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Juan Gelman presentó poemario en Ciudad de México
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Juan Gelman
Gelman: el momento más feliz es el de la escritura.
 

Ningún poema se puede “fabricar”, expresó el poeta argentino-mexicano Juan Gelman durante la presentación de su libro Cólera buey (1962-1968), cuarta edición de su trabajo creativo de esa época. La actividad se realizó el martes 24 de enero en la sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes, de Ciudad de México.

“El poema nace por razones que desconozco, pero nace”, dijo Gelman. “Y no hay tema que se pueda imponer. La poesía no es algo que se pueda escribir por voluntad. Uno escribe poesía cuando la señora poesía viene, golpea la puerta y conversa con uno. Cuando ya no tiene más que decirnos, se va y nos deja”.

El libro de Gelman —editado primero en La Habana en 1965, luego en 1971 y 1994, y ahora por Posdata Ediciones y la Universidad Autónoma de Nuevo León— fue presentado en forma de charla con el poeta José Ángel Leyva.

Gelman contó que en aquellos tiempos laboraba en redacciones periodísticas de Buenos Aires y al terminar, ya entrada la noche, se ponía a crear tanto que lograba hasta 15 poemas de un tirón, aunque muchas veces se quedó dormido sobre la máquina de escribir. Después de esos momentos luminosos de creación, dijo, venía el muy arduo trabajo de pulimento y selección.

“Paul Valéry decía, y de eso se hizo eco Octavio Paz, que uno no termina un poema, sino ‘lo abandona’. Creo que es exactamente lo contrario, es decir, que el poema lo abandona a uno. Después se podrá corregir esto o aquello, mejorar algo, una imagen, pero recuperar el momento de la escritura es imposible. Y para mí ese momento es el más feliz”.

Aquella década de los 70 tuvo años difíciles para Gelman, “por razones personales y políticas”, y de una “sensación de impotencia”, que explicó: “Los cubanos habían hecho una revolución y nosotros en Argentina no estábamos haciendo absolutamente nada. No había forma ni caminos políticos de encontrar la manera de que la Argentina se convirtiera en una sociedad más justa. De ahí nace ya un sentimiento de impotencia muy fuerte, y de furia al mismo tiempo. Y por eso el libro se llama Cólera buey, porque es una cólera impotente, una cólera que no produce hijos”.

Leyó su poema “Gotán”: “Yo no escribí ese libro en todo caso / me golpeaban me sufrían / me sacaban palabras / yo no escribí ese libro entiéndanlo (...)”. Y, luego de recrear algunas anécdotas gozosas —a instancias de Leyva— acerca de aventureros que utilizaban o utilizan poemas suyos para enamorar, diciendo que son de su autoría, Gelman leyó “Ofelia”: “Esta ofelia no es la prisionera de su propia voluntad / ella sigue a su cuerpo / espléndido como un golpe de vino en medio de los hombres / su cuerpo estilo renacimiento lleno de sol de Italia pasa por buenos aires (...)”.

Proveniente de una familia de migrantes europeos, como muchos en Argentina, Gelman precisó a Leyva y a los presentes: “Ante todo yo nací en Buenos Aires”. Y agregó: “Hay otras migraciones que supongo me atrajeron más, como la migración espiritual, poético-espiritual”. Eso en referencia a sus alterónimos de sobrevivencia en aquella época difícil: John Wendell, Dom Pero, Yamanokuchi Ando.

Después de eso reflexionó acerca de los misterios de la poesía y de la llamada poesía política: “La poesía es lengua calcinada y por eso puede hablar de todo: de política, de la última hoja caída del otoño, del niño al que le pegó la madre, de una piedra encontrada en la calle, de problemas sociales, y hasta puede hablar de amor, cosa que no es tan simple”.

“No es el sujeto del poema, lo que se suele llamar el tema del poema, el que determina la calidad de un poema. El único tema de la poesía es la poesía. Y con el mismo tema, una piedra encontrada en la calle, se puede hacer un gran poema o algo que se puede destinar a usos más sutiles, desde el punto de vista fisiológico”.

Gelman contó que cuando estalló la guerra de Corea, en 1950, le preguntaron al poeta Paul Éluard, miembro del Partido Comunista Francés, por qué él no escribía poemas sobre dicha cuestión si todos sus compañeros lo hacían.

Éluard les respondió que él escribía un poema de esa naturaleza cuando la “circunstancia exterior” coincide con la “circunstancia del corazón”. Y Gelman agregó: “Ésta es una definición que se puede hacer extensiva a todo poema”.

Para saldar el asunto se refirió a los “equívocos” en torno a la llamada “poesía política” y dijo que, en el sentido que se entiende hoy, esa poesía se comenzó a escribir desde hace 28 siglos, con Arquíloco, un mercenario griego que creó poemas pacifistas. Otros ejemplos, agregó, son La divina comedia, de Dante, “un gran poema político”. O Shakespeare, quien escribió “versos de gran belleza sobre la lucha por el poder”, en Ricardo III.

“Por esa razón pienso que el único tema de la poesía es la poesía, y que por eso mismo puedo hablar de todo, mientras sea poesía, claro”.

Fuente: La Jornada