parte de atrás de un poema
encender cualquier proyector
y
ser el epicentro
de la historia.

La que cambia con la luz
como cualquier otra puta ciudad.
Como Petra.
Como Caracas.
Como la mía.
Como la Historia.

en la revista Dulce Arsénico, 2007

 

1993

Otro ser abrió los ojos en mis ojos.
No sé cuándo sucedió, cuándo qué,
cuándo cómo.
De repente mi cerebro anidaba sus pensamientos,
y el aire era su aire,
sin poder determinar exactamente un momento metamórfico
o si de ello se trataba siquiera.
El caso es
que mis manos dejaban de serlo,
trazaban espuma en mis ojos.
Y yo me guarecía en un rincón de aquel húmedo párpado
tal y como se guarecen los objetos pequeños en los grandes bolsillos,
como vetas de plata a lo largo de subterráneas galerías,
muy por debajo de lo visible y cotidiano.

Otro ser que se llamaba a sí mismo como yo me llamo.
Escuchaba en mis oídos las cosas que yo habría oído,
recorriendo un camino paralelo y distante
hacia el mismo brumoso Occidente.
Pero no era yo, ni soy yo, ni voy a serlo.
El yo aquél quedó suspendido
como una huella de gaviotas en el horizonte.
Este yo que escribe ya es otro que no halla su nombre
y toma el mío. Caza extraviadas palabras pensadas por aquél
y enhebra una pluma en sus dedos, como aquél haría,
para tornarse mezquinamente sobre una palabra sola, la única que le queda,
y arrebatársela en un soplo, en un revoloteo de dedos y caricias.

Sin palabra ya no es nadie y ahora soy yo por entero.
Soy yo y son mis manos, mis pies, mis pensamientos.
Son mis ojos abiertos y húmedos sobre los ojos de otro.

inédito, 1993

 

[...]

te gustan los juegos de imanes, palabra hermana de diamante,
te gustan las faces en las piedras
las pirámides y los prismas y la visión de la mosca

te gusta lo que da vueltas alrededor de un eje fijo,
un sistema

y cuando todo así
sobre todo te gusta lo que viene de no se sabe
y desimanta el punto fijo
y desacuerda y desprisma
y desaparece
y no tuvo nombre ni lugar
ni trayectoria

-orama, 2002

 

página a punto de

Irrumpimos en esta geometría de bordes obedientes a la escritura como feroces carcomidos por una distancia de siglos.

No es más que un nicho de mercado, dicen algunos. No es más que un esternón de calcio ausente de mi vida, dices tú. Como sobre una cama revuelta vendavalean nuestros sujetos con tu predicado. Es su silencio de venda el que nos hizo llorar. Es su aspecto de fotografía velada el que emborronó la luz del día. Sepulcro hermético de una palabra enclenque, aferrada a ti como a un cálculo de probabilidades. Fíjate bien, en su cuadrilátero apenas te noqueará la vida. Si bien nada de esto significa estar a salvo. La extinción de las formas sigue tu ritmo de lectura. Rebotamos contra las paredes de esta cárcel del idioma, instalada sobre la estera de un desierto. Qué pájaro querrá beber de este charco de autocomplacencias. Qué humano se contemplará en toda esta agua por la que circula con lentitud de vaca el universo. Una huella seca significa más que esto, relata mejor lo que se entusiasma y se pudre. A ver, un espejo de harina para el monstruo conmovido. La rectangularidad de este paisaje rebanará tu cuello. Hemos cultivado parterres blancos con inocencia y experimento. Campo magnético de juegos de pelota y puntos y aparte. Schrödinger formula nuestra existencia en términos de ser o no observados. Ahora la estricta regularidad de la página nos somete a sus guarismos: tu abuela asoma por el borde que has doblado y hay un borracho dormido entre las fibras vegetales. Nada de esto sucedería en el mundo digital. Las páginas no arderían como libros místicos sino que se disolverían como gramos de almas. Algo estremece esto que tenemos entre las manos. Tálamo nupcial de la locura y la consigna. Emulsión cuadrada de área igual a base por altura entre los dos. Compuerta por la que cabalga la humanidad casi dispuesta a conquistarnos. Quién escribe y con qué intenciones. Se desalojó de su materia y llegó a nosotros. Chip nevado. Palma primitiva. La primera mano virtual. Fosa mariana herida por un rayo. Llaga que nunca termina de cerrar del todo. La lenta supuración humana. A punto de nieve su soledad.

Toda la elegancia y la ternura de un pañuelo doblado por nuestra madre al fondo del cajón que en contadas ocasiones miras. Factura de la luz. Estos horizontes móviles pueden con todo. Nada los amenaza, nada los arrasa. Soportan, como columnas de humo, la belleza. Salen indemnes de ella. No se inmutan ante nuestro informe forense. Saben dónde se esconde el delator sin delatarlo. Nunca se leen entre líneas a sí mismas. Sellado con silicona preservan el corazón de los grandes. En una urna griega, las cenizas de un romántico inglés. En un cáliz que se aparta, las retinas celestes de un peruano. Resiste una copia en carbón de aquellos que se perdieron. Páginas de cortesía nos ofrecen su cálida nuca. Páginas, páginas, páginas. Demasiadas. Su insolencia. Léeme. A veces sosa su cáustica, aburrido su paroxismo. Las ocultas, las pálidas, las eclipsadas... qué hambre de su peinado de trenzas oscuras. De toda su patafísica. Quién lo diría: células fotoeléctricas que se activan con tu mirada. Hologramas viviendo su existencia a medias en el orden del alfabeto. Es esta una cama hecha para deshacerse. Una levadura que levita. Cada expresión humana corre a esta ecuación a guarecerse. Del mundo. A pesar de nosotros mismos, su registro nos lamina en pasados y futuros, formas dichas y elididas, nombres propios y comunes. Lo mezcla todo. Su ciencia vacuna la ficción. De la escritura no esperes nada, la literatura con su forma de hueco de pala está excavando los contornos de tu muerte. Les planta flores y vías lácteas. En este laboratorio improvisado que fregamos desde los siete años, una casual sucesión de químicas orgánicas convierte esos contornos en bomba.

Una bomba permanentemente en suspense sobre la boca abierta de un niño.

Es el hijo de tu hijo de tu hijo, radiactivado en la lectura.

inédito, 2008

 

II

YO, que puedo hacer
que este verso dure siempre
que vuelvan las golondrinas
a resolver la felicidad de un alto príncipe
siempre
que la nieve vuelva
que vuelva siempre
que empuñen las vastas gentes la justicia
y se abra el mar a una orden de mis ojos

YO, que puedo hacer que Ulises
navegue y navegue
pensando siempre en volver
y la Bella que duerme sea cien veces despertada
y la paloma equivocada
y Lesbia mía siempre mía

¿Hay algo que no esté en mis manos
en la corriente de río que se lleva por delante
figuras y batallas
para dejarme entre los dedos, tamizada
la fina arena plata y negra
de una página?

Hacerlo todo
puedo.
La poderosa mano del incierto príncipe
sujetando un bufón vacío
es tan sólo la mía
mío su pensar
que flota en las aguas como una dama floreciendo.

YO, príncipe de tinieblas y de luz,
giro
y giro
como un molino que aguardase en una página
la inmortalidad literaria
la más hiriente
porque es capaz de confundir la memoria de los hombres
de hacer de un triste molino
un ser gigante
al son de un olifante
que nunca sonó.

YO, que puedo hacer de este Aleph mi casa
que puedo recrear un Amor que dura siempre
—porque tras las perdices, escondido, estaba el siempre,
tras la página que volver no puedo
tras la palabra fin
tras el telón cayendo...

YO, fragmento de esa arena plata y negra
tan cerca de la maravilla
que me quemo
tengo que bajar los ojos ante ti
que no eres libro
ni puedo abrirte
ni sé leerte
aunque seas más hermoso que Ulises
y que Lesbia
y que Roland
y Dulcinea

he de bajar los ojos
y no seguir leyendo

he de bajar los ojos
ante el único fragmento de mi tiempo
que no sé cómo hacer

 

que dure siempre

Pan [libro de ler e desler], 2000

 

la bella dice hombre de sí

Si dijese de mí un signo diría puntos suspensivos
diría tronco esperando hacha
diría abultamiento
y medusa diría

Y diría luego quién
y luego añadiría cómo
en dónde y por qué y hacia dónde
se mueve esta mitad por la tierra
como si rabo de lagartija seccionada
si cabeza parpadeando ante su guillotina
si tronco de gallina buscando su pico por entre la muerte
las cuestiones infatigables que no caben en mano en pregunta

Si dijese de mí un fruto, manzana diría
así de alta y paraíso me nombro
así de madrastra y hespéride
así de hija de Guillermo Tell

Todas las ecuaciones permiten mi nombre
pero hasta hoy fue difícil conciliarlas

Duermo con mi sangre vuelta hacia atrás
hacia los sacrificios donde se concita el sueño.
Mi cuerpo que inspiró tanta vasija
mi forma, contenedor del mundo
el mundo hecho de mí y con un cuerno
con un sol
con la lengua brutalmente fuera.

Hay varón en mí hasta la curva de la última uña
bajo la cual late el dedo que tanteó tanto sonámbulo huso
tanta droga para calmar las ansias
la voluntad ingobernable
hambre de salir junto al filósofo, el navegante
el mago, el contador de estrellas
el tahúr, el contrabandista
la sed deseo de abandonar un lecho largo como el semen de un príncipe

El hombre es mitad dios
La mitad de la mitad es poca cosa

Tanto hay de mí en ella
la bella
ojerosa medieval cumpliendo un plazo
hasta levantándose con su bombilla, su hormona
hasta su jaqueca, su sari son mí
sus pechos colgando, su muñeca doblada
empuñadura trizando urnas
sus aros al cuello, sus platos labiales
para multiplicar pretendientes
y no olvidemos su radiactividad
ni sus escarificaciones
sus escarificaciones que son
como puntos suspensivos en la abierta boca del hombre

de Os poemas da bela dormente, en –orama, 2002

 

software libre para dominar el universo

Mientras pisas este verso en la pantalla, algún idioma a punto de morir se regenera.

Las palabras.

Han matado y muerto por ellas.

Los emperadores chinos. Shaka Zulú. Los yanomami.
Todos, y tú y yo, nos hemos partido y revivificado por las palabras.
Nos han lapidado con ellas.
Nos han salvado.
Han ampliado y encogido nuestro cosmos miserable. Épico.
Con una palabra suya ha bastado
en absoluto.

Has podido morir de acento alguna vez.

Has podido desear una voz casi con la fuerza bruta y primordial con que se aspira un cuerpo.
Su manera de decir caracas.
Su manera de decir tepui.
Su manera de pronunciar una zeta perezosa.

Mientras engulles este verso en la pantalla el siglo XVI se hace caribe. Caribe significa caníbal. Y decirlo, te devora.

Te devora con lo negro, con lo negro y con lo indio te devora.

Una lengua que se fabrica con los huesos enemigos. Y que baja por tu nuca olisqueando tus palabras.
Las palabras.
Va a sorberlas como el tuétano de un fémur.

Tal vez el reino de las palabras, como todos, se derrumbe.
Poco importará entonces en qué idioma fuiste escrito.
Tan sólo si eres traducible a icono. Telepatía. Holograma.

Su manera de decir el mundo.
El nombre por el que te llamaba.

Sí.
Entonces sí.
Morir por una palabra. Una ecuación. Un lenguaje.

Tal vez sea una exageración poética que ante ciertas situaciones
es preciso adoptar. Se ha muerto por mucho menos, por mucho menos que una palabra.
Por una inicial grabada, por unos puntos suspensivos...

Mientras tragas este verso en la pantalla
alguna palabra deja de decirse para siempre [...]
Y otra, alguna otra
comienza a balbucearse en secreto.
Suspensa.
Entre colmillos sin filo
Mares caribeños
Objetos desconocidos que ofrecen su lenta gestación en una boca.

En cuanto claves tu talón en este texto, algo primordial nacerá a tus espaldas.
Tal vez no lo conozcas nunca.

Ya no te pertenece...

[Y habría podido pronunciarte. Volverte eterno. Pronunciarte...]

inédito, 2007

 

III

Los minerales son los componentes fundamentales de la Tierra desde la corteza al núcleo
Vuelven a crecer especies espontáneas, pero es muy difícil que se vuelva al bioma originario
La biosfera es, pues, el marco de una continua circulación de materia recorrida por un flujo de energía
La unión con las tierras emergidas está constituida por la plataforma y el talud continental
Gondwana se escinde; aparecen los primeros mamíferos
La taiga es la formación vegetal más vasta del mundo

Es posible saber todo eso
Es posible. Incluso tranquilizador

Tu nombre
El rostro que tendrán las hijas de mis hijos
Nuestro rostro a los 7 años
Mi gesto cuando tú leas esta línea
Tu gesto cuando yo deje de escribirla
La forma de la nube que vi por primera vez
Lo que dirá tanto marciano de nosotros
Y cómo será esa vida cibernética o no húmeda
La tierra de la que proceden mis antecesores, el nombre secreto de esa tierra que se lleva incrustada como esmeralda en el código genético, junto a la barbarie, la promiscuidad y la ironía...
Todo eso lo sé apenas

Es de mal gusto saberlo todo en la Tierra
Es de mal gusto decirlo todo en un poema

Zoommm. Textos biónicos, 2007 y 2009

 


QUERRÍA decir la verdad sobre todo.
Decir, por ejemplo: este mundo gira sin ti, pero sin ti los astros se pudren.
Pero sin ti los astros no resisten, es tan hermoso de decir
de pensar: esa responsabilidad que nos une al helio.

Pero es la materia una imaginación tan populosa.

La verdad sobre todo: los planetas, así llamados por errantes,
se asemejan con insolencia a mi cerebro que cree, por encima de todo, en la insolencia. Hasta dónde llegaría mi grito
si se me diese por gritar. Si se me diese por gritar y reventar toda cúpula que te aprisiona.
Que te aprisiona pero es el canto a navaja.

Y el canto a navaja dice:

No tengo nada más que el cielo.
Y quién conoce los límites del cielo.

Yo, que quemaba las fronteras de ser prodigio.
Nadie aprenderá esta línea de memoria.

Por encima de la tierra quemada, quién sabrá de mí. Un mecánico ojo que duró lo que una estrella de noche a noche.
Y dirán que no me conocían.
Y pondrán mi cabeza en un libro, para disgusto de los hombres.
Y prenderé este plástico en la boca y nunca
nunca
apartaré mis huesos de la sin tierra que me acoge.

El exilio es el canto principal de toda vida.
La tarea principal que me sustenta.

Y nadie dirá estas líneas
con la boca puesta a quemar
entre los cometas.

Ni las aprenderán las niñas

número e, 2004

 

soak-somsok

I

Finaliza todo esto.
Vuelve de ser un ovillo de papel
o una matriz de signos
a la palma de tu mano.
Allí se alisa, se reinjerta y regenera
para que lo deslea quién sabe, cualquier otro, nadie
una misma, ya sin memoria

 

II

Mientras tanto tú y yo le hemos dado la vuelta a este texto como a un calcetín. Su materia se ha transformado en antimateria, nuestra mano derecha en la izquierda, tú en quien escribe y yo en quien leo. El ruido bullicioso de la calle en la mañana en música de las esferas a la tarde y todo nuestro jodido entusiasmo occidental en melancolía oriental.

Estamos locos, es decir, cuerdos.
Y comprendemos el cosmos de principio a fin
hasta que rebota y nos descomprende de fin a principio.
Los hadrones han regresado a sí mismos tras la sonada
colisión de nuestro primer trago de siglo.
Por si acaso el pez se ha metido en su hueva.
La leche negra de Celan reabsorbida por su pluma.
Chaplin en color y nuestros muertos, vivos.
Lo románico se zampa a lo gótico y a su vez desaparece en lo cuneiforme.
El ámbar se derrite y de él reviven apresuradas abejas
y arañas que se desvivieron por sus telas gigantescas a medio hacer.
La antivida campa a sus anchas en este antitexto
velando positivos en laboratorios de fotografía
sembrando tempestades para cosechar suspiros
colgando el teléfono para hablar contigo, amor mío,
odiado mío.

Rodamos in decrescendo hasta el debut de este texto
a su cerviz que es también su cérvix
y todo el universo se encoge hacia nosotros
como si ansiase vernos desestructurar hasta la adolescencia
correr desmadejadamente hacia atrás
olvidar conceptos adquiridos
—no me digas que no es fabuloso—
mientras nos sube un rubor de primerizos a las mejillas
lo transmoderno pasa a postmoderno
a moderno y a sin más antiguo
—y quien dice antiguo dice arcaico—
y es esa nuestra mano, la que agarra un lápiz para desescribir su primera e
y tocar por vez primera el rostro animal de nuestra joven madre.
Como si orbitar este poema de cabo a rabo
nos devolviese oportunidades huidas y sueños detonados
como si volviésemos a creer
tú en mí y yo en ti
siendo yo quienquiera que tú seas
siendo tú quienquiera que ellos sean
para encontrarnos en esa risa primigenia que nos delata
que nos ata a la desgracia y la conmueve.

Al principio de todo esto nos reíamos.
Nos reíamos y todo fue a partir de ahí.

Hemos llegado al comienzo de la vida.
No es posible ir más allá.
No podemos con la risa.

inédito, 2008