El fundador de WikiLeaks, Julian Assange, señalado como responsable por la divulgación de documentos diplomáticos estadounidenses confidenciales, “ha hecho, en la política, lo que los escritores tenemos la obligación de hacer en el arte: abrir los ojos del mundo”, asegura el escritor puertorriqueño (nacido “accidentalmente” en Washington DC, en 1950) Luis López Nieves.
“Lo ha hecho de forma tan irrebatible y contundente que no se me ocurre ningún antecedente que remotamente se le acerque. Es un caso único en la historia”, añade el autor de El silencio de Galileo (2009).
A juicio del escritor, Assange —a quien el vicepresidente de EEUU, Joe Biden, no ha dudado en calificar como un “terrorista de alta tecnología”— es, sin dudas, “un héroe moderno”. “Como ha dicho el presidente de Brasil, a este hombre hay que apoyarlo y felicitarlo. Es evidente que ha optado por inmolarse en nombre de la libertad”, sostiene.
Observa que, después de lo que ha hecho, Assange “estará tan fichado como Osama Bin Laden”, y que a partir del comienzo de las revelaciones de WikiLeaks, los gobiernos más poderosos del mundo están buscando la forma de anularlo y “no descansarán hasta lograrlo”.
El escritor estima que, de hecho, Assange se ha convertido también en un personaje literario. “No tengo dudas de que ahora empezarán a circular un montón de mitos sobre cómo hizo esto o aquello: es un nuevo Robin Hood”.
Afirma también que para quienes leen mucha historia, la información revelada por WikiLeaks no sorprende mucho. “Sólo un ingenuo o un idiota puede creer que los gobiernos realmente obran según las buenas intenciones que anuncian públicamente”, acota.
Seguidamente precisa que basta una lectura somera de Maquiavelo (y una observación imparcial de la realidad) para entender que todo país anda en busca de su provecho, y que una cosa es lo que dice un gobernante en público y otra lo que dice en privado.
“Para estos ingenuos, que toman al pie de la letra lo que dicen los gobernantes, las revelaciones de WikiLeaks son un abrir de ojos. Lamentablemente, estoy casi seguro de que volverán a cerrarlos de inmediato. Es lo que llamo la ‘enajenación voluntaria’: mucha gente ve y cree sólo lo que quiere ver y creer”, apunta.
El autor de El corazón de Voltaire (2005) considera que a partir de las revelaciones de WikiLeaks los gobiernos pasarán más trabajo para manipular y conspirar. “No dejarán de hacerlo, claro, pero a partir de ahora tendrán extremo cuidado al escoger con quién hablan o qué ponen por escrito, aunque esto ya lo sabían los más poderosos del mundo”.
“¿Por qué, en la época del correo electrónico, los teléfonos y las videoconferencias, los gobernantes siguen llevando a cabo reuniones cumbre, se visitan en persona y se encierran a hablar solos?”, se interroga. “Pues ahora tenemos la confirmación: para no dejar evidencia”, responde.
No obstante, entiende que sería un desprestigio para Assange recibir un Premio Nobel de la Paz —tal y como lo ha sugerido el escritor español Juan Goytisolo— y opina que “ese premio murió hace años”.
“Por si hubiera alguna duda, el año pasado se lo dieron al emperador de los Estados Unidos, comandante en jefe de las invasiones de Irak y Afganistán”, dice en referencia al Nobel de la Paz 2009 recibido por el presidente Barack Obama. “Eso equivale más o menos a darle a una puta el Premio Nobel de la Castidad”.
Sus críticas al premio que otorga la Academia Sueca le conducen en seguida a arremeter contra el Nobel de Literatura 2010, el novelista y ensayista peruano Mario Vargas Llosa, a quien califica como “un escritor de segunda categoría”.
Además de cuestionar los merecimientos literarios del autor de Conversación en la catedral y La guerra del fin del mundo, López Nieves utiliza muy duros términos para acusarle de estar sometido al gobierno de Estados Unidos y a la Otan y de expresar continuamente “su desprecio por todo lo latinoamericano”.
El correo electrónico, o e-mail, una de las herramientas de comunicación más populares en la actualidad (forma parte fundamental del kit de WikiLeaks; también es el medio a través del cual canalizamos las preguntas y respuestas para esta entrevista), no permanece por cierto ajeno al quehacer literario de López Nieves.
En sus primeras dos novelas echó mano de los correos electrónicos como recursos articuladores y conductores de la narraciones, pero asegura que aquello más que obedecer a un plan se trató de “un accidente”.
“Empecé a escribir El corazón de Voltaire como novela epistolar normal porque siempre me ha gustado la literatura por medio de cartas. De hecho, mis primeros tres libros (el cuento Seva [1983] y las colecciones Escribir para Rafa [1987] y La verdadera muerte de Juan Ponce de León [2000]) tienen textos epistolares”.
Seguidamente refiere que cuando iba aproximadamente por la página 40 tuvo “una revelación”. “De pronto me pregunté: ¿cuándo fue la última vez que escribí una carta? Estuve pensando un buen rato y me di cuenta de que ya no escribo cartas normales, de esas que se imprimen en papel y se echan en un sobre que se entrega al correo”.
El escritor decidió volver a comenzar la novela, pero esta vez por medio de correos electrónicos. “Sin darme cuenta hice un gran descubrimiento literario: el formato influía tremendamente sobre la obra. Cambió el ritmo, la velocidad, la tensión”.
Dado que había personajes en Francia, Argentina, México, etc., los mensajes habrían tardado semanas en llegar a su destino, mas al cambiar al correo electrónico, de pronto los mensajes llegaban en segundos.
“Empecé a escribir la novela con euforia... era notable cómo la velocidad de la trama se aceleraba. Por tanto, la utilización de correos electrónicos no fue una coincidencia, sino un reflejo de la realidad”, indica.
Los protagonistas de El corazón de Voltaire son académicos del siglo XXI, profesores universitarios. “La novela exigía que la forma de comunicación de la trama reflejara esta realidad: hoy día la mayoría de los profesionales se comunican por medio del correo electrónico, especialmente cuando se trata de enviar mensajes a países lejanos”.
El escritor puertorriqueño no se deja caer en la tentación de reclamar que su novela se adelantó a su época. “Los autores simplemente reflejan sus épocas, no están adelantados: es que el resto de las personas están atrasadas”, sentencia.
Entre las razones que explican su gusto por la literatura epistolar menciona el hecho de que es “directa” y le ahorra las transiciones y los datos excesivos. En las cartas “se va al grano” y las personas normalmente expresan directamente lo que sienten en el momento, apunta.
“No dicen ‘era una tarde nublada, el cielo estaba triste y los pajaritos cantaban en las ramas de los cocoteros el día infausto en que golpeé mi esbelta pierna contra aquella pared’. No, no. La gente escribe ‘Coño, me duele la jodida pierna’ ”.
Otro motivo que explica esa preferencia se funda en que la correspondencia resulta tentadora, como “una puerta abierta a medias”.
“Sentimos que tenemos el privilegio de asomarnos a los secretos de otros. Y a los seres humanos, por naturaleza, se nos hace difícil decirle que no a lo prohibido. Por eso se tuvieron que inventar los famosos Diez Mandamientos”.
En cuanto a la interacción entre las nuevas tecnologías y la creación literaria y artística advierte que atravesamos el periodo de transición más importante desde la invención de la imprenta.
“La imprenta transformó la literatura de forma radical, pero esa transformación se quedará muy pequeña comparada con la revolución digital que estamos viviendo”, y agrega que habría que ser un poco profeta para prever hacia dónde puede conducir esa transición.
A modo de ilustración hace referencia a lo ocurrido con el cuento en el siglo XIX en Europa y anota que, ante la aparición de nuevas tecnologías, empezaron a surgir los periódicos en todas las ciudades. “Como en esa época no había televisión ni radio ni cine, pues se puso de moda publicar cuentos en los periódicos para entretener a los lectores”.
Comenta que así fue que autores como Guy de Maupassant se hicieron muy ricos, solamente vendiendo cuentos a los periódicos. “Esto ha cambiado porque yo no conozco a ningún autor que en el siglo XXI se haya hecho rico vendiendo cuentos en periódicos”.
Admite que este proceso de gran transformación apenas está comenzando y que es muy difícil vaticinar hacia dónde se dirige. No obstante se anima a predecir que la gente siempre necesitará la literatura y que la literatura se transformará para satisfacer esta necesidad.
Entonces, ¿la novela dejará de leerse en papel? ¿Se leerá exclusivamente en pequeñas pantallas digitales como el Kindle? ¿Empezará la gente a comprar cuentos en Amazon con sus celulares para entretenerse unos minutos? ¿Nacerán nuevos formatos, como ocurrió con la novela de folletín en el siglo XIX?
“La gente leerá ficción, de eso no tengo ninguna duda, lo que no sé es si la leerán en pergaminos, tabletas de barro, papel, papiro, pantallas electrónicas o sobre algún material que todavía no se ha inventado”.
“A mí, personalmente, me gustaría que inventaran una especie de linterna de mano, del tamaño de un dedo, con la que yo pueda proyectar textos sobre una pared. Así podría acostarme en la cama boca arriba, proyectar el texto en el techo de mi cuarto y releer La guerra y la paz o Don Quijote”.
Declara que no le interesa experimentar el aspecto gráfico de la creación literaria. Para eso ya existe el cine, que es precisamente la unión de la palabra con la imagen, el sonido, el color, la música, etc.
No descarta que en Internet surja algún género nuevo. “Los géneros literarios nacen y mueren, como le pasó a la poesía épica (que murió) y le está pasando al teatro (que en algunos países agoniza). Es posible que nazca algo nuevo en Internet. Me gustaría verlo. No sé si me interese escribirlo. Con mis cuentos y novelas ya tengo demasiado trabajo”, señala.
López Nieves manifiesta que enfrenta cada obra nueva con la mente abierta y le da lo que necesita. Algunas veces comienza con un objetivo muy claro, conoce el principio y el final; en otros casos sólo tiene unas nociones vagas de hacia dónde se dirige. “No tengo una fórmula como tal; creo que esas fórmulas sólo las tienen los maníacos compulsivos como Edgar Allan Poe”, acota.
En el caso de los cuentos, sin embargo, hay que definir con prontitud la dirección en que vamos; de lo contrario, se te escapa de las manos. Con las novelas se puede esperar más, son más fáciles de redirigir si han perdido el camino.
En cuanto a la redacción, asegura que no se detiene en un párrafo hasta sentir que está perfecto. “Es imposible escribir de esta manera, sería un proceso demasiado lento, pero tampoco sigo escribiendo si me siento incómodo con las oraciones anteriores, si siento que están llenas de huecos”.
El autor de Seva manifiesta que revisa hasta sentir que el texto no tiene grandes errores y sentirse relativamente cómodo con el tono. “Entonces sigo adelante con el texto hasta terminarlo. Finalizado este primer borrador de la obra, entonces empieza el verdadero proceso de revisión minuciosa, que puede tardar mucho”.
López Nieves confiesa no entender a aquellos escritores que hablan sobre lo mucho que sufren cuando escriben. “Si sufren tanto, que se dediquen a vender hamburguesas o a pedir dinero en las esquinas. En muchos casos creo que simplemente quieren proyectar una imagen romántica de sí mismos”, comenta.
Claro, hay artistas que realmente sufren al hacer arte, admite. “También hay gente que sufre mentalmente al comer o al caminar o al mirar las estrellas. Pero en estos casos no se trata de arte, sino de patología. Son personas que necesitan un siquiatra”.
En cuanto a la cantidad de artistas que se han suicidado se pregunta: ¿lo han hecho porque eran artistas? “Creo que no. Se suicidaron porque, a pesar de ser artistas, estaban mal de la cabeza”, es su respuesta.
Para abundar en el tema echa mano al caso del pintor Vincent van Gogh: “Es muy claro: era un genio, pero también estaba bastante loco”, indica, y enseguida expresa que no puede imaginar a Cervantes sufriendo mientras escribía el Quijote.
“Todo lo contrario: me lo imagino muerto de la risa y disfrutando muchísimo. Excepto al final, claro, porque la muerte de don Quijote es muy triste. Pero no es para que el autor se masoquee y se corte las venas y llore y diga que vive un infierno porque su personaje murió. No hay que ponerse histérico”.
López Nieves concluye que el papel de víctima nunca le ha quedado muy bien. “Escribo porque me place hacerlo. Lo disfruto. No es una maldición nacer escritor: es una suerte”.
Explica que hay dos formas principales de escribir literatura histórica: “Una es la que pretende ser fiel a la realidad. Decir, por ejemplo, que escribirás una novela sobre Julio César basada en los hechos reales de la vida de Julio César”.
La segunda es la que admite que los personajes son inventados, son producto de la imaginación, pero que estos personajes han sido creados dentro de un espacio histórico real. “Digamos, una novela que transcurre en la Edad Media, fiel a la historia de la Edad Media, pero con protagonistas que no son personajes históricos, sino inventados”.
El caso de la “historia trocada” no es ninguno de estos dos, asegura. “Escribo una literatura que parece histórica, que es histórica, y que supuestamente es fiel a la realidad histórica, pero hago unos cambios importantes a la historia. Y los hago de tal manera que sean verosímiles, absolutamente creíbles; es decir, de tal forma que el lector se confunde y ya no sabe cuál es la realidad y cuál es la fantasía”.
Refiere, como ejemplo, que en su primer libro, Seva, se inventó una invasión norteamericana que realmente no ocurrió, “pero escribí el libro de tal manera que a los lectores, hasta el día de hoy, se les crea la duda de si esta invasión ocurrió o no ocurrió”.
Asimismo anota que en las biografías de Voltaire y Galileo ha hecho cambios importantes, “pero de tal manera que hasta historiadores profesionales se confunden al leer los libros. Por eso utilizo el término ‘historia trocada’: cambio la historia, pero todo se queda igual”.
Actualmente trabaja en una novela nueva, pero se resiste a ofrecer un adelanto mayor al respecto por superstición y porque realmente ignora qué será lo que ocurra en la novela. “Normalmente cuando termino una novela el resultado es muy diferente al que inicialmente me había propuesto”.
En la obra en curso el autor vuelve “a jugar con la historia”. “Últimamente como que no puedo concebir escribir una novela que no tenga un fuerte componente histórico. Pero esta vez la ‘historia trocada’ tendrá otro giro, la trabajaré en una forma nueva que ya he ido tanteando en textos breves y ha gustado a los lectores”.