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Vivir no es una utopía

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Vivir no es una utopía

Somos habitantes acosados por el monstruo
que hace jirones de cada aliento,
allí donde el destino expande su patíbulo
de falsas benevolencias.

No en vano, la vida es voraz y se apropia de la carne
y de su absurda embestida.

La vida es el único argumento que se proyecta
con la aspereza del olvido,
el único verdugo que construye su costura de mármol
y herrumbre

despojarnos de esa envoltura inmaculada
no basta para acallar las sacudidas,
sólo la vida mata con su certera losa
y con su frío perfume de hastío

¿es preciso derrochar el alma
y ver su hermosa destrucción?
¿es necesario ver cómo asoman demonios de azufre
bajo su roja túnica?

Nada importa ese caudal de ocasos
que sobreviene inadvertido y nos habita

cada cual está dispuesto a su extravío,
a la comunión protectora
en su confortable territorio de complacencias.

No hay más que una frágil distancia que nos derrumba
cuando ya sólo el polvo nos reconoce,
cuando el silencio va invadiéndonos ese trozo de piel
al final de la noche.

Todo al fin para escuchar ese canto último
lenta y conmovedora espina
silvestre punzada de los dioses.

Sólo la vida fluye
cuando el hombre sueña.

 

Génesis de la utopía

El hombre, río de tránsito,
inicia el viaje mientras el aullido asciende
de su estupor primero.

Hoy, cuando las dulces nieblas
se desprenden de las horas,
el poniente desgrana temores en sus crines de olivo.

Tiempos hubo en los que fue paisaje de otoño.

Entonces vivir era
como mirar lentamente la lluvia.

 

Necesidad de la utopía

Alguien pide el hueso
de su propia carnada.

El deseo del hambre devora
a la bestia.

El hombre es la progresión de su historia,
acorralado,
descubre su lado animal.

 

Alba de otro tiempo

Vivir es artificio
maneras de rebelarse a los elementos
sacudirse los continentes
las vastas arquitecturas
no abatirse ante la parquedad de las horas
preservar las ánforas del sueño
no errar el itinerario
ser trashumante indócil
saber que hay una noche más profunda que ésta
claudicar ante las certezas y sus amagos

y al final morir sin condición que nos amenace.

 

Premonición

Ese gesto inútil de alzar el vuelo
o la desordenada luz del cansancio

¿no ves cómo se despereza el alacrán
en los quicios inestables de la mañana?

tal vez alcance el caos a exponer
la incipiente amenaza de estar vivos.

 

Epílogo de la utopía

Breve fue la vida y sus contradicciones
riguroso el vivir y sus costumbres

verdugo fue el tiempo con el corazón
que descubre las telarañas
de su cavidad oscura.

Sabio el que sin desmayo
fijó su rumbo sin torpeza,
quien supo operar prodigios
entregado al sagrado deber de combatir al monstruo.

Breve el vivir y sus dispendios.

Impertinente esa exactitud de las horas.

 

La salvación como utopía

La vida consiente bajo su ruina
jirones de huesos

atesora ese breve corazón que se abate
en tono de tragedia

las finas cortezas del frío,
el musgo que se vierte en tu garganta
con exactitud

o ese dolor incandescente de las humedades
tan cerca nuestro.

No merece la pena rezar
después de escupir al verdugo

ni mirar las estrellas
cuando el patio está lleno de cadáveres
y contarlos es una labor caótica.

 

Anatomías

Todas recurren a la brevedad heroica de la carne
y al torpe latido

a la luz del sobreviviente

al pan entre las piedras
para ahuyentar el hambre de otra generación.

Estos días olvidadizos ya no dan luz

hay que tener cuidado
con estas horas que se pudren.

Hoy, hasta yo mismo soy una utopía diseccionada
por donde no entra el sol
y donde me desangro cuidadosamente.