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Manuel CaballeroCaballero

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La muerte de Manuel Caballero es uno de los golpes más duros sufridos por la Venezuela contemporánea. Le resta al país una de las mentes más lúcidas y una de las voluntades más decididas en el análisis, no sólo del pasado histórico venezolano, sino también del presente.

Caballero nació accidentalmente en Caracas el 5 de diciembre de 1931. Pero al poco tiempo fue trasladado por sus padres a Barquisimeto, de donde ellos eran oriundos. Allí transcurrieron su infancia y su adolescencia, y desde muy joven mostró preocupación por las artes y las letras.

Junto con Salvador Garmendia y Rafael Cadenas formó parte de un trío de escritores que, a mi juicio, ha sido el más representativo y valioso de las letras larenses en las últimas décadas. Cada uno en su campo, los tres han producido obras fundamentales de la bibliografía venezolana.

Tempranamente Caballero se interesó en la política. Inicialmente simpatizó con Acción Democrática, pero pronto derivó hacia la ideología marxista y la militancia en el Partido Comunista. Sin embargo, siempre fue un militante díscolo e inconforme. Más tarde estuvo entre los fundadores del Movimiento al Socialismo (MAS), del cual posteriormente se desvinculó. En realidad, nunca tuvo la política como oficio. Su actividad en ese campo siempre fue la de un analista de la realidad nacional e internacional.

Como historiador y analista Caballero deja una larga e importante obra, en libros, ensayos y artículos periodísticos. En ella muestra un estilo muy personal, que reúne un gran dominio del idioma y el empleo de recursos retóricos con una evidente peculiaridad. En sus escritos siempre manejó la ironía y el sarcasmo, pero con un ingenio y una elegancia ejemplares. Su dominio del lenguaje, además, no fue nunca sumiso a los cánones académicos, pues aun dentro de la propiedad gramatical de su escritura tuvo gran libertad para extraer valores de la creatividad de nuestro idioma.

Él fue prácticamente el único intelectual venezolano que, desde el principio, adversó a Chávez y el chavismo. Cuando la asonada militar del 4 de febrero de 1992, fue el primero en denunciar lo reaccionario de aquel movimiento. Los demás, unos cayeron en la trampa y confiaron en el militar golpista; otros no llegaron a ello, pero tampoco disimularon su simpatía; otros, en fin, se abstuvieron de opinar. Caballero fue incisivo en la condena del golpe y en la denuncia del militarismo. Desde entonces fue consecuente con esa posición, hasta el día de su muerte, cuando apareció el último artículo de su columna del diario El Universal.