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Poemas

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Tratado inútil

Te hablo de cosas sencillas
como rasurarse la barba
ver la telenovela
estarse en casa
Te doy el agua coagulada de lo cotidiano
su azar de encantamientos
hecho de materias fáciles
donde siempre desamas

No hay tregua
ya el grito de la loza herida por la espuma
la piel aprendida de ciertos picaportes
o el asalto silente de esos olores indescifrables
de una cena repetida tantas veces...

Ya la conversación gastada al hombro
el gesto que ha remplazado a la palabra
la tibieza del día que cruje en las maderas dormidas
la muerte que vive entre nosotros
y no es extraña por las alcobas...

Te hablo de esto
de un agua que conoces
y que le llamas vida

 

Poema de las calles

Las hay que te caminan pleno
son las mismas que te asaltan
luego en un lecho de inquilinato
o en la penumbra de una mujer sin rostro

Calles de una sola mirada
que la muerte no te devuelve jamás
por eso loco se miran
y vuelves los ojos pavorosos
hacia un punto una luz una ventana

Pero calles... calles aladas
calles lloviendo... La virgen de la cueva...
para un triciclo o un caballito de palo
...silencio... ya nadie responde

 

Seis líneas por las ciudades perdidas

Pompeya Petra Palmira Persépolis...
no era más que polvo la voluntad de los dioses
el enigma guardado tras la ruta del sol
y el llanto antiguo de la raza Tierra enceguecida
Arcos del más allá Ebriedad del tiempo
que no tiene sino polvo en su reloj de arena

 

Cartagena de Indias (1695)

Sucede este 1695 y te amo...
la herradura tatúa la piedra
y cabalga la noche al fondo de la vida
El mar regresa en la voz de los almendros
fundando olas en tu pelo
La estación de los muertos
llueve vientos en tu falda
manchada de olvidos rumorosos
Una raza encadenada abre la ciudad antigua
Getsemaní llorando es un solo tambor
Grito en las cuatro direcciones del mundo
“de aquí tome mi barro primero”
y tiemblas como misa amándome
desde el farol de tus cien soles conquistados

 

Quién bebió este azul

Quién bebió este azul
Cavilación de la luz desposeída
Trueno de arena No castillo
Ronda de la raza anochecida

Vosotros ¡ay! Tan mortalmente residentes
Desnudos bajo el día primigenio
Mercaderes de sueños glandulares
Decid por el siglo roto del hombre

Esta vuestra arcilla de ser Jorge o Carlos
Aquí vuestros cuerpos para muletas o acordeones
Y los otoños... de tal modo
que un luto de palomas pueble la tierra

Quién bebió este azul
Mineral de campanas que traigo
Zapatillas rotas de Dios
donde me miro irreparablemente destrozado