Sala de ensayo
Ilustración: Soizick MeisterProducción textual y proceso formativo

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¿Cualquier descripción de un lugar, de un individuo, o la narración de un acontecimiento o hecho ocurrido o imaginado se podría considerar como “literario”? ¿Qué es lo que caracteriza a un escrito como “literatura”? ¿Qué o quiénes le asignarían dicho carácter? ¿Es la aceptación por parte de una academia o sociedad “literaria” el que un determinado escrito posee “arte literario” o es la difusión o aceptación popular en un determinado momento o época histórica? Me llaman la atención los casos heteróclitos, en diferentes contextos históricos, que no concuerdan con los modelos “clásicos”, válidos o existentes en ese momento y que sin embargo se han considerado después como obras literarias y aun de un carácter genial, o destacado como tales luego por la crítica y por los demás escritores, es decir, por la comunidad académica en este caso y por un contexto social específico. Algunas de estas obras se convierten a su vez y como sin pretenderlo en las obras “canónicas” o modelos para analizar o evaluar otros textos contemporáneos o posteriores (¿será esto lo que se pretende entender como el “estilo” literario, como el modelo canónico según el cual habría que escribir, para poder ser aceptado como obra literaria, el resultado o producto de dicho trabajo de escritura?). Pienso en autores que no siguieron un modelo previo existente sino que antes, al contrario, impusieron una “manera” de escribir que después fue criticada o seguida por otros escritores posteriores, como Proust, Artaud, Bataille... Se propusieron directamente escribir contraviniendo los cánones establecidos o tal vez no los tuvieron en cuenta muy fielmente, no fueron conscientes de todo lo que implicaba seguirlos —como era lo “normal” en otras épocas o contextos históricos en los que era esencial o indispensable seguir y no apartarse de dichos marcos formales, si se quería ser “literato”. Pienso si tal vez esta inconsciencia con respecto al modelo seguido o con respecto a los parámetros que tenían que seguir, fue lo que les permitió crear la obra que pretendían crear, sin “vigilar” si seguían una norma o si se alejaban de las reglas vigentes. ¿Se puede entender esta actitud como una confrontación del formalismo y un logro del realismo? ¿Es el contenido mismo el que está fluyendo del proceso literario enfrentando las cadenas formales o formalistas que había sido en el trabajo literario el modus operandi sine qua non para consolidar un proceso de creación literaria? Un escritor piensa primero en el contenido —en lo que pretende decir o comunicar— o en la manera en que debe decirlo, expresarlo? Se ha creído que el escritor literario, precisamente por ser literario ya tiene asimilada o dominada de tal modo la forma en que va a escribir o que va a emplear para escribir su texto, que ésta le fluye o le surge casi de manera espontánea demostrando así su experiencia o dominio como escritor (un lego en asuntos literarios, entonces, no sabría siquiera cómo empezar a escribir, porque no se le ocurriría nada: no sabría cómo o por dónde empezar, si tal tema o asunto es digno de contarse o no...). ¿Es intuición, conocimiento, instinto o se trataría más bien de una serie de factores, inconscientes unos, resultado de la formación o de la experiencia (o dominio sobre el proceso de escritura) que tendría más que los otros? ¿Precisamente es esta diferencia o superioridad la que lo caracterizaría como literato? En este sentido, es por esto que ser escritor es una profesión, es decir, escribir puede considerarse un oficio con cierto grado o carácter profesional, de tal suerte que pueda ser reconocido por propios (los colegas en este mismo oficio) o por extraños, los otros, quienes recibirían sus obras con cierto grado de asombro o expectativa según sea su gradación o carácter literario. O sea, a unos se les reconocería desde un primer momento (o inicio) como escritores, como tales escritores, mientras que los otros que no han sido reconocidos aún o que pasado un tiempo tal vez lo serán, tendrían que insistir o proponerse, ex profeso, ser aceptados en un contexto académico o más bien ya, en un contexto social general, aunque hay que tener en cuenta que se lee cada vez menos, es decir, que un escritor para ser aceptado como tal, tendría hoy —paradójicamente— más dificultad para serlo, porque —aparte del círculo muy cerrado o rígido de los escritores que dicen serlo o ya han publicado diversas obras que los acreditan como tales— aun con la profusión “literaria” que hay, el ciudadano común, o no lee —porque está siendo abordado o bombardeado continuamente por periódicos, revistas, libros de divulgación, best-sellers, folletos de autoformación, o de autoayuda, que prometen guiarle o solucionarle todo problema afectivo, sicológico o hasta económico o moral que pueda tener— o adopta una actitud de indiferencia o de escepticismo frente a la producción editorial en general.

Es cuestión de formación, se dice entonces: no hay formación literaria, seria, así como tampoco ética o filosófica o científica. Por eso es por lo que una persona cualquiera —el ciudadano común— no lee habitualmente, aunque sí lo debiera hacer. Él, entonces, no es culpable del todo de esta carencia tan extendida hoy en día. El hombre común y corriente está movido por toda una serie de intereses no literarios o teóricos o académicos: es indiferente o está aparte del movimiento literario o del proceso literario, editorial, en sí mismo. No le interesa ese mundo académico —que a su vez se relaciona en forma muy confusa o indeterminada con el medio académico universitario. De ahí que textos que tratan temas muy controversiales o discutidos en otros medios como la televisión o las revistas de farándula, apenas sí son mencionados en los periódicos o en los suplementos literarios de los periódicos, pero no generan propiamente una reflexión o discusión en profundidad como era de esperarse: se trata sólo de presentar la noticia para saber sólo qué está pasando, para estar bien informado —con el único propósito de tener de qué conversar con el compañero de reunión o de mesa cuando en algún evento tal haya que intercambiar alguna idea u opinión. Se trata sólo de estar bien informado con este propósito con la mayor indiferencia posible, porque nunca habrá tiempo para analizar o ver más allá de lo que se ha oído o mejor, visto. Si se ha visto, sobre todo, se cree que ya se sabe todo lo que habría que saber sobre tal hecho acaecido. Se le deja a los directores de los noticieros de televisión o de los periódicos tratar de ir más allá de los hechos narrados para investigar qué es lo que estaba detrás de tal o cual acontecimiento...