Letras
Poemas

Comparte este contenido con tus amigos

Soy

Soy al modo del sufrimiento.
Las risas un impedimento.
El varón de los dolores
burlesco me ensalza en loores.
Soy la alegría de la puta
—el objeto mal amado—
que a la gracia le refuta
ser la causa del pasado.

 

I

Parecía que el zumbido rompería mis tímpanos
sangraría hasta que mi carne quedara traslúcida
justo antes de entregar el alma al padre y el cuerpo a los buitres
Parecía que mi pupila se quemaba por el fragor del odio
el rojo ya no era una armonía, sino un torbellino insano
concentrador del universo pútrido en un solo punto
Parecía que mataría al útero que me dio el aliento
rompería los cráneos de los maestros espirituales
y me ceñiría la corona del Cristo de Mayo [nuevo varón de dolores]
Parecía que mi cuerpo marchaba ante el ocaso
vacilaba en el desfiladero entre la muerte y la locura
el pie puesto, aún sangrante, no tropezó entre los guijarros
Parecía que añoraba el filo de la plata
mis entrañas sentían una sed metálica
la vergüenza y la cobardía anularon mis músculos
Parecía que me ahogaba en la humedad de mi ojo
el braceo pulverizó mis huesos, se rejuveneció mi carne
nací con un rostro nuevo, adornado con estambres cobrizos
Parecían irritadas mis mucosas interiores
la lepra me iba tiñendo como la púrpura avanza sobre una sábana
fui la ira acrisolada en el tabernáculo al pie de viudas escarlatas
Parecía que mi pecho cedería ante la presión de la impotencia
y que la figura del falso vate mutilaría mis miembros
fue sólo un soplo del tiempo, un relincho de la nada

 

II

Parecía el abrazo de un ser celeste, la luz y el canto de un fotón sonoro
parecía un nuevo idilio dentro de la maraña de la existencia
parecía ser un mesías hecho de bronce, puesto sobre el pedestal del universo
parecía ser la velocidad de una caída libre y el dolor que produce una espina
fue un vuelco en el desarrollo de la rabiosa historia
fue la onomatopeya del deseo, el alarido
fue la pasión que contuvo el movimiento de mi instinto
fue el perfume que se rocía sobre mi cabeza
fue la epifanía de tu boca la que despertó estos ardores
fue el pálpito de tu frenesí el que puso al sexo como candelero
Ahora eres el centro del espacio abierto en mi cabeza
el Aleph borgiano en donde confluye el cosmos
las alas de mi vuelo tiránico, paso del aire, solar de mi refugio
el estallido de la mirada perpetuante de esta creación inconclusa
la renovación de mis huesos, de mi carne y de mi siquis

 

Es la clepsidra
en su infinito goteo
la causa del ritmo.

 

Sol-no-Sol

Tú, ígnica argamasa,
como una sideral veta blasfema
Llena de ira tu traza
invitas a la yema
al abandono de su frío sistema.

Vendaval piepunzante
de coleópteras marcador pervivo
Al tizo, ¡oh su amante,
lacerador altivo!
Deslumbrador furidoso, tú, divo.

Quietud de falsa creencia
desatino del dormido bufón:
no hay gas para tu ciencia
ni fuego ni tizón
¡transmite el candor de tu fundición!

Antorchas animadas
por el exilio salvaje del alma
Allá, lejos, clavadas
danzan en lustre calma
apiñadas en la circular palma.

 

Monte de corderas

Subo hasta el monte de la lejanía
soleada alfombrilla de piedras dada:
este es el cobijo de las corderas
cobardes piños, mendicantes vivas,
de los astros durmientes escribas
velludas pisaderas de las eras
donde han labrado la copa tramada
que colecta humedad de la sequía.

 

Los graznidos del Pío Pelícano

No hay sustento en las profundidades
que sacie esta gran hambre
ni alzar el vuelo puede que despache
al vacío inquieto de la cuenta
Los buches de estos polluelos
se rasgan por esperar la carne fresca
pero su ausencia en estos mares
hace peligrar su pervivencia
Por qué no se van polluelos como antes
y llenan sus buches con las delicias de otros mares
dejen que pazca en la soledad de mi roca
en donde todo tiene un valor absoluto
y nada parece necesario sino mi sola presencia
extiendan las alas y procedan a un nuevo abandono
ese es el anhelo que se aloja en mi pecho
Pero sé que la debilidad de estos polluelos no permitirá el abandono
están encadenados por la hambruna
y esperan mi propio sacrificio
que se anuncia en el parco vidrio de sus ojos
—váyanse polluelos que no quiero mi muerte—
En la totalidad de mi roca me basto
quedo absorto ante la propia esencia
ante el alba que nace en mi plumaje
y el ocaso que antecede a mi sueño
El abandono ya no lacera a esta altura
sólo puede recibirse como bálsamo a la llaga
Sus graznidos resuenan en mis oídos internos
el clamor por la hambruna es un espectáculo terrible
y más oscuro que la penosa muerte
compañera larvaria desde que el tiempo existe
La agudeza es insoportable —quisiera acallarla—
pero la muerte es la llave del silencio:
el paso para llegar a la verdadera presencia
y mi carne la delicia que esperan
Salgan de mi roca y vuelvan con los petreles
la soledad es la única esperanza
la muerte una cosa necesaria
un destino aparejado desde que me he concebido
No queda más que lacerar mi pecho
cortar plumas, cuero y carne
para dejar a la vista el manjar codiciado:
vengan polluelos y coman mi corazón.

 

Los sellos del Carnero

Abres brioso Carnero
los siete sellos del libro de vida
y manso en el potrero,
fontana por manida,
del torrente dotorgas al que pida.

Infinito vellón,
ropaje animal del campo furioso,
de la tierra su arzón
el cuero majestuoso,
manto vegetal de piño rabioso.

Cornamenta bruñida,
cáliz terreno de sangre inflamada,
al lamento reunida,
por delirio tocada
la vara de la gracia amoratada.

El tan seráfico ojo
pestañea y se despliega el día más claro,
el vino de remojo
en el vientre su amaro:
reposa el néctar vigoroso y caro.

 

Letanías del ser

Soy un dios afiebrado por el quehacer de la carne
Soy el sol que sangra por la boca ante el asco del alba
Soy la luna que se alegra por la viudez venidera
Soy el epinicio de los muertos por la daga en la frente
Soy el tropel luminoso de la yegua sonora
Soy el polvo moldeado por el eco del aire
Soy el aceite que arde y no se consume
Soy el suero sustancioso de la leche materna
Soy las alas abiertas del caído
Soy la tentación de Caín y el alivio de Abel
Soy la tiara de las rameras veneradas
Soy la última gota del néctar de los dioses
Soy un hervidero de escorpiones albinos
Soy la rabia de los huérfanos mutilados
Soy el último estertor del agónico
Soy la partícula perpetua que contiene el universo
Soy el cisne que canta a la Emperatriz Celeste
Soy la métrica de los poetas malditos
Soy la piedra angular de la bóveda cósmica
Soy la corona del vejado en el madero
Soy un río de piedras que florece en el mar
Soy el movimiento inconcluso de los astros
Soy la ninfa de los juglares
Soy la virginidad de la doncella parida
Soy el celo del amante furioso
Soy el lucero de los navegantes
Soy la castidad aborrecida de los sacerdotes
Soy el árbol que produjo el fruto
Soy la gracia, el canto, la vista y la fuente
Soy un dios afiebrado por el quehacer de la carne

 

Las Glorias de María

I

Ajena a la púrpura de la raza,
con más luz que la claridad bruñida.
Inhumana desde el trino a la traza,
tu gracia un insulto a la faz venida.
Tan labrada cual corona que pasa
sobre la frente de la reina raída
que ha de renunciar al trono [cantora]
para alzar a la doncella que adora.

 

II

Perla misteriosa, coronadora
de la frente de un Dios amoratado.
Naturaleza, tu contradictora;
entre las piernas el cáliz dorado.
En tal densa sombra cobijadora
se abre el vientre cobrizo inmaculado
y fermenta entre la cálida lana
la fécula que en su fuente no mana.

 

III

La daga lacera tu corazón,
dejas de ser la paloma impoluta
—tórnate soñadora a tu farzón—
eres la sombra que a este Dios enluta.
Depositaria de la admiración,
ni el ángel consternado te refuta,
pues tu carne se permuta entre flores
al ver que de la cruz profieren loores.

 

La confesión de María Magdalena

El peso de la historia me ha sentenciado
la realeza de mi sangre ha sido variada hacia una vida disoluta
Gregorio Magno miente al identificarme con la ramera de los Evangelios
el título de penitente nunca estuvo tan mal usado
                                                                     soy una reina, no una cortesana
Añoro ocupar el lugar del discípulo amado
compartir el lecho con el Mesías
generar una estirpe salvadora para la raza humana
ser el cáliz que contenga el semen dorado
la perpetua vasija de la divinidad más humanizada
ser por fin la emperatriz del universo
tomar al sol y la luna como cetro y estrado
deseo ser la corredentora y no me importaría morir clavada en el árbol de la vida
siempre que la recompensa fuera el amor del Maestro
pero el trono del consorte lo ocupa el discípulo amado
en tanto me consumo en un fuego interno
condenada a ser el humo y la ceniza de una obsesión
celosa de las letras que escribió san Juan en el otero
                                                                  (yo debería ser la paloma)
La virginidad es el silicio atado en mi clítoris
es la paradoja de la veneración que se me brinda
el eco de cristal que retumba en mis paredes ardorosas
que genera el hambre de ser accedida por el varón que añoro
No temo arder en el infierno a causa de las flamas de mi pecho
                                                                   acaso éste ya no es un infierno
pues cualquier condena es irrisoria ante el desprecio de Cristo
No soy la adúltera que contempló al Mesías escribir en el suelo
                                                                   aunque conozco el mensaje que ha borrado el
                                                      tiempo
soy la princesa de Magdala que renunció a su corona por creer en ese mensaje olvidado
soy la santa ramera que gusta del desprecio.