Entrevistas
Harold AlvaHarold Alva
No concibo a un escritor que no se involucra con su contexto

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Harold Alva nació en Piura en 1978. Estudió derecho y ciencias políticas. Ha publicado los libros de poesía Morada y sombras (Camión Editores, 1998), Antes de abandonar la sombra (1999), Cañaveral: libro de tierra (2001), Sotto voce (Fondo Editorial de la Universidad Inca Garcilaso de la Vega, 2003), El sonido de la sangre (Altazor, 2006), Los extraños (Altazor, 2009) y la novela Burdel (Altazor, 2009). En mayo de 2004 fundó Editorial Zignos, sello que dirigió hasta abril de 2008. Es el director del Festival Latinoamericano de Poesía País Imaginario. Ha publicado las antologías 18 poetas latinoamericanos (Zignos, 2006), Literatura de Piura (FECP. 2007), Piura: antología del cuento contemporáneo (Altazor, 2010) y La Libertad: antología del cuento contemporáneo (Altazor, 2011). Fue miembro del Grupo Neón y director de El Signo y la Forma y La Caja Nocturna. Sus poemas han sido traducidos por Anthony Seidman para The Bitter Oleander (New York) e incluidos en diversas antologías. Ha participado en el II Festival de Poesía Latinoamericana Poquita Fe 2006 (Chile), ha sido invitado a los festivales Animal de Monte (Guatemala, 2008), El Turno del Oprimido (El Salvador, 2008) y a la Feria Internacional del Libro de Guayaquil (2010). Actualmente es editor de Ediciones Altazor y director de la revista Contrapoder.

—Harold, ¿cuándo y por qué empiezas a escribir? ¿Qué poetas o escritores son tus referentes o tus autores de cabecera?

—Antes de escribir, dibujaba; hacía historietas. Así fue hasta que cumplí los trece años, cuando descubrí que la poesía me permitía decir lo que no podía con el color de las imágenes. Yo era el niño de las verbenas, el jovencito que recitaba en las actividades del colegio, crecí repitiendo a Juan de Dios Peza, a Lorca, a Darío, a Chocano. Empecé leyéndolos a ellos, mi padre era policía y gracias a su trabajo pude desplazarme por varias regiones del Perú. Viví tanto en ciudades como en el campo; fue precisamente en una villa del norte, en Tumbes, cuando empecé a escribir poesía. Mis autores han ido variando según los escenarios, en Tumbes leía a León Felipe y a Cernuda, me volví fanático de ambos, quizá por eso en mis poemas hay ese aire español que no ha podido lidiar con la tradición anglosajona. Después en Trujillo, en la universidad, fundé un grupo literario, todos éramos alumnos de derecho, allí cambié a los españoles por los surrealistas, fue una etapa que me ayudó demasiado. Recuerdo que visitábamos a los poetas leyenda de la ciudad, a Marco Antonio Corcuera, fundador de los cuadernos trimestrales de poesía que fue quien convocó el concurso El Poeta Joven del Perú, ahora casi mítico. Y después, ya en Lima, empecé a leer a mis contemporáneos. Me preocupa mucho hacia dónde apunta la poesía en Latinoamérica, desgraciadamente las modas y los blufs nos presentan una toma equivocada. ¿Mis autores de cabecera?: Baudelaire, Milosz, Blacke, Martín Adán, César Moro, Vicente Huidobro, Zurita, Leopoldo María Panero, Paz, Juarroz, Dávila Andrade.

—Has publicado varios poemarios y el último, Los extraños, fue editado en 2008; sé que muy pronto publicarás un nuevo poemario. ¿Qué me puedes decir de estos libros?

—Soy un poco parco para responder por mis libros, pero puedo decirte que todos son parte de un proyecto que espero no se termine nunca. Tenía 17 años cuando publiqué el primero, ahora tengo 33. No publico un libro desde el 2003. El sonido de la sangre y Los extraños fueron adelantos de un trabajo que después desistí en publicar. Tengo listos dos poemarios: La épica del desastre y Lima. Alex Alejandro, del sello Ohcultos (libros virtuales), publicó hace unos meses Post mortem, todos giran en torno a la ciudad, el desasosiego, el desencanto, soy un pesimista en mi escritura, un hombre que ha perdido eso que los cristianos llaman “fe”. Soy ateo.

—Tu poesía se nutre de una gran gama de imaginarios sociales, políticos, artísticos y culturales muy diversos ¿qué me puedes decir al respecto sobre tu propia poética?

—Sigues haciéndome preguntas complicadas. Soy un hombre que cree en el compromiso social, no concibo a un escritor que no se involucra con su contexto, la poesía es compromiso, no creo en aquellos que expresan que el suyo es un compromiso con el lenguaje, pienso que afirmar eso es aislarse, y perfecto, si el escritor quiere aislarse, todos somos libres de asumir posiciones, pero el momento actual demanda escritores que lo asuman con gallardía, que se enfrenten con su responsabilidad histórica. Por eso me volví editor, por eso pinto, por eso escribo, por eso me involucro en política.

—Sé que también escribes narrativa, leí con mucho interés tu novela Burdel y sé que preparas una nueva novela, ¿qué me puedes decir de esto?

—Empecé escribiendo narrativa. La poesía llegó después. Burdel es parte de una trilogía sobre lo que acontece en el Perú de ahora. Tengo lista la segunda parte: Asesino, y estoy escribiendo Golpe, que cierra este proyecto. Paralelo a ello tengo otras novelas. Soy insomne, escribo durante toda la noche, duermo tres horas y media, no puedo dormir más, pienso que hacerlo es una falta de respeto. La vida es tan fugaz que no podemos permitirnos el lujo de dormirla. No puedo escribir un solo texto, me gusta saltar de una historia a otra, he terminado de escribir una novela para niños y tres cuentos para la colección A&V de Altazor. Estoy escribiendo El tótem, un tratado de demonología, y acabo de terminar Lima: antología de narrativa contemporánea, para la colección Antologías, donde ya me han publicado Piura y La Libertad. Tengo listos además De golpe a golpe, mi antología de poesía peruana de escritores nacidos entre 1968 (golpe de Velasco Alvarado, de la izquierda) y 1992 (autogolpe de Fujimori, de la derecha), Poetas de Libertad y Las nuevas, una selección que estoy seguro marcará una pausa en lo que están escribiendo las poetas.

—Además de escritor y poeta, eres un reconocido editor que actualmente colabora con Ediciones Altazor, ¿qué me puedes decir de esta gestión?

—Edito porque no concibo a un escritor que no se comprometa con la promoción cultural. Yo fundé Editorial Zignos el 2004, y la dirigí hasta el 2008, con Zignos publiqué 102 títulos, realicé el País Imaginario, evento al que asistieron los más destacados poetas latinoamericanos. En 2009 recibí la propuesta de Willy del Pozo, fundador de Altazor, para que me una a su editorial, sello que fundó en el Puerto de Santa María, España, en 1995; frente a su propuesta y a sus proyecciones, acepté. Durante estos dos años Altazor se ha consolidado como una de las editoriales más importantes no sólo del Perú, el año pasado realizamos la I Gira de Novelistas Latinoamericanos, vinieron a Perú siete escritores con quienes nos desplazamos por siete regiones de nuestra costa y nuestra sierra; y hemos participado en las ferias internacionales del libro de Fráncfort (Alemania), San José de Mayo (Uruguay), Guayaquil (Ecuador) y Lima. Hemos aumentado nuestros títulos, de 450 a casi 600 y tenemos tres colecciones que nos identifican: la Biblioteca Altazor, de novela, Arena, de cuentos y Caracolitas, de novela para niños. Altazor puede jactarse de que tiene entre sus filas a los más importantes escritores no sólo del Perú sino de América: Jorge Enrique Lage (Cuba), Oliverio Coelho (Argentina), Miguel Antonio Chávez (Ecuador), Claudia Apablaza (Chile), Pedro Peña (Uruguay), Juan Ramírez Biedermann (Paraguay), Eduardo González Viaña, Carlos Calderón Fajardo, Sócrates Zuzunaga, Enrique Verástegui, Jorge Nájar, José Carlos Yrigoyen, Miguel Ruiz Effio, de Perú, entre muchos otros.

—¿Qué conoces de la nueva literatura ecuatoriana?

—Viví siete años en Tumbes. El primer evento en el que participé fuera de mi país fue en Machala, Ecuador. Guardo muy buenos recuerdos de aquella primera visita, después estuve el día que intentaron el golpe contra Correa y posteriormente en la I Feria Internacional del Libro de Guayaquil. He leído la obra de Jorge Carrera Andrade, de César Dávila Andrade, conozco la obra de Icaza, de Pablo Palacio y la narrativa de los jóvenes Chávez, Eduardo Varas, Carlos Terán; sigo de cerca el trabajo poético del grupo Buseta de Papel y de los poetas Ernesto Carrión y Luis Carlos Mussó. Pienso que tenemos muchas categorías que nos identifican, al punto de atreverme a decir que podemos estructurar una sola tradición.

—He escuchado en numerosas ocasiones que supuestamente la poesía sólo la leen y la consumen los mismos poetas, ¿crees que es así? ¿Cómo crear mecanismos para que la poesía llegue a otros sectores de la sociedad, pero sin que pierda su parte radical o subversiva?

—El problema no es la poesía, sino los poetas. Muchos escritores son crípticos, entonces, a veces, necesariamente requiere lectores iniciados, de allí que se consume en cenáculos. Tenemos pocos escritores de masas, como Benedetti o Neruda, los que han intentado emularlos han caído en el panfleto, pero en eso radica su riqueza. La poesía siempre será un sabor para elegidos.

—¿Actualmente en qué proyectos literarios estás?

—Estamos preparando la II Gira de Novelistas Latinoamericanos, que se realizará en noviembre. Continúo en la dirección de Contrapoder, la revista de cultura y política, corrijo, vivo corrigiendo, amo y escribo todos los días. No sé hacer otra cosa.

 

Poemas de Lima

El hombre observa la sórdida cadencia de su oficio
La velocidad del aire que llega desde el malecón
Y lame las ventanas de los edificios
Las puertas como un adjetivo siniestro
La niebla que ataca como un samurái
Con su cerbatana de miedo
Y se pregunta si la noche
Tiene algo que ver con su ictericia
O acaso la nostalgia
Es la única palabra que sostiene
El argumento de su día
Entonces retorna los ojos al vacío:
Salta en parapente hacia la sima
Tensa los músculos de sus brazos
Y se deja caer
Siente
            La generosidad
                                     Del abismo
Y ya no se pregunta
Si la noche
Tiene algo que ver con la caída.

 


 

La rabia se inocula
                        Como el grito suspendido de una cobra
Lima de noche con mis manos en su espalda
Y un extraño rumor de vidrios destrozados contra el ojo
Contra mi frente de cíclope
                        Extraviado entre los autos
Su inconsistencia para sostener
El incendio de otras cicatrices
En los muros donde gárgolas invaden
El cementerio de mis pájaros
O la hacinada cueva donde habita el roedor de la nostalgia
Su trompa de metal
            Que se abre como la puerta del metropolitano
Cuando cruza Lampa
                        Voltea por Emancipación
Y la ciudad se eriza
Y la ciudad se levanta
Y Lima tartamudea un himno que la proyecta
                        Sobre un muro de quejas
Y la rabia crece
Y nadie tiene el poder para difuminar la espuma de mi boca
Su antídoto de historia
La frente sin laureles
                        De las estatuas posmodernas
Sé que hay una ventana:
Un vitral en el que otros ojos se inyectan contra el cielo de otra tribu
De otra civilización que nada tiene que ver
Con las marcas putrefactas de estos muertos
Otra lengua
Otro código que interpreta
                        Las flechas de mis manos
Sus líneas como quipus
O la rabia:
Su nieve en la cresta de mis puños
Los pilares del tren
                        La bestia que cruza sus entrañas
Los corredores viales que unifican su tragedia
El color seco de su sangre
Mis brazos clavados como huesos
Agitándose como una bandera
Que nada tiene que ver con la historia de su patria
La voz despedazándose
Y el cráneo sembrado sobre un poste
A la merced de un cóndor
Que sabe que sólo habitan tinieblas en mis ojos
Lima es una hiedra
Su trompa se abre como el insomnio de un loco
Que intercede por sus fantasmas
                        Y no hay lugar
No hay casa
            No hay espacio inhabitado
Sólo la lluvia
Quebrándome
Luciferina
Vertical y solitaria.

 


 

La física de tus manos contradice mis leyes naturales
La devoción por conservar el aliento
En una gruta donde nadie ejecuta oraciones como cábalas
Versos como ráfagas que atentan contra mis hábitos
Animales de azufre
Demonios que salen a la caza de un orate
Que se oculta noche a noche en los hostales de Lima
En sus intestinos de asfalto que esperan
Impacientes
                        El último estertor
                        Mi atípica presencia de fantasma
Y tú:
Dulce animal
Escala de grises sobre la orfandad de mi cuaderno
Brillas como el anillo del sol
En esta época de catástrofes apocalípticas

Mi violenta partitura
Mi fiera urbana de certeros zarpazos
Mi bestia incólume con quien apelo al adjetivo
A su virtud de ventana desde donde grito este poema
Con la ilusión de un cadáver
Que intuye que su muerte no es definitiva
Que intuye que tu muerte no es definitiva
Que se arranca el cráneo
Y lo cuelga en los cordeles del horizonte
Con la misma prepotencia de un sismo
Que sepulta los puentes y las casas
Tú:
Mi pequeño terremoto con el que destrozo
La ternura hereje de mis manos
                        El miedo que me asalta
                        Durante la mañana
La pesadilla que me exige procesar a la distancia
Te enfrentas a la física
Aplastas el sí y solo sí de la lógica
Y apareces en mi fortaleza imaginaria
Te detienes al centro con la precisión de una pantera
Y yo me quedo quieto: tiemblo
Y sé que la luna es insuficiente cuando leo tus palabras
En esta pantalla que apenas refleja la intensidad de lo que escribo
                        La noche también es insuficiente
                        La noche y su gran ojo que da vueltas
Con la velocidad de un paso que en vano pretende conquistarte
Cuando apenas ha sonado el silbato
Y el réferi se instala con asombro
                        En mis decisiones
                        En mi poema
                        En mi oscuridad
En mi boca que se abre cada vez que retornas con un verso
Y Lima entera se detiene
Y Lima entera se inclina frente a tus pasos
Y Lima entera se conmueve con el filo de tu lengua
Que parte en tres la dicción del aire
El rumor de los malecones
Mi grito que trepa los edificios
Y escribe tu nombre en las ventanas
Y escribe mi nombre en tu ventana
Y nadie puede leerlo porque carecen del espanto
Y la capacidad de nuestras visiones
Del alfabeto que aprendimos a tararear cuando los dedos
Se formaron como las columnas de un ejército
Que partió a colonizar la piel con las membranas de los otros
Y los otros se quedaron allí
                        Solitarios en sus cuerpos
Mientras la vida se esfumaba en otra parte
Y nosotros asimilamos la tensión de los accidentes
Y así nos reconocimos
Y así incendiamos estas calles
Y así le dibujamos pájaros a esta noche
Pájaros a las bancas del Kennedy
Pájaros a nuestras palabras
Pájaros a los ojos de las paredes
Pájaros a la soledad
Pájaros a la lengua que ahora nos enciende.

 


 

Un cuervo vuela hacia tu ventana
Le teme a la noche
Por eso permanece despierto
Intenta penetrar en tu sueño
Sabe que no hay ninguna historia
Pero es un cuervo que ha escuchado en tu voz
El timbre de su cuerva
El SOS que clama
La destrucción de los barrotes
Y allí lo tienes
Atrás de los cristales
Sobre los que ha escrito tu nombre
Con la soledad del pavimento.

 


 

Los pájaros que pernoctan en los cables
Son testigos de esta historia
Ellos han visto cómo he roto con la prudencia
Saben de esto
Conocen a la esfinge
Y escriben conmigo sobre el aire
Tu voz de cebra
Tu lengua de fábula que se agita en mi poema
Y duplica el filo de los sables
Y duplica la potencia
De los estertores que se agitan con la niebla
Yo me detengo allí
Busco una señal con el humo de las chimeneas
Algún pretexto para demostrarle al horizonte
Que tú eres la fiera que me arroja a la demencia
El animal de fuego
Con quien consumo el vértigo de las azoteas
Y regreso los ojos
Hacia los pájaros que pernoctan en los cables
Y pregunto sobre el nivel de resistencia
Al que debo exponer a los reptiles de mi calle
O le exijo al viento un espejismo
Para perderme con la sombra de otras aves
Lima mientras tanto queda muda
Lima tiene tu marca en todos los lugares
Tu lengua que incendia las esquinas de mi parque
Tu pelo  Tu olor de fruta  Tu oscuridad
Tus ojos en los pájaros que pernoctan en los cables.