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“El viajero del siglo”, de Andrés NeumanEl viajero del siglo, de Andrés Neuman

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Escuchaba la radio de mi país en una de esas interminables colas con la que se nos tortura a diario, y en la narrativa al principio intrascendente que “oía sin oír” escuché las referencias a esta novela: El viajero del siglo, premio Alfaguara de novela 2009.

El locutor tenía allí en la emisora al autor, quien visitaba por primera vez Venezuela y en su conversación recordaba una de las escenas en la que Sophie, la protagonista, encantaba con su abanico en un cortejo mudo a Hans, el coprotagonista. Esa descripción, la verdad, compró mi curiosidad.

La novela llegó a mis manos como un regalo de buenas letras. Una historia de amor, hermosa, refrescante que a través de un uso exquisito del lenguaje nos pasea no sólo por las desventuras y pequeñas alegrías de este amor sino por la descripción casi fotográfica del contexto histórico de la Alemania del siglo XX.

Hans, el viajero que, como una suerte de promesa a sí mismo, no echaba raíces en ningún lugar, a pesar de sus convicciones queda “pegado” a Sophie, quien con muy sutiles movimientos —como los de su abanico— lo envuelve y enamora. Ella, prometida ya a otro hombre, en un tango perfecto en el que van hacia adelante y hacia atrás, comienza también a entregarse a algo más que un flirteo, un amor en el que no sólo es dueña de sus sentimientos sino uno que le otorga un espacio en el que puede pensar, opinar, disentir, un espacio en el que el amor de Hans la valida, no sólo como mujer sino como intelectual.

Una historia donde se entraman complicidades, silencios y concesiones, en la que el amor triunfa a ratos y a ratos negocia con las responsabilidades y demandas de la vida. Como lectora, agradezco la descripción sin naftalinas que hace Neuman del amor, donde el romance y la sensualidad no requieren de elaboradísimas metáforas para estremecer al más escéptico. La descripción de un amor que se consuma en cuatro paredes y que luego se alimenta de miradas y de encuentros en el espejo, de roces bajo la mesa, de notas traviesas que fungen de foreplay para estos amantes y que se mezclan con un paseo riguroso por la buena literatura y los clásicos de la poesía.

Se viaja a través de sus páginas, se disfruta el crecimiento de este amor de dos viajeros, Hans que va nómada por el mundo y Sophie quien también emprende la aventura de conocerse a sí misma. Un regalo para los lectores, una caricia a la imaginación, eso es El viajero del siglo.