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José Domingo ChoquehuancaLa premonición de Choquehuanca

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“Quiso Dios de salvajes formar un gran imperio y creó a Manco Cápac; pecó su raza, y mandó a Pizarro. Después de tres siglos de expiaciones, ha tenido piedad de la América y os ha creado a vos. Sois pues el hombre de un designio providencial; nada de lo hecho atrás se parece a lo que habéis hecho; y para que alguno pueda imitaros, será preciso que haya otro mundo para libertar... Habéis fundado cinco repúblicas, que en el inmenso desarrollo a que están llamadas, elevarán vuestra grandeza, donde ninguno ha llegado. Vuestra fama aumentará así como aumenta el tiempo con el transcurso de los siglos y así como crece la sombra cuando el sol declina”.

José Domingo Choquehuanca

El mestizo peruano José Domingo Choquehuanca, descendiente directo de la nobleza inca, anticipó el destino trágico de Simón Bolívar y sus ideas políticas. Lo que debió perdurar como una loa lúcida e inocua para sintetizar la esplendorosa vida del Libertador, con los años devino en una premonición sombría, pero certera, sobre el desenlace de la corta historia del guerrero infinito.

La construcción literaria plantea una comparación efectiva en la forma y en simultáneo eclipsa el contenido y su nitidez expresiva. La loa de Choquehuanca esconde una contradicción y encierra más de un misterio. El efecto magnífico hacia la gigantesca fama de Bolívar resulta opacado por esa sombra interminable del poniente. Choquehuanca confirma la inmensa trascendencia del protagonista, al mismo tiempo que enturbia esa virtud en el crepúsculo de un sol en decadencia.

A doscientos años de la Independencia de América del Sur, las ideas de Bolívar conservan brillo y vigor. Apenas relumbra el recuerdo del destierro, la agonía en soledad y el final tormentoso en la miseria absoluta en la Quinta de San Pedro Alejandrino, Santa Marta, Colombia.

El prestigio del preclaro luchador prevalece sobre José Antonio Páez y Francisco de Paula Santander y muchos otros que torcieron su voluntad y tomaron el camino opuesto que él trazó. Páez gobernó la primera república de Venezuela y Santander inauguró la presidencia de Nueva Granada, la Colombia de hoy. Bolívar buscó la gloria. No le alcanzó la existencia para acariciarla. Páez y Santander sólo aspiraban al poder. Lo disfrutaron en vida y ahora compiten por el olvido.

Nunca como en este tiempo la fama de Bolívar traspasa las fronteras de América Latina. Y la sombra que acompaña esa inmensidad apenas sirve para camuflar la medianía de quienes invocan su nombre y tratan de disimular el parecido con Páez o Santander.

Quizá Choquehuanca, consciente de sus palabras, quiso alertar al Libertador sobre su oscuro final y el castigo que les espera a quienes tuercen las diáfanas ideas que tanto le costó alumbrar. Podrán acceder al poder, tendrán licencia para beneficiarse del tesoro público, disfrutarán de los honores pasajeros de la primera magistratura. Pero, eso sí, encontrarán cerradas las puertas de la posteridad. Los traidores jamás reflejarán su brillo.

Quizá Bolívar, como su mentor Simón Rodríguez, puede hacer suya la última reflexión del maestro para graficar su existencia terrenal: “Yo quise hacer de la tierra un paraíso para todos. La hice un infierno para mí”. Para entender la trascendencia ulterior de su vida hay que leer con atención la loa de Choquehuanca.