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Entregan en Alcalá los Premios Príncipe de Asturias
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Premios Príncipe de Asturias 2010
Los Príncipes de Asturias (al centro) posan con los galardonados de esta edición y los miembros del jurado.
 

“La cultura no es un lujo que podamos permitirnos sólo en épocas faustas”, dijo el escritor libanés Amin Maalouf al recibir el galardón en la categoría Letras.

Amin Maalouf
Maalouf: retroceso ético.

“Si nos descuidamos, este siglo recién empezado será un siglo de retroceso ético”, afirmó el escritor libanés Amin Maalouf en la ceremonia de entrega de la trigésima edición de los Premios Príncipe de Asturias, en la que se escucharon mensajes de rechazo a la resignación ante la “época descarriada” que vivimos.

El acto, efectuado en el Teatro Campoamor de la capital asturiana, Oviedo, el pasado viernes 22 de octubre, congregó a destacadas personalidades de la cultura y la política.

Desde hace un tiempo, el príncipe Felipe y su esposa Letizia presiden la ceremonia solemne de esos galardones que con el paso de los años —van 30— han sumado prestigio, en gran medida por los personajes e instituciones reconocidas por su labor artística, humanitaria y en favor de la concordia y la paz.

Amin Maalouf pronunció un discurso sobre la diversidad de la sociedad, los orígenes, los acentos en las lenguas, las culturas, la identidad.

“La cultura no es un lujo que podamos permitirnos sólo en las épocas faustas”, dijo Maalouf en su discurso. “Su misión es formular las preguntas esenciales. ¿Quiénes somos? ¿A dónde vamos? ¿Qué pretendemos construir? ¿Qué sociedad? ¿Qué civilización? ¿Y basadas en qué valores? ¿Cómo usar los recursos gigantescos que nos brinda la ciencia? ¿Cómo convertirlos en herramientas de libertad y no de servidumbre?”

Tras hacerse estas preguntas, el propio Maalouf respondió que el papel de la cultura es “aun más crucial en épocas descarriadas. Y la nuestra es una época descarriada. Si nos descuidamos, este siglo recién empezado será un siglo de retroceso ético; lo digo con pena, pero no lo digo a la ligera. Será un siglo de progresos científicos y tecnológicos, no cabe duda. Pero será también de retroceso ético”.

Y explicó el porqué de esa afirmación: “Se recrudecen las afirmaciones identitarias, violentas en muchísimas ocasiones y, en muchísimas ocasiones, retrógradas; se debilita la solidaridad entre naciones y dentro de las naciones; pierde fuelle el sueño europeo; se erosionan los valores democráticos; se recurre con excesiva frecuencia a las operaciones militares y a los estados de excepción (...) Abundan los síntomas. Ante este retroceso incipiente, no tenemos derecho a resignarnos ni a ceder el paso a la desesperación. Hoy día lo que honra a la literatura y a todos es el intento de entender las complejidades de nuestra época y de imaginar soluciones para que sea posible seguir viviendo en nuestro mundo. No tenemos un planeta de recambio, sólo esta veterana Tierra, y es deber nuestro protegerla, hacerla armoniosa y humana”.

Los premios Príncipe de Asturias reconocieron este 2010, además de a Maalouf, al escultor estadounidense Richard Serra (Artes), a los sociólogos Zygmunt Bauman y Alain Touraine (Comunicación y Humanidades), Manos Unidas (Concordia), la selección española de futbol (Deportes), el equipo arqueológico de los Guerreros de Terracota de Qin Shihuang (Ciencias Sociales), los bioquímicos David Julius, Baruch Minke y Linda Watkins (Investigación) y The Transplantation Society y la Organización Nacional de Trasplantes de España (Cooperación Internacional).

Zygmunt Bauman y Alain Touraine
Bauman (izq.) y Touraine, al recibir el premio.

Touraine, sociólogo francés, explicó su profunda vinculación al mundo hispánico y a América Latina. “Quisiera mencionar de manera muy especial los vínculos cariñosos que tengo con las universidades de Chile, la Nacional Autónoma de México y la Iberoamericana de Puebla”.

“Me identifico fuertemente con todo el mundo latino: Italia, España e Hispanoamérica, Portugal y Brasil, sin olvidar, por supuesto, Francia. Lo que caracteriza mejor para mí el mundo latino es su ausencia de correspondencia permanente y sólida entre sus ciudadanos y sus instituciones”, dijo Touraine.

“Francia y los franceses, España y los españoles, Italia y los italianos, nunca fueron las dos caras de la misma moneda. Siempre hemos tenido todos con el país del cual somos ciudadanos una relación que se parece más a un vínculo de amor, con sus pasiones y sus conflictos, que a una identificación profesional o filosófica”, concluyó.

Fuente: La Jornada