Sala de ensayo
“Prometeo”, de Gustave MoreauLas palabras como inductoras de conductas

Comparte este contenido con tus amigos

A las palabras han seguido los hechos.

Esquilo.

Cuando Prometeo se rebela ante la voluntad del poderoso Zeus a través de la acción (roba el fuego sagrado para dárselos a los hombres) la rebeldía del titán se manifiesta: sufre el castigo de la inmovilidad y el sufrimiento antes que ceder a su espíritu de libertad y rebeldía y le espeta con dureza a Hermes: “Por nada del mundo trocaría mi dolor por tu servilismo. ¡Mejor quiero verme sujeto a esta roca que ser dócil mensajero de Zeus, padre de los dioses!” (Esquilo: 2001:20).

Hermes, que aparece en la tragedia esquiliana como un ser despreciable, servil de los poderosos pero a la vez despótico frente a los vencidos, al comprender que no puede doblegar la voluntad ni la palabra del Titán, expresa: “Antes mordiendo el freno, como un potro recién sujeto al yugo, resistes y te revuelves contra las riendas” (Esquilo: 2001:21).

Es interesante observar la crítica a un orden impuesto de servilismo frente al poder supremo, y cómo la convicción de Prometeo en sus acciones y palabras contribuye a que Esquilo elabore un texto para ser escuchado y actuado en uno de los medios más importantes en la educación griega: el teatro.

Actualmente nuestro teatro se crea y recrea a través de las TIC (tecnologías de la información y la comunicación) y así como en los tiempos de la Grecia antigua, la palabra se transformaba en inductora de conductas.

Si escuchamos las palabras con atención, suenan por doquier gritos que no promueven el cuidado de sí, el Epimeleia heautou, es decir la “serie de acciones que uno ejerce sobre sí mismo (...) por las cuales se hace cargo de sí mismo, se modifica, se purifica, se transforma, se transfigura” (Foucault: 26).

Las acciones que continúan a las palabras permanentemente martillean induciendo al hedonismo, como un verdadero proyecto tiránico que promueve el servilismo, la docilidad, el acatamiento a los mensajes del poder hegemónico.

Lo interesante es que esa violencia, desplegada en todos los ámbitos posibles, incluye desde una alienación tiránica, aun a los que se creen “progresistas”. Una conducta reprobable como la violencia desplegada en tiempos de la dictadura, se grita como válida para eliminar aspectos de “inseguridad” o disconformidad ideológica.

Es pertinente interrogarse sobre cuánto de esa matriz dominante ha quedado en nuestra psiquis cuando escuchamos gritos desaforados promovidos desde mensajes que son el medio, en todo su despliegue avasallador y, como dice Esquilo a través de Prometeo: “Antes de llegar él sabía ya el mensaje que me traía”.

Foucault integra, como categoría de dominio histórico específico, las tecnologías del yo, que incluyen: “prácticas meditadas y voluntarias mediante las cuales los hombres no sólo fijan reglas de conducta, sino que procuran transformarse a sí mismos, modificarse en su ser singular y hacer de su vida una obra” y que promueven un proyecto liberador a través de la posibilidad de la transformación.

¿Cuáles reglas de conductas consideramos válidas y valiosas? En el “sálvese quien pueda”, la indiferencia hacia el dolor del otro, al que consideramos culpable de su desventura tal como hacía Hermes con Prometeo, la ideología y su paradigma dominante se regodea con absoluta impunidad.

Rebelarse contra el discurso hegemónico de la violencia en las palabras que inducen conductas violentas, reflexionar sobre un proyecto que encarne la liberación del sujeto histórico, se contrapone al discurso de estar “pasado de moda”, de “tener ojos en la nuca” o incluso de no “pensar con cabeza propia” por el reconocimiento y reflexión de quienes nos antecedieron desde una línea ontogenética e histórica.

La inmediatez en la que nos vemos envueltos pocas veces promueve la reflexión, sino por el contrario, un permanente conductismo, que ante el estímulo nos convierte en el perro de Pavlov.

Y así como escribía Esquilo en la Antigua Grecia, adherimos a su legado: “Para la enfermedad del odio, existe la medicina de las palabras”.

El cuidado de sí, el Epimeleia heautou, requiere que se incluyan acciones de creación o desarrollo de condiciones subjetivas, que posibiliten la transformación de la sociedad —cambiando el modelo opresor, sustentado en el miedo hacia el otro, pensamiento violento si lo hay— generando alternativas desde la palabra y su poder, desde el mensaje que es el medio, y dando intervención a la ley como ordenador de conductas indeseables.

La traición a los principios democráticos desde la promoción de conductas desde los medios, como expresa Bourdieu, es un peligro para la democracia y atenta contra sectores vulnerables para que se constituyan en sujetos protagonistas de un cambio social.

 

Fuentes citadas

  • Esquilo. 2001. Prometeo encadenado. Chile: Pehuén.
  • Foucault, M. 2005. La hermenéutica del sujeto. Cursos del Collège de France. Madrid: Akal.