Sala de ensayo
La negra sombra de Rosalía

Comparte este contenido con tus amigos

Rosalía de Castro

Negra sombra
Rosalía de Castro

Cando penso que te fuches,
negra sombra que me asombras,
ó pe dos meus cabezales
tornas facéndome mofa.

Cando maxino que es ida
no mesmo sol te me amostras
i eres a estrela que brila
i eres o vento que zoa.

Si cantan, es ti que cantas;
si choran, es ti que choras
i es o marmurio do río
i es a noite, i es a aurora.

En todo estás e ti es todo
pra min i en min mesma moras,
nin me abandonarás nunca,
sombra que sempre me asombras.

Cuando pienso que te fuiste,
negra sombra que me asombras,
al pie de mi cabecera,
tornas haciéndome mofa.

Si imagino que te has ido,
en el mismo sol te asomas,
y eres la estrella que brilla
y eres el viento que sopla.

Si cantan, tú eres quien canta;
si lloran, tú eres quien llora;
y eres murmullo del río
y eres la noche y la aurora.

En todo estás y eres todo
para mí, en mí misma moras,
ni me abandonarás nunca,
sombra que siempre me asombras.

Follas novas, 1880


Rosalía de Castro (1837-1885) es con sus Cantares gallegos y Follas novas la más grande poetisa en lengua gallega: la voz más genuina y conocida de una tierra dolorida, atenazada por el abandono y la pobreza y desangrada por la emigración. En 1884, un año antes de su muerte, se publicó su único libro en castellano, En las orillas del Sar, en el que la mirada de Rosalía se adentra en su propio espíritu para constatar la extrema desolación, tristeza y desengaño, nacidos de un dolor vital que parte del escepticismo más exacerbado. Pero este mundo tan dolorido y pesimista está expresado con una voz tan intensa e impresionante que convierte a Rosalía en la más importante poetisa de toda la literatura española.

El poema que nos ocupa, conocido como “Negra sombra” y que se encuentra sin título en el libro Follas novas (1880), fue musicado por Xoán Montés Capón y, presentado por primera vez en el Gran Teatro de La Habana en 1892, se convirtió pronto en una de los cantos más difundidos de Galicia. Aunque la letra y la música de “Negra sombra” se han fundido casi inseparablemente —en nuestros oídos resuenan poderosamente algunas versiones como la inolvidable de Luz Casal y Carlos Núñez—, García Sabell dice que hay que hacer un esfuerzo, “olvidarse de la música y leerlo una y cien veces para recoger en toda su grandeza, la formidable carga poética que encierran sus pocas estrofas”, porque se trata del más representativo e intenso poema de Rosalía, al resumir con pleno acierto poético la esencia de gran parte de su poesía: su concepto trágico y fatalista de la existencia.

Aunque se ha señalado distintos antecedentes del motivo negra sombra de Rosalía —como, entre otros, dos poemas de N. Pastor Díaz, “La mariposa negra” y “Una voz”—, Ricardo Carballo Calero afirma que el poema de Rosalía proviene directamente de un fragmento del “El murmullo de las olas” del poeta gallego Aurelio Aguirre (1833-1858), llamado “el Espronceda gallego”, amigo íntimo —y quizá algo más— de la poetisa desde la adolescencia y que se suicidó muy joven, a los veinticinco años, ahogándose en la playa de San Amaro de La Coruña.

Estos son los versos de Aguirre glosados por Rosalía: “...Dime tú, ser misterioso / que en mi ser oculto moras / sin que adivinar consiga / si eres realidad o sombra, / ángel, mujer o delirio / que bajo distintas formas / a mis ojos apareces / con la noche y con la aurora, / y a todas partes me sigues / solícita y cariñosa, / y en todas partes me buscas, / y en todas partes me nombras, / y estás conmigo, si velo, / y si duermo, en mí reposas, / y si suspiro, suspiras, / y si triste lloro, lloras [...] / ¡Oh, dímelo..., tú lo sabes, / dime, visión tentadora, / ¿qué les dice a los que sufren / el murmullo de las olas?...” (h. 1856).

Como fácilmente se aprecia, de esos versos tomó Rosalía todos los elementos externos de su composición: el vocabulario, la métrica (versos octosílabos) la estrofa (romance) la rima asonante, las anáforas, las paranomasias (suspiro-suspiras; lloro-lloras; cantan-cantas; choran-choras), las similicadencias (y en todas partes me buscas, y en todas partes me nombras; i eres a estrela que brilla i eres o vento que zoa) y, desde luego, es común a los dos la vaguedad y nebulosidad romántica. Ahora bien, el carácter solícito y cariñoso del misterioso ser del que habla Aguirre, ha desaparecido en los versos de Rosalía, dominados totalmente por el aspecto opresivo y hostil de la sombra. En fin, a pesar de la dependencia externa de su modelo, “Negra sombra” evidencia mucho mayor aliento creador, una fuerza y una emoción que le dan una preeminencia indiscutible en la obra de Rosalía y ha llegado a ser el preferido entre todos sus poemas, como suprema expresión poética del más profundo e intenso sentimiento personal.1

Según el citado Carballo Calero, “la sombría belleza de la composición depende de dos elementos estéticos: la pujante e implacable omnipresencia de la sombra, por una parte; y su misteriosa indeterminación, por otra”.2

Porque ¿qué es esa sombra que inunda, rodea, agobia y atenaza implacablemente el alma de Rosalía, y, al mismo tiempo, la fascina y la deslumbra, y de la cual de ninguna manera puede desprenderse? Muchas respuestas se han dado a esta pregunta y es natural porque estamos ante una de las aportaciones poéticas más acertadas de la poetisa gallega, como es el empleo del símbolo en toda su pureza. En palabras de Marina Mayoral, “en la naturaleza misma del símbolo está el aludir de forma vaga e indeterminada a la realidad a la cual se refiere. La diferencia entre símbolo y metáfora radica, precisamente, en la distinta manera de referirse al término real. En la metáfora hay una correspondencia exacta entre término real y término imaginario. (Cuando Miguel Hernández dice: ‘un manotazo duro, un golpe helado, / un hachazo invisible y homicida, / un empujón brutal te ha derribado’, no cabe duda de que se está refiriendo a la muerte); por el contrario, el símbolo alude a una esfera de realidades, pero sin precisar: el buitre que devora las entrañas de Unamuno no podemos decir que sea el símbolo de su ansia de inmortalidad o de la lucha entre la fe y la razón. Representa un sentimiento de tipo doloroso que el autor siente como un desgarro interior. Y no podemos precisar más”.3

Así, pues, el misterioso poema rosaliano se centra en una presencia obsesiva e inquietante que por lo borroso y enigmático de su interpretación es un símbolo polisémico interpretado de muy diversas maneras por los numerosos eruditos que se han visto atraídos por él.

Domingo García Sabell le da una interpretación metafísica a la luz de la filosofía heideggeriana. Para él la negra sombra representa la conciencia existencial, al expresar Rosalía el descubrimiento de la nada del ser. Debido al reinado tiránico y absoluto de la Nada, su vida entera queda esclavizada por el espejo negro del no-ser y por la obsesión dramática en la lucha denodada de escapar a su feroz hegemonía.4

Para Fermín Bouza Brey, en los dieciséis versos de “Negra sombra” están condensados los hondos pesares de muchas generaciones poéticas gallegas, de muchos espíritus lacerados que han sentido la zarpa de la “umbrosa soledad”. La sombra del poema representa “la saudade”, el dolor sombrío del alma gallega, acumulado durante siglos y que en el poema rosaliano halló forma definitiva.5

Para Ricardo Carballo Calero, “Negra sombra” supone la culminación de un motivo lírico esencial, y expresa y simboliza con enorme fuerza poética el sentimiento y el pensamiento de la propia angustia de Rosalía, y concreta que la “sombra” es un recuerdo, un mal recuerdo del pasado,6 en alusión, tal vez y entre otras cosas, al nacimiento ilegítimo de la poetisa, hija de un sacerdote, y a la triste infancia, alejada de su madre por conveniencias sociales y marginada en aquella sociedad puritana.

Marina Mayoral, después de haber estudiado las diferentes categorías de sombras, tan frecuentes y desperdigadas en la obra poética de Rosalía, las clasifica en tres grupos fundamentales: las sombras como elementos decorativos o retóricos, herencia del Romanticismo; las sombras personales y familiares, que, “esperando a los que aman”, existen en un misterioso mundo de ultratumba, y esta “negra sombra” simbólica con la que en este poema “se expresa de manera concentradísima la trayectoria espiritual de Rosalía ante el descubrimiento del Dolor”, y así, “la negra sombra es el símbolo del dolor existencial”.7

Estas y otras muchas interpretaciones ha originado el poema de Rosalía y lo único que está fuera de duda es que el símbolo de la “Negra Sombra” alude a vivencias de signo doloroso, ya sea un mal recuerdo, la angustia existencial, la tristeza, el “dolorido sentir”, la soledad o la saudade... En fin, algo misterioso e indefinible que embargaba de manera dolorosa e inconmensurable el alma de la poetisa. Lo importante es que la expresión poética de este profundo y vago sentimiento es, como ya se ha dicho, sumamente eficaz, aunque con extremada sencillez de recursos, próxima a la poesía popular por la asonancia monorrítmica y por la versificación octosilábica propias del romance.

Si nos hemos referido a los versos de Aguirre como un antecedente muy claro, “Negra sombra” también ha dejado detrás de sí fecundas influencias, como es el caso de esta composición poética titulada “Pena negra” del poeta también de Santiago de Compostela, José Barcia Caballero (1852-1923) que, como un eco, responde a la de Rosalía:

“Dende que tiven acordo / levo conmigo unha pena, / pena que sempre m’acode, / pena que nunca me deixa. / Por todos lados m’asalta, / en todas partes me lembra, / como sombra n’o camiño, / como verme n’a concencia. / Roime a-y-alma po-l-o día, / po-l-a noite roime n’ela, / xa desperto, xa durmindo, / nunca pasa, sempre aperta. / Eu non sei que-y-é esta cousa. / Eu non sei que pena é-y-esta / que me chucha, que m’acaba / como feitizo de meigas. [...] Meu Dios, ou quitá d’a-y-alma / estos soños que â tolean, / ou levádeme á outro mundo / onde non sinta esta pena” (Rimas, 1891) [“Desde que tengo recuerdo / llevo conmigo una pena, / pena que siempre me acosa, / pena que nunca me deja. / Por todos lados me asalta, / en todos se me recuerda, / como sombra en el camino / y gusano en la conciencia. / Me roe el alma de día, / por la noche roe en ella, / ya despierto, ya dormido, / nunca pasa, siempre alerta. / Yo no sé qué es esta cosa. / Yo no sé qué pena es ésta / que me sorbe, que me acaba / como hechizo de hechiceras. [...] Dios mío, quitad al alma / estos sueños que la alocan / o llevadme al otro mundo / donde no sienta esta pena” (Trad. Paz Díez Taboada)].

 

Notas

  1. Vid. R. Carballo Calero, “Contribución ao estudo das fontes literarias de Rosalía”, en Sobre lingua e literatura galega, Galaxia, Vigo, 1971, págs. 24-25.
  2. Historia de la literatura gallega. Galaxia, Vigo 1963, pág. 200.
  3. Marina Mayoral, La poesía de Rosalía de Castro. Gredos, Madrid 1974, pág. 93.
  4. Domingo García Sabell, “Rosalía y su sombra”, en 7 ensayos sobre Rosalía, Vigo, Galaxia, 1952, pág. 49.
  5. F. Bouza Brey, “El tema rosaliano de ‘la negra sombra’ en la poesía compostelana del siglo XIX”. Cuadernos de Estudios Gallegos, XIV, 1953.
  6. R. Carballo Calero, “Visión de la vida en la lírica de Rosalía de Castro”. Cuadernos de Estudios Gallegos, XL, 1958.
  7. M. Mayoral, La poesía de Rosalía de Castro. Gredos, Madrid 1974, págs. 101, 103 y 108.