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José María Vargas VilaSólo soy Vargas Vila1

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Durante un paseo por la Rambla de Barcelona, entre la algarabía de los turistas y los pájaros enjaulados; conversando sobre Vargas Vila, el poeta barcelonés Jesús Lizano (1931) me dijo: “Fue un colombiano muy conocido y leído, y muy desconocido y poco leído en la actualidad”.

Así es, José María Vargas Vila, un autor colombiano nacido en 1860, con una extensa producción literaria, alrededor de cien obras publicadas; muchas de ellas en Barcelona por una editorial importante (ed. Sopena 55 obras). Leído en Europa y Latinoamérica, con una vida itinerante que lo lleva desde el exilio de su patria a Venezuela, Nueva York y después a Europa (París, Roma, Madrid, entre otros) para terminar su vida en Barcelona en 1933; es casi un desconocido hoy en día, y su obra completa prácticamente imposible de encontrar.

Si bien es cierto que con su calidad no logró descollar en el arte literario, su vida y su significado histórico merecen un repaso, y el acercamiento a esa época extensa y convulsionada en la que vivió. La América ex hispana decimonónica, donde no se encontraba la conciliación del orden colonial y la reforma liberal, y eran comunes las luchas por el poder en la naciente República de Colombia, o en su momento los Estados Unidos de Colombia y el Olimpo Radical (1863-1886). La Regeneración (1885-1902) consecuencia del liberalismo radical y la promulgación de la Constitución de 1886, además de la implantación de la ciencia y las nuevas ideas que permiten la novela modernista, son el lugar y tiempo de la formación del escritor.

Visto el deprimente panorama de la historia político-social colombiana en el siglo XIX, no nos debe sorprender que Vargas Vila no manifieste una visión optimista, ni unas memorias simpáticas o al menos costumbristas de sus orígenes. El mismo Vargas Vila remarcó, en agosto de 1918: “Otros hombres conservan de su infancia un recuerdo más amable... la mía fue tan inconmensurablemente triste que no recuerdo con placer sino los grandes y bellos ojos de mi madre, velando sobre ella”.2

Lo monótono y repetitivo de casi toda su obra, el egocentrismo exacerbarte y casi cómico, lo muy sugestivo de su personalidad; no disminuye el interés singular de su carrera y de su proyección sobre su propio tiempo, y sobre el que ha sucedido después de su muerte; más aun, su vida de ultratumba está llena de sorpresas. Su personalidad arrogante, su extravagancia, su permanente disposición al combate, al panfleto y al insulto; no fueron aliados para caer bien en los círculos literarios e intelectuales. No era adepto a las academias. Fue un solitario que tuvo amigos grandes, como el poeta y líder nacional cubano José Martí,3 el presidente ecuatoriano Eloy Alfaro,4 destacado liberal en su país; el escritor argentino Manuel Ugarte, portavoz de una América hispana unida,5 el poeta Rubén Darío,6 entre otros.

Dentro de una obra tan extensa, es difícil encontrar equilibrio y uniformidad. Un autor tan polifacético y prolífico como fue este, dejo mucha obra vaporosa; pero hay entre ella, por lo ingeniosas, acertadas, o aun a veces conmovedoras, algunas páginas que valen la pena rescatar. El crítico Rafael Conte del periódico El País (España) dice de la obra de este autor: “Vargas Vila la acariciaba [la prosa] demasiado, hasta el paroxismo de la cursilería, en ocasiones. Eligió bien sus modelos, sobre todo a Rubén Darío, y algo menos a Gabrielle D’Annunzio, sin pensar que ninguno de los dos se llamaba así. Vargas Vila, por el contrario, no cambió su nombre. Pero atravesó esos mismos modelos, los llevó hasta más allá de sí mismos, y casi acabó con ellos. Hoy diríamos que Vargas Vila es demasiado, o, en lenguaje cheli, demasie. En su prosa desbordada y que se quiere lujosa hay toneladas de adjetivos encadenados, versos derramados sin la menor pudicia, encabalgamientos de párrafos y párrafos retóricos, barrocos, descriptivos, donde el placer por la palabra se ensancha hasta la exasperación: las palabras se convierten en globos que bien ascienden hacia la estratosfera y se pierden de vista, o explotan o se desinflan. Le faltó medida y le sobró pasión: lo primero es irremediable; pero la pasión era buena, no se olvide. Ya se sabe que no se hace literatura con buenos sentimientos. Pero, si fracasó en alcanzar esa buena literatura necesaria —¿y qué habría llegado a ser si lo hubiera conseguido?—, su pasión, su progresismo, su rebeldía, merecen que se le recuerde y que alguna que otra vez se le lea.7 Pues además fue —y es— un trozo de nuestra historia”.8

La parte política merece más atención,9, 10, 11, 12 así lo expone el historiador y académico inglés Malcolm Deas: “Vargas Vila me parece que en esa era esencialmente seguidor de Juan Montalvo [polemista y novelista ecuatoriano], y acá Juan Montalvo en sus Catilinarias [obra en la que compara a dos dictadores] en contra de García Moreno [presidente ultra católico ecuatoriano, que consagra solemnemente el país al Sagrado Corazón de Jesús en 1873, antes de morir asesinado por liberales] era seguidor de Víctor Hugo. El clasicismo llama la atención. Temprano en el siglo el polemista clerical ecuatoriano Fray Vicente Solano había notado la utilidad de la obra de Salustio [sic: Salusto] para las luchas republicanas, y la literatura clásica aporta además de modelos de oratoria el prestigio de conocimientos superiores, y de la habilidad de esgrimir en contra del clero una de sus propias armas: el latín. Montalvo y Vargas Vila son, digamos, anti-doctores. Montalvo, y detrás de Montalvo: Víctor Hugo. Son los modelos del escritor héroe, del polemista trascendental. A Montalvo también, como anotó Miguel de Unamuno en un famoso prólogo, se lo lee primero por los insultos [...]”.13

Sobre las novelas y su obra política nos dice Escobar Uribe: “Hay que pudieran citarse como buenas, aun cuando entre todas no hay una sola de gran calado, que pudiera inmortalizar a Vargas Vila como gran novelador a lo Zola, a lo Barrés o siquiera como uno de los tantos novelistas hispanos, verbigracia, Blasco Ibáñez. Su afamada Ibis nos parece detestable (al menos somos sinceros e imparciales), mala, pero no en el sentido cándido que le dan a la maldad algunos, sino que es mala, literariamente, como son malas otras muchas en igual sentido, porque en ellas se nota que fueron escritas de carrera y con estilo muy descuidado y pomposo. Pero su obra política, urticante, mordaz, sarcástica, apasionada pero verídica, está en pie sin que de ella se haya rectificado una coma; obra lacerante despiadada y desnuda, es cierto, pero directa e irrebatible. De ahí el odio, la envidia y la cortina de ignorancia que se ha tendido en torno de su nombre, no mencionándole en los textos de literatura didácticos, pretendiendo tapar el sol con la mano”.14

Como escritor, como autor de obras escritas, merece consideración, y como aclara el catedrático y editor de algunos de sus libros, J. C. González Espitia: “Se ha intentado sepultar bajo una ceniza de desdén las palabras negras de alguien que sin lugar a dudas ejerció el oficio de escritor. Varios críticos que se consideran objetivos y neutrales han terminado haciendo lo que un tribunal de la Inquisición: condenar todo lo que huela a raro”.15 La campaña de silencio que en su país natal se ha hecho es inexplicable, son muy pocos los estudios sobre su vida y obra, sólo una biografía documentada. La mayoría de los textos escolares no lo mencionan, ninguna biblioteca pública posee la totalidad de su obra y la casa donde nació es un inquilinato. En España pasa igual, a excepción de la Biblioteca Nacional de España que posee un buen número de sus obras; en Barcelona, donde residió desde 1922 hasta su muerte, y publicó sus Obras completas la casa Ramón Sopena, no es posible encontrar la colección completa.

Otros escritores con esa cantidad de obra publicada y relativa calidad literaria, habrían encontrado un lugar en la historia de la literatura en lengua española; Vargas Vila no, pero sus ventas eran altas; esto dice Conte al respecto: “Excesivo fue su éxito, desde luego, y creo que también excesivo el silencio funeral que ha caído sobre su obra. Lo que sucede es también que el primer excesivo fue el propio autor, su obra misma, que irremediablemente, llevada de su exceso y de su pasión, deja escaso resquicio al término medio. Durante su propia vida fue combatido casi a muerte, y los estudiosos de la narrativa latinoamericana le negaron el pan y la sal; pero él les ganó la batalla en la calle”.16

Sus libros se compraban en gran cantidad, vivía de lo que escribía, es tal vez el primer latinoamericano que lo pudo hacer; lo comparan hoy en día a otro colombiano, este sí muy conocido, García Márquez. Vargas Vila fue conocido y hoy está olvidado. Vargas Vila se leyó con profusión en todo el ámbito del idioma, y todavía esas viejas ediciones se compran y se venden, manoseadas y desencuadernadas, en las librerías de ocasión y en las casetas de los libros viejos de la cuesta de Claudio Moyano en Madrid, o en el mercado de San Antón de Barcelona, también encontré alguna en el mercado de Ladra en Lisboa. En América están desde México hasta Chile y en cada ciudad de Colombia donde hay una venta de libros usados no es difícil dar con alguna obra suya, lastimosamente casi siempre es el mismo título. Ya no se le reedita (si en alguna ocasión se hizo ya no logró el éxito deseado), es verdad; pero aún se le lee un poco.

También en su contra soplaron los vientos del boom latinoamericano, que impuso una manera nueva de escribir y una nueva sensibilidad. Vargas Vila quedaba atrás, la modernidad y autores más inmediatos —y mejores— superaban los achaques del solitario militante. El autor defendió lo que llamaba su propio estilo: palabras iniciadas con letra mayúscula, el uso de palabras extranjeras, creación de nuevos vocablos, juegos tipográficos como el uso arbitrario de los puntos suspensivos, cortes bruscos de textos con líneas o estrellas y el repetitivo uso de de puntos y comas y comas.17 Partícipe de una tradición de autores irreverentes colombianos como el novelista Tomás Carrasquilla, y provocadores como el poeta Porfirio Barba Jacob, el filósofo Fernando González, los escritores y poetas del grupo de los “nadaístas” de los años setenta del siglo XX, y el más actual; el polémico novelista Fernando Vallejo. Vargas Vila pone el dedo en la llaga, hundiéndolo en lo más hondo de la historia.

No es la intención su redescubrimiento literario, su obra está ahí, o parece que está; por la dificultad de encontrarla. El propósito es estimular la aproximación al apasionado y torrencial escritor colombiano, a sus ideas, a su tiempo; al legado que varias generaciones que lo leyeron y siguieron: inconformistas, liberales o libertarios de raíz, panfletarios, anticlericales, antiimperialistas, a los convencidos de la necesidad de la unión latinoamericana, espíritus libres, que, a pesar de todo, es posible que todavía lo lean y sigan hoy.

El estudio de la vida y obra literaria de José María Vargas Vila, el más famoso escritor colombiano fuera de tierras colombianas hasta Gabriel García Márquez, pasa por el acercamiento a su actividad literaria en el marco de su biografía y la publicación de sus escritos, como en el contexto histórico y cultural en que se fue desarrollando. Dado que el esfuerzo creador de Vargas Vila comenzó en Bogotá, en los años ochenta del siglo XIX, continuó en Venezuela, Nueva York, con un breve paso por el Caribe y terminó en Europa, donde desarrolló la mayor parte de su actividad literaria, específicamente en la ciudad de Barcelona, donde publicó sus Obras completas y donde murió; el ambiente social, cultural y político de la época, años difíciles tanto en el aspecto de la formación como de la situación política, que dejan huella inevitable en su obra. Por otra parte es importante evitar un enfoque localista, por ser este un autor transcontinental.

Con una extensa producción literaria, alrededor de cien obras publicadas, Vargas Vila fue leído en Europa y Latinoamérica, aun así es un autor desconocido hoy en día, y su obra completa resulta, en la práctica, imposible de encontrar. Es verdad que no descolló en el arte literario, pero su vida y su significado histórico merecen un repaso y acercarnos a esa época extensa y convulsionada en que vivió. La falta de calidad de su peculiar prosa y poesía, y su personalidad; no disminuye el interés por su carrera y la proyección sobre su propio tiempo. Siendo un autor tan prolífico no extraña que haya dejado alguna obra deleznable, pero la parte política; mordaz y verídica merece atención y sobre todo una contextualización adecuada. El peso de esa cantidad de obra publicada merece ocupar un lugar importante en la historia de la literatura en lengua española, vista desde la perspectiva latinoamericana.

 

Notas

  1. Bolaños Martínez, Arturo, Sólo soy Vargas Vila, una biografía histórica, tesina doctoral, Universitat Autònoma de Barcelona, Matrícula de Honor, 2007.
  2. Triviño Anzola, Consuelo. José María Vargas Vila, diario secreto. Arango Editores, El Áncora Editores, Bogotá. 1989, p. 90.
  3. Vargas Vila, José María. La simiente, Obras completas de Vargas Vila. Barcelona, Ramón Sopena, Editor, s/f.
  4. Vargas Vila, José María. La muerte del cóndor, Obras completas de Vargas Vila. Barcelona, Ramón Sopena, Editor, 1935.
  5. Vargas Vila, José María. Ante los bárbaros, Barcelona, Ramón Palacio Viso, Editor, 1930.
  6. Vargas Vila, José María. Rubén Darío, Barcelona, Editorial ARH, 1ª edición. 1972.
  7. Vargas Vila, José María. Ibis, Obras completas de Vargas Vila, Barcelona, Ramón Sopena, Editor, 1932.
  8. En el prólogo de Triviño Anzola, Consuelo. José María Vargas Vila. Diario secreto. Arango Editores, El Áncora Editores, Bogotá. 1989. p. 10.
  9. Vargas Vila, José María. Ante los bárbaros, Barcelona, Ramón Palacio Viso, Editor, 1930.
  10. Vargas Vila, José María. Los césares de la decadencia. México D.F., Editorial Don Quijote, 1954.
  11. Vargas Vila, José María. Hombres y crímenes del Capitolio, Obras completas de Vargas Vila, volumen 39, Medellín, Colombia, Editora Beta, junio de 1974.
  12. Vargas Vila, José María. Juicio sobre Rafael Reyes, Bogotá, Colombia, Editorial Publicitaria, diciembre de 1972.
  13. Deas, Malcolm. Vargas Vila, sufragio, selección, epitafio. Bogotá, Banco Popular, 1984. p. 18.
  14. Escobar Uribe, Arturo, “Vargas Vila y su obra literaria”, en: El ensayo en Antioquia, Medellín, Biblioteca Pública Piloto, 2003. p. 5.
  15. En: Vargas Vila, José María, Aura o las violetas, Bogotá, Panamericana Editorial, 2005. En nota del editor Juan Carlos González Espitia, p. 7.
  16. Op. cit.
  17. Vargas Vila, José María. Clepsidra roja, Obras completas de Vargas Vila. Barcelona, Ramón Sopena, Editor, 1930.