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Occupy Wall StreetCrisis capitalista en el marco de las democracias occidentales

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El derrumbe de lo que se conocía como modelo socialista de la economía en los países de Europa del Este y la entonces llamada Unión Soviética dio paso a una noción general de triunfo del otro modelo económico: el capitalismo. Con la derrota del primero la única alternativa factible al mundo era acoger y afianzar las estructuras que promueven la iniciativa privada, el libre mercado, la competencia, la ganancia e inversión de capitales para el crecimiento económico de las naciones. La ideología del libre pensamiento y su libertad de expresión, el sufragio universal y el funcionamiento de instituciones políticas que respondan a la voluntad popular, son parte integrante de este proceso, aunque existen excepciones como la China, que se ha integrado al mercado capitalista manteniendo estructuras de poder que no calzan con la noción democrática de Occidente. A poco más de dos décadas del predominio ideológico mundial de este modelo, cunde el descontento popular en la esfera de países desarrollados, que se manifiesta en protestas callejeras organizadas principalmente gracias al manejo de la moderna tecnología de comunicación. Las protestas comenzaron en forma puntual cada vez que tenía lugar una conferencia en la cumbre de los G20, pero actualmente intentan ser parte integrante, activa y permanente de la sociedad. En esta nueva versión de protesta callejera son visibles las pequeñas tiendas de campaña en donde se despliegan pancartas con slogans apuntando el dedo acusador a la voracidad de inversionistas, expertos en malabarismos financieros que tienen como objetivo crear dinero por medio de la especulación. En el Reino Unido y los Estados Unidos se han levantado con el nombre de “Occupy”, que las identifica con un objetivo común: ocupar con su presencia emplazamientos urbanos notorios de operaciones de inversión capitalista como Wall Street en New York. Desde allí el movimiento se ha extendido a otras regiones del país con sus propias denominaciones, en las que se identifica el propósito político y la situación geográfica en que se encuentran, como por ejemplo “Occupy Boston”, “Occupy Oregon”, “Occupy Chicago”, “Occupy Los Angeles”. En el Reino Unido, en Londres, el grupo “Occupy” se ha instalado en el recinto de la Catedral de Saint Paul, cercano a “The City” centro de operaciones financieras de la capital. Esto ha desencadenado la condena del gobierno, divergencias de opinión dentro de la iglesia anglicana y orden judicial de desalojo de los ocupantes. Ante tal amenaza el lema de los que protestan en grandes letras ha sido “What would Jesus do?” (“¿Qué haría Jesús?”). Este llamado remece la conciencia cristiana, llama a recordar las enseñanzas de Jesús frente al dinero contenidas en el Nuevo Testamento, que dicen que más fácil sería pasar un camello por el ojo de una aguja que hacer entrar a un rico en el reino de los cielos, como también su reacción ante los mercaderes, a quienes expulsó violentamente del templo, y de dar al César lo que es del César. Con ello el movimiento de protesta ha impulsado a la iglesia a pronunciarse ante el conflicto, objetivo que ha logrado en parte. El primer ministro, David Cameron, ha declarado en cambio que no se puede permitir que la gente monte sus tiendas en el primer lugar de Londres que se les antoje, en tanto que el líder de la oposición, Ed Miliband, escribiendo en The Observer, semanario nacional, ha demostrado tener una actitud conciliatoria aduciendo que la protesta de “Occupy” refleja el sentir de muchos ciudadanos con respecto a los valores que representan la clase política y el mundo de los negocios, y que en definitiva es una advertencia a los políticos acerca del sentir popular. Son, dice, “señales peligrosas”, “una advertencia” que sólo políticos irresponsables pueden ignorar. En el Reino Unido otras manifestaciones de descontento popular han tenido lugar en los últimos meses: desde el norte de Inglaterra el 1 de octubre salió una marcha cubriendo 330 millas organizada por “Youth Fight for Jobs” (“La Juventud Marcha por Trabajo”), rememorando la famosa “Jarrow March” de 1936, cuando 200 desempleados marcharon desde Jarrow, al noreste de Inglaterra, a Londres, con una petición firmada por 12.000 personas para que el gobierno de entonces creara puestos de trabajo. Principalmente compuesta por jóvenes, la marcha actual tomó cinco semanas en llegar a Londres, donde terminó con una petición en la casa de gobierno, 10 Downing Street, llamando a reabrir los servicios comunitarios juveniles que el actual gobierno ha cercenado, a un plan gubernamental para abrir nuevos puestos de trabajo para el aprendizaje de ocupaciones técnicas y a una revisión de la política de gobierno acerca de las matrículas universitarias, cuyo monto puede alcanzar 9.000 libras esterlinas (cerca de 14.000 dólares) por cada año de estudios. Este movimiento juvenil hace un llamado a la organización de la juventud a nivel mundial. Consideran que la educación superior es un derecho ciudadano y un escape a la pobreza. Declaran que la marcha Jarrow es parte de una revuelta a nivel mundial de la juventud provocada por la crisis capitalista. Esta revuelta se manifiesta en España con el movimiento “Los indignados”, una juventud desempleada que reclama trabajos como medio de sobrevivencia; en Chile, con el movimiento estudiantil de la educación superior y secundaria que exige fin a la educación como medio de lucro, el derecho a la educación diciendo NO a la exclusión donde el acceso a educarse es una mercancía.

En estas protestas populares se detecta un ataque frontal al sistema de producción capitalista, y muy específicamente al modelo monetario y financiero que éste ha desarrollado. A poco más de dos décadas del derrumbe del modelo socialista estamos siendo testigos de la crisis del modelo alternativo. El reclamo a nivel global es contra las prácticas financieras capitalistas que permiten a los ricos hacerse más ricos, y exige a la gran mayoría sacrificios de austeridad para salvar al sistema de su colapso total. Hay también una manifestación clara de rechazo popular a las instituciones políticas representativas y a la respuesta política de los gobernantes ante la crisis, que han tenido que intervenir entregando millones en moneda nacional arrancada de las arcas tributarias para ir a parar a la banca privada. Y esto no termina sólo en un proceso de rescate, sino que las regulaciones bancarias, o mejor dicho la falta de ellas y el libertinaje con que se maneja la política monetaria, permite a los banqueros adjudicarse enormes sueldos y bonos que dejan más abierta aun la brecha salarial. American International Group, la aseguradora más grande del mundo, obtuvo 160 mil millones de dólares de dineros públicos como rescate, pero igualmente quebró, no sin antes repartir entre sus directivos 450 millones de dólares en bonificaciones. En el Reino Unido, Lloyds Bank, Northern Rock and The Royal Bank of Scotland consiguieron préstamos del Estado para paliar la deuda, y sin embargo sus ejecutivos siguen pagándose bonos gigantescos y han reajustado sus sueldos en un 49%. Esto cuando en el resto del mercado activo los trabajadores han aceptado reajustes menores al Índice de Precios al Consumidor. Sabio y visionario fue Thomas Jefferson, que en 1848 dijo que a los bancos había que temerles más que a los grandes ejércitos.

En EEUU la crisis se manifestó primeramente con la requisición de viviendas a individuos que no podían pagar. En ese sector de la economía comenzó también en España. En la zona del euro, los bancos de países más desarrollados como los de Alemania y Francia, inundaron de préstamos a países como Grecia, sin que dentro de la economía de éste último se pudiera mantener un crecimiento productivo que respondiera para pagar los intereses que conllevaba la deuda. Grecia es en este momento el país en crisis política, económica y social: las grandes protestas callejeras sirven de telón de fondo a los desacuerdos de la clase política griega para implementar medidas económicas que reduzcan la deuda y el déficit fiscal. A Grecia le seguirán, se anuncia, Italia, España y Portugal. La caída del euro acarrearía serias repercusiones a nivel mundial. Si países como Grecia se retiran de la zona del euro, los bancos alemanes y franceses sufrirán las consecuencias. La directora general del Fondo Monetario Internacional, Christine Lagard, ha declarado que un impago sería algo muy grave no sólo para los EEUU sino para la economía mundial. El fenómeno se repite globalmente porque los bancos ejecutaron las mismas prácticas en muchos países: la banca realizó préstamos a destajo sin asegurarse que los destinatarios del dinero tuvieran la solvencia económica para responder. Gran Bretaña, fuera de la zona del euro, ha mantenido su moneda —la libra esterlina— pero sufre también las consecuencias de la crisis, pues su principal comercio es con Europa (un quinto de las exportaciones británicas están destinadas al mercado europeo).

En Europa la crisis económica y la falta de acuerdos políticos socava profundamente las bases del sistema democrático, actuando en el plano de la política interna de las naciones. En Grecia ha precipitado un cambio de gobierno, lo mismo en España y en Italia. En este último se ha llegado a instalar en el gobierno a un tecnócrata, Mario Monti, que primeramente tuvo que ser nombrado por el presidente como senador (nunca elegido por la voluntad popular) para poder obtener el cargo de primer ministro. Y aun así, Alemania, la potencia de Europa con más signos de estabilidad económica, se niega a la emisión de préstamos a los gobiernos por parte del Banco Central Europeo o a que el Fondo Monetario Internacional use sus reservas para paliar la crisis. Esto aumentaría la confianza de los inversionistas en los mercados europeos, motor financiero necesario para lograr el crecimiento económico, pero iría en desmedro de la economía alemana. La Chancellor alemana, Angela Merkel, es consciente de la catástrofe que significaría la muerte del euro, pero de acuerdo a The Economist, ve en la crisis una oportunidad de realizar reformas estructurales y presupuestarias en la zona del euro. Esto porque política monetaria y gasto fiscal están íntimamente ligados, dicen los expertos. Tarde o temprano la circulación del euro en economías tan dispares como Grecia y Alemania, en términos de gasto fiscal y crecimiento económico, desembocaría en la actual situación económica que vive Europa.

Una parlamentaria británica, criticando a los activistas de “Occupy London” en un programa televisivo, aludía sarcásticamente a las filas de miembros de este grupo de protesta frente al recinto de la cafetería Starbucks, un eslabón capitalista en la cadena de esta compañía internacional de origen estadounidense. Y es que el ciudadano común y corriente no puede escapar del sistema: el reclamo para que los gobiernos creen puestos de trabajo es precisamente pedir una inserción en él. A los ojos del ciudadano común hay un abismo entre los valores que se inculcan en el sistema democrático y la codicia de los ejecutivos que los gobernantes no parecen tener la voluntad de controlar. La gran excusa de los políticos es que regular el capital creará en sus respectivos países la huida de capitales a otros centros financieros. La globalización en este sentido marcha bien para los inversionistas en tanto y en cuanto se les dé libertad completa para operar en los mercados, pero no permite que se establezcan regulaciones. Pero si no hay alternativa y si vivimos en democracia, entonces se debe responder al llamado ciudadano de regular el capital financiero para que deje de procrearse a sí mismo, dejando al individuo a merced de los mercados.