“Internet y las redes sociales trasladan el concepto de privacidad al interior personal”
Las nuevas tecnologías, Internet, tal y como ahora funciona, las redes sociales y toda la extraordinaria multiplicación de las posibilidades de comunicación, potencian enormemente la capacidad de penetración en la privacidad del otro, y propician a su vez que el concepto se circunscriba cada vez más a cuestiones del interior personal, reflexiona el filósofo Fernando Savater (San Sebastián, 1947).
“Toda exteriorización de sentimientos, ideas, etc. es muy posible que inmediatamente caiga en las manos de alguien y sea usado por alguien”, anota.
El ensayista recurre al ejemplo de la correspondencia, caracterizada durante un muy largo periodo como uno de los epítomes de la privacidad, cuya violación constituía un grave delito y acarreaba muy serias consecuencias.
“Hoy los emails están al alcance de cualquier hacker un poco habilidoso, y no digamos de esas agencias más o menos policiales, gente que puede entrar en la correspondencia de quien quiera; los emails quedan ahí, más o menos guardados o por lo menos reflejados, y pueden ser descubiertos”.
Savater traza la expansión de las posibilidades de comunicación entre los seres humanos desde aquello que la propia voz les permitía, pasando por lo que alcanzaban a través de signos visuales (señales de humo, por ejemplo), para llegar a la invención de aparatos para amplificar y ser escuchados a distancia.
“Hoy tenemos la posibilidad de enviar voces, sonidos, etc., de manera instantánea y de un extremo a otro del planeta; quizás estamos híper conectados, de seguro más conectados que nunca antes, lo cual nos hace sentirnos mucho más próximos al resto del mundo pero también percibir la dificultad para actuar de acuerdo con esa capacidad”, comenta.
Una interacción muy relativa
“Estamos conectados con personas con las cuales tenemos una interacción muy relativa, pues salvo hacerles llegar nuestra voz no podemos hacer mucho más”, sostiene.
El pensador se confiesa fascinado por la tecnología, la cual declara utilizar en la medida de sus conocimientos “que no son muchos”.
“Si uno tiene aficiones, intereses y la capacidad existente para localizar un libro, encontrar un acontecimiento o ver una entrevista en directo con algún personaje que uno siempre quiso ver sin poder hacerlo, ahora se la ve en YouTube”, anota.
Por supuesto que Savater no soslaya el hecho de que las grandes capacidades suelen ir en pareja con ciertos peligros. “Todo lo que es potente tiene ventajas e inconvenientes”, matiza.
El autor de Los caminos para la libertad: ética y educación (2003) observa también la influencia del nuevo entorno en la evolución de las costumbres.
Alude a ciertos programas en televisión —aunque por cierto el ejemplo puede trasladarse limpiamente a las redes sociales— donde las personas exhiben sus sentimientos, querellas familiares y problemas amorosos, entre otras manifestaciones de sus relaciones privadas que hasta hace algún tiempo hubieran merecido una alta dosis de pudor.
Se define como “un poco anticuado” y admite que se escandaliza cuando ve a un señor que cuenta lo que ha hecho o dejado de hacer con una señora.
“Los caballeros no cuentan esas cosas...”, comenta con humor, y agrega que aparentemente ahora “esas cosas” sí son materia de exposición y discusión públicas. Eso efectivamente es una evolución de las costumbres, ¿no?”.
Mas Savater, al fin y al cabo autor de Los siete pecados capitales (2005) y La libertad como destino (2004), no lanza juicios de censura ante estos cambios en los cuales detecta aspectos positivos tanto como negativos.
“Algunas hipocresías, algunos falsos pudores se van dejando de lado, pero también muchos miramientos, formas de delicadeza, etc. Hoy nos tratamos con más familiaridad —incluso si acabamos de conocer a una persona—, lo cual puede implicar una mayor proximidad entre los seres humanos; pero a veces se dan groserías, se viola lo que eran los rituales de cortesía”.
Savater desestima las suspicacias catastrofistas que atribuyen a los avances tecnológicos rasgos conducentes a una sociedad de pesadilla, a la manera de la ilustrada por George Orwell.
Progresos científicos y temores
“Eso es una tontería. Todos los progresos científicos llegaron acompañados de temores apocalípticos; en su momento hubo quienes advertían que el teléfono acabaría con las relaciones humanas, puesto que al hablar a través de un aparato se perdía el mirarse a la cara”.
Casi en el extremo de esas visiones, en el siglo XIX la Asociación de Psiquiatras Ingleses sostuvo que el tren enloquecería a las personas al ver pasar muy velozmente los paisajes por las ventanillas, refiere.
“Ese tipo de supersticiones siempre ha acompañado los desarrollos científicos; junto a cada descubrimiento ha surgido un profeta para anunciar el fin del ser humano; eso ocurre desde la época de las cavernas así que no hay que darle mayor importancia”.
Savater aborda también el inquietante issue de la propiedad intelectual y sus conflictos con los usos de la tecnología y acota que lo que eran obras protegidas por el copyright ahora cualquiera las puede bajar por el ordenador, trátese de películas, libros o música.
Advierte que tales prácticas se suelen cubrir de un aura falsa de “bueno, es que la cultura debe ser para todos”. “Imagínese si los Rolex o los Aston Martin pudieran ser bajados por el ordenador, todo el mundo los tendría”, ironiza y especifica que la diferencia radica concretamente en que los productos culturales sí se pueden bajar.
Ampliando esta reflexión señala que el hecho de que el creador cobre por su labor constituyó un avance que libró a los artistas del mecenazgo.
“Anteriormente vivían al servicio del Rey, del Papa y otros grandes señores, pues carecían de una fuente de ingreso, hasta que en un momento determinado se creó un público que pagaba y los artistas pudieron ganarse la vida por sí mismos e independizarse”.
Al parecer ahora se experimenta una situación en que un autor puede considerar no cobrar por la publicación de su obra sino simplemente “vendérsela” a algún mecenas contemporáneo o a algún sponsor y que sea éste quien decida a quién se la ofrece y a quién no.
Admite que el asunto luce complicado. “Es un problema muy difícil de resolver. No creo que exista la fórmula, yo por lo menos no la sé”.
En cuanto a la extendida consideración de que “esto debe ser para todos” precisa: “Estaría estupendo que todos tuviéramos gratis comida, vestido, casa, incluso lujos, pero si hay que pagar por la comida, ¿por qué no habría que pagar por la diversión o por el conocimiento?
Comunicación, propaganda y subversión
Acerca de los alcances específicamente políticos de las nuevas tecnologías, el autor de La aventura de pensar (2008) parte del hecho de que todo lo que es un medio de comunicación o información, puede servir también como medio de propaganda o de subversión.
A este respecto recuerda que durante el franquismo el solo hecho de poseer una multicopista bastaba para ser conducido a la cárcel, sin importar si se había escrito o no algo peligroso en ella, pues tenerla ya constituía una posibilidad de propaganda.
“Obviamente también puede ser utilizado por el poder: hay que imaginar lo que hubiera sido Goebbels si hubiera tenido la televisión, algo verdaderamente temible”, conjetura.
Volviendo al polo subversivo del asunto, Savater aprecia que en una sociedad no democrática —un caso puede ser Cuba— el régimen no halla la fórmula para silenciar a los “blogueros”, a pesar de hacerles la vida bastante dura.
“Actualmente es muy difícil que nada de lo que ocurre dentro de un país —sea el que fuere— pase completamente en silencio pues siempre alguien puede hacer llegar noticias al exterior. El campo de batalla es uno de carácter cibernético y hay que estar ahí luchando”.
Savater no desestima de plano el control de Internet en aspectos concernientes a evitar la corrupción de menores o impedir la difusión de prácticas terroristas.
“No estaría mal que hubiera un cierto control, pero claro, el peligro es que ese control se extienda a las ideas, a los conocimientos y a formas de expresión. El problema de siempre es ¿quién controla al controlador? El sistema democrático siempre ha intentado, en diversa medida, evitar que el controlador tenga el control a su vez”.
El autor de El valor de elegir (2003) no alberga dudas de que todo lo que facilita la comunicación hace viable la igualación entre las personas y considera que aquello que antes era una pura verticalización, de arriba abajo, actualmente no lo es más.
“Existen redes que se intercruzan y cada vez más las cosas comparten un mismo nivel, algunas veces para bien y otras para mal. Las muy sabias opiniones de un premio Nobel de Física y las tonterías que acerca del universo se le pueden ocurrir a cualquier ‘chalao’ aparecen al mismo nivel. Lo difícil es elegir lo que merece atención y lo que no”.
¿La Biblia junto al calefón, como en el tango?
“Literalmente. Así es”.