Entrevistas
Ricardo Riera
Riera: El argumento de Dragún estuvo dando vueltas en mi cabeza durante muchos años.
Ricardo Riera
“La literatura fantástica no es un género para niños”

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Ricardo Riera (1978) es un escritor venezolano egresado de la Escuela de Letras de la Universidad Católica Andrés Bello (Ucab). Realizó un máster en lengua y literatura hispánica en la Universidad de Navarra. Desde hace algún tiempo reside en Berlín, Alemania. En octubre de 2010, Plaza & Janés publicó su primer libro, Dragún, disponible sólo en Venezuela. Se espera que para febrero de 2012 la obra sea publicada en España con la Editorial Montena. Vía online este autor nos habló un poco de sus influencias literarias, los elementos que construyen su obra y sus posturas en relación a la literatura fantástica.

 

El autor: Ricardo Riera

—¿Qué libros fueron decisivos en tu infancia y adolescencia?

—Recuerdo con absoluta claridad los tres primeros libros “de verdad” que leí en mi vida: Drácula, de Bram Stoker, 20.000 leguas de viaje submarino, de Julio Verne, y Tarzán de los monos, de Edgar Rice Burroughs, en ese orden.

—¿Qué te han dado España y Alemania en tu formación como escritor?

—En España el aporte ha sido principalmente literario, haber tenido contacto (principalmente académico) con una forma y una tradición en cuanto a literatura completamente distinta a lo que conocía. En Alemania he recibido más bien la influencia del lugar como “escenario”.

—¿Qué estás leyendo actualmente?

—El manantial, de Ayn Rand, por una malsana curiosidad.

—Aparte de la literatura fantástica, ¿qué otros géneros literarios quieres explorar?

—La verdad es que nunca me he planteado la cuestión de los géneros. Es decir, nunca “decidí” escribir literatura fantástica. Simplemente escribo aquello que me gusta leer (como todo escritor, vamos).

 

“Dragún”, de Ricardo RieraEl libro: Dragún

—¿Cuándo empezó a gestarse la historia de Dragún? ¿Cuánto duró el proceso creativo?

—El argumento de Dragún estuvo dando vueltas en mi cabeza durante muchos años a partir de un relato que leí durante mi niñez, en el que un niño ogro se hacía amigo de un dragón que le ayudaba a derrotar a un monstruo. Ese cuento (cuyo título por desgracia he olvidado y que hasta la fecha no he podido encontrar) sirvió como base de inspiración de la novela, aunque ésta al final terminó siendo algo completamente diferente que sufrió mutaciones incluso durante su escritura. Algunos guiños quedan, como el nombre del dragón amigo de Lea, Zágor (el dragón del relato al que me refiero se llamaba Zagón). En cuanto a la escritura en sí, ésta me tomó aproximadamente año y medio. Luego estuvo dando vueltas por editoriales y concursos durante años hasta que Random House se interesó en ella.

—La historia centra su carga dramática en un personaje femenino, Lea. ¿Por qué apostar por un héroe femenino?

—Hay gente que no me cree cuando digo que el hecho de que el protagonista sea femenino fue por pura casualidad; mi idea original era sorprender al lector cambiando de repente el protagonista de la historia (al principio de la novela parece que el héroe va a ser Nilo, el hermano de Lea). Dicha sorpresa nunca funcionó, por lo visto. Por otro lado, para mí resulta muy natural el uso de heroínas en el género de fantasía, desde la Red Sonja de Robert E. Howard hasta Xena, y un largo etcétera.

—Sé que Xena es uno de sus personajes favoritos, ¿en qué medida este personaje ayudó a la construcción de Lea?

—No tanto, en el sentido de que ambos son personajes muy diferentes. Hay en Xena dos elementos completamente opuestos a Lea: en primer lugar, Xena representa el prototipo de héroe crepuscular que huye de su pasado. En segundo lugar, en el personaje de Xena hay una evidente carga discursiva de género; en sus aventuras se le da importancia al hecho de que sea una mujer. Lea, por el contrario, es una heroína en formación, y su crisis de identidad no tiene que ver con el hecho de ser mujer sino con el de pertenecer a la raza humana.

—¿Cuáles fueron los autores y las obras que influyeron a la hora de escribir Dragún?

—Aparte del relato mencionado antes, no podría ser muy específico porque lo que se me ocurre es un cóctel de obras del género fantástico que fueron muy importantes para mí, desde el Edgar Rice Burroughs de Tarzán y John Carter de Marte hasta los monstruos de Lovecraft, en los que pensaba constantemente a la hora de hablar de Yoshamaat. También hay mucho de la serie de Añoranzas y pesares, de Tad Williams.

—Existen muchas historias donde los dragones forman parte fundamental de la trama, ¿qué peculiaridad tienen los dragones de Xinji?

—Según lo que dejan intuir algunos personajes, hay dos tipos de dragones: están aquellos que son monstruos y están los de Xinji, que son una raza de dragones inteligentes que alguna vez tuvieron vínculos con los humanos. Me interesaba la idea del contraste en estas criaturas que eran monstruosas en apariencia pero que en realidad eran muy nobles y procedían de una civilización antiquísima y llena de sabiduría.

—¿Lea lucha contra su destino, Lostar, Yoshamaat, su naturaleza humana o su naturaleza animal? ¿Quién es su principal enemigo?

—El principal enemigo de Lea es ella misma, por supuesto. Lostar es un instrumento y Yoshamaat es una idea, el remanente de un conflicto mucho más antiguo que ella.

—Dragún es una saga de tres libros, ¿cuándo serán publicados los otros dos tomos?

—Esperemos que pronto. De momento tengo trazados los argumentos de las dos siguientes entregas, pero estoy más concentrado en un libro de relatos que estoy terminando ahora mismo.

—Tolkien dijo que todos los libros importantes hablan sobre la muerte. Por su parte, Rulfo afirmaba que sólo hay tres temas en la literatura: amor, vida y muerte. ¿Cómo son manejados esos elementos en la historia de Dragún?

—Al final creo que los tres elementos están constantemente entrelazados; el amor a sus padres, a su ciudad y sobre todo a la idea de su pasado es lo que mueve la venganza de Lea, desatada así mismo por la muerte. De la misma manera, Yoshamat es hasta cierto punto la Muerte, la idea de la violencia y la guerra en sí misma que es desatada por Lostar.

—¿Dragún estará disponible en e-book? Al respecto, ¿qué opinas de los libros digitales? ¿Como escritor y lector qué prefieres, los libros en papel o en digital?

—De momento no está disponible ninguna edición en formato electrónico, a pesar de que tenemos muchas ganas de hacerlo una realidad. Soy bastante entusiasta del libro electrónico y de hecho sólo espero la excusa final para hacerme con un dispositivo. No creo, como muchos, que sea un rival del libro en papel sino un complemento, aunque entiendo que genere cierta resistencia en muchos lectores. Como un amigo mío me decía, la idea de no poder continuar un libro porque “se me agotó la batería” es incluso perversa.

—Los lectores que ya han tenido oportunidad de disfrutar de Dragún, ¿qué pueden esperar de Lea en las próximas entregas?

—En Dragún el personaje apenas está comenzando. A partir de la segunda entrega conoceremos una Lea mucho más decidida y hasta cierto punto mucho más cruel, aunque (y es cuando se genera el conflicto) también mucho más vulnerable. Hay en la primera parte varias pistas de cuál será su destino, pero corresponde al lector descubrirlas.

 

Reflexionando sobre la literatura fantástica

—En los últimos años, el mercado editorial se han enfocado en publicar títulos del género fantástico. La oferta ha sido amplia: vampiros, magos, ángeles. Partiendo de este hecho, ¿qué elementos diferentes ofrece Dragún al lector?

—No sé si hablar de “diferentes”. En todo caso creo que se nota cuando un autor cree realmente en lo que escribe y no se siente restringido por el género que toca, así como también se nota cuando sólo se utilizan las convenciones del género fantástico de forma automática y sin riesgo alguno. Tal como ocurre con cada libro, cada lector encontrará cosas diferentes en Dragún y con un poco de suerte algunas de esas cosas serán las que yo quise plasmar.

—Cuando el escritor español Andrés Ibáñez recibió el premio Tristana de Novela Fantástica, afirmó que lamentaba la posición de la crítica de catalogar a la literatura fantástica como un género menor o para niños. ¿Cuál es su posición sobre el tema?

—La afirmación de que la literatura fantástica es un género para niños sólo puede estar hecha por alguien que no haya leído mucho del tema. De hecho, El Señor de los Anillos, que es una de las obras de fantasía más reconocibles en el mundo, no es literatura infantil, algo que queda evidenciado en lo “aburrida” que es (en realidad difícilmente se le puede catalogar como novela, pero eso es otra historia). Aparte de esto, es igual de lamentable (o más) mirar con desprecio a la literatura infantil como si fuese un arte menor o una literatura únicamente de evasión. Nada más lejos de la realidad.

—Para algunos autores la literatura fantástica es una moda pasajera producto del gran marketing invertido por las editoriales y las adaptaciones cinematográficas, para otros es un género que ha vuelto con más fuerza en este milenio, incentivando la lectura en los niños y jóvenes, cuestión que se reafirma con el premio “Hans Christian Andersen” que recibió J. K. Rowling el año pasado. ¿Cómo debe manejar el escritor el binomio marketing-literatura? ¿Esto beneficia o perjudica sus producciones literarias?

—Aquí hay varias cosas. Creo que me gustaría destacar en primer lugar que la lectura nunca debería tener que ser “estimulada” sino únicamente descubierta; el motivo por el cual casi todos los proyectos de “estímulo de la lectura” (diseñados por lo general por burócratas y políticos) han fracasado es porque ninguno de ellos parte de la verdad básica de que leer es un acto ante todo placentero. Del binomio marketing-literatura no podría decir mucho, porque es algo que no tiene nada que ver con lo literario sino que se adentra en el mundo editorial, del cual yo no tengo mucha idea. Otra cosa es que me alegre el auge comercial de este género en los últimos años, notable en J. K. Rowling, sí, pero también con el “redescubrimiento” ante el gran público de autores como el británico Philip Pullman y la alemana Cornelia Funke, por no hablar del también alemán y siempre reivindicable Wolfgang Hohlbein (que hasta donde sé no está traducido aún al castellano, que alguien me corrija si no es así). Esto ya por sí sólo hace que todo valga la pena.