Letras
Tres poemas

Comparte este contenido con tus amigos

Danzar de los arenques

Aún el terco mar
imparte su fragancia

—tan perpetua y sombría—
aclaraba aquella danza
sin disturbios ni postizos

el uno zigzaguea, emulado por millares
y el agregado esboza colosales figuras

los hechizados comensales
mecen al son de la trova
en tanto rebosa

un lago en sus bocas

—los arenques—
percatados de su desventura
¡Persisten!
ceñidos al movimiento
mientras fenecen los acólitos

Saciando apetitos

si algo muere aquella tarde
entre algas emergen
para danzar de nuevo.

 

Umbrosa duna

A orillas del orbe
Sosiego en tu pecho
Tamo de roca y caracol

Me ciñe el lóbrego viento

La arena me bosqueja
La grava cala y vuela

Te conozco entre coplas
Tú circulas por los mares

Encumbrada por aristas

Delicado aluvión de aves brunas
Que se elevan entre soplos

Frágil aya de hebras largas
Deshilada ante el espejo

 

Aquel lirio de mar

Serpenteada por el impetuoso piélago
Lo aprecié ignoto
entre la bruna

Un extraño animal
—mutaba—
Contorneaba
Ostentaba su cáliz
Cerraba
Reaparecía

Aquel misterioso y extravagante ser, flameaba frente a mis ojos
Mientras el iracundo piélago me sacudía

¿Era un sueño?

Abrigado entre placas óseas, exhibía un cuerpo disco
Ceñido al lecho por un tallo largo, sus brazos de crines plumosas elevaban trémulos, y con un desplegar tornaba sus brillantes colores

—seducida me acerqué—
Mis ojos no pudieron contenerse
—maldita curiosidad—

¡Tañé!

Su calcáreo cuerpo —se ennegreció—
Entumecido entre mis manos

Las lágrimas brotaron
—No era un sueño—