Todo es azar y peligro en la vida, menos la muerte y las oraciones que acompañan al hombre en su tránsito, que sirven de disfraz para los dolores, para lo que en algún momento pueda llamarse un tiempo feliz, dichoso; el hombre apostando por algo que nunca logra obtener, pasa de un mundo emocional a otro, indistintamente de la época del año, del gobierno de turno y la canción de moda, la bohemia y las estaciones lunares, el hombre es lúdico por naturaleza, por eso aunque muchas veces la muerte sea sorpresiva, el poeta, único ser dichoso y festivo en el dolor, la cultiva con esmero de ebanista. Ya quisiera yo entender un poco más en qué consiste tanta dedicación del poeta en cantar las sombras, lo oscuro de unas huellas que a veces, las más de las veces, rompen como una ola marina, sin forma pero acercándolo de nuevo al comienzo de la trocha que creía cima, en su final:
...de aquí no se regresa
nadie reza por nadie
no hay misericordia
esta tierra se lo traga todo...
A Días de azar corresponden estos versos; Fidel Flores, su autor, llanero de Pueblo Nuevo del Caris, poeta de obra conocida y celebrada por quienes nos gloriamos de ser sus amigos y otros que no lo son, pero que por igual aplauden su lírica, la sentencia sin tregua, la ingrimitud y el silencio que se convierten en su mortaja, sin que, fuera del círculo del mundo de su poesía, se vean, y sistemático, el poeta, nos lleva como en una densa nube por sus cantares:
no hubo tregua
ni reinos que defender
sólo rencor por alimento
hierba seca
y animales muertos
nada en que pensar
ni en que ocupar la soledad.
O cuando ya no tiene remedio y son las noches, las manos que guían, los acordes musicales que embelesan para que el poeta nos deje su manifestación de hambre, por un mundo, como siempre, desconocido, donde el eco de la palabra que sentencia no se hace esperar, las señales son insistentes, luces que invitan al descubrimiento de este libro: Días de azar, siendo su autor, como ya dije, Fidel Flores, el maestro poeta de los horizontes del llano oriental, revelándose con una poesía que va transparentando las trochas, senderos, que llevan, antes de perderse en los surcos que guardan la memoria del hombre, a la casa de los hombres, que como Fidel Flores, brindan siempre, la posibilidad de la belleza del azar de los mundos de la palabra:
Me voy de aquí
regreso a los farallones
desnudo
entre cielo y tierra