a veces los niños
hacemos el amor
sobre una barra de pan
por debajo de la espalda
se extiende un campo
aunque no haya suelo
y sólo una hogaza nos sostenga
amasar sin ropa
las pieles que tiemblan
dedos, ojos y boca
se mezclan con las migas
levadura y agua tibia
fermentan despacio
en un rito alquímico de masticar
aquello recién horneado
es la metamorfosis del trigo
la que deja las manos manchadas:
harina y media medida de miedo
nos sujetamos
el uno al otro
porque tememos caernos
por cualquiera de los bordes
los niños siempre tenemos frío
y nos tapamos con musgo blanco o color ocre
según el frío venga de la aurora
o atosigue la crin de los caballos
es entonces que vivimos desnudos
como crisantemos de mercurio
o uvas de viento
y los caminos nos ponen sus camisas tristes
y decimos: mira, está lloviendo primavera
es entonces que un abrigo
amanecido de nuestros dedos
nos resguarda
como una cruz en el cielo
de ocas que migran azules
porque nadie hay
que arrulle y acaricie
que calme
nuestro helor metálico,
siempre sediento de lana
sólo ese abrigo
puede salvarnos
con él, los niños
aprendemos el abrazo
los niños
son lanzados por un puño cerrado
se estrellan contra las paredes,
y limpian la sangre
los niños
con bracitos de alambre
desgranan la tierra,
lombrices ciegas que braman por dentro
los niños
saltan por los aires
celebran así, con regocijo
que besaron una mina
los niños
ofrecen su sexo
como un juguete,
son generosos,
sólo piden a cambio unas monedas
los niños:
los niños
no
existen