Letras
Como lagunas breves
Extractos

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Siempre tan llena de recuerdos,
Sólo atino a mirarte en las aguas caídas de la plaza,
como lagunas breves...

 


 

Cuento leyendas que al fin se unen a las proezas de tu infierno.
Por cada una de ellas marco tu corazón de Eros
De azufre y de mastranto.

 


 

¿Cuán lejos pueda estar el mar
De las luciérnagas que baten sus alas todas las mañanas en el fondo de mi estómago?
Eso aún no lo sé
Además sólo me importa la borrasca que veo al fondo de tus ojos.

 


 

Entonces la mujer que habita en la esquina del infierno
Bebe de un solo trago la lluvia de maldiciones que el borracho le profiere
Al poste en su tropiezo, faro callejero que guía las sombras en la urbana noche.

 


 

Laberinto de la jungla urbana
que se me hace inhóspito de día para mis pasos
de noche se me antoja un monstruo que devora mi palidez y mis sudores
tengo el miedo esculpido en la lengua por eso no encuentro las palabras.

 


 

El Arlequín Bohemio se vistió con la neblina
y se colgó la neblina al cuello
Lanzó algunos gritos al eco para que no soñase solo
Y luego se hundió en las inmediaciones de la noche.

 


 

Hoy se me ocurre cantarte unas cuantas frases de silencio, y, bien amado, por los últimos pálpitos del viento, te recuerdo como mi primera piel.

 


 

Entonces me duele el metacarpo izquierdo cuando me bebo mis temblores.

 


 

Al lado izquierdo de la razón se vierten las osamentas de mis locuras,
Y las palabras no tienen sentido
Y sólo los ecos hablan.

 


 

Cansado de dibujarte siempre en madrugada,
Dejo a la aurora de tus pasos la verdad de mis huellas.

 


 

¿Y qué decir entonces de la noche que ya no se haya dicho?, mejor veámonos camino de su aliento para oírnos en su eco y amarnos en su oscuridad.

 


 

Entonces.
Llegada la hora del adiós permanecieron impávidas
el alba y la noche.

 


 

Así como ayer quise moldear las nubes en infantil imaginación
Te dibujo hoy con letras en los papiros de mis poemas.

 


 

Entonces amarte era más que tenerte cada noche en el vientre de mil almohadas.
Suspirarte en el mismo horizonte del tálamo.
Olerte justo al borde de la madrugada.

 


 

Amarte es a veces y se hace más tolerable
A pesar de la soledad de tu sombra.

 


 

Llamó sin que la penumbra oyera
Sació mi sed de pétalos
Permitió saborear las mieles
De su sonrisa vertical.

 


 

Descanso las huertas de mis huesos
Sin embargo les doy cien playas para el invierno
Tal vez sean nidos de candelabros y ebrios dioses al pie del aquelarre.

 


 

Aquellos seres diminutos que por abril
se bebieron la noche
salieron del quinto Cristal
cabalgaron las doncellas
con alas y fumaron
otra vez el opio del tiempo.
Acompasaron sus versos con brindis
 de miel y ron.
Y se esfumaron por la esquina
que la neblina abraza.

 


 

Se me hacen oblicuas las ganas de verte
            te compro la magia del llanto y desvisto
                        la salvaje sed que amordaza el verso.
                                               No te pienso, sólo te siento
                                    desde el crepúsculo
                        y vuelvo a amarte en el
            silencio de una estatua
de hiel.

 


 

¡Cuántos cristales rotos y
“ojos de perro azul”!,
en noches de coloquio
y madrugada.

 


 

¡Alcoba de cien luces,
cocuyos que enarbolan telas de araña.
Gnomos que adivinan hojas secas más allá del clamor...
de orgasmos y temblores en la casa de mieles viejas!

 


 

Te recuerdo entre calles empedradas
Y un martini seco...
...vivirte siempre en sueños de espuma
es una ilusión mediterránea.
Pintarte en óleos de tela austral...
...es como querer desconocer el cansancio de la piel,
que hoy me es infinita y próxima.
De la espiral del tiempo me hago señor y dueño.
Entonces recito todos los cuentos
a cuatro tiempos.

 


 

Entonces las sombras del galeón,
los cuadros de botellas vacías,
los marinos en la cantina,
¡perdimos la muerte temprana de los cinco mares,
buscamos el horizonte del papel!
Puerto para el esqueleto de las letras
y hacernos del epitafio,
en medio de la tormenta ajena.

 


 

La primera vez que oí llorar el samán,
Me estremeció la locura de las palmeras y
La borrachera del Morrachón enamorado de la luna.

 


 

Aquella noche perfumada de septiembre,
Brindé con las luciérnagas,
Las conté para sumergirme en la oscuridad
Y besarte las alas. 

 


 

Nocturnidad erizada de pensamientos obscenos,
Traga los deseos,
Y preña los silencios,
De sudores y ecos.

 


 

He tenido que beber de las entrañas del abismo,
al pie del silencio y aunque eran sólo sueños,
siempre sueños,
alcancé a oír en la distancia el relincho de los caballos de fieltro.

 


 

No sabría cómo explicarlo,
Es como reunir las entrañas de la soledad
Diseminadas por las cantinas vacías.

 


 

Para contar leyendas urbanas de la noche,
Me hice trovador
Y alardeé de las proezas
Que ya nadie recuerda.

 


 

Al filo de la medianoche,
Hurto las campanadas del relojero maldito,
Para recordarte como miel vertida,
En los escombros de mi costado.