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Huellas

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A J.P.P.R. porque sus ojos de hiedra se enredan en mi mano.

Amor de julio

Noche de abril

Preso de la noche que palpita en destellos,
recorro la playa en busca de tus ojos,
mis dedos tejen en cada paso la brisa,
cristales marinos siegan mis labios.

En vano huyo a casa
y la oscuridad se abraza a mis manos,
cual hiedra se enreda en mis brazos,
cual rosa miente un amor sacro.

Cierro mis ojos jadeantes de olvido,
y abrazada en el lecho me dice: te amo...
ya mis ojos han empezado a creer
en aquel murmullo desolado.

 

Muriendo en mayo

Mil años han muerto en este lecho,
recorriendo la oscuridad palpo a palpo,
creyendo en un vacío que habla,
en unas manos que engañosas dibujan mis manos.

Hoy morirá el anhelo como se ahoga la rosa
ya no podré sentir tu corazón en la bruma,
será acaso que mi esfuerzo es vano,
o tal vez son tus brazos que no encuentran fortuna.

La oscuridad se encadena en mi cuerpo,
es ahora dueña de mi encanto,
mas no muere mi esperanza,
de encontrarte algún día amor profano.

 

Renaciendo en junio

Escapo de la oscuridad que apresa mi llanto,
libero mis ojos escondidos en la brisa,
regreso a aquella playa y sólo encuentro una risa...
lamento vago de espanto.

Me detengo en aquel cálido murmullo,
y es tu voz que ampara mi llanto,
al fin has llegado amor de junio
a pelear la batalla del condenado.

Deja que mis labios beban en tus labios,
desgarra la oscuridad de mis huesos cansados,
condénala al olvido con tu mágico presagio,
es el elixir que brota de tus manos la aurora que oculta el pasado.

 

Amor de julio

Has llegado con paso lento y firme,
asechando en la oscuridad el desvelo,
liberando tus manos que vacían la noche,
desatando el ocaso preso del celo.

 

Niégame

Niégame el breve rocío
porque sé que en tu boca hallaré la lluvia.
Niégame la certeza del sol
porque sé que tus ojos de hiedra me iluminan.
Niégame la noche, larga, deshojada
porque sé que en tus brazos inventaré la luna.
Niégame el aire
porque sé que tu voz entra en mi boca.
Niégame tu sangre viva, silente
porque sé que en el sacrificio se ha ofrendado.
Niégame la lluvia de tu voz
porque sé que tu piel habla en murmullos.
Niégame tus labios
porque sé que tus manos recorren mis pasos.
Niégame todo...
Y si decidieras también negarme tu presencia
solo sería una ilusión vana
porque en mis noches calladas
surcarías el mar para encontrarte con la desnudez de mis labios.

 

Calla

Desnuda tu alma en la hiedra que apresa,
congela tu voz ante el canto de la aurora,
no pienses, no hables. Calla.
Mírame,
busca el insondable murmullo que de la sábana fría se desprende,
siénteme junto a ti. Calla.
Renuncia a tus miedos,
enciérralos en la profundidad del hielo,
dibuja el horizonte en la bruma. Calla.
Levanta mi cuerpo suave,
aprésalo en tus manos,
dibuja con tu boca un paraje infinito al sur. Calla.
Congela la noche sin agonía,
rompe el cristal de la angustia,
desordena mis cabellos. Calla.
Bebe ahora la ambrosía olvidada por los dioses,
desata ya el lamento silente. Calla.
Calla, calla, deja que los besos hablen,
no interrumpas su canto,
no deshojes sus brazos. Calla.
Y ahora, sin medir tus pasos ni los míos,
reinventa el amor en mi lecho,
surca el horizonte con tus labios. Calla.

 

Amor en tus dedos

Atardece y las olas del mar
entonan una antigua melodía.
Las nubes peinan tus cabellos y acechan tu desnudez.
Recuerdas el imperioso augurio del oráculo,
aquella predicción que trazó el camino.
¿A quién has encontrado en aquel paraje?
¿A quién, que ha encendido tu destino?
No respondes.
Mas no hay por qué decir algo,
con tu soñar lo aclaras todo,
lo dices todo.
¿Quién contempla ahora tu mirada?
¿quién desata las cadenas?
¿quién recorre tu boca de anhelos?
Encuentras en ese beso el secreto,
palpita en ese cuerpo tu cuerpo,
mas cuando veas el mar de nuevo,
te dirá en murmullo
que el amor es el que ahora tienes en tus dedos.

 

Conjuro

Deja que la miel desnude tus brazos,
rosa amatista de implacables cabellos.
Vela impaciente los ojos de la noche,
concede a su voz el conjuro encanto.

Entra en cada surco de su piel,
libera el juego dormido de las manos.
Haz que sus ojos de hiedra vean tu desnudez,
concede a sus ojos el conjuro encanto.

Deja que la savia desnude tu cuerpo
rosa amatista de cristales sellados,
derrama tus besos sobre sus besos,
concede a su boca el conjuro encanto.

Entra en cada surco de su piel,
desata sus piernas del hilo fino de malva,
que amordaza sus huellas cual fatídico llanto,
concede a sus pies el conjuro encanto.

Concede a su amor el conjuro encanto,
revive la ilusión que un día le llevó al cadalso.
Haz que de nuevo viva para que encuentre mis manos,
conjuro encanto.

 

Mírame

Mírame. Trata de imaginarme.
Sé que tus ojos han olvidado mi piel,
sé que tus besos ya no recuerdan mi lecho.
Y ahora, trata de imaginarme.

Sé que tus labios han tejido el olvido,
Sé que tu voz ha echado fuera el eco de mi risa,
Mírame. Trata de imaginarme.

Sé que tus manos ya no sueñan con mi pecho,
Sé que tu pecho ya no encuentra alivio en mis dedos.
Mírame. Trata de imaginarme.

Temo al insondable mar de tus sueños,
Allí, donde los cuerpos son presa del olvido
y la ilusión ve su lecho deshojarse.

Mírame. Trata de imaginarme,
porque cuando la noche beba el ocaso,
y mis dedos no pronuncien tu nombre
sólo huellas serás en mis manos.

 

Poeta

Me dices que no puedes escribir,
que las matemáticas y las clases de topografía
han acobardado la musa que inspiraba tus versos en aquellos años.
Me dices que no se te da aquello de los acrósticos, las odas o la rima,
porque sencillamente no lo aprendiste en el colegio.
Y no viste una clase de estructuras, de topografía de la poesía,
o una ingeniería en escritura para enamorados.
Te sonrojas cada vez que hago un poema para ti,
y reclamas cuando demoro en hacerlo.
Es sencillamente porque ha muerto la musa,
y ahora tardo un poco más.
Pero no hace falta el verso del gran poeta
para decirme que me amas,
o que hay días en que me odias
porque no soportas mis pataletas de niño.
Aunque sigo diciendo que fueron y son con razón.
No hace falta el verso del gran poeta,
porque cada noche escribes poesía en mi pecho
y mis piernas tiemblan ante cada rima de tus dedos.
No hace falta el verso del gran poeta,
porque tu vientre explota cuando mi boca te recorre,
y tus pies me hacen saber cuántas caricias faltan
para que escribas otro verso en mi boca.
No hace falta el verso del gran poeta,
porque haces poesía con tus labios
y transformas mi cuerpo en papel de suave corteza.
Es en esas noches de inspiración
en donde agradezco que la topografía de la poesía no exista.