Letras
Tres poemas

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Lumpen

Te sientas en una de esas bancas verdes que han nacido de entre tus senos,
Donde los policías anacrónicos montan a caballo. /Prietopanzónybigotón/
Y la gente hurga y busca comida en los desperdicios. Lumpen.
Todo esto, lo sientes desde tu lugar, y así recostada leyendo Siddhartha,
Con una paz orgánica suspiras de-masiado,
Aquel errante a quien no quisiste darle dinero para comer, se sienta al lado tuyo,
Con aliento a licor barato y ceguera*,
Regurgitando restos de comida mal masticada, se acerca a ti,
Sus manos tímidas discuten el tocar o no tu cara.
Ya sin dientes, encías carmín, supurando.
     De-bajo
                       De su pantalón un manantial de pus, simiente corrupción.
La batalla ha sido ganada.
Restos de pan embriagados en su baba espesa, amarillenta nadan en tu boca.
Un beso podrido.
Un beso marginado.

 

Duérmete mi niño

Voy a sacudir tu cama:
que no tenga calentura
ni dolor de barriga
ni pulgas.

Sabines

Duérmete mi niño con poesía de agua,
con cuentos de Quiroga
y tres pesos de inspiración,
con las trenzas de tu niña ciega,
con sus pies de lodo,
con dos miligramos de poesía, de Urgencia.

Duérmete mi niño en un ocaso de prejuicios,
de seniles sensaciones y contracciones y apretones y sentones;
con dos dedos que no es poco lo que convulsionan,
ordeña sueños con tu lengua adormecida y tres kilos de más,
comiendo el rayo ahumado de mi nuevo aroma,
en una atmosfera de jitanjáforas,
con estrellas apagadas que no son maternas,
diciendo siempre adiós y quedándote,
con abejas haraganas o gallinas degolladas,
te presto mis muslos antropófagos
para que te azoten el rostro y te llenen de ambrosia.

Duérmete mi niño de luz de luna que espera el bautismo,
que no escribe un poema que llene los espacios,
acariciando los latidos de la gripe,
duérmete en la hoguera del tiempo,
que el egoísmo te convierta en un hombre honrado,
y mantengas la virginidad de tus metáforas amargas.

 

Dormir juntos

La verdad sobre dormir juntos
no es por mucho la que prefieren los poetas.

Diego Villaseñor

Es abrir una zanja con las pestañas,
un nido de sal, de metáforas maravillosas
y telarañas desvergonzadas de gozar su libertad.

Es admirar la noche del día,
colgar tu cuerpo de sapo regordete entre un peine y una lámpara,
es bordar lágrimas en sueños desiertos,
beber las gotas de tu cabello, empujón incontestable,
ignorando la inutilidad de mis esfuerzos.

Es un orgasmo marchitado, como un hueco en el vacío,
Como un ombligo, sin mancha de tinta humana.
Mi dulce sodomita.

Es necesidad de dormir,
mira mis cabellos, los he lavado para ti,
huérfano de recuerdos,
oyendo los martillos de tus dientes taladrados,
de estrella de humo de llanto.