Letras
Sino del tránsfuga

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Sitio

Mientras mis soldados de plomo
asedien tu torre inexpugnable,
y ya no levanten el sitio
así pasen cientos de inviernos,
o tú misma ante mí de rodillas,

y te nieguen el agua y la sal,
y pongan fuego a tus vituallas,
y asaeten a tus palomas
con sus cerbatanas venenosas...

(Pero tu torre inexpugnable,
y mis soldaditos tácitos
desesperando de frustración,
desertando en masa de filas,
suicidándose al pie del muro).

 

Dialecto

Quien hable por ti
desde ti mismo,
y diga las cosas
en el dialecto
de tus criaturas,

quien asome sus lenguas
de azar y misterio,
e imponga sobre ti
su turbio alfabeto,

y diga y cante,
y hable y pronuncie
en el dialecto
de tus criaturas,
desde dentro de ti,
desde tan lejos...

 

Condición

No te escribiré, poema,
hasta que me prometas
que defenderás
a brazo partido
mi nombre agredido
por bífidas lenguas,

no emergerás a la luz,
hasta que me jures
lealtad y obediencia,
y seas más mío
que todas las letras
de que estoy hecho.

 

Abril

Quizás polen que amada
difusión de los genes
por el aire y la brisa,
o ramas que florecidas
en ampulosa progenie
de pétalos y estambres.

O que abril su solemne
final con despedidas,
pujantes los retoños
por su propio carril,
y habilidosas abejas
que en su celda real
ya la excelsa ambrosía,
jubilosas de parto.

O que tal vez las lluvias
desde barlovento,
preñando los arroyos
de sus linfas vitales,
derramada en ofrendas
por los trigales.

O nada más que el peso
de la jocunda estación,
pasando por las cuerdas
tendidas del corazón...

O todo confabulado,
todo empujando mi barca
hacia las lágrimas.

 

A la hora del vino

Lo mismo me devuelva el vino
que dejé allí, olvidado,
cuando alguna vez mis pasos
en ella se detuvieron,
en ella, tarde, se buscaron
olfateando con fruición su cuerpo.

Pudo o no pudo ser, pudo
o no pudo representarla,
tarde, a la hora del vino,
hambrientos los dos de besos
en la edad de la carencia,
solemnes, como entrando al rito
de la renovación del fuego.

De aquello ya nadie informe,
ni nadie cubra los rastros,
solos nosotros ante nosotros
en la encrucijada de la urgencia,
ni nadie diga cómo fue,
y si sus besos sobreviven,
tan ardiente ella y generosa,

sino que el vino me devuelva
lo que dejé allí, olvidado,
y pudo o no pudo haber sido
en la urgente encrucijada
de la edad de la carencia.

 

Balada

Balada de la mala muerte,
en camino por los puebleríos
de una región sin sustento en mapas,
ni en consejas, ni en documentos,
sola aquí ni en ninguna parte.

No existes y no no existes, pueblo,
en cuya posada mi caballo
de súbito conmocionado
por crueles alucinaciones,
relinchando toda la noche.

Saldremos de aquí con el alba,
pero antes de abandonaros,
¿dónde se encuentra el camposanto,
dónde están, decid, vuestros muertos,
los únicos testigos fidedignos?

Camino de otro pueblo fantasma,
cruzaremos el río de aguas
envenenadas de la comarca,
y no beberemos ni detendré
mi marcha en su orilla maligna.

Os moriréis todos de ausencia,
de no enseñarme vuestros muertos,
y cuando no llegue a destino
no volveré la mirada atrás,
ni adelante, perdido en el mundo.

 

Estupefacto

Estupefacto ante mí mismo,
pasmado de estupor delante
de mi presencia escindida
en numerosas presencias,
girando en torno al meollo
de mi dispersa mismidad.

Alguno de todos vosotros
el que mi domicilio óntico
interrogando las sombras
diferentes de mi persona,

alguno de vosotros, dobles
de mi yo perdido en el tiempo,
el que tactando las figuras
ocultas bajo las máscaras.

O todos vosotros yo mismo
el que disperso y reunido
en sus ónticas entidades,
armando mi vaga persona
de indicios y afinidades.

O ninguno de vosotros,
ni de las sombras llorosas
acercándose a mi meollo,

y aun mi meollo mismo
ajeno a mi óntica mismidad,
pues mi mismidad un otro
que extraviado en sus edades,
y todas mis edades huérfanas
estupefactas ante mí.