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Mi pregón

A las Viudas, a las Madres y a los Huérfanos de esta guerra estúpida.

Y ella dijo, como desde muy lejos: olvídame y volveré a ti.

Lumbre nocturnal
Luminaria de rostros demacrados de agotamiento y desesperanza
No siegues las migas que amamantan labios inertes

Búscame entre los surcos, entre las lágrimas
En la sangre derramada
Y en las manos impávidas del campesino sin tierra

Escúchame en el llanto de los huérfanos
En el lecho frío de las mujeres
Que no volvieron a besar a su compañero

Búscame en el pecho vacío de las madres
Que más nunca volvieron abrazar a sus hijos

Destello incierto de víctimas que no sucumben
Ni se olvidan con el tiempo
Ven a borrar este odio que flama por dentro

Y se fue diciendo: olvídame y volveré a ti.

 

En la alborada de mi pueblo

“En el pueblo en este preciso instante, todo es tiempo espeso, espeso existir.
...Creía que las personas eran árboles”.

José Luis Garcés González

Entre oscuro y claro cuando levanto mis ojos, el espejo aún duerme
La Sierra Nevada de Santa Marta con sus bostezos de nubes
Empuja el rocío hasta el valle para mitigar su sed
El río Guatapurí con sus aguas frías acaricia las piedras
Que albean por el sol que ya levanta

A la distancia y como dándole la bienvenida al forastero
La chimenea de Cicoläc, ya falta poco para pisar el asfalto
Y sentir el olor del café con jengibre sobre el fogón
Imagino a mi madre descansando en la cama
Con su almohada de plumas abrazando los sueños
Y sus manos bajo el edredón como dos flamencos

En el crepúsculo matutino escucho al voceador de prensa
El gárrulo del vendedor de pescado
Los grillos en las bisagras de los portones
Y el jolgorio de los niños camino a la escuela
Ya en el ambiente se siente el sabor a dulce de maduro y a chiricana
A lo lejos el repicar de campanas me acosa hasta el aposento

¡Por fin las seis de la mañana!
Entonces enciendo la radio y abro las ventanas
Para que entre la brisa dócil de la mañana

Ya escucho a mi madre en el patio retozando con el perro
Y el trinar de los canarios que gorjean sobre sus cabellos
En la alborada de mi pueblo hay días muy frescos y felices
Algunos se pasean por el patio sobre las ramas de los árboles

De pronto en el espejo me veo y me reconozco
Soy el mismo de hace años completamente feliz
Me guiño el ojo y sonrío como un manso orate de atar.

 

Anónimo

Le he robado al viento un puñado de pensamientos rebeldes
Cargados de esperanzas para regalárselos a mi pueblo

Que... ondea la bandera de la indiferencia
Que... dilapidó la memoria en una guerra de acuerdos
Que... perdió su identidad cultural a la rúbrica de un tratado
Que... perdió su soberanía al permitir bases militares yanquis en su territorio

Le he robado al viento
La fuerza de su aliento estacionario, repleto de sentimiento dócil
Para amarrar los diablos de la oligarquía
Con la misma fuerza con que ligo palabras rotas

Y a veces lloro sin saber que todos los muertos son cercanos
Amortizados por una aciaga ley de perdón y olvido
Que le cerró las puertas a la verdad y a la justicia

Quiero algún día verme consumado en el sueño del Libertador

Y que al levantar los ojos no ver país extraño y distantes
De hombres honestos con la misma hermandad enlazada
Sin fascistas o tiranos opositores a la autonomía de América Latina

Para caminar en el desfile multicolor de ideas
Y derrocar el precepto del dictador de mente perversa.

 

Mi madre Luisa Esther

Madre, he esperado tanto tiempo para hablarte desde mi poema
Que se ha perdido en el silencio, en un silencio estoico
Se marchitaron mis palabras con la salubridad de mis penas
Y con todos esos recuerdos que me queman en casi medio siglo
Que cualquiera pensaría que he sido un hijo demasiado frívolo

Sólo hay neviscas en mis recuerdos cuando pienso en ti madre
Porque desde que te fuiste el estío se quedó a vivir en los copos de los árboles
Intento tocarte con mis versos escribiéndote estas retóricas palabras
Pero sólo he conseguido un charco de lágrimas inconsolables

Levito con tus sueños inalcanzables y añoro la familia que querías
La casa, la otra casa que tanto querías, la amarré a mis cometas

¡Qué vergüenza contigo, mamá!
No pude cumplir con tus sueños, te fallé
Siento mi espíritu fecundado desde tus raíces, divagando en tribulaciones
Eso es poco para ti, comparado con el desconsuelo que te circuía en vida

Alguien puede decir todo lo malo que he sido
Y lo que he sido solo tú lo sabes, porque no se lo he dicho a nadie

¡Qué pena contigo, mamá!
Recorto algunas evocaciones de mi infancia de aquel álbum familiar
Y comienzo a tocar tus recuerdos en lo más recóndito de mi memoria
Escucho tu voz aromada y ahí estas con tus pies descalzos sobre el suelo triste

Te ves tan linda como impasible, siempre con esa expresión en las manos
Madre, aún noto tu presencia en la brisa que se pasea alegre por el patio
Que desordenan mis cabellos y acarician mis mejillas ligeramente.

 

Mi primo Raúl Gómez Solano (Primo ñao)

Menos mal que la melancolía y otros sentimientos del alma
no son detectables por la aduana.

Amado del Pino

Cuando las noches inquietas lo desvelaban
Y no encontraba sosiego en el alma ni en los sueños
Buscaba siempre refugio en las fragosidades lenitivas
Y así encontraba el equilibrio a sus pensamientos desleídos

En la soledad escuchaba al viento hablar con las ramas secas
El rumor de las aguas revoltosas del río le calmaba sus arrebatos
Era incontenible, llevó una vida ansiosa y con afanes
Desde muchacho llevaba una pasión errabunda en sus pasos

Pernotó y cruzó la frontera íngrimo y sin pasaporte
Viajó por las trochas de la Guajira hasta llegar a Venezuela
Nunca llegaron recados ni cartas desde su destierro

Había salido del pueblo en la época de la bonanza marimbera
Cuando regresó traía otro aire en su aureola ya reposada
Hoy su vida pasa tranquila sin afujías y sin desvelos
Ahora trabaja la tierra, siembra y recoge del arroz sus espigas

Los rumores del Ranchería son los ritmos de sus noches tranquilas
Las voces de los árboles ahora son melodías que le trae el viento
Ya no es cazador noctámbulo ni despierta de su insomnio alebrestado
Encontró la brújula de sus pasos en una mujer que ancló sus miedos

Ahora despierta en cualquier lugar del tiempo sin ansiedades
Ya cerró el portillo del potrero y amarró la bestia salvaje que lo rondaba
Queda en el aire su risa desgranada y la fragancia del ganado en los corrales
La Frescoleta con sus mangos florecidos aroman la tarde que ya termina.

 

Mi hermano Brian José

Lo recuerdo instaurando el tiempo en los lienzos de su pubescencia
Escucho su voz como el crujido de una rama seca en el silencio de la noche
El chiflido de una canción siempre en sus labios pregonando su alegría
Lo veo cargando torcazas en su alforja y con su honda atisbando el monte
Jamás olvidaré ese gesto de alegría brillando en su risa protuberante.

Lo que hemos sido en la adolescencia es lo que cuenta en la vida
Como esos días de cacería, las fiestas, los juegos y los días inconstantes
Esos recuerdos son las albricias que merodean por nuestras memorias
Y navegan por nuestro mar interior como el pedigrí de nuestra mascota Derby
O el día que estacionamos el carro de papá en un arrozal camino a Fonseca.

Todo eso lo recuerdo y se me pone el corazón más alegre que fiesta de pueblo
Sé que puedo contar con él porque nos queremos, más él a mí que yo a él
Lo vi crecer cual crisálida en un cardonal en las tardes que nos vieron juntos
Esos sucesos tan pequeños germinan en nuestras memorias gravitando
Como la noche aquella que lloramos a un hermano muerto inesperadamente.

Entre Hipócrates y Galeno forjó su gran sueño laureándose como médico
Y ahí está mi hermano de siempre abriéndose caminos imprevisibles
Sólo ha crecido en su pragmatismo, sigue como el río en su cauce sempiterno
Es él quien no me olvida, es un sentimiento esparcido en el tapiz de las tardes.

Aun así, nos queda el tránsito de la adolescencia que plasmó el tiempo
Hasta el día que fenezcan nuestros sueños y dure su instante
Entonces dejaré este poema en la bitácora de los argonautas
Que nos guiará con su destello cuando naufraguemos en ultramar.

Las recordaciones nos marcan con tinta indeleble como el tatuaje del indio
Porque la memoria es algo vivo y todo lo que se rememora se liga y persiste
Lo nuevo, lo viejo, el pasado y el presente, en los vivos y en los muertos.

 

Sin retorno

Me convertí en un dócil tatuaje sobre tu piel indolente
Para no renunciar a ti, si intentan separarnos
Porque contra el amor del bueno no hay quien pueda
Pero hoy me he sentido dolido, extraño y ausente

Tal vez nunca supe el tamaño de tus penas
Como tampoco, los quejidos que desgarraron tu vientre
Mientras parías mil versos de olvido

Tal vez nunca te importó oír mi nombre
Pero bebiste agua fresca de mi río
Y aquella sed te hizo llenar de deseos
Para luego sentir que fuimos sólo instante
Y no tuvimos más remedio que amarnos

Ahora andas como yo
Sedienta, sin refugio y repleta de soledad

No queda nada.
La copa está vacía, te embriagaste con el vino de mi fuente.