Letras
Dos poemas

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Hotel

Entrar a un hotel es una epifanía
un milagro que viene con el ciclo del cosmos
con la caída de las hojas en invierno
con la llegada de los aromas de la noche.

Entrar a un hotel con una mujer esbelta
es una cuestión divina
mojarse en la tina de baño,
enjabonarse en los jardines de Pravia
en los jardines de los aromas del amor
en los efluvios de los deseantes cuerpos
que salen de las pompas de la felicidad.

Entrar a un hotel es una hierofanta
que aumenta la luz de la piel de la mujer que nos acompaña
luz que guía el rumbo de los Reyes Magos hacía el pesebre del amor
luz que aumenta el vino, la sal y el pan
de los menesterosos del deseo fugaz que se eterniza en la memoria
de los amorosos de siempre.

Entrar a un hotel es un bautizo sagrado
que se manifiesta en las manos de los amantes del fuego
en los objetos sagrados que adornan a la fémina y al tigre
que muerde la intimidad
que anida en la oscuridad del recinto sagrado
donde los amantes se aman desnudando el pecado
abandonándose al sacrosanto deseo del cáliz.

Entrar al hotel es besar el cáliz de los labios
ir al celestial momento de los sabores de la fruta
ir en la fila para recibir el cuerpo y la sangre
de los amorosos noctámbulos
que nictálopes se miran en lo más oscuro
de la luz que irradian sus ojos
de semidioses en aquel momento en que culmina
el éxtasis de los cuerpos
que se sacralizan como objetos sagrados.

Entrar al hotel es un instante que se repite con el ocaso
cuando el sol ilumina de rojo marrón las nubes
cuando los cerros se visten de lila
cuando las calles de las ciudades se ventilan
cuando las manos amorosas se estiran
se aprietan, se sofocan y se sueltan
al encanto de Morfeo
cuando los cuerpos yacentes parecen
dos peces en reposo
al canto de los gallos
el ladrido de los perros
y la campana del carro de la basura
cuando las señoras fodongas limpian sus banquetas
limpian las jaulas de las aves
y salen a pasear a sus mascotas.

Salir de un hotel acompañado por una mujer
nos hace más puros
más humanos
más carne
más humo
más hombres del alba
más mujeres del alba
más comunes de nuestros iguales
aquellos que van corriendo al trabajo
aquellos que van por el mandado al mercado
aquellos que envidiosos nos miran
cómo enlazamos nuestras manos
cómo olemos a amor limpio
cómo nuestros ojos miran la ciudad
y pedimos en el puesto de mariscos un vuelve a la vida.

 

Mulata

La tuve un momento entre mis brazos
era una mulata de Acapulco
era una mujer de dientes nevados por la molienda
era una mujer felina de cara luminosamente oscura
que sonreía como madona amamantando.

Nos fuimos a un privado
me puso un condón con su carnosa boca
de almendra tostada
le agarré sus dos pechos que olían a trasiego de mar
y sabían a dulcísima guayaba rosa
me gustó su cuerpo entero.

Quedé yacente entre sus brazos
como bestia amorosa
herido
de recuerdo
de noches
vividas en el paraíso
acapulqueño
junto a aquella mulata
de sonrisa iluminada.

Quedé yacente como hombre al alba
en el reino de aquella mañana
en Acapulco.