Artículos y reportajes
Tíbet, esencia y existencia

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Sum-tsek, el templo de tres pisos de Alchi
Sum-tsek, el templo de tres pisos de Alchi.
 

La tradición, alforjas repletas de objetos variopintos, de ideas, de hallazgos, de espejismos y supersticiones; baúl escondido en el desván, heredado de los ancestros por sus vástagos, gentes sencillas, dadas más a creer que a pensar; la fábula colectiva, granero del que toman las gentes lo necesario para extender su vida mísera; la leyenda asumida como verdad hecha y derecha, tan cargada de mérito que obtiene de los creyentes el regalo de aunar potencia, esencia y existencia; la epopeya popular, en definitiva, dice que Buda nació de su madre sin el concurso de varón. Un elefante blanco penetró en el seno femenino durante el sueño nocturno, y surgió de las entrañas convertido en infante. Un niño que vino a modificar las costumbres, a sustituir unas verdades viejas por otras nuevas. En adelante: ni Dios, ni jerarquía sacerdotal, ni castas. Todo en esta vida es contrariedad causada por el apego a los bienes terrenos. El Nirvana, estado último de iluminación, acaba con la angustia; y al Nirvana se llega siguiendo el Noble Sendero Óctuple, camino que exige, además de la práctica de la virtud: palabra, acción y sustento; la concentración mental: esfuerzo, abstracción y vigilancia; y la sabiduría: mirada y entendimiento. Hoy se venera la huella dejada en una roca por Sanga Dorge, predicador del budismo a los serpas de Shar, instante preciso en que tocó tierra al finalizar su viaje por los aires desde Rong-phu. Apenas hace cien años se erigió un santuario a la permanente marca que el paso del tiempo desvanece y los sacerdotes perfilan. La tradición es un tesoro entregado por los abuelos a los nietos con el mandato de preservarlo, enriquecerlo y ponerlo, formulando idéntico encargo, en manos de los descendientes.

El artista nómada se desplaza en Tíbet de unos templos a otros, embelleciendo a todos por igual. En su intención está la paridad pero también la mejora; de hecho, luchan en su alma sensible los dos objetivos contrapuestos. Termina por recorrerlos una y otra vez, en rueda, con el ánimo de igualarlos mejorando. ¿Cómo diferenciar estilos, épocas, influjos, dado este orden de cosas? Los tanka se firman, cierto; pero con frecuencia se superponen las telas cosidas que los forman o se pinta sin rodeos sobre la urdimbre y la trama. En tejidos de lino o de algodón bien tensos, se extiende de manera uniforme una mezcla formada por siete partes de yeso y una de cola. La masa establece íntima unidad con el lienzo y el aire del ambiente orea el conjunto en el bastidor. Dibujos hilvanados con carboncillo, el pintor errante libera allí la memoria de su arte milenario; primero el centro protagonista, el resto más tarde, encargándose los pinceles de distribuir los colores definitivos. El amarillo no es sino arsénico engrandecido por su primoroso acomodo; proviene el azul, del índigo; de la cochinilla, el rojo. La sabia y rica naturaleza provee al espíritu industrioso de los elementos precisos para su avance.

Los monjes llegan denotando una parsimonia que no es tal; van uno tras otro, flemáticos, desarraigados del entorno y del fluir cotidiano, hasta de la propia vivienda. Gotas de agua aisladas marcan el inicio del chubasco; son copos fundidos, predecesores de un invierno por fuerza níveo, helado e inactivo. Han sido invitados los cenobitas por una de tantas familias, nada especial la señala. Durante varios días recitarán los textos sagrados: su voz, monótona e incansable, dirigirá la cantinela sin fin como un río adulto que desciende manso a través de valles cada vez más profundos; y elevará una insignificancia el tono en imposible vuelta atrás, pero al fin la salmodia se disolverá en un mar sonoro, tranquilo y abundante.

Los vecinos se suman a la ceremonia, estamos en un pueblo alto del Himalaya difícil, próximo al cielo infinito; si la noche es clara, tocaremos las estrellas con la punta de los dedos y nuestro corazón alcanzará la felicidad. Las mujeres, esponjas que absorben con interés las enseñanzas, traen el té y el chang a intervalos irregulares en su deseo de no perder detalle. El ambiente es de recogimiento mental y de corporal reposo. Los niños se inician en el camino de la perfección, los mayores progresan en su instrucción religiosa. Son alargadas las páginas de los libros, ancho el lugar que ocupan sus renglones; han sido impresas con planchas de madera, y para grabar una tablilla dos personas meticulosas emplean cuatro jornadas completas. Es verdad, por añadidura, que dedican al cuidadoso esfuerzo todo el tiempo disponible: el que va desde el temprano inicio del día, hasta bien avanzadas las horas nocturnas; iluminándose con el medido resplandor de las lamparillas de aceite.

Penetro en Sum-tsek, templo de tres pisos de Alchi. Me atrae una pintura mural que descubrí al terminar el estudio de una mínima porción de techo y retirar de ella mi atención. Representa en forma geométrica, apoyándose en una simetría engañosa, el Universo íntegro o una parte que contiene el todo, pues en ella están las fuerzas impulsoras. Observo complacido el mandala Vajra-Dhatu, deteniendo el tiempo en mis pupilas. Primero una mirada de conjunto que se pierde en los mil detalles. Es preciso apartarla de los intereses particulares para que disfrute los beneficios del todo. Cuadrado que abraza un círculo, protector éste, dentro de su aro inflexible, de un cuadrado más pequeño dueño de otro círculo interior. Vairocana, el buda resplandeciente, sedente en su trono, es el centro de todos los círculos, el centro de todos los cuadrados. Otros cuatro budas, correspondientes a los cuatro puntos cardinales, ocupan su estratégico espacio, gobernando el arriba y el abajo, la izquierda y la derecha. Vértices y puntos intermedios sirven de asiento a divinidades femeninas. Los dieciséis bodhisattvas, protectores de la fe, símbolos de la acción beneficiosa, llenan uno de los círculos. Samanta-Bhadra y Vajrapani, están representados en la parte inferior. A la izquierda aparece una divinidad protectora. El argumento descrito se ve superado con creces por el insinuado; las figuras, numerosísimas, repetidas sólo en apariencia, son todas distintas y están dibujadas siguiendo las enseñanzas de los textos sagrados, donde el simbolismo adquiere una rígida jerarquía. El artista se considera afortunado, pues posee un pequeño espacio de libertad, un reducido plano de independencia, suficiente para dejar su impronta efectuando imperceptibles cambios sobre lo establecido.

La inquietud, el desasosiego y los variados puntos de vista llevan a visiones peculiares de la realidad; haciendo de ella otra muy diferente, postura inicial y consecuencias. Ya tenemos el punto de partida de un nuevo intento, que desemboca durante el postrer instante en una situación extrema, irreconciliable con la vivida hasta entonces. Partículas volátiles se disgregan de las convicciones arraigadas, abriéndose en catarsis profunda que cuestiona los principios de la globalidad existencial. De ello surge una limpieza de prejuicios que coloca al espíritu en completa inocencia frente al porvenir, página en blanco que desea ser escrita. El hombre es barro endurecido al sol y, frente al universo enorme, un minúsculo germen de grandeza: arrastrada larva, crisálida enclaustra y florida mariposa.

La ida y la vuelta, la noche y el día, la acción y la espera, la continuidad y el cambio: los eternos principios contrapuestos están aquí presentes como opción, y conviene tomar partido. Antigüedad y renovación luchan en Oriente; y una tercera vía de síntesis puede no ser el tercero en discordia sino la ruptura del dilema. Occidente quiere un Oriente próximo a sus gustos, a sus necesidades; y Oriente ha de romper su inercia y mudar el paso porque Occidente empuja con la fuerza arrolladora de las imprecisas leyes del comercio.

Aparece el Tíbet cercado por países que flotan en el mar de la modernidad como gigantescos bloques de hielo; a la deriva si creemos la impresión recibida de los sentidos, pero con un rumbo previsto por la llamada Economía de Mercado, que hace gala en este caso de una paciencia oriental. Es posible preservar a el Tíbet de todo influjo materialista. La transformación del entorno, el inminente cambio de sistema económico en Asia, reclama un Tíbet libre de contaminación, puro; reserva, referencia, mojón, contraste y faro encendido. Lo que deba hacerse al respecto ha de hacerse ahora, o no se hará nunca.