Este trabajo arranca de la obra póstuma del poeta chileno Pablo Neruda, Confieso que he vivido, en particular de dos escritos contenidos en ella, titulados “González Videla” y “Machu Picchu”. Ambas prosas nos remiten directamente a una de las obras maestras de la poesía hispanoamericana: Canto General. El viraje político que experimenta el gobierno de González Videla y sus consecuencias sobre la vida del poeta en aquellos primeros años de la guerra fría, así como la visita que hiciera Neruda a las ruinas incaicas, son acontecimientos que determinan profundamente la creación del Canto General. Es la historia de este poeta, y específicamente ciertos hechos, los que darán por fruto su obra más histórica, en sentido estricto, su crónica por excelencia del devenir histórico de nuestra América.
Para apreciar el papel que juegan estos acontecimientos en uno de los más altos puntos alcanzados por la creación literaria de Neruda, buscaremos las conexiones entre los escritos citados y el Canto General, muchas de ellas profundas y evidentes. Desde una perspectiva histórica, que dé importancia al contexto espacio-temporal, hemos podido descubrir otras conexiones, igualmente profundas, pero quizás no tan evidentes. Sobre este conjunto de vínculos versará este ensayo, que a través de una revisión bibliográfica sobre trabajos críticos de la obra nerudiana, así como a través de la propia lectura tanto de las poesías y prosas seleccionadas como de la bibliografía consultada, buscará develar ciertos aspectos de la gestación y desarrollo del Canto General.
El principal problema en la consecución de este objetivo es la necesidad de tener en cuenta los distintos niveles históricos que están involucrados en la gestación y desarrollo del Canto General. Un primer nivel sería la historia de Neruda, su biografía, pues de ella surgen, obviamente, las obras que en este ensayo queremos relacionar. Un segundo nivel sería la historia como contexto de aquella vida; contemplamos aquí tanto la historia “oficial”, aquella de los acontecimientos relevantes, los hitos, las coyunturas y estructuras identificadas desde una perspectiva historiográfica, y la historia “marginal”, aquella historia de los vencidos, que rescata la memoria popular, que se halla en los hechos cotidianos, que tiene que ver con las mentalidades, los comportamientos colectivos y las identidades culturales, aquella que representa una vertiente historiográfica distinta, más emparentada con otras disciplinas, más consciente de que todo discurso es finalmente sólo una representación de la realidad, como puede serlo la poesía misma. Mientras nuestro segundo nivel sería la historia en cuanto historiografía, “tradicional” o “nueva”, el tercer nivel que contemplaremos será el de la historia de la literatura nerudiana, dimensión en donde se entremezclan, a veces homogéneamente, los dos estratos anteriores. En este último nivel hay que tener en cuenta además la concepción nerudiana de la historia, que también podría funcionar como un cuarto estrato o dimensión. Todos los niveles enunciados más arriba deben ser tenidos en cuenta al momento de analizar ciertos aspectos de la creación del Canto General, objeto del presente artículo. Dichas dimensiones serán tratadas en forma conjunta, separándolas cuando sea necesario, mientras en otros momentos aparecerán fusionadas; debemos tener en cuenta también que en la misma obra de Neruda los niveles históricos aquí señalados aparecen mezclados.
De este modo, haremos un esfuerzo por plantear una visión crítica sobre el lugar esencial que ocupa la historia para la creación poética nerudiana, específicamente en el Canto General.
Para ilustrar nuestros comentarios citamos aquí íntegramente los escritos mencionados de la obra Confieso que he vivido, tras lo cual realizaremos un breve comentario de los hechos que en ellos se relatan, para luego referirnos críticamente a la idea de la conversión poético-política de Neruda, o desarrollo de una conciencia política, aspecto fundamental que explicaría en gran parte la aparición del Canto General. Veremos aquí cuán importante es esta conciencia política para la obra que nos interesa, intentando apreciar qué otros aspectos influyen en su creación.
El primero es la prosa titulada “Machu Picchu”:
El Ministerio se apresuró a aceptar el fin voluntario de mi carrera.
Mi suicidio diplomático me proporcionó la más grande alegría: la de poder regresar a Chile. Pienso que el hombre debe vivir en su patria y creo que el desarraigo de los seres humanos es una frustración que de alguna manera u otra entorpece la claridad del alma. Yo no puedo vivir sino en mi propia tierra; no puedo vivir sin poner los pies, las manos y el oído en ella, sin sentir la circulación de sus aguas y de sus sombras, sin sentir cómo mis raíces buscan en su légamo las sustancias maternas.
Pero antes de llegar a Chile hice otro descubrimiento que agregaría un nuevo estrato al desarrollo de mi poesía.
Me detuve en el Perú y subí hasta las ruinas de Machu Picchu. Ascendimos a caballo. Por entonces no había carretera. Desde lo alto vi las antiguas construcciones de piedra rodeadas por las altísimas cumbres de los Andes verdes. Desde la ciudadela carcomida y roída por el paso de los siglos se despeñaban torrentes. Masas de neblina blanca se levantaban desde el río Wilcamayo. Me sentí infinitamente pequeño en el centro de aquel ombligo de piedras; ombligo de un mundo deshabitado, orgulloso y eminente, al que de algún modo yo pertenecía. Sentí que mis propias manos habían trabajado allí en alguna etapa lejana, cavando surcos, alisando peñascos.
Me sentí chileno, peruano, americano. Había encontrado en aquellas alturas difíciles, entre aquellas ruinas gloriosas y dispersas, una profesión de fe para la continuación de mi canto.
Allí nació mi poema “Alturas de Machu Picchu”.1
El poeta nos habla de su tierra, la tierra americana, la tierra de los Andes Verdes, que es al fin y al cabo la misma tierra chilena, las mismas alturas difíciles, los mismos sitios deshabitados; nos habla, así, del encuentro con su propia identidad, y por lo tanto con su poesía.
Para René de Costa uno de los aspectos significativos en la escritura del Canto General lo constituye la visita de Neruda a Perú y su ascenso a las ruinas de Machu Picchu, que el poeta realiza en 1943, en un viaje de regreso a Chile. De esta visita, como el mismo Neruda lo relata en sus Memorias, proviene “Alturas de Machu Picchu”. Este poema representaría la maduración de la profunda impresión que le causan las ruinas y constituiría la espina dorsal de su nueva visión americana. Consta de doce partes, y sería un relato de la peregrinación del poeta, que presenta en términos religiosos su logro de una visión continental. “Publicado primero en 1946, y luego incorporado como canto segundo del Canto General, este es el poema que en el amplio contexto literario de la obra completa autentifica la voz del autor y lo autoriza a hablar en nombre del hemisferio”.2
Un aspecto esencial de este poema es la constatación de que en América se ha perdido el sentido de lo originario, se ha extraviado la propia identidad cultural,3 entre otras razones, debido a una desconexión entre los distintos pueblos americanos. Este punto es muy importante, y creemos que articula no sólo el poema “Alturas de Machu Picchu”, sino todo el Canto General. Lo que refleja este libro, aquello que lo hace ser precisamente un Canto General de América, es el descubrimiento por parte del poeta de la unidad de procesos históricos que desde hace ya varios siglos experimenta el continente. Lo paradojal es que buena parte de esa unión es provocada desde afuera: los sucesivos imperialismos que han saqueado el continente americano han determinado una fuerte unidad histórica: sin embargo, Neruda descubre que esa unidad también se encuentra, por ejemplo, en la tierra, en la madre americana: en los Andes, por ejemplo. Mas no sólo en ella; esa unidad es también futuro, porvenir, y en las ruinas muertas de la ciudad de piedra, cae en la cuenta de que la unidad de América generará la fuerza para el cambio histórico. Dicha unidad se aprecia justamente en el nivel cultural y se materializa con sublime magnificencia en las ruinas de Machu Picchu. La cultura americana debe ser valorada por nosotros, americanos, lo que tiene el carácter de un deber, pues es nuestra, y, como tal, tan o más valiosa que otras culturas: a ella dedica Neruda su Canto General de América, y no sólo al propagandismo político como infructuosamente a veces se ha querido probar. La mirada del Canto que planteamos aquí reconoce la existencia de contenidos políticos, porque es algo indudable, pero buscamos constatar algo más amplio que eso, porque efectivamente, el Canto va mucho más allá que eso.
De acuerdo a Hernán Loyola, para comprender el sentido de “Alturas de Machu Picchu” es imprescindible tener en cuenta su condición de poema-síntesis. En la literatura nerudiana este poema tendría el valor de representar un balance, “el punto culminante de una encrucijada dialéctica”, pero, al mismo tiempo, la apertura de una nueva etapa.4 Este poema representaría fundamentalmente cuatro aspectos de la vida del poeta, así lo expresa Hernán Loyola: “Una visión retrospectiva de su pasado personal, herido por la angustia de sentir la omnipresencia de la muerte y la desintegración de las cosas, por el horror frente al transcurso del tiempo y por la incomprensión del sentido histórico del hombre; el descubrimiento de la filiación americana, lo cual se refleja en la elección de Machu Picchu como escenario del poema; el reconocimiento de la patria del hombre, el territorio histórico-natural que buscaba para fecundar su vida-poesía, para comprender y superar la muerte; la aceptación íntegra del combate, en la poesía y en la vida, en la literatura y en la política, y en el propósito de contribuir con su canto a las luchas actuales de los pueblos de América en su enlace con las luchas del pasado”.5 El párrafo recién citado nos permitiría confirmar nuestra apreciación, en el sentido de que ciertas manifestaciones de una conciencia colectiva se harían patentes en su poesía gracias a su visita a las ruinas; también nos señala la profunda necesidad individual, que dejaba traslucir Neruda, de develar esa historia americana, para hacerle justicia al hombre de este continente, para superar él mismo esa injusticia de la que como americano se siente también víctima. De este modo, buscaba trascender la vida, superando la muerte, a través de la poesía, hallada en el encuentro con la propia identidad, que Neruda descubre en elementos tan concretos y tan sublimes a la vez, como un cóndor volando por los Andes verdes.
“Alturas de Machu Picchu” representa una condensación de revisiones hacia el pasado y de propósitos para el futuro. El poema es escrito dos años después de su visita a las ruinas, es decir, en 1945, año en que es elegido senador por las provincias de Tarapacá y Antofagasta, tras una dura campaña electoral y un contacto directo con el proletariado del Norte, con la miseria y el esfuerzo del pueblo. Este año ingresa en el Partido Comunista. Hay que tener en cuenta además, que, como nos recuerda Loyola, ese mismo año recibe el Premio Nacional de Literatura, que habría constituido, de acuerdo a este autor, “un nuevo llamado a la responsabilidad artística”.6
En 1954 la Universidad de Santiago invita a Neruda a pronunciar un ciclo de conferencias sobre su vida y poesía. Emir Rodríguez Monegal, quien asistió, nos cuenta cómo el público desbordaba la sala y todos ardían de entusiasmo. En la cuarta de aquellas conferencias, el poeta habló mucho del Canto General, refiriéndose a su experiencia en Machu Picchu:
Después de ver las ruinas de Machu Picchu, las culturas fabulosas de la antigüedad me parecieron de cartón piedra, de papier maché... La India misma me pareció minúscula, pintarrajeada, banal, feria popular de dioses, frente a la solemnidad altanera de las abandonadas torres incásicas... Ya no pude segregarme de aquellas construcciones. Comprendía que si pisábamos la misma tierra hereditaria, teníamos algo que ver con aquellos altos esfuerzos de la comunidad americana, que no podíamos ignorarlos, que nuestro desconocimiento o silencio era no sólo un crimen, sino la continuación de una derrota... Pensé muchas cosas a partir de mi visita al Cuzco. Pensé en el antiguo hombre americano. Vi sus antiguas luchas enlazadas con las luchas actuales... Allí comencé a germinar mi idea de un Canto General americano. Antes había persistido en mí la idea de un Canto General de Chile, a la manera de crónica. Aquella visita cambió mi perspectiva. Ahora veía a América entera desde las alturas de Machu Picchu. Este fue el título del primer poema con mi nueva concepción.7
En la conferencia Neruda relata sus aventuras hacia fines de la década de 1940, escribiendo escondido, perseguido, el Canto General, que nos ofrece pasajes como el segundo escrito que hemos seleccionado para este artículo, que lleva por título “González Videla”:
Hasta el senado llegaban difícilmente las amarguras que yo y mis compañeros representábamos. Aquella cómoda sala parlamentaria estaba como acolchada para que no repercutiera en ella el vocerío de las multitudes descontentas. Mis colegas del bando contrario eran expertos académicos en el arte de las grandes alocuciones patrióticas y bajo todo ese tapiz de seda falsa que desplegaban, me sentía ahogado.
Pronto se renovó la esperanza, porque uno de los candidatos a la presidencia, González Videla, juró hacer justicia, y su elocuencia activa le atrajo gran simpatía. Yo fui nombrado jefe de propaganda de su campaña y llevé a todas partes del territorio la buena nueva.
Por arrolladora mayoría de votos el pueblo lo eligió presidente.
Pero los presidentes en nuestra América criolla sufren muchas veces una metamorfosis extraordinaria. En el caso que relato, rápidamente cambió de amigos el nuevo mandatario, entroncó su familia con la “aristocracia” y poco a poco se convirtió de demagogo en magnate.
La verdad es que González Videla no entra en el marco de los típicos dictadores sudamericanos. Hay en Melgarejo de Bolivia, o en el general Gómez de Venezuela, yacimientos telúricos reconocibles. Tienen el signo de cierta grandeza y parecen movidos por una fuerza desolada, no por eso menos implacable. Desde luego, ellos fueron caudillos que se enfrentaron a las batallas y a las balas.
González Videla fue, por el contrario, un producto de la cocinería política, un frívolo impenitente, un débil que aparentaba fortaleza.
En la fauna de nuestra América, los grandes dictadores han sido saurios gigantescos, sobrevivientes de un feudalismo colosal en tierras prehistóricas. El judas chileno fue sólo un aprendiz de tirano y en la escala de los saurios no pasaría de ser un venenoso lagarto. Sin embargo, hizo lo suficiente para descalabrar a Chile. Por lo menos retrocedió al país en su historia. Los chilenos se miraban con vergüenza sin entender exactamente cómo había ido pasando todo aquello.
El hombre fue un equilibrista, un acróbata de asamblea. Logró situarse en un espectacular izquierdismo. En esta comedia de mentiras fue un redomado campeón. Esto nadie lo discute. En un país en que, por lo general, los políticos son o parecen ser demasiado serios, la gente agradeció la llegada de la frivolidad, pero cuando este bailarín de conga se salió de madre ya era demasiado tarde: los presidios estaban llenos de perseguidos políticos y hasta se abrieron campos de concentración como el de Pisagua. El estado policial se instaló, entonces, como una novedad nacional. No había otro camino que aguantarse y luchar en forma clandestina por el retorno de la decencia.
Muchos de los amigos de González Videla, gente que le acompañó hasta el fin en sus trajines electorales, fueron llevados a prisiones en la alta cordillera o en el desierto por disentir de su metamorfosis.
La verdad es que la envolvente clase alta, con su poderío económico, se había tragado una vez más al gobierno de nuestra nación, como tantas veces había ocurrido. Pero en esta oportunidad la digestión fue incómoda y Chile pasó por una enfermedad que oscilaba entre la estupefacción y la agonía.
El presidente de la república, elegido por nuestros votos, se convirtió, bajo la protección norteamericana, en un pequeño vampiro vil y encarnizado. Seguramente sus remordimientos no lo dejaban dormir, a pesar de que instaló, vecinas al palacio de gobierno, garçonnières y prostíbulos privados, con alfombras y espejos para sus deleites. El miserable tenía una mentalidad insignificante pero retorcida. En la misma noche que comenzó su gran represión anticomunista invitó a cenar a dos o tres dirigentes obreros. Al terminar la comida bajó con ellos las escaleras de palacio y, enjugándose unas lágrimas, los abrazó diciéndoles: “Lloro porque he ordenado encarcelarlos. A la salida los van a detener. Yo no sé si nos veremos más”.8
El texto inmediatamente posterior al que acabamos de citar, titulado “El cuerpo repartido”, contiene un párrafo interesante para nuestro análisis, que anotamos a continuación:
El humo estaba destinado a escribir. La relación histórica de cuanto me pasaba se acercó dramáticamente a los antiguos temas americanos. En aquel año de peligro y de escondite terminé mi libro más importante, el Canto General.9
La persecución sufrida por Neruda habría sido un punto muy importante en todo su proceso de desarrollo de una conciencia histórica y política: ahora él es el perseguido, el injustamente privado de libertad de movimiento, quien debe esconderse. Se siente dolido y traicionado por el drástico cambio político de González Videla, que se produce en el marco de la guerra fría. Las buenas relaciones con Estados Unidos eran más importantes que el pueblo mismo. Esta vez, las decisiones políticas afectaron directamente a Neruda, por lo que termina sintiéndose parte de ese pueblo. Los Estados Unidos ofrecían en ese momento el mejor mercado para el cobre chileno. “Al favorecer los intereses industriales y a las elites urbanas, González Videla de hecho cambia de aliados: desprecia las provincias y sus grupos sociales, donde recibió la mayor parte de su apoyo electoral”.10
El hecho de la persecución como consecuencia de lo que Neruda ve es una traición a la patria, es fuertemente simbólico, pero esta conciencia, motivada por la persecución política y cristalizada en la publicación del Canto General, adviene tras un largo proceso.
Neruda recorre el país completo en la campaña que promueve la candidatura presidencial de González Videla. Asiste el día 4 de septiembre de 1946 a la firma del programa que “proyecta para Chile una reforma pacífica de las instituciones, una mejor distribución de la tierra, la justicia social y la protección mayor de los derechos de la clase obrera. El poeta es testigo de las promesas del candidato, las registra, no las olvidará”.11 Pronto, los cambios en la política interna y externa del gobierno lo harán sentirse profundamente traicionado, reflejando esto en más de una poesía dedicada al lagarto venenoso, que se vendió a los Estados Unidos, al capitalismo, al Occidente, que se entregó a las clases dominantes, desconociendo las promesas hechas al pueblo. Olvidando los cambios prometidos, la política adoptada por González Videla es más de lo mismo, pero, para Neruda, aun peor, debido a la traición tan evidente.
Una vez electo, el gobierno de González Videla rompe relaciones con tres países comunistas y provoca la renuncia de los tres ministros comunistas de su gabinete. Neruda lo acusa públicamente en un documento llamado “Carta íntima para millones de hombres”, que envía al periódico El Nacional de Caracas en noviembre de 1947. Entonces, el presidente pide que sea desaforado por esta publicación alegando que fue un abuso de la inmunidad parlamentaria. El 5 de enero de 1948 se dicta el desafuero. “Esa misma noche”, nos relata Rodríguez Monegal, “unos desconocidos intentan incendiar la hermosa casa de Neruda en Avenida Lynch, mientras la policía que el poeta ha llamado, se manifiesta conspicuamente ausente (...). En febrero 3, la Corte Suprema confirma su desafuero como senador y el 5 los tribunales de justicia ordenan su detención”. Desde este momento, Neruda deberá ocultarse y partir al sur; escribirá el Canto en diferentes lugares de Chile y más tarde dejará el país, como relatan sus biógrafos. Respecto de cuándo se produce su salida del territorio chileno, existen distintas versiones, sin embargo, para la biografía oficial, “Neruda abandona Chile diecinueve días después de haber fechado su último poema de Canto General. Cruza la cordillera de los Andes por la región austral, a caballo, protegido por una barba espesa”.12
Esta persecución será determinante en el tono de muchos poemas del Canto General. Especialmente en la sección V (“La arena traicionada”) y en la XIII (“Coral del Año Nuevo para mi patria en tinieblas”), donde el poeta dedica fuertes y decidoras palabras a González Videla, “el traidor”, que vendió Chile, arrebatando la esperanza al pueblo y constituyéndose en el verdugo de su propia gente.
La conciencia política, ligada íntimamente a la conciencia histórica, se plasma en la literatura nerudiana mucho antes de los hechos que acabamos de relatar, ocurriendo hacia la década de 1930. Diversos autores explican la adquisición de esta conciencia a través del concepto de conversión.
Esta conversión se referiría a un cambio en la poesía de Neruda, que refleja sus nuevas actividades, su nueva postura frente al mundo. Algunos autores, sin embargo, señalan que no sería el concepto adecuado, al tiempo que lo definen y aplican en distintos sentidos. Sin embargo, consideramos que por sobre las aplicaciones conceptuales cerradas o estrictas, lo importante es que lo que este u otro concepto intentan representar es un punto de suma importancia en la evolución de su poesía.
Para Saúl Yurkiévich dicha conversión se referiría al paso de un subjetivismo egocéntrico a una poesía que habla de la realidad colectiva, “de la individualidad alienada a la conciencia social, de la metafísica evasiva al compromiso con la historia”.13
René de Costa también utiliza la idea de conversión, la cual representaría el cambio experimentado por el poeta bajo la doble influencia de Quevedo y la guerra civil española. La asocia directamente al surgimiento de un nuevo “humanismo” en Neruda, vinculado a la necesidad de justicia social y a la noción quevediana de la muerte.14 Respecto de la influencia de la poesía de Quevedo en la obra de Neruda, Carlos Hamilton señala que el poeta se habría arrepentido de leer tanta literatura extranjera antes de regresar a la propia fuente, España; lo mismo le ocurre respecto de Quevedo, quien habría representado “el camino real por el que Neruda llega a la esencia de España, y considera a España como la raíz de su robusto amor por la América hispánica”.15
Hernán Loyola prefiere hablar de desarrollo antes que de conversión. Desarrollo que habría tenido su etapa crítica entre 1934 y 1944. Los poemas compuestos en este periodo serían testimonio de la estructuración de una especial conciencia. Por ello Loyola no usa el término “conversión”, en el sentido del viraje político de la poesía de Neruda, pues este cambio no ocurre de un día para otro, sino que es fruto de un largo y trabajoso proceso de adquisición de una conciencia histórica. Sin embargo, el contacto creciente con el marxismo habría permitido una comprensión integral de que la muerte y la miseria podían superarse.16
Frente a estas opiniones, y a nuestra propia comprensión de la poesía del Canto, planteamos que de la conciencia histórica proviene la conciencia política. No fueron los postulados comunistas los que le convencieron de un viraje poético, sino la vida misma, el contacto con otros hombres, con el tiempo largo de la historia (estructuras) y con el territorio americano. De ahí su adhesión al comunismo, y no al revés.
Neruda fue un poeta siempre cambiante, que evidenció una sucesión de personas poéticas. Lo paradojal es que cambia para seguir siendo el mismo. Cambia “sin descaracterizarse, asume nuevas máscaras para expresar mejor la persona única, huye para quedarse clavado en su mismo centro”.17 Si bien “Alturas de Machu Picchu” y todo el Canto General se escriben en unas circunstancias políticas muy particulares, puede argumentarse, por ejemplo, que el primero estaría mucho más cerca de la tradición profética que del materialismo, más cerca de Blake o Whitman que de Marx o Lenin. Para Rodríguez Monegal, la obra Ser y morir en Pablo Neruda, de Hernán Loyola —que nosotros hemos venido citando— insiste en el punto de vista marxista del poema, el cual explicaría la estructura del mismo. Pero, de acuerdo a este autor, Loyola habría analizado incompletamente el poema y la circunstancia en que fue escrito, agregando que su escritura no obedecería sólo a la conciencia política del ciudadano. “La solidaridad del poeta con el hombre de Machu Picchu, es decir, con el hombre americano, no ocurre simplemente al nivel de una conciencia política —esta distinción es importante de acuerdo a Rodríguez Monegal—, pues no hacerla equivaldría a una abjuración total de su obra poética más profunda”.18 La poesía de esta obra, quizás el punto más alto de la creación nerudiana, no sólo habla de partidismo o ideología política, sino de una profunda identificación del poeta con la tierra, con la piedra, con los ríos, de una solidaridad con los hombres de estas tierras. El marxismo sería una herramienta, no un fin.
Por otra parte, el comunismo en la poesía de Neruda no corresponde a una posición marxista ortodoxa; podría ser entendido como un socialismo romántico, que no estaba basado en las frías elucubraciones del siglo pasado, como nos explica Hamilton, sino en las emociones vivas del presente. Su propio romanticismo lo aleja del realismo socialista, del arte oficial, pues Neruda es, ante todo, un poeta. Pero en sus escritos políticos no hay sólo poesía. Cuando insulta a González Videla o a Truman, emplea un “vocabulario grosero que usaría cualquier camarada sin educación ni dominio de la lengua de Góngora”,19 en palabras de Hamilton.
Este autor enfatiza en la continuidad por sobre los cambios en la poética de Neruda, y si bien evidentemente ésta sufre cambios, no constituirían el aspecto más trascendental, por lo que de acuerdo a esta opinión, que también sostenemos, la idea de la conversión no sería tan importante al momento de analizar el Canto, o en este caso, “Alturas de Machu Picchu”, probablemente el punto más alto del Canto en general. Hamilton comenta la conversión de Neruda (en el sentido del paso de una poesía más individualista a una más social) desestimando que se haya producido tan tajantemente hacia 1936, como lo hacen la mayoría de los autores a los que nos hemos referido; señala más adelante que a diferencia de lo dicho por ciertos críticos, el contenido social de la poesía de Neruda habría comenzado antes de 1936, pues ya sería visible, por ejemplo, en Crepusculario. Al mismo tiempo, en el Canto General, “pináculo de su poesía social y política”, el poeta también expresará rasgos individualistas, de retorno al ensimismamiento. Lo que podría demostrarse a través de las múltiples referencias contenidas en el Canto a la persecución que sufre. Las decisiones políticas de Videla no sólo afectan al pueblo, sino muy particularmente a Neruda. Para Hamilton, uno de los cambios experimentados por la poesía nerudiana en el Canto, es que, de cantar sobre el pueblo, pasa a cantar para el pueblo.20
Con los poemas “Viaje al corazón de Quevedo” y “La copa de sangre”, Neruda realiza una aproximación realista a la historia. Gracias a la lectura de Quevedo, Neruda habría encontrado su propia ubicación en la historia, estableciendo de modo objetivo coordenadas espaciales y temporales propias.21 “La copa de sangre”, constituye un singular testimonio en prosa que Neruda escribe a raíz de la muerte de su padre y su madrastra, llegando a ser uno de los documentos autobiográficos más importantes del poeta; por otra parte, es fundamental para comprender los orígenes del “Canto General de Chile”, comenzado en 1938,“que fue el núcleo embrionario del futuro Canto General de 1950”.22 Tras la muerte del padre y la madrastra, Neruda habría liberado algún resorte secreto. Estos hechos lo sacarían de su introspección, de su mundo solitario, e “irá descubriendo en sí mismo una condición de narrador, de cronista, de cantor americano (...). El mismo día de la muerte de su padre comienza a escribir un poema que será el germen primero del “Canto General de Chile”, obra que le ocupa cada vez más durante la década siguiente, hasta convertirse en el Canto General de la América entera”.23
El desarrollo de una conciencia política sería de acuerdo a Loyola producto de la sangrienta experiencia vivida en la España de la guerra civil, representando el inicio de “la estructuración de una definitiva conciencia histórica, literaria y política en Pablo Neruda”.24 Esta experiencia fue clave en su evolución poética, marcándolo profundamente y lanzándolo al centro de la lucha política; reniega de buena parte de su obra anterior, sobre todo de Residencia en la Tierra (1925-1935). El poeta cree ahora haber superado esa etapa de angustia, de náusea por el mundo, en que sus poemas estaban cargados de pesimismo, sacudido fuertemente por la guerra. En Granada, septiembre de 1936, los falangistas fusilan a Federico García Lorca, al que Neruda quería como un hermano, como lo señala Rodríguez Monegal.25
Neruda ve la sangre correr por las calles de Madrid y así sus deseos de mantenerse al margen de la actividad política se vieron frustrados, cuando se ubica junto a los poetas de la izquierda española, como Rafael Alberti, para luchar por la república. A partir de 1936, entonces, el poeta y el combatiente serán inseparables. “El poeta superrealista de Residencia en la Tierra, el exiliado que se negó a aceptar la poesía social, el joven estudiante santiaguino que pasaba junto a Recabarren, sin verlo, ha muerto y está hondamente enterrado en esas calles madrileñas, destrozadas por la metralla (...). La fama ha alcanzado al poeta en momentos en que está enteramente dedicado a la milicia política”.26
En 1937 inicia la composición del poema “España en el corazón”.27 Aquel año se iniciaría un proceso de integración de distintos niveles de conciencia en el poeta, proceso que se resuelve precisamente en 1943, cuando asciende a las ruinas de Machu Picchu. Así lo relata él mismo:
Después de ver las ruinas de Machu Picchu (...) Ya no pude segregarme de aquellas construcciones. Comprendía que si pisábamos la misma tierra hereditaria, teníamos algo que ver con aquellos altos esfuerzos de la comunidad americana, que no podíamos ignorarlos... Pensé muchas cosas a partir de mi visita al Cuzco. Pensé en el antiguo hombre americano. Vi sus antiguas luchas enlazadas con las luchas actuales...28
Neruda fue una considerable figura política, aspecto de su vida que se acentuaría, como vimos, hacia 1936. “A partir de la guerra civil española, Neruda participa cada vez más en la lucha política: se adhiere al Frente Popular en Chile, 1937; es cónsul chileno para la emigración española, 1939; se convierte en poeta del segundo frente en ayuda a Rusia, 1942-1944; en senador comunista, 1945; en acusador público del presidente chileno, don Gabriel González Videla; en perseguido político y combatiente clandestino, mientras termina el Canto General, 1948-1949; es Premio Stalin de la Paz, 1950”.29
A partir del 8 de julio de 1945, Neruda ingresa oficialmente al Partido Comunista. Su poesía adquiere un tono decididamente militante. “Neruda es oficialmente ahora un poeta comunista (...). Buena parte de la hostilidad que siempre manifestaron sus enemigos tendrá a partir de ahora una abierta motivación política. Del mismo modo, el panegírico de muchos críticos de izquierda estará contaminado de simpatía proselitista. Neruda es desde ese instante una voz que representa ideológicamente una causa de las dos que dividen ásperamente el mundo”.30 Interesante es notar cómo el contexto histórico influye profundamente en las visiones que los críticos tienen de la poesía nerudiana, y en la concepción que el mismo tendrá de su trabajo.
En septiembre de ese mismo año escribe “Alturas de Machu Picchu”, en este momento, de acuerdo a Rodríguez Monegal, el “Canto General de Chile” se convierte en Canto General de América. Ahora el poeta comprende la vinculación de su patria y su pueblo con el resto de nuestra América, acercándose a la historia de este continente; lo hace a través de una mirada retrospectiva, pero al mismo tiempo, trazando planes de futuro, pues la historia americana, para nuestro poeta, ha ligado y seguirá uniendo a los pueblos de América en un destino común. “Alturas...” es no sólo un registro histórico, sino un mensaje, un llamado a la acción para los hombres americanos; representa también la necesidad de una toma de conciencia previa de la historia que reclama dicha acción: el papel del poeta es difundir la historia, hacer que otros hombres con las mismas dificultades y posibilidades, conozcan el pasado, el presente y se proyecten al futuro, haciéndose conscientes de América. El Canto General sería una herramienta en esa toma de conciencia.
Esta obra abarca en unas quinientas páginas, y en aproximadamente unos veinte mil versos, el tema de las luchas del hombre por la justicia en América. Pocos pueden actualmente poner en duda su importancia en el contexto general de la obra de Pablo Neruda. En su Canto, el poeta muestra una concepción revisionista de la historia: se desmitifica la historia nacional “y su galería de ejemplares héroes burgueses”. Con su narración, Neruda obligaría al lector a desplazar la mirada, mostrando a Lautaro como un libertador y a Valdivia como un malvado. Pero no reinterpreta arbitrariamente la historia, sino que se la presenta directamente, recreándola. “La audiencia, impactada por el lenguaje macabro del sanguinario narrador, es empujada a un nuevo rol: se ve forzada a reinterpretar lo que ya conoce, a juzgar el pasado desde otra perspectiva”.31 Neruda también utiliza el humor para capturar y retener la atención del lector, en las secciones que tratan temas contemporáneos. Por otro lado, de acuerdo a René de Costa, la revisión que Neruda hace de la historia continental no pretende educar al público respecto de los males del pasado, sino crear conciencia política para evaluar el presente,32 para actuar de acuerdo a ese diagnóstico.
El Canto General generó gran controversia, lo que se entiende bien en el contexto político de la guerra fría y el impacto que dicha coyuntura tuvo sobre países como el nuestro. En este libro se aborda abiertamente el tema de la identidad cultural, del valor cultural de nuestra América, con una clara perspectiva de presente. Se constata la dependencia cultural, política y económica de nuestros países; junto a obras como El laberinto de la soledad del mexicano Octavio Paz, que surge casi simultáneamente al Canto de Neruda, el “Tercer Mundo” adquiere una suerte de conciencia de la existencia de una vinculación histórica, relacionada principalmente a la idea de dependencia,33 así como a la violencia generada por esta dependencia, no sólo económica sino también cultural, la que persiste precisamente porque los americanos no han mirado su historia.
El libro es extenso: cuenta con 231 poemas, organizados en quince secciones o cantos.34 Tiene una progresión general cronológica, que va desde el mundo precolombino hasta el presente de la escritura, además, “cada canto está organizado internamente sobre una base cronológica, avanzando desde el momento genético del tema hasta su última manifestación (...). El conjunto de tiranos —por ejemplo— que sigue en ‘La arena traicionada’, se organiza igualmente en orden temporal; va desde el doctor Francia, el primer dictador americano después de la independencia de España, hasta González Videla, el último (en el momento de la escritura del poema)”. El Canto General se mueve también desde el acontecimiento histórico más general hasta el más particular y personal.35 Reflejando de esta forma no sólo la historia americana, sino las consecuencias de este devenir en la vida del poeta, es decir, la interrelación entre ambos niveles históricos.
De acuerdo a E. M. Santí, podría ser entendido como una enciclopedia, que reúne variados temas, géneros y técnicas, sería una analogía moderna de la forma enciclopédica. Su unidad está, como sabemos, representada por el tema de América.36
En la sección I se refiere a los orígenes primigenios de América; en la II —de la cual ya hemos hablado en este ensayo— contempla desde el presente las ruinas del pasado indígena. El contenido del libro es heterogéneo, nos explica Santí: la sección VII está dedicada a un canto nostálgico de Chile; la VIII constituye una serie de monólogos dramáticos de víctimas de opresión política o económica; la IX se refiere a la guerra fría; en la XIV le dedica un canto al mar, mientras la XV es una autobiografía. “Este repertorio responde a lo que Neruda llamó, según veremos, una cordillera entrecortada, como nuestra geografía”.37 El Canto entero representa al mismo tiempo búsqueda de identidad y búsqueda de una manera de comunicarla, por ejemplo, a través del conocimiento de la geografía.
A continuación citamos íntegramente un párrafo que a nuestro juicio realiza una buena síntesis general de la obra que nos interesa, pertenece al escritor uruguayo, Emir Rodríguez Monegal: “Libro enorme y algo monstruoso, rico y complejo, pero también pobre y simplista, el Canto General es, sobre todo, un monumento poético de singularísima estirpe (...). Pero lo que le da al Canto General su particular situación en la poesía de este siglo, y lo aparta del intento mucho más sofisticado de Pound, no es únicamente la grandeza de sus proporciones, la audacia de su concepción, la excelencia de buena parte de su texto, sino esa visión interior que arranca de una experiencia hondamente personal (la muerte del padre), levanta su mirada, párpado de barro trémulo, hasta la sublimidad de Machu Picchu, donde el poeta palpa con emocionada mano en la piedra milenaria la huella que dejó la mirada del hombre americano, recorre con autoridad la geografía y la historia, desciende hasta la minucia política del insulto a González Videla o contribuye planfletariamente a las escaramuzas de la guerra fría, explora las raíces personales de su poesía, para proyectarse finalmente hacia el futuro en un gesto de confianza y desafío, de esperanza y amor americanos. Por esa visión interior, sostenida a lo largo de todo el Canto General, la obra merece el lugar que ya se le ha reconocido en la literatura hispánica de este siglo”.38
De acuerdo a este autor, comprender el Canto General implica una perspectiva amplia: el peor enfoque posible del Canto es entenderlo como un encargo prefabricado que busca cumplir con un compromiso político.39 Es cierto que las circunstancias políticas en que fue escrito determinan mucho de su contenido, de su tono: la guerra fría y sus consecuencias en Chile, el viraje político de González Videla, la persecución de la cual fue víctima, el dolor que ve en los distintos pueblos de América producto de la miseria y la injusticia social.
Sin embargo, la propia vida del poeta, su infancia, la muerte de su padre y su madrastra, su carácter melancólico y solitario, su arraigo a la tierra, su amor por la naturaleza reflejado en todo su trabajo, su profundo realismo, son aspectos que deben tenerse en cuenta para entender la composición del Canto General, que no es producto exclusivamente de su pensamiento político, ni de su “conversión”, ya sea ésta entendida como el viraje de una poesía personal a una poesía social, o como conversión al comunismo: el Canto General es ante todo producto del desarrollo de una conciencia histórica: de su propia vida, de la historia de Chile, su tierra, de las vinculaciones que nuestra historia patria tiene con la historia del continente. La conciencia del devenir histórico determinaría la aparición del Canto, y una conciencia de la historia implica tener en cuenta las distintas dimensiones del quehacer humano en las cuales ésta se desarrolla, como la dimensión político-económica. Pero ese desarrollo es unitario, las distintas dimensiones históricas son más bien una forma de parcelar la historia para hacerla comprensible: en este marco, el poeta pone énfasis en la economía, pero sobre todo en la política, como instancias rectoras de las sociedades, como dimensiones centrales de la historia.
Evidentemente el Canto es un libro político, pero no exclusivamente, es también un libro social, cultural, autobiográfico. Puede considerarse, de modo de englobar todo lo anterior y mostrarlo desde una mirada más amplia, un libro histórico, con las salvedades que es preciso tener en cuenta, para lo cual retomamos el trabajo de Rodríguez Monegal que hemos venido citando, en el cual explica que lo que Neruda realiza es menos la labor del historiador que la del cronista. “Su evocación épica es esencialmente periodística y tiene el vigor, la parcialidad, la demagogia y hasta el terrorismo de los titulares de periódicos (...). Aunque hay fragmentos puramente épicos en que la visión histórica predomina y se hace consciente (...), sobresale en el Canto General la técnica del testigo —real o imaginario— que despoja al hecho histórico de su lejanía arqueológica y lo hace inmediato”.40 Respecto a este punto, Yurkiévich señala que cuando Neruda habla de la miseria de los hombres, de los indios, de los parias, su afán es ante todo testimonial: busca reforzar la “veracidad y la similitud destacando esta calidad de realidad vista y vivida personalmente por el mensajero. Neruda se siente emisor, intermediario de un mensaje colectivo”.41 Sus propias circunstancias potencian la total significación del poema, haciéndolo más convincente. Así lo señala René de Costa, al decir que “la calidad testimonial, tan básica en el discurso épico, se fortaleció; el pasado absoluto y el presente vivido se comprimieron y ocuparon el mismo plano de la narración”.42
E. M. Santí opina que no es la historia lo que concede unidad al libro, sino la crónica. “La diferencia es sutil, pero importante. Historia es lo que suele llamarse la narración homogénea de una sucesión de eventos; su perspectiva es reflexiva, distanciada y objetiva; su carácter oficial; su forma, cerrada. La crónica, en cambio, es todo aquel material heterogéneo anterior a esa elaboración; su perspectiva es circunstancial, inmediata y subjetiva; su carácter, marginal; su forma, abierta. Por eso la crónica es la fuente, muchas veces no-reconocida, de la historia; a partir de ella está hecho el Canto General. Como las Crónicas de Indias —a las que tanto recuerda—, sólo que escrita desde el punto de vista opuesto: el de los vencidos. Canto General es una historia marginal de América”. Esto es, en palabras de Neruda, el realismo dentro del romanticismo revolucionario, que para Santí es la crónica dentro de la historia.43
El libro escrito por Neruda es de tono histórico, debiendo sin embargo, ser apreciado más allá del método historiográfico en sentido estricto. El tono propiamente histórico es evidente, por ejemplo, porque la obra atraviesa estructuras históricas de larga data. En el Canto “hay una constante identificación emocional que convierte al cantor en cada uno de los seres perseguidos y oprimidos, vejados y aplastados por la larga noche de la colonia española o por los mecanismos más sutiles pero no menos siniestros del colonialismo económico de estos tiempos”,44 como sintetiza Rodríguez Monegal. Cabría recordar que las estructuras son siempre interpretación de la realidad, una forma de ordenarla, y no la realidad misma, perspectiva desde la cual no sólo el Canto sino todos los libros sobre historia deben entenderse.
A pesar de lo anterior, el Canto no puede leerse como relación de hechos —nos explica Saúl Yurkiévich—, ni como crónica o epopeya histórica. Las acciones se encuentran revueltas, enmarañadas, “invadidas por la turbulencia imaginativa que remite el acontecer humano a instancias mitológicas, a las fuerzas cosmogónicas”.45 Además, el libro es una representación que Neruda hace de la historia americana, y no una versión definitiva de la misma.
Según este autor, el Canto General tendría dos generadores, a saber: la poética mítico-metafórica, que Neruda utiliza desde sus primeros poemas, y la poética militante-testimonial, regida esta última por “una voluntad política, ideológica, pedagógica, que lo mueve a emprender una crónica de América para exaltar sus grandezas y condenar sus lacras, reseñar su historia como enfrentamiento permanente entre opresores y libertadores, reivindicar, iluminar y coaligar a los oprimidos, incitarlos a la definitiva conquista de su independencia, vaticinar el porvenir”.46 En la estética mítica vale lo permanente, lo repetitivo; lo original es volver al origen. Pero Neruda, quien ha visto los sufrimientos, el despojo, la explotación de este continente, no puede quedarse con la visión primitiva, natural y paradisíaca (mítica), por ello, adhiere al discurso político, haciendo pasar su poesía del mito a la historia. Neruda quiere cambios, lo que manifiesta en sus escritos y en su actuar. “Sus propósitos transformadores están expresados en abundantes pasajes del Canto General, como contrapunto a la poética mitológica”.47
A veces prima una poética, a veces la otra; a veces se amalgaman, intentando conciliar la ensoñación cosmogónica con el realismo historicista. El Canto General carece de una estructuración rigurosa. “Es a la vez cosmogénesis, geografía, rito, crónica, panfleto, fabulación, arenga, sátira, autobiografía, rapto, alucinación, profecía, conjuro, testamento. Responde a una estructura abierta, multiforme, politonal, proclive a las mezclas, a las superposiciones, a las reiteraciones”.48
Como nos explica Yurkiévich, el paso de una poética a otra es notorio en el poema “Alturas de Machu Picchu”, en donde el poeta va de la idealización del mundo incaico a la conciencia de las injusticias sociales. “A partir del poema X, la versión ritual, dignataria, mayestática se trastoca en historicista, realista, popular. De la obra magna, del santuario, de la cúspide de la pirámide desciende a la base sojuzgada, a sus constructores esclavizados, de los dinastas aniquiladores a los siervos enterrados, olvidados...”. El pueblo se convierte para Neruda en el fundamento significativo de toda poesía y tendrá la capacidad generadora y transformadora de la madre tierra. Los conquistadores serán los profanadores de la selva original, los portadores de la desgracia, de la religión desnaturalizada y la tecnología destructora. Los libertadores serán también naturaleza, y los opresores, los traidores de América, como González Videla, son reptiles, saurios, “emisarios del mundo de abajo, los animales rastreros, los infernales apenas salidos del caos, de lo preformal, factores de ruptura de la concordia natural, agentes de desorden, regresión, muerte...”.49
Cuando se trata de denunciar injusticias terribles y demasiado evidentes, Neruda hace uso de una poesía áspera, e incluso violenta. Esto es lo que hace en el poema titulado “González Videla el traidor de Chile (Epílogo 1949)” de la sección V del Canto (“La arena traicionada”). Citaremos algunas estrofas del poema:
Es González Videla la rata que sacude
su pelambrera llena de estiércol y de sangre
sobre la tierra mía que vendió. Cada día
saca de sus bolsillos las monedas robadas
y piensa si mañana venderá territorio
o sangre.
Todo lo ha traicionado.
Subió como una rata a los hombros del pueblo
y desde allí, royendo la bandera sagrada
de mi país, ondula su cola roedora
diciendo al hacendado, al extranjero, dueño
del subsuelo de Chile: “Bebed toda la sangre
de este pueblo, yo soy el mayordomo
de los suplicios”.
Triste clown, miserable
mezcla de mono y rata, cuyo rabo
peinan en Wall Street con pomadas de oro,
no pasarán los días sin que caigas del árbol
y seas el montón de inmundicia evidente
que el transeúnte evita pisar en las esquinas!50
Luego, en la sección XIII del Canto (“Coral de año nuevo para la patria en tinieblas”), vuelve a aparecer un poema titulado “González Videla”, las palabras que Neruda dedica al presidente no son menos duras que en el poema de la sección V; citamos aquí los versos finales de la primera estrofa y la última estrofa completa:
En mi pueblo, en mi tierra lo conocemos. Duerme
el labrador pensando cuándo sus duras manos
podrán rodear su cuello de perro mentiroso,
y el minero en la sombra de su cueva intranquila
estira el pie soñando que aplastó con la planta
a este piojo maligno, degradado insaciable.
A mi pueblo arrancó su esperanza, sonriendo
la vendió en las tinieblas a su mejor postor,
y en vez de casas frescas y libertad, lo hirieron,
lo apalearon en la garganta de la mina,
le dictaron salario detrás de una cureña,
mientras una tertulia gobernaba bailando
con dientes afilados de caimanes nocturnos.
Una vez que González Videla es elegido con el apoyo disciplinado de los 25.000 comunistas chilenos, el presidente declara al Partido Comunista fuera de la ley —marco en el cual se comprende la orden de detención a Neruda; este hecho explicaría, de acuerdo a Carlos Hamilton, “las tremendas invectivas del poeta contra el presidente en su Canto”.51 Los comunistas habrían servido al gobierno como válvulas de escape del descontento de la clase obrera, pero se estaban transformando en un partido poderoso, y “se hicieron inaceptables cuando usaron sus posiciones en el gobierno para dirigir la masa y presionar al gobierno desde abajo”. Como lo señala Santí, probablemente Neruda se vio muy afectado por el viraje político de González Videla, sintiéndose responsable por la colaboración que le prestó durante su campaña electoral.52
González Videla fue para Neruda la imagen perfecta de la traición, pues el traidor se enmascara, apareciendo como amigo del pueblo, para luego mostrar su rostro de reptil, de perro, rata, piojo, vendiendo al pueblo, robándole su esperanza, bajo y por la protección del imperio contemporáneo al poema.
Hemos podido apreciar cómo los dos hechos que nos interesan, es decir, la visita a Machu Picchu y la persecución que sufre el poeta bajo el gobierno de González Videla, se vinculan profundamente con la gestación y desarrollo del Canto General. El primero, marca el punto decisivo de la adquisición de una conciencia histórica, espacio-temporal: un nuevo horizonte se abría en la poesía nerudiana. El segundo, marca, de acuerdo a lo que planteamos aquí, el deseo definitivo de comunicar el mensaje, de transmitir a otros hombres la conciencia que él ha adquirido, la historia presente se hace conciencia en la traición: afrenta estructural en América. El primer hecho determina el pensamiento, el segundo, la acción definitiva, fundamentada por la propia historia, aunque el Canto comience a escribirse antes que la justicia chilena dictara su detención.
Durante la persecución que sufre termina el Canto General, “mi libro más importante”, como señaló el mismo poeta. En ese momento, hacia 1950, toma la decisión de hacer públicas, finalmente, las visiones sobre la historia que comienza a desarrollar hacia la década de 1930 cuando ve a España desangrarse, y que se transforman en firmes convicciones gracias a la imagen de las ruinas incas, que lo llevan a pensar y sentir la historia común de América, a través de una lucha histórica común, contra al eterno colonialismo, estructural, que ha dejado a nuestra América como desprovista de conciencia histórica, por ende sin armas para la lucha por la liberación: primero los españoles, luego los ingleses, más tarde los norteamericanos. América dominada y maltratada, su América, su gente, que es la misma gente de Chile: esto determina su profunda conciencia política. La importancia de la historia en la creación poética de Neruda es más que fundamental en este periodo de su vida, produciendo el Canto General: una obra que articulará toda su magna creación poética.
El Canto no ofrecería, de acuerdo a Yurkiévich, un análisis político, sino simple constatación de hechos. El enemigo de América es claramente identificado: el imperialismo en cualquiera de sus formas. El realismo estrecho de Neruda, su falta de dinamismo para comprender las situaciones políticas, harían que el intento documental de esta obra sea un intento fallido,53 sin embargo, no estamos frente a un libro únicamente político, puesto que, basado en las circunstancias, las supera; Canto General va más allá del momento político presente, por el cual, según algunos, abogaría el poeta (simplificando la visión de mundo de Neruda, rica y compleja, tomándola como la visión de un comunista dogmático). La política es la actuación en el presente, y la búsqueda de soluciones para el presente; de acuerdo a ciertos críticos, esta obra ofrecería una suerte de plan de acción de presente-futuro. Hay que notar, sin embargo, que justifica aquel plan con fundamentos históricos: historizando la política, mostrando que la justificación de un cambio en la conducción de nuestros países, es histórica y profunda: la problemática va más allá del comunismo versus el capitalismo, se refiere al dolor de unos hombres para el beneficio de otros. Por ello el Canto no puede ser considerado simplemente como un libro de propaganda política, sino como un libro humano, que más allá de las ideologías, habla de los hombres. Por lo tanto, de acuerdo a esto, es claramente un libro histórico, pues es la representación histórica de un hombre sobre la vida de otros hombres, con los cuales comparte una historia de violencia y opresión no sólo política y económica, sino también cultural. El indio, el pobre, el proletario, etc., imágenes tan recurrentes en el Canto, no son sólo tema de poesía social o política, “sino de poesía a secas: una poesía impura, hecha de compasión humana, poesía del corazón”.54
La propia historia del poeta es fundamental para comprender el Canto General, pero no sólo inscrita en la circunstancia política nacional o internacional, sino también en lo referente a los procesos personales e internos que sufre: su vida familiar, su transcurrir por el mundo. Teniendo en cuenta estas dos dimensiones, y muy particularmente la evolución del poeta y su poesía, es que la historia del Canto General nos aparece más comprensible, se desliga un tanto de las consideraciones políticas, pero no para abandonarlas, sino para abrir nuevas perspectivas de análisis que nos permitan al menos tener en cuenta que hablamos aquí de la producción literaria de un hombre sujeto a cambios, a emociones, que no puede ser analizando de una manera simplista y mecánica. No puede explicarse una obra de las características del Canto General sólo por las filiaciones políticas del poeta en una circunstancia determinada, y en relación a esto, por ejemplo, sólo en base al contexto de la política mundial de mediados del siglo XX, eso sería comprender muy pobremente esta magnífica creación de la lírica americana; asimismo, la vida del poeta, su biografía, tampoco explicaría todo (la forma en que vive la persecución política o el ascenso a las ruinas, o la muerte del padre). De igual forma, en tanto que libro de tono histórico, no puede entenderse desde los rigores metodológicos de la historiografía.
Para comprender la gestación y el desarrollo del Canto General no puede olvidarse un nivel de análisis esencial: Neruda escribe poesía, no historia, no un programa político, ni una biografía, por mucho que estos elementos compongan la obra. El mismo Neruda declara que Canto General es posiblemente su obra más poética... creo que es el ensayo de una lírica capaz de enfrentarse con todo nuestro universo”.55
Notas
- Neruda, Pablo. Confieso que he vivido. Memorias. Editorial Losada, S.A. 1999, Buenos Aires, Argentina. Pp. 231 y 232.
- De Costa, René. La poesía de Pablo Neruda. Editorial Andrés Bello. 1993, Santiago, Chile. P. 94; y Rodríguez Monegal, Emir. El viajero inmóvil. Editorial Losada. 1966, Buenos Aires, Argentina. P. 112.
- Goic, Cedomil. “Alturas de Machu Picchu: la torre y el abismo”. En: Rodríguez Monegal, Emir. Santí, Enrico Mario (editores). Pablo Neruda. Taurus Ediciones, S.A. 1980, Madrid, España. P. 220.
- Loyola, Hernán. Ser y morir en Pablo Neruda. Editora Santiago. 1967, Santiago, Chile. P. 197.
- Loyola, H. Op. cit. P. 198.
- Loyola, H. Op. cit. P. 199.
- Neruda, Pablo. Citado por: Rodríguez Monegal, E. Op. cit. P. 156.
- Neruda, Pablo. Confieso... Op. cit. Pp. 239 a 241.
- Neruda, Pablo. Confieso... Op. cit. Pp. 241 a 244.
- Neruda, Pablo. Canto General. Edición de Santí, Enrico Mario. Ediciones Cátedra. 2000. Madrid, España. P. 48.
- Rodríguez Monegal, E. Op. cit. P. 118.
- Rodríguez Monegal, E. Op. cit. Pp. 121 y 122.
- Yurkiévich, Saúl. “Mito e historia: dos generadores del Canto General”. En: Rodríguez Monegal, E. Santí, Enrico M. (editores). Op. cit. P. 212.
- De Costa, R. Op. cit. P. 92.
- Hamilton, Carlos. Pablo Neruda. Poeta chileno universal. Premio Nobel de Literatura. Editorial Lord Cochrane. 1972, Santiago, Chile. P. 61.
- Loyola, H. Op. cit. Pp. 201 y 235.
- Rodríguez Monegal, E. “El sistema del poeta”. En: Rodríguez Monegal, E. Santí, Enrico M. (editores). Op. cit. P. 63.
- Rodríguez Monegal, E. “El sistema del poeta”. Op. cit. P. 82.
- Hamilton, C. Op. cit. Pp. 81, 82 y 83.
- Hamilton, C. Op. cit. P. 77.
- Loyola, H. Op. cit. Pp. 172 y 179.
- Loyola, H. Op. cit. Pp. 182 y 185.
- Rodríguez Monegal, E. Op. cit. P. 97.
- Loyola, H. Op. cit. P. 172.
- Rodríguez Monegal, E. Op. cit. P. 12.
- Rodríguez Monegal, E. Op. cit. Pp. 93 y 96.
- El cual será incluido en Tercera Residencia en 1947. En: Loyola, H. Op. cit. P. 172.
- Neruda, Pablo. “Algo sobre mi poesía y mi vida”, conferencia en Revista Aurora, 1ª época, Santiago, número 1, julio de 1954. En: Loyola, H. Op. cit. P. 195.
- Rodríguez Monegal, E. Op. cit. P. 11.
- Rodríguez Monegal, E. Op. cit. P. 115.
- De Costa, René. La poesía de Pablo Neruda. Editorial Andrés Bello. 1993, Santiago, Chile. P. 100.
- De Costa, R. Op. cit. Pp. 89 y 91.
- De Costa, R. Op. cit. Pp. 87 a 89.
- Neruda, Pablo. Canto General. Ed. de Santí, E. M. Op. cit. P. 13.
- De Costa, R. Op. cit. Pp. 89 y 91.
- Neruda, P. Canto General. Ed. de Santí, E. M. Op. cit. P. 64.
- Neruda, P. Canto General. Ed. de Santí, E. M. Op. cit. Pp. 14 y 15.
- Rodríguez Monegal, E. Op. cit. P. 254
- Rodríguez Monegal, E. Op. cit. P. 115.
- Rodríguez Monegal, E. Op. cit. P. 238.
- Yurkiévich, S. Op. cit. P. 214.
- De Costa, R. Op. cit. P. 95.
- Neruda, P. Canto General. Ed. de Santí, E. M. Op. cit. Pp. 15 y 18.
- Rodríguez Monegal, E. Op. cit. P. 238.
- Yurkiévich, S. Op. cit. P. 211.
- Yurkiévich, S. Op. cit. P. 199.
- Yurkiévich, S. Op. cit. P. 207.
- Yurkiévich, S. Op. cit. P. 200 y 201.
- Yurkiévich, S. Op. cit. Pp. 208 y 211.
- Neruda, Pablo. Canto General. Editorial Seix Barral. 2005, Buenos Aires, Argentina. P. 229.
- Hamilton, C. Op. cit. P. 37.
- Neruda, P. Canto General. Ed. de Santí, E. M. Op. cit. Pp. 48 y 50.
- Yurkiévich, S. Op. cit. P. 211.
- Hamilton, C. Op. cit. P. 84.
- Neruda, P. Canto General. Ed. de Santí, E. M. Op. cit. P. 18.