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Con tus ramas de vidrio

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Con tus ramas de vidrio
palidecemos cada remolino de silencio
cada célula que ha borrado el viento en nuestra calle
volcando los sepulcros
La noche y los cervatos se alejan con la luz
                         y esas nubes bajo tu vestido...
El diamante en la luz de las estrellas
         esa luz   la luz que aborrecemos tanto
Con tus ojos teresa de piedra sangrante
los sepulcros abiertos en nuestros lomeríos
y la paz que se dibuja con la niebla
Es la noche cuando el alba
tejió sobre tus hombros el tatuaje de vidrio que tanto te gusta
La madrugada de espinas y cruceros insomnes
y esa lluvia...
                            Llueve llueve y con cada golpe
la distancia crece hacia los matorrales del sueño
hacia los cuerpos en que me he rendido
por cada borrasca que te va dejando seca
pálida y pisando los brazos del insomnio
            Así era la luz               la luz   la luz    que nos olvida
                                        y así eran tus ojos sangrantes
La luz de tu vestido de pedrería imaginaria
de nube gris y arcoíris indefenso
Voy sobre el asfalto a entregarte margaritas
hasta ser tan sólo la rama del árbol que cruje y el pájaro de jaspe
la raíz en que contienes el aire enrarecido por el humo
el cielo herido ya por tanto eclipse
por los años que nos van despedazando
y nada queda sino esta veladora y algunas cuentas de mercurio
encima de las teas
algunos humos dióscuros para una vida dependiente
          carajo nos amamos y los cuervos de la repisa se revisan el plumaje
          carajo las luciérnagas de nuestros labios trozan el viento
el uno encima del otro y las cabelleras crujiendo con las ramas
el uno bajo el otro y los gatos se descubren impuros
el árbol crecido de nubes y el arcoíris abarca la torcida lengua
cuídame de tanta piedra
                 No me dilates   te digo encimando los aullidos
en esta calavera lúnica en que me descubres siempre bajo tu sombra
No me dispares al epicentro
de tus espinas y cardos lunares parricidas espermáticos
Nos hemos vuelto coráceos
como las calles de estrellas que diluyen
y esas ráfagas que deja el ojo frío
el ojo neutro de nuestras distancias renovadas
la pesada ceniza que se filtra entre las nubes
y los remolinos rendidos a la noche
                             quedan el silencio y su neón sobre cada cuerpo desgarrado
                             sobre cada piedra que se percibe intacta
Es tu manto teresa   tu mano
de iridio que no sucumbe al torrente del tiempo
tu pierna de roble elástica elástica la montaña donde me guardo
la luz que me envenena
el disperso tiempo y las horas como tropezones
y de siempre es la vida para beberte cada pómulo de lomeríos y diamantes
sí teresa diamantes    diamantes los circulares pechos en que me disuelvo
gris tan gris como mi propia ardilla que precipita cada noche
cada mutación del sino de mi rostro en cada árbol
ese pálido fulgor de la sequía negra
yo y el maldito venado de mi nombre
ese brujo encandilado por la carretera que soy
por el agua que soy
por la leche silente que soy al entregarme
Soy esta sierpe que se curva sobre cada bosque imantado de quebrantos
sin paciencia ni olvidado olvido
en cada muralla         lo sabes
todo ocurrió esa noche que se violentaron las peceras de mi cuerpo
todo fue rendirse sobre el prado ambivalente y el columpio que me presentía
                                                            fiero por tu catarro de dioses inseguros
por cada talón con que despides la lepra
con cada movimiento en que te escapas
de mi patria
de la memoria lúcida del aquelarre
de ese cadáver florecido por los filos giratorios de cada río que me recorre el cuerpo
escorpiónicas mis piernas cardos cardumen de equilibrista mágico
porque mágico es tu cuello para la soga de mi brazo
para esta fogata en que me consumo
con el licor propicio en la mirada
y el aletazo a ciegas
esa transparencia del sonido de tu carne
esta ave negra que soy en cada ceja tuya
en cada picotear la espera
con todo mi demonio translúcido
mi gobierno de duendes y panteras blancas que te hacen la corte maldita cortesana
Qué no ves que te he acercado las mareas
que la arena no me basta para poder plantar mi huella en tu búsqueda
¿no lo notas?
¿no lo alcanzas a dibujar en cada arremetida de cabras a tu costado?
¿no te has dado cuenta cebolla mágica?
mañana todos con nuestro rostro de cobre
y ese vestido de pedrería imaginaria
seremos esa luz en el plumaje voltaico
viva hambre de pertenecerte
seremos la distancia perezosa de árboles en el estío
las puertas que no resisten el paso de las barcas
o esas caracolas de odio que se regodean en tu luz
¿no logras reconocerlo?
He aquí las margaritas que siempre tengo dispuestas junto a la ventana
un poco de miel un poco de agua serán todas las abejas las que promulgarán sus intemperies
donde no hemos vuelto a equinocciarnos porque no hay motivo
nada más que tus cejas duras y maquinistas del tiempo donde me guardo los lobos
tus cuartos amplios donde me recibes
y el beso tan delgado y húmedo en que palidezco
Oh mi teresa de las fábulas     tú me preguntas si estas flores eran para ti
si cabrá esperar otra madrugada para atragantarnos el uno sobre el otro
con cada semilla que depositas en mi lengua