Artículos y reportajes
“Destinos intermedios”, de Octavio Escobar Giraldo
Destinos intermedios
Octavio Escobar Giraldo
Periférica, 2010
194 páginas
La sociedad prostituta

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Una sociedad atrasada, pobre y ávida de movilidad social se pliega, entre indefensa e hipnotizada, al poder avasallador y alucinante del dinero fácil. En esta colectividad nadie está a salvo: los primeros que caen bajo las redes del imperio narcotraficante son los políticos. Con igual facilidad sucumben las autoridades judiciales, militares y policiales. También se dejan contaminar por el absceso social los personajes de la farándula que gravitan como satélites en torno a las luminarias que controlan el negocio. Del mismo modo los periodistas son presa fácil. Ni siquiera los humoristas, aquellos encargados de retratar a la sociedad en su crudeza logran evadir la intrincada red. La mancha inunda cada rincón de la sociedad que un día despierta y constata que está infectada desde sus entrañas y que ninguno de sus órganos está a salvo.

Destinos intermedios es el retrato brutal de una sociedad descompuesta por el narcotráfico. Con esta novela Escobar Giraldo se erige en el mejor exponente de la novela negra colombiana. Esta obra, vertiginosa y desoladora, junto a la reputada Rosario Tijeras de Jorge Franco, se convierte desde ya en una referencia obligada de la literatura que plasma aquella Colombia azotada por el flagelo del narcotráfico. Lo que hoy día vive de alguna manera México, las oleadas de secuestros, las vendettas entre bandas que luchan por el control del negocio ilícito, y la devaluación absoluta de la vida humana, el país sudamericano lo vivió hace veinte años cuando era el principal abastecedor de cocaína de Norteamérica y Europa.

Dos mujeres dominan la escena de la narración. De una parte, Jimena Sombras, caduca cantante de música popular, amante y cómplice de uno de los grandes jefes mafiosos y, de la otra, Paula Cristina, joven virginal, ajena a la vorágine que vive el país, inmersa, de la noche a la mañana, en la más espantosa pesadilla. Jimena representa a la nueva sociedad, aquella en la que todo vale, donde el fin legitima los medios, aquella que ha perdido todo juicio moral por una actividad que la corroe hasta los tuétanos. Paula Cristina es la otra sociedad, aquella que se niega a aceptar que el país se jodió, que prefiere vivir en la ensoñación de una sociedad idílica. De manera paradójica, ambas se necesitan, las dos terminan conviviendo el drama que cada una tiene que vivir, la primera víctima de la propia violencia que ella encarna, y la segunda, perdiendo a su mejor amiga, Érica, en el episodio absurdo que sirve de eje a la narración.

Es posible que Destinos intermedios cierre un período de la literatura de su país: una nación que se acostumbró en los últimos cien años a vivir y olvidar una interminable guerra civil. Ya no es necesario esperar más obras sobre la infausta época vivida en las dos últimas décadas del siglo pasado. Aquí está, en estas apretadas páginas de diálogos en stacatto, de escenas que se suceden atropelladas unas tras otras, de personajes que matan y mueren impávidamente, la impudicia de una sociedad cuyo único valor es el no-valor. Es curioso que Colombia se haya quedado sin la gran novela de otra época, anterior a la citada, conocida como época de la violencia, aquella comprendida entre 1948, año de la muerte del caudillo liberal Gaitán, y 1953, cuando inicia la dictadura de Rojas Pinilla. La novela corta Cóndores no entierran todos los días, de Álvarez Gardeazábal, sigue siendo la mejor representación de ese período, y aun así se queda corta para retratar otra época descarnada y desquiciada.

Escobar Giraldo se confirma día tras día en el secreto mejor guardado de la literatura colombiana. Alejado tanto de las grandes editoriales que se empeñan en desconocer su estatura literaria, como del gran público nutrido por las maquinarias del marketing, este escritor tiene la virtud del gran narrador: retratar de manera exacta, con un lente impersonal, la sociedad que lo circunda.

Este año la editorial independiente Periférica, que orienta Julián Rodríguez con gran tino, publica en España esta quinta y más reciente novela de Escobar Giraldo, después de haber rescatado otra pequeña joya de la novela negra, la temprana (1995) Saide, también recientemente traducida al alemán y al italiano. Demuestra así su gran olfato para surcar el amplio espectro literario latinoamericano y escoger para su sello obras de gran fuerza y singular aliento de la categoría de “clásicos modernos”.

Por su parte, Escobar Giraldo es un escritor que ha llegado a la plena madurez, que escribe con fluidez y con maestría, no sólo en este género sino igualmente en otros, como el de la novela histórica, lo cual quedó demostrado en el 2007 con 1851, folletín de cabo roto. Por ello es dable esperar de su pluma muchas obras más, y cada una mejor que la anterior.