Artículos y reportajes
Aracne
Telarañas de la razón o la razón de las telarañas

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Aracne, por Gustave Doré
Aracne, por Gustave Doré.
 

Aracne, habilísima tejedora de Colofón (Grecia), osó competir con Atenea, la diosa patrona de su arte, y lo que es peor, empatar con ella en resultados. Esto provocó la cólera de la diosa guerrera, que la convirtió en araña. El mito describe cómo la diosa enfurecida rompe la obra de Aracne y la hiere con su aguja, y cómo ésta, rabiando de impotencia, decide ahorcarse. Es entonces cuando Atenea la transforma... “Pero Atenea no le permitió morir. La convirtió en araña y la condenó a tejer, suspendida en las alturas, la delicada tela que los vientos rasgan fácilmente”.

Según esta interpretación el castigo consistía en asistir una y otra vez a la destrucción de la propia obra. Es como si la diosa dijese: ¿Ves qué vano esfuerzo el tuyo? ¡Justa medida a tu soberbia y a tu vanidad! Pero creo que hay algo más. Aracne es sentenciada a la repetición estéril de su propia pasión privándola así de toda satisfacción. Es una tortura propia de una diosa tan cerebral como Minerva, que nació vestida de guerrero de “la cabeza” de su padre. Aracne no puede disfrutar de lo que más le gusta en el mundo: tejer. Tejer se ha convertido en pura repetición, en compulsión sin auténtica emoción, y por tanto también en sufrimiento. En psiquiatría ese fenómeno se denomina obsesión y los artistas lo llaman perder la inspiración.

Aunque la mitología grecolatina vincule la araña con la vanidad y la soberbia femeninas y otros muchos cuentos relacionen a Ella-la-araña con un personaje también femenino, maligno y prehistórico, a mí me parece un tipo más bien obsesivo/compulsivo. Desde luego si la contemplamos bajo el tópico cultural que divide a hombres en obsesivos y a mujeres en histéricas, hay que reconocer que la araña no es frívola, romántica, teatral ni sentimental, más bien se trata de un individuo frío, lógico, productivo y calculador.

La historia de la araña se remonta por lo menos doscientos cincuenta millones de años, pero lo más sorprendente es que desde entonces ha permanecido idéntica a sí misma, como si no necesitara efectuar ningún cambio para sobrevivir. Lo cual implica cierta excepción a las reglas de la evolución tradicionales. ¿Qué ha ocurrido? ¿Ha alcanzado la perfección? ¿Ha muerto evolutivamente hablando?

Los indios la veían como un símbolo de la libertad porque era el único ser capaz de valerse enteramente por sí mismo. Claro que eso implica una concepción bastante solitaria de la libertad. Vietnamitas, siberianos y colombianos la identificaron con una especie de Caronte que transportaba las almas de los muertos al cielo. Otros pueblos imaginativos como los africanos y los incas la adoraron como a un dios creador de estrellas. Si uno contempla el rocío o las últimas gotas de la lluvia de la tarde iluminadas por los rayos del sol en el universo geométrico de su tela, llega a la misma conclusión.

Con el tiempo, la adoración y la admiración se fueron transformando en rechazo. Un rechazo que puede oscilar entre la leve repugnancia y el pánico. Hay testimonios de que ya en el siglo XV los italianos se ponían histéricos al verla. Curioso ¿no?, que la reacción sea precisamente de histeria. Se desconoce el motivo de semejante cambio. Desde Freud se ha hablado mucho del significado inconsciente de la araña, pero hay otra posibilidad, y es que la araña se constituya en un símbolo monstruoso de la razón al estilo de “los sueños de la razón” de los que hablaba Goya.

Pero dejémonos de sueños y conjeturas y vayamos por partes. Características de la araña:

La araña dispone de ocho patas, un par más que los insectos, lo que le ofrece cierta superioridad sobre ellos en el ataque y en la fuga, operaciones que realiza con la precisión de un karateca. También la sostienen en un plano más elevado de la realidad material. A ella la vulgaridad de la vida le da un poco de asco —prefiere la idealidad de su tela—, por eso mantiene el mínimo contacto con su superficie desplazándose sobre ella de puntillas.

El ritmo con el que es capaz de pasar de la inmovilidad más absoluta al desplazamiento veloz, breve y exacto en cualquier dirección como el cursor de un ordenador, recuerda invariablemente a la danza contemporánea y a la música conceptual.

Es de suponer que los seis ojos de que dispone le permiten ver en todas direcciones. Ejerce, pues, un control visual total sobre su entorno y es muy difícil, por no decir imposible, cogerla desprevenida. Además, las variedades que tejen tela, disponen de otro sistema de control y registro. Se trata de una especie de radar o sismógrafo (¿cinematrónomo?), que detecta el movimiento en la tela de araña mediante el procedimiento de permanecer unido a ella por un hilo. Ignoro si duerme o baja la guardia en alguna ocasión.

De lo dicho hasta ahora, podemos obtener, aunque sea provisionalmente, una primera lista de cualidades. Se trata de un individuo rápido para atacar y para huir. Es muy cauteloso, controlador y desconfiado, quizá un punto paranoico, lo digo por aquello de tener ojos hasta en el cogote.

En cuanto a la dimensión social de su personalidad podemos aportar dos datos interesantes.

El primero procede de su comportamiento amoroso, si es que a eso se le puede llamar amor. La araña hembra, una vez que ha sido fecundada por el macho, aunque sería más exacto decir “una vez que ha obtenido su semen”, ya que consigue almacenarlo durante dieciocho meses, puede elegir entre tres opciones; comérselo, congelarlo o dejarlo marchar. En cualquiera de los tres casos, puede prescindir del macho. No solo de este macho, sino de cualquier macho. Esto le confiere una autonomía envidiable. ¿Envidiable para quién? De nuevo la idea de la autosuficiencia como libertad, cuando también podría interpretarse como un fracaso ante la complejidad de la complementariedad sexual y como una regresión, ya que la división sexual es posterior, evolutivamente hablando, al bisexualismo o al hermafroditismo. En el fondo se trata de un razonamiento bastante burdo: Si mi dependencia siempre es de otros seres, mi libertad estará en la soledad.

El segundo, tiene que ver con su carácter indómito. La araña no se puede domesticar, o mejor dicho, no es rentable. Hubo un francés, cómo no, que consiguió tejer calcetines y guantes con tela de araña, y otro, Reamur, inventor de las incubadoras, que comenzó a criarlas, pero pronto descubrió que era demasiado caro, ya que su incapacidad para soportarse mutuamente exigía mantenerlas en jaulas separadas. Hay una excepción en lo que se refiere a la rentabilidad, respecto a la insolidaridad no conozco ninguna. Se trata de la Nephila magadascarensis, llamada también hilandera, una variedad carnívora de Madagascar, cuya hembra produce un bello hilo dorado muy apreciado en la industria textil.

De su vida afectiva poco podemos decir salvo que carece de ella. Prácticamente no tiene corazón. Bueno, en realidad, posee un vaso dorsal que hace las veces del mismo y hasta unas cuantas arterias. Es lógica como un filósofo y fría como un científico, por lo que no permite que sus sentimientos interfieran su labor. Es desapasionada, es decir, despiadada. Quizá en todo ello influya su morfología. Se trata de un cefalotórax, y aunque, en principio, la ausencia de cuello no parece guardar relación alguna con la frialdad afectiva, tal vez la disposición de la cabeza sí, ya que la cabeza ocupa gran parte del espacio reservado al corazón.

Su inteligencia es brillante a su manera. Nunca se equivoca. Aunque Hundertwasse considere que la línea recta trazada con regla es patológica porque no existe en la naturaleza, la araña describe vectores rectilíneos dignos de un perito industrial. Para aceptar la sugerencia de Paul Klee de que una línea es un punto que ha salido a dar un paseo, habría que considerar la posibilidad de que la araña pudiera experimentar el placer de pasear, cosa que está totalmente fuera de lugar. La araña no pasea. La línea recta es la distancia más corta entre dos puntos y punto.

Durante el siglo XIX, hasta que un explorador blanco no “descubría” un territorio, lo cartografiaba y luego lo desplegaba en los dorados salones de la Royal Geographic Society, prácticamente no existía. Supongo que es el sueño de cualquier cartógrafo, que el mapa sustituya al territorio. Pues bien, la araña va mucho más allá ya que ni siquiera toma el territorio como modelo. La araña teje su mapa y vive en su mapa. Para ella no hay diferencias entre el diseño geométrico de su vida y la vida misma en su tela.

La araña es un animal hiperracional. Vacía de contenido los cuerpos vivos que atrapa en su tela convirtiéndolos en conceptos. También puede inmovilizarlos, objetivarlos y archivarlos para que encajen perfectamente en su red racional. La mosca ya no es una mosca, es materia de provisión (al igual que el saltamontes o la oruga). El territorio no es el territorio sino su mapa universal.

Si no fuera porque los restos fósiles más antiguos encontrados de arácnidos pertenecen al Silúrico y al Devónico, diría que se trata de un experimento postmoderno. En lo artístico la fórmula es sencilla: pocas pero repetidas ideas y tono emocionalmente plano. En lo económico también: objetivos claros y bien definidos, economía de medios, el éxito como resultado y única medida evaluadora del proceso.