Sala de ensayo
Arturo Uslar PietriAproximación al análisis del discurso de Arturo Uslar Pietri
Una larga jornada

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“Obliga a crear el sentirse enviado
a despertar a los que duermen,
es preciso tener la noción de tiniebla circundante
para esforzarse en producir luz”.

Arturo Uslar Pietri

Dichosos aquellos que son bendecidos con la conciencia de ser enviados, que descubren desde su balcón personal la vocación de campana que despierta, que alerta, que anuncia. Dichoso Uslar Pietri, que identificó la oscuridad para valorar la luz, que fue “vigía en vigilia” permanente y que hasta sus últimos días no desperdició palabras que pudieran espolear la conciencia de quienes lo leyeron, lo leen y lo leerán.

Uslar Pietri es uno de esos hombres que te ponen en un aprieto intelectual cuando te ves en la obligación de escoger un aspecto a desarrollar sobre su vida. De tal manera que no ha sido sencilla la tarea de atrapar en estas líneas uno de esos ejes que atravesaron su producción intelectual, política, histórica, periodística y literaria.

En una ocasión como esta, en la que su vida es el objeto de estudio en estas jornadas, estoy segura de que no quedará por fuera ninguno de esos aspectos en los que su labor fue prolija y significativa.

En mi caso, luego de hacer una revisión sobre los puntos que podía compartir en estas líneas, me encontré enganchada emocionalmente con un artículo que publicó en su columna Pizarrón en el año 1998. Esta fue la última entrega que el autor hacía a sus lectores y está revestida de características discursivas que quisiera compartir.

Sin embargo, me parece oportuno, antes de entrar en las particularidades discursivas de este artículo, detenerme primeramente en algunos aspectos que considero necesario y pertinente recordar. Uslar Pietri, como lo denomina Astrid Avendaño (2006), es uno de esos conocidos-desconocidos. Su nombre ha acompañado la formación académica de generaciones a través de la lectura de sus novelas, su agudeza ha martillado la cotidianidad a través de frases ya inmortales como “La Venezuela posible”, “Educar para Venezuela” y la nunca comprendida “Sembrar el petróleo”.

Siempre recordaremos, las generaciones que con él crecimos, la hermosa melodía de Las cuatro estaciones de Vivaldi, y su inmortal “amigos invisibles” con el que tanta sabiduría compartió, pero que como afirman sus seguidores se quedó represada en las pantallas, en sus artículos, en sus libros: incomprendida, a destiempo, adelantada, desincronizada.

Ya él mismo describía este desfase refiriéndose a la obra de otros grandes y por la vía de la analogía la describió como “una junta de médicos que a la cabecera de un moribundo se pusiera a debatir sobre la validez de la homeopatía o de la psiquiatría mientras aquél agoniza sin auxilio”. Nos quedamos en muchos casos con lo comercial de una frase, repetimos como un credo sus obras, pero perdemos de vista lo profundo, lo significativo que la producción intelectual de éste y de otros grandes, está llamada a implicar.

Su producción se revisa sin develar en ella los propósitos de cambio que buscaba, nos quedamos en la forma, en lo anecdótico, porque es incómodo, cuestionador, pretender algo más. Es más popular entonces un discurso que se quede en lo nominal, en la forma que a nadie increpa, adormeciendo cualquier oportunidad para despertarnos o despertar a otros.

La labor de Uslar Pietri coloca en el mapa de la literatura hispanoamericana a Venezuela, haciendo a través de sus obras denuncia y reclamo en los diferentes momentos en la historia.

Ya decía Vargas Llosa que Uslar Pietri con sus letras abrió las puertas a lo que sería el reconocimiento de la novela hispanoamericana en el mundo, haciendo no sólo arte al escribir sino haciendo además brillar a Venezuela fuera de sus fronteras.

Zandanel (1999) afirma que en sus novelas un aspecto sustantivo lo constituye el hecho de que la presencia del subtexto histórico o marco referencial en sus novelas no está puesto con la intención de cuestionar o impugnar la historia oficial. Por el contrario, bucea en el pasado para tratar de encontrar allí los fundamentos de los males del presente.

Una nueva mirada, comprensiva y crítica, se desliza sobre episodios y personajes destacados de nuestro pasado histórico. No era entonces sólo hacer novela, sino la descripción y el dibujo de un venezolano de un tiempo, que se colorea a través de sus líneas (p. 7).

Antes que procurar torcer el destino de los hombres a partir de la subversión de un discurso en tanto discurso histórico, buscará en la comprensión de sus errores la posibilidad de encontrar los fundamentos para mejorar el presente (Zandanel, 2002). Su obra, como sabemos, no sólo fue literaria, sus andanzas lo llevaron a la política, al periodismo, a la televisión, escena en la que introduce su propia concepción del conocimiento, el cual define como la noción de nuevas relaciones entre las cosas.

A él se llega por los métodos científicos, pero hay cierta categoría de fenómenos, de parentescos, de aproximaciones, a los que el científico aún hoy no puede aspirar. Éste es el dominio del poeta. Un conocimiento mágico, una iluminación inesperada; en la materia de los más bellos versos se vislumbra una noción que todavía no podemos catalogar, ni definir, pero por donde el espíritu, en cierto modo, entra en posesión de un reino que está casi más allá de nuestros medios (Uslar Pietri, 1935).

Ese mismo Arturo a quien el maestro Laureano Vallenilla Lanz regaló su primera bicicleta, y que a la edad de 5 años pedaleó sus sueños por los caminos de Maracay y Cagua, esos varios Uslar en uno, que hoy celebramos y quien es leído en el mundo por su arte, se me dibuja hoy melancólico, en retirada, despidiéndose, haciendo balance en un artículo que tituló “Una larga jornada”.

Publicado en su habitual columna Pizarrón en el año 1998, el domingo cuatro de enero, en el periódico El Nacional, este artículo se perfila con características que lo destacan del resto de los escritos en esta misma columna por el autor. En primer término, el título. Quizás coincidencia o premonición titular su último artículo “Una larga jornada”, coincide con el momento que atraviesa como ser humano, anónimo, aquejado por las limitaciones de la edad, de los días unos sobre otros, de las novelas unas sobre otras, de las letras unas sobre otras, que han hecho mella en sus sentidos. Se me pinta cansado, tal vez de ser citado, haciendo fundamentalismo, en contextos que no valida.

El título de cualquier escrito es su ventana, él anticipa lo que veremos a través de él. Su vida fue larga, trabajosa, incansable, fue una larga jornada, donde nada le fue sencillo, donde no sólo no le bastó ser inteligente, sino que con su perseverancia en cada pequeña batalla del trabajo cotidiano, en el que nada estuvo de más, llegó a cada página final sin mayores desencuentros.

En segundo término, el uso de la primera persona. Sabido es que cuando se escribe para otros y se hace investigación, lo que dicta la “norma” es el uso de la tercera persona; en teoría, se le resta seriedad usando la primera. ¿Por qué entonces habla de esta forma? Cuando se escribe siempre se escribe para otros, quien diga que se escribe sin esperar que alguien lo lea y que al leerlo experimente algo, alguna reacción, se engaña ya que al escribir para sí mismo, también escribe para alguien.

Esa interacción en este caso es concebida como personal, íntima, cercana, ya no habla para un abstracto, habla sin intermediarios para ese otro que lee, que lo lee a él.

“A todo lo largo de mi larga vida he escrito artículos para los periódicos”, dice, haciendo uso de ese recurso literario, la reiteración, mostrando una vez más que no sólo es un periodista que escribe, sino un usuario experimentado del idioma español. Alude a su trayectoria, la recuerda para quien lo lea por primera vez, o para aquel que tenga amnesia selectiva y elija olvidarlo. Es su vida, su trayectoria, sus escritos, su palestra y no la de otros.

“Esta es una vieja tradición de los intelectuales latinoamericanos. Buena parte de lo más importante de la literatura hispanoamericana se ha publicado como material de periódicos”. Reconoce que en esa palestra no ha estado solo y para los entendidos sabemos que se refiere a Alejo Carpentier, García Márquez en América hispana, Azorín y Pío Baroja en España, la generación del 98, calificándolos y calificándose como lo más importante de la literatura hispanoamericana, sin falsas modestias, sabiendo el lugar que ocupa, el que ha construido a pulso y es legitimado por la tradición. Deja entrever, en este punto, una específica concepción de la prensa como medio de comunicación.

La prensa que denuncia, que alerta, que evoca, que eleva al lector a un uso digno del lenguaje, a un nivel de conversación, a una altura específica, en la que no cabe todo el mundo, aunque escriba todo el mundo.

En él no sólo se dio sino que se mantuvo a lo largo de su vida una suerte de convivencia y de tensión entre polaridades. Aquella de caminos de la intuición, del mythos, propicia al uso del lenguaje de la imaginación, y por otra, aquella en que priva el logos, propicia al uso del lenguaje al servicio del razonamiento (Avendaño, 2006).

En defensa acalorada del idioma español emprendió cada participación en los escenarios a los que su práctica lo llevó. “La palabrota que ensucia la lengua termina por ensuciar el espíritu. Quien habla como un patán, terminará por pensar como un patán y por obrar como un patán. Hay una estrecha e indisoluble relación entre la palabra, el pensamiento y la acción. No se puede pensar limpiamente, ni ejecutar con honradez, lo que se expresa en los peores términos soeces. Es la palabra la que crea el clima del pensamiento y las condiciones de la acción”.

Palabras como dardos encendidos y saetas sin desvío, que llaman a las cosas por su nombre y que sin miedo a herir susceptibilidades señalan sin lastres los errores cometidos. Hombre cultor de la lengua, coqueto con cada saber hasta el punto de mojarse en él. Filólogo, novelista, historiador, sociólogo, profesor, periodista, no hubo espacio donde pensó poder hacer la diferencia donde no se atreviera a entrar, por supuesto para hacerla.

En este artículo en particular se nos presenta distinto, ya no sólo es el catedrático que educa y corrige, sino la persona que desde su intimidad habla para la despedida. Existen en su discurso unos marcadores, en este caso el uso de los pronombres posesivos, utilizados por el maestro tan sólo en conversaciones o en entrevistas informales.

En este caso en particular, el marcador del texto es el pronombre posesivo: MI, que reviste al texto de un carácter particular.

Primero: porque establece la inscripción del Yo, dándole al texto lo que Benveniste (1966) denomina subjetividad en el lenguaje. La inclusión de marcas del texto de parte de la persona que habla es algo meramente potestativo, ya que podemos encontrarnos con textos del autor donde existe una ausencia total de las marcas del locutor.

La mayoría de los textos de corte académico o inclusive periodístico escritos por Uslar Pietri son escritos usando la tercera persona. Benveniste llama a la tercera persona gramatical la no persona, refiriéndose a que con el uso de la tercera persona no hay referencia a los protagonistas de la enunciación.

Según Ricoeur (1996) cuando el escritor usa la primera y la segunda persona lo hace para determinar una situación de interlocución particular. La tercera persona puede ser, según afirma, cualquier cosa de la que se habla, objeto, animal o ser humano. Desde este punto de vista, desde el análisis del discurso, al usar la tercera persona se borran los protagonistas de la enunciación.

El emisor y el receptor se borran del discurso para dar relieve al contenido referencial exclusivamente. Distinto es cuando el que escribe decide hacerlo desde la primera persona y se inscribe el Yo en el discurso. Los protagonistas del discurso en este caso es un YO y TÚ. La persona que habla en este tipo de discurso no es un ente abstracto sino un sujeto social que ha escogido involucrarse y develarse a sí mismo en lo que escribe.

Arturo Uslar Pietri, en este texto en particular, se presenta ante sus lectores de una manera determinada, construyendo a la misma vez un sujeto discursivo que lo lee, que lo reconoce de una manera y no de otra. En este caso la auto-referencia es relajada, íntima, se realiza en un entorno conocido y tranquilizador, pero a la vez comprometido y arriesgado. Uslar Pietri en este caso, como en pocos, se responsabiliza del contenido de lo enunciado y al mismo tiempo se impone ante quien lo lee. Por último, hay de este texto una frase que sin duda retrata como ninguna el contexto personal desde el cual lo escribe: “Por muy largos años he mantenido esta columna, con un claro sentido de propuesta y de obligación, hasta llegar a formar parte importante de mi existencia. La interrumpo hoy porque he entrado, inevitablemente, en esa dura etapa de la vida, que es el repliegue”.

El paso del tiempo del que es consciente anuncia el telón final. Uslar Pietri es consciente de que sus días de protagonismo, al menos el habitual, llegan a su final. La conciencia del papel que ha jugado para la sociedad venezolana y sobre todo la conciencia de que, como dice Alejo Carpentier, “sus verdades han quedado embalsamadas para la historia al escribirlas”. Sin duda un texto genuino, inusual, al que ha sido un honor aproximarme para conocer a este venezolano ejemplar. Concluyo estas líneas con un poema del propio Uslar Pietri, en el que define el tiempo y sus dimensiones:

Decir que el tiempo es río, es decir nada
Ni nace ni termina su corriente
Fluye desde horizontes infinitos
Y seguirá, sin duda hasta el olvido
Nacer, nadie lo vio, ni lo verá acabar
En él flotamos por confusos trechos
El tiempo de surgir y sumergirse
Es el de nuestra vida, tan pequeña,
Tan torpe, tan voraz, tan impaciente
Que apenas nace y a morir empieza.

(Extraído de Arturo Uslar Pietri, La invención de América mestiza, México, Fondo de Cultura Económica, págs. 144-145).

 

Referencias

  • Avendaño, A. (2006). “Arturo Uslar Pietri”. Conferencia de la doctora Astrid Avendaño en la Universidad Nacional Experimental de Yaracuy (Uney).
  • Benveniste, E. (1966). La naturaleza de los pronombres. México. Siglo XXI.
  • Ricoeur, P. (1990). La enunciación y el sujeto hablante. Alianza. Madrid. España.
  • Uslar Pietri, A. (1935). “Indagación de nuestros problemas”, El Universal, Caracas, 15 de junio de 1935.
    (1935). “Asteriscos”. El Ingenioso Hidalgo, junio de 1935, Nº 2.
    (1962). “Meditación sobre el Sesquicentenario”, en Del hacer y deshacer de Venezuela. Publicaciones del Ateneo. Caracas.
  • Zandanel de González, M. (1999). “De escrituras y reescrituras: la impronta del pasado en la literatura latinoamericana. A propósito de El camino de El Dorado, de Arturo Uslar Pietri, y Daimón, de Abel Posse”. En: Cuadernos del CILHA. Diciembre de 1999, año I, Nº I, Universidad Nacional deCuyo, Mendoza, Argentina; “Historia y ficción: función de los paratextos en la Nueva Novela Histórica” (en prensa); Los procesos de ficcionalización del discurso histórico en la leyenda de El Dorado (en prensa).