Sala de ensayo
Andrés Eloy BlancoEl amor filial en la poética de Andrés Eloy Blanco

Comparte este contenido con tus amigos

Andrés Eloy Blanco, nacido el 6 de agosto de 1897 en Cumaná, estado Sucre y fallecido el 21 de mayo de 1955 en México, tuvo una existencia de 58 años. Sus restos reposan en el Cinerario Nacional de la república. Andrés Eloy Blanco es el poeta de Venezuela. No se trata de un epíteto lanzado a su humanidad para endiosarlo como aeda. Cuando Miguel Otero Silva hizo la afirmación fue motivado por la convicción de que además de sus plurifunciones intelectuales, era poeta siempre. Y como lo reafirmó Nicolás Guillén: Sobre todas las cosas, poeta. Poeta de su tiempo y de su tierra.1 De él se ha dicho que produjo una obra diversa y heterogénea. Obra de “prodigiosa diversidad”, ha dicho Efraín Subero. Sin embargo, desde sus cantos iniciales en Tierras que me oyeron y Poda; pasando porsus poemas de prisión en Barco de piedra y Baedeker 2000, hasta La Juanbimbada y Giraluna, se encuentra condensada una labor que contiene una gran temática que abarca la patria, la tierra, lo indígena, el pueblo y la familia. Y desde luego, en las metáforas destacan imágenes y símbolos del imaginario universal: la muerte; el mundo; la pureza, el mar, lo fluvial y el amor...

Podemos, entonces, afirmar que esos temas, imágenes y símbolos marcan el itinerario poético; la ruta de vida del poeta. Por tal razón, destacamos ahora como tema de análisis el amor filial, aspecto que sobresale como valor y cohesión social en su vida. El amor filial, expresado a su entorno familiar: el padre, la madre, la esposa, los hermanos y los hijos. Todos, y aun más los amigos, los poetas, eran queridos con ese sentimiento de amistad profunda, al punto de que los llamaba “hermanos”. Demasiada importancia concedía el poeta a la relación familiar como elemento de valor, ética y ordenamiento social. Precisamente, por ese modo de vida firmemente ligado a su entorno filial, el poeta Luis Barrios Cruz llegó a decir que a este poeta cumanés “no se le hallará nunca solo, sino junto con el padre, la madre, los hermanos, la esposa, los hijos y los numerosos amigos, el vasto auditorio, la entusiasta muchedumbre”.2

Guiados pues, por este modo de vida, por esta actitud que lo convierte en un modelo moral, intelectual y cultural, nos permitimos realizar la lectura de algunos poemas, que en idéntica relación con Pío Tamayo mantienen el hilo comunicacional con sus amigos y familiares, el anhelo de sentirse unido a quienes lo comprenden y a quienes llevan su sangre y lo mantienen pleno de amor y ternura, de aliento y acicate para celebrar los momentos de triunfo y soportar los momentos dolorosos de la cárcel, el exilio y el luto.

 

Los poemas a la madre

La relación amorosa y eterna con su progenitora, y con la madre de otros, está presente en su obra. En 1949, en la Universidad de La Habana, dijo: “Si yo pudiera escoger por mí mismo mi lugar como poeta, sin que nadie pudiera desmentirme yo sería el poeta de las madres. No hay tema más ilustre, no hay motivo más alto, no hay más pura razón para ser poeta”.3

En muchos poemas aparece la madre, compartiendo versos con el resto del entorno familiar. Por vía del ejemplo, “Los hombres” (Baedeker 2000), dedicado a Venezuela, puede tomarse como poema total de lo filial, pues en siete dísticos habla de las madres, las viudas, los hermanos y hermanas, de los hijos y los padres. También habla de todo el grupo familiar en la serie “Orinoco”, dedicada a los Shonfield. Los textos dedicados a la figura maternal tienen la siguiente cronología: “El regreso a la madre”, incluido en Tierras que me oyeron; “El himno de las madres”, en Baedeker 2000; “Las uvas del tiempo”, fechado en Madrid en diciembre de 1923, insertado en Poda; “Romancillo carcelero” (1929), que aparece en Barco de piedra; “A un año de tu luz” (1950), en Giraluna; “Soneto a la madre en nochebuena” (Cuba, 1949) y “A dos años de su luz” (Cuba, 1951), en Poesía. Obras completas, Vol I, 1996.

“El regreso a la madre”, con rima consonante y métrica ampulosa, desigual, compara el amor materno con el de ciertas mujeres y al final, cuando regresa, opta por expresar una definición dual, madre carnal y madre patria:

Madre: En este coloquio feliz de mi regreso
Dos cielos bendigamos:
La Patria, donde nuestro corazón está preso;
La Madre, que es la patria que primero habitamos

De: Antología popular. Pág. 60. Monte Ávila, 1997.

“El Himno de las Madres”, incluido en la serie de “Los poemas de la quinta esposa”, está signado por el verso libre y la intención futurista. Representa un llamado a la hija y al hijo, para que aprendan de la leyenda del Panait. Les pide que canten “El Himno de las Madres”, pues al final sólo ha de quedar —en medio del corazón— “lo único viejo sin edad: las Madres”.

“Las uvas del tiempo”.Extenso poema de evocación del hogar y la patria. Soliloquio con la madre, cuando él permanece lejos y ella está ausente. Durante la navidad madrileña, en una Nochebuena que le es extraña, percibe que si por la tradición los hombres comen las doce uvas, la frialdad humana se siente porque ellos “no se abrazan ni gritan: ¡Feliz año!”. Caso contrario en su patria, donde todo es alegría y fiesta:

Y el beso familiar a medianoche:
—La bendición, mi madre.
—Que el Señor te proteja...

Y después, en el claro comedor, la familia
congregada para la cena,
Con dos amigos íntimos y tú, madre, a mi lado,
Y mi padre, algo triste, presidiendo la mesa.
¡Madre, cómo son ácidas
las uvas de la ausencia!

De: Poesía. Obras completas. Vol. 1. Pág. 169.

En compañía de su hermana Lola había viajado a España para cobrar el gran premio ganado con el Canto a España, siente que la soledad es el jugo ácido de las uvas del tiempo, después de describir y añorar la casa materna, se increpa:

Y ahora me pregunto:
¿Por qué razón estoy yo aquí?, ¿qué fuerza
Pudo más que tu amor, que me llevaba
A la dulce anonimia de tu puerta?
¡Oh, miserable vara que nos mides!
El Renombre, la Gloria... ¡pobre cosa pequeña!
cuando dejé mi casa para buscar la Gloria,
¡cómo olvidé la gloria que me dejaba en ella!

Ídem. Pág. 170.

“Romancillo carcelero”. Diálogo de cárcel con una paloma mensajera que lo visitaba diariamente. El poeta le solicita que vaya a su casa materna, la cual describe, donde habitan cinco mujeres: cuatro de pelo negro y una de pelo blanco. Obvio el indicio de que se trata de su madre y sus cuatro hermanas.

“Soneto a la madre en Nochebuena”. Escrito en Cuba, en enero, el mismo año de la muerte, lo convierte en el último dedicado mientras vivía doña Dolores. Como en “Las uvas del tiempo”, el motivo es por la Navidad lejos del hogar: “Para tu hora sin mí, madre, lejana”, dice el tercer verso de la primera estrofa.

“A un año de tu luz”. Esta elegía a la madre, escrita en 1950, al año exacto del fallecimiento de doña Dolores, está considerada como el máximo logro elegiaco del poeta. Domingo Miliani (1996) ha dicho al respecto:

En el interior adolorido del desterrado comenzaban a bullir los tercetos que abren su última y más elevada estación de poesía: “A un año de tu luz”.4

Ciertamente, con esta elegía de perfección tríptica, recuerda dulcemente a la madre y, como afirma Fernando Paz Castillo (1996), con esa “...luz suave de la elegía que inunda su corazón de ternuras familiares (...) supera emociones ya expresadas en la ‘Oración del sábado’...”.5

“A dos años de su luz”. Se encontraba en La Habana cuando se cumplió el segundo año de la siembra de la madre. Recurre al romance para cantarle y plasmar la segunda elegía. Produce un soliloquio con las hermanas y, entonces, une y conceptualiza a la madre carnal con la madre patria. Y dice:

Hermanas, vuelvo este día
con Ella y la Patria juntas
de su mano entre la mía,
sin respuestas, sin preguntas,
sin un odio todavía.

De: Poesía. Obras completas. Vol. I. Pág. 533 - 35.

La figura de la madre, ante la muerte, fue cantada por el poeta desde su juventud. En 1919, motivado por el deceso de Enriqueta Márquez Bustillos, publicó el texto en prosa “La madre”, donde la conceptualiza entre imágenes y sensaciones. Dice: “...ella es el único rito que no cambia con las distintas religiones; la única Embajadora de la Suprema Abnegación; la imagen y forma unigénita de santidad; y desde el Paraíso hasta hoy, a través de la sangre y de las ruinas, el único surco que no ha dejado de dar flores”.6

 

Los poemas al padre

La figura del padre como tema único y total, aparece en dos textos: “La oración del sábado (Mi padre)” y “Árbol” (1927). Ambos insertados en Poda y motivados por la expiración inesperada del progenitor, el 2 de febrero de 1927. Era el doctor Luis Felipe Blanco Fariñas, médico pediatra y docente. Domingo Miliani (1996) describe esta semblanza del doctor Luis Felipe: “Confinado en Margarita por orden de Cipriano Castro, notorio liberal supo de la cárcel y confinamientos antes que su hijo poeta y combatiente”.7

“La oración del sábado” resalta la relación padre-hijo, entroncada en el valor de la amistad. Revela la influencia del padre sobre el hijo, sobre todo la comprensión por la condición de poeta, pues él también escribió sonetos: “Eras poeta y médico y no es raro / que fueras algo loco...”, le dice en los versos de la cantata. Es de recordar que por la calles de Porlamar, durante el confinamiento, le recitaba poemas a sus pequeños hijos. Ahora bien, “La oración del sábado” señala la ruta de vida del padre: en el hogar, el magisterio, en el desempeño como galeno, la guerra, la lucha y el cautiverio. Además, reitera el símbolo del árbol, cantado con mayor fuerza y extensión el segundo poema luctuoso.

En “Árbol”, destaca la alegoría de aquel árbol plantado frente al mar que tanto quiso el padre y que ahora estará erguido ante la tumba, y en el futuro, será aporcado por el poeta en el patio del hogar en Cuernavaca, donde no sólo compartiría recuerdos en las tertulias con Rómulo Gallegos y otros amigos, sino que sería escenario de cátedra de historia y valores para los dos hijos.

“Árbol” es un texto donde Andrés Eloy Blanco conceptualiza al padre y reafirma la imagen de la muerte como un símbolo del tiempo.

 

Los poemas del hermano

En la relación del poeta con su hermano se evidencian tres momentos: el primero con el poema de juventud “Envío fraternal”, en Tierras que me oyeron. Contiene una salutación, una invitación al encuentro para rememorar la infancia. El segundo período se refleja en “Los navegantes”, de Poda, cuando el poeta en altamar le escribe y describe la renuncia de una novia que zarpa hacia otros mundos. Entonces le dice: “¡Qué ciencia tan terrible, hermano mío, / esta ciencia / de saber renunciar!”.

El tercer momento es de aflicción, en la “Elegía inacabada (Luis Felipe Blanco Meaño)”, escrito en 1928 y publicado en Poda. La guadaña atravesó el pecho del hermano en abril de 1927. El poeta lo define como un galeno de profesión y acción samaritana. Como un marinero-pescador de herencia y tradición, que le ganó batallas al cólera. En 1954, en México, recordaba al hermano mayor en un artículo dedicado al 5 de julio de 1811. Al referirse a una anécdota familiar, expresa esta opinión: “Mi hermano era un hombre fascinador, buen médico, derrochador, valiente, buen mozo, corpulento, alegre, dueño de una simpatía personal arrolladora (...). Además, mi hermano me quería con la más noble pasión de hermano, me amparaba, me cubría con su poderío de bondad alocada...”.8

 

Los poemas de las hermanas

El poeta tuvo cuatro hermanas: Dolores (Lola), María Luisa, Rosario y Luisa Antonia (Totoña), quien se casó con el reconocido poeta Pedro Sotillo. La relación que marcó la vida junto a sus hermanas se determina con la palabra: compañeras. Porque fueron eso, compañeras. En lo personal y en lo político, porque como él dice en el poema “Las encubridoras”, fueron cómplices del poeta y los demás perseguidos, encarcelados y confinados. Ese acompañamiento acentuó el vínculo filial, pues hay que recordar que la hermana Rosario, junto a Miguel Otero Silva, redactó el periódico clandestino El Imparcial, para salvarlo de las mazmorras. Y las otras, se ocupaban de extraer furtivamente los poemas escritos en prisión y también lo acompañaron durante el confinamiento en Timotes y Valera, donde sufrieron las penurias impuestas por el régimen de Juan Vicente Gómez, a tal punto que cuando llegó a esas poblaciones andinas ya estaba picado por la tuberculosis. Ahora, del agradecimiento rubricado en poemas se conocen “Las hermanas de luto”, publicado en Barco de piedra. Y “El alma inquieta” (1919), dedicado a Rosario, aparece en Tierras que me oyeron, con el antetítulo de “Sed tengo”.

En “El alma inquieta”, ante la muerte que lo acecha, que revolotea en su frente, interroga a la hermana y finalmente le pide un último deseo:

Cuando yo esté expirado
Y la vela del alma tiemble a mi cabecera,
Mírame bien y cuando
Baje la frente y muera,
Veloz, antes que el llanto pueda inundar tus ojos
Apaga el cirio y luego
Vuelve tu aliento y vuelve tus antojos
A este montón de carne desnudo, sordo y ciego.

De: Poesía. Biblioteca Ayacucho. Nº 214. Págs. 14 y 15.

“Las hermanas de luto”. El poeta resalta el trato y cuidado que le prodigan cada una de sus hermanas. Describe una escena donde entra a la alcoba de la madre. Pero se trata de una ensoñación, pues físicamente se encuentra incomunicado en la cárcel La Rotunda. Al contrario del poema “Tu llegada”, de Pío Tamayo, donde, en el desvarío del poeta, la madre entra al calabozo, Andrés Eloy Blanco experimenta un vuelo mental y va la alcoba de la madre. Por eso dice: “Hoy alcé la cortina del infinito recuerdo / y entré”. Y encuentra que, junto al lecho, velan las cuatro hermanas enlutadas:

Han vuelto a mí los ojos las hermanas de luto
y al fin, con acento que cose, como un hilo,
dijo una: —Volvió el hermano preso...
y las otras: —Hermano, bienvenido...

De: Poesía. Obras completas. Vol. I. Págs. 414- 17.

Las define en metáforas: “La primera es la estrella polar / que guía la navegación de la casa”. “La segunda es el arrullo: Cosechada está ya de dos hijos castaños”. “Compañera de viajes gloriosos / buche de garza en sobresalto / la tercera es la hermosa y angustiada mujer”... “Y la última es la sombra mía / mi guardia fiel”...

Y también las define en el oficio infinito de mujeres: “Saben coser, saben curar, saben hablar con Dios / y cuando cae su héroe, saben alzar su espada”...

 

Los poemas de la esposa

En julio de 1944 el poeta contrae matrimonio con Angelina (Lilina) Iturbe, luego de un largo noviazgo. Primero fue Giraluna, la novia, y después habría de convertirse en Giraluna, la esposa, la compañera de vida. Ahora, en la poética filial de Andrés Eloy Blanco hay dos series dedicadas a la figura de la esposa. “Los poemas de tiempo de la quinta esposa”, integrada por 12 textos. Pese al título y puesto que pertenecen a Baedeker 2000, no se refieren a su Lilina. Disímiles en tema, tampoco denotan que fueron escritos por una esposa en particular. La otra serie es “Giraluna, la esposa”, y contiene los textos: “Buena como el pan”, “Silencio”, “Si el silencio fuera mío”, “Giraluna canta en la ausencia”, “Giraluna duerme al niño”, “Canto de Giraluna para amolar tijeras”, “Giraluna canta a la Patria” y “Pleito de amar y querer”. Don Rómulo Gallegos, en la presentación de Giraluna, dice del poeta que tenía “...totalmente entregado el corazón a la ternura, de noble calidad poética y humana, a que lo mueve la amorosa compañía de la esposa admirable y los pequeños hijos”...9

Inseparable esta relación dual esposa-hijos, cuya convivencia ocurrió en el exilio y, como ya se dijo, el hogar estuvo rodeado por el Amor y la Muerte. Amor a la esposa, los hijos, los amigos. Y la muerte de la madre, que recuerda y dedica dos cantos: “A un año de tu luz” y “A dos años de su luz”.

Ahora bien, en Giraluna, la esposa, quien recibe una dedicatoria expresa del poeta y que ha procreado dos hijos, representa la Amada que canta “en la ausencia” y también, en las noches de tertulias familiares, canta a la Patria:

Así juntó Giraluna
El cuento con la parábola
Y encontró su voz de niño
Para cantar a la Patria.
Nuestros dos hijos escuchan;
Giraluna cuenta y canta...

De: Giraluna. Obras Completas. Pág. 626. “Los poemas del hijo”.

De la unión conyugal con la señora Iturbe, nacieron los dos que habían de convertirse en todos los hijos de la tierra: Luis Felipe Blanco Iturbe y Andrés Eloy Blanco Iturbe. Cuando Rómulo Gallegos los menciona en el prólogo a Giraluna, se refiere a Luis Felipe como el “sabio taciturno” y de Andrés Eloy (Andresito) dice que es el “charro turbulento”.10 La figura del hijo resulta profusa en la poética filial de Andrés Eloy Blanco. De hecho, encontramos 31 poemas, en los libros Poda, Barco de piedra, Baedeker 2000 y Giraluna.

“Píntame angelitos negros”, es el popular poema que fue cantado y recitado en toda América. Se refiere a la muerte del hijo. El hijo de la Negra Juana. Un gran himno contra la segregación racial.

“Canto de los hijos en marcha”: plegaria a la madre desde la ergástula. Temeroso ante una muerte provocada, pide Justicia; pide que no lo entierren completo; pide que lo recuerden y lo llenen de flores:

Lléname la casa
De flores regadas, como en una selva.
Déjame en tu cuarto, cerca de tu cama;
Con mis cuatro hermanas, hagamos consejo;
Tenme de la mano, tenme de los labios,
Como aquella noche de mi padre muerto,
Y al cabo, dormidos iremos quedando,
Uno con su muerte y otros con su sueño.

De: “Canto de los hijos en marcha”. Obras completas. Vol. I. Pág. 428-30.

En “Autorretrato”, que data de 1929, tenía ya esbozada la idea de los hijos infinitos. Por eso dice, en versos futuristas:

Tengo cien hijos míos
Y en mi próximo plano
Seré el mejor logrado de mis nietos.

Tengo cien hijos míos
Y uno que tuve en nombre de mi hermano el gorila,
Porque puse en tenerlo mi pedazo de él...

De: Poesía. Obras completas. Vol. I. Págs. 263-266.

La serie “Canto a los hijos”,vista de manera integral con sus 15 poemas, simboliza el amor a sus dos hijos tierra, a sus dos hijos cielo; pero igual a los hijos de toda la calle entera y todos los hijos de la tierra, que los entrega al mundo con sobresalto, porque son los hijos del mundo, como lo manifiesta en el Pórtico y en “Los hijos infinitos”. Efraín Subero, cuando se refiere a la poesía del tiempo de la permanencia en Cuernavaca, donde el poeta produjo el canto a los hijos, dice que “... Andrés Eloy Blanco cristianamente ama por igual al preso y al presidiario. Al hijo vil que se eterniza dentro y al hijo bueno que se muere fuera. A la hora de rendirle cuentas a su corazón previene a los hijos contra el odio y contra el rencor y los dispone contra la furia roja de la sangre”.11 Y justamente, encontramos ese llamado en el “Coloquio bajo el olivo”:

Por mí, ni un odio, hijo mío,
Ni un solo rencor por mí,
No derramar ni la sangre
Que cabe en un colibrí,
Ni andar cobrándole al hijo
La cuenta del hijo ruin,
Y no olvidar que las hijas
Del que me hiciera sufrir
Para ti han de ser sagradas
Como las hijas del Cid...

De: Poesía. Obras completas. Vol. I. Pág. 661.

Pero así como la lección es para que no haya odio ni resentimiento contra el prójimo, contra las hijas del tirano, para quien pide un trato gallardo, también está la clase de historia del país que no conocen, pero al que pertenecen; la clase por la identidad venezolana y por el gran héroe y Libertador: Simón Bolívar. Además, persiste la nostalgia por la patria como bien lo expresó en aquel “Soneto a Rómulo Gallegos”. Por eso, en el poema “Clase”, manifiesta:

Aquí estamos el hombre, la mujer y los niños
Para dar una clase de distancia y presencia...

...Los cuatro que aquí estamos
Nacimos en la pura tierra Venezuela;
Amamos a Bolívar como a la vida misma
Y al Pueblo de Bolívar más a la vida entera
Y a Venezuela, inalcanzable y pura,
Sabemos ir por el “bendita seas”...

De: Poesía. Obras completas. Vol. I. Págs. 649-651.

En “Despertar”, el poema de las interrogaciones, se denota la reflexión, la preocupación por el futuro de los niños, por sus sueños, porque al despertar encontrarán a los padres que sólo tienen “Sumisión, miedo y hambre”. Y de ahí, la interrogación final: ¿quién besará sin manchas la frente de la aurora? ¿Quién mirará de frente los ojos de los niños?

Y seguidamente en el “Regreso al despertar”, no se hace esperar la arenga amorosa y pedagógica con “la clase que no se da en la escuela”, para mostrarles el significado de conocerse a sí mismos.

Finalmente, en el poema “Se van el canto y el sueño”, que cierra a Giraluna, el poeta ex profeso despide no sólo el “Canto de los hijos” con su “Clase”, los cuentos de caballería, los coloquios bajo el ciprés, el olivo, el laurel, la acacia y la palma donde les cantó a los dos como si fueran uno, sino que despide a Giraluna, la novia; a Giraluna, la esposa. Despide todo su canto inmenso de amor filial, que en definitiva fue para el padre, la madre, la esposa, los hermanos y los hijos de su patria, de América y el mundo. Un canto que no pudo callar aquel rey, no el que dio la orden de cortar la lengua a los ruiseñores en el “Cuento de salud y libertad”, sino aquel apodado El Bagre que encerró en las torres del castillo a los poetas-ruiseñores de Venezuela.

(Trabajo presentado en el II Seminario “Andrés Eloy Blanco: historia, literatura y política”, y publicado en el libro Andrés Eloy Blanco, creación, memoria y país [2009], Colección Epónimo II, Instituto Universitario Experimental de Tecnología “Andrés Eloy Blanco” [Iuetaeb]; Barquisimeto, Lara).

 

Notas

  1. Guillén, Nicolás. “Andrés Eloy Blanco: tierras, hombres y paisajes”. En: Tierras que me oyeron. Poesía (Luis Suardíaz, compilador) Biblioteca Familiar. Caracas, 2003. Pág. 7.
  2. Barrios Cruz, Luis. En: Andrés Eloy Blanco. Antología mínima (José Antonio Escalona Escalona, compilador). Sanare, 1996. Pág. 11.
  3. Rivas Dugarte, Rafael. “Vida y obra de Andrés Eloy Blanco” (cronología). En: Poesía. Biblioteca Ayacucho. Nº 214. Pág. 285-306.
  4. Miliani, Domingo. “Andrés Eloy Blanco en su tiempo y en su sitio”. En: Andrés Eloy Blanco. Poesía. Biblioteca Ayacucho. Nº 214, 1996. Pág. XLIV.
  5. Paz Castillo, Fernando. “Andrés Eloy Blanco”. En “Prólogo”. Obras completas. Pág. LI.
  6. Blanco, Andrés Eloy. “La madre”. En: Obra dispersa e inédita. Obras completas. Vol. VII. Pág. 125.
  7. Miliani, Domingo. Ob. Cit. Pág. XVI.
  8. Blanco, Andrés Eloy. “El 5 de julio, día de Venezuela”. En: Obras completas. Tomo VII. Pág. 252.
  9. Gallegos, Rómulo. “Todo un hombre en un poema”. Prólogo de Giraluna. Editorial Yocoima, 1958. Pág. 13.
  10. Gallegos, Rómulo. Ídem. Pág. 13.
  11. Subero, Efraín. “Andrés Eloy Blanco de tierra y cielo”. En: Revista Actual, 36. Abril-mayo 1997. Mérida, Venezuela. Pág.145.