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Fallece a los 99 años el escritor argentino Ernesto Sábato
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Ernesto Sábato
Sábato: A nadie le parecía posible que yo me dedicara a la literatura.
 

El escritor argentino Ernesto Sábato falleció la madrugada de este sábado 30 de abril, en la tranquilidad de su hogar de Santos Lugares, a los 99 años. El autor sería homenajeado el domingo 1 de mayo en la Feria del Libro de Buenos Aires por la cercanía de su centenario, al que llegaría el próximo 24 de junio.

El fallecimiento, ocurrido cerca de la una de la mañana, fue confirmado por su pareja y colaboradora, Elvira González Fraga. “Hace quince días tuvo una bronquitis y a la edad de él esto es terrible”, contó en diálogo con la emisora local Radio Mitre.

“Nunca me he considerado un escritor profesional, de los que publican una novela al año. Por el contrario, a menudo, en la tarde quemaba lo que había escrito a la mañana”, declaró una y otra vez para referirse a esa obra que marcó las generaciones del 60 y 70 y se desdibujó cuando sus ojos comenzaron a fallar, para ser reemplazada por la pintura.

Sus escritos finales, que incluyen memorias y crónicas de la vejez, constituyen su postrera y desvaída despedida con la escritura, más allá de algún destello vital como la conmovedora confesión de amor a González Fraga, hoy al frente de la fundación que lleva su nombre.

El escritor, una figura emblemática de la literatura argentina, se erigió como un héroe nacional con sus críticas a la ya extinta dictadura argentina y, posteriormente, con su labor al frente de la Conadep (Comisión Nacional de Desaparición de Personas). “Firmó siempre las solicitadas pidiendo la aparición con vida de los desaparecidos”, recordó la periodista argentina Magdalena Ruiz Guiñazú. Y agregó: “Esto no hay que olvidarlo”.

Días antes de su nacimiento, el 24 de junio de 1911, falleció un hermano suyo de 2 años llamado también Ernesto, un hecho que lo marcaría de por vida. De origen calabrés, su padre tenía un molino harinero en la localidad bonaerense de Rojas y con su hermano Arturo salían a comprar frutas en una volanta. En ese pueblo donde expresó su deseo de ser enterrado pasó su niñez.

El ideario de Sábato se va delineando a partir de su adhesión al Partido Comunista, en tiempos del general Augusto Sandino, los mártires de Chicago y la terrible dictadura de José Evaristo Uriburu, que lo lleva a la clandestinidad.

Con dudas acerca de la infalibilidad del materialismo dialéctico y en pareja con Matilde Kusminsky, joven de 19 años que se va de su casa para unirse al escritor, Sábato viaja a Moscú pero en el camino escapa a París, ante el inicio de las purgas de Stalin.

A su regreso obtiene su doctorado en el Instituto de Físico-Matemática. Bernardo Houssay le da una beca en 1938 para trabajar con el matrimonio Curie en París. Allí conoce al pintor cubano Wilfredo Lam y a integrantes del grupo surrealista. En esos días escribe La fuente muda, una novela de la que sólo publicó algunos capítulos en la revista Sur.

A principios de los 40, Sábato junto a su mujer y su pequeño hijo viaja a las sierras cordobesas a vivir en un rancho precario: “Deseaba vivir en la meditación, afrontar los hechos esenciales de la vida y ver si podía aprender lo que tenía para enseñarme...”.

Pero consigue un puesto en la Unesco y regresa a París: “Hundido en una profunda depresión, frente a las aguas del Sena, me subyugó la tentación del suicidio”, confiesa en sus memorias.

En esa época afianza sus vínculos literarios: conoce a Victoria Ocampo y a Borges (“interminables fueron las conversaciones sobre Platón y Heráclito de Efeso, lamentablemente, en 1956 nos separaron ásperas discrepancias políticas”).

Según el propio Sabato, “El túnel fue la única novela que quise publicar, y para hacerlo debí sufrir amargas humillaciones. A nadie le parecía posible que yo me dedicara a la literatura”.

Entre su obra ensayística figuran Uno y el universo, Hombres y engranajes, El escritor y sus fantasmas, Apologías y rechazos y La robotización del hombre. Además, el Romance de la muerte de Juan Lavalle, cantata que compuso junto a Eduardo Falú.

Fue nombrado Caballero de las Letras y las Artes, distinción instituida por André Malraux y la Cruz de la Orden de la Legión de Honor (Francia, 1980). Entre otros galardones, recibió el Premio Cervantes, el Menéndez Pelayo, el Premio Jerusalén y la Medalla de Oro del Círculo de Bellas Artes de Madrid.

Luego de la dictadura militar, Sábato asumió la dirección de la Conadep, organismo que por primera vez puso al descubierto los crímenes de lesa humanidad ocurridos en la Argentina. Un compromiso que continuó hasta el final, como lo testimonian sus diversas intervenciones sobre el horror perpetrado en esos años.

Al finalizar los años 90, apareció su libro de memorias Antes del fin; al filo del siglo XXI publicó La resistencia y en junio de 2004, España en los diarios de mi vejez. Para ese entonces ya habían muerto su mujer Matilde y uno de sus dos hijos.

El homenaje que le ofreció el Premio Nobel de Literatura, el portugués José Saramago, durante el III Congreso de la Lengua Española realizado en 2004 en Rosario (Santa Fe), mostró —una vez más— el enorme cariño de la gente común por el escritor. Hasta se dio el lujo en esos días de cumplir uno de sus sueños y se fotografió junto a todo el equipo de Rosario Central.

Para entonces sus apariciones públicas eran cada vez más esporádicas; refugiado en Santos Lugares, su casa se convirtió en un lugar de peregrinación constante, sobre todo el día de su cumpleaños.

Allí, en su biblioteca, con los libros apilados en orden, entre sus cuadros y el sonido del viento colándose por la vieja arboleda, Sábato recibía a familiares, vecinos y amigos, e invitaba a pasar a los jóvenes que, como parte de un ritual, tímidamente lo atisbaban por la ventana.

Cuando tuvo que restringir este rito, fue todo el pueblo de Santos Lugares el encargado de organizar una gran fiesta para celebrar, sin duda, la vida de su habitante más ilustre.

Fuentes: InfobaeTélam