Sala de ensayo
Publicación, distribución y oferta de poesía en Nicaragua a inicios del milenio

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VIII Festival Internacional de Poesía de Granada
Venta de libros en el VIII Festival Internacional de Poesía de Granada (2011), en Nicaragua.
 

Este breve artículo reflexiona sobre la producción, distribución y oferta nacional de poesía en Nicaragua.1 Situado en el periodo transecular de 1998 al 2006, este ejercicio de diagnóstico hace un acercamiento para arrojar luz tanto sobre la realidad concreta del imaginario social de patria poética, como sobre posibles tendencias en la apreciación socioestética de la población consumidora. A la par de ello, insertar a la poesía dentro de una visión vinculada con industrias locales, como la periodística y la editorial, nos permite evaluar de manera inicial algunos aspectos de desarrollo cultural y económico-material del país. Los resultados expuestos se basan tanto en la recopilación y procesamiento estadístico de material hemerográfico de artículos y notas que refieren a este proceso como a entrevistas hechas y en las experiencias vivenciales de investigar este campo de actividad entre los años 2006 y 2007.

Aunque las realidades culturales, sociales y lingüísticas de Nicaragua son múltiples y variadas, la imagen centralizada y dominante es la de una “patria poética” o como una “República de poetas” (Valle-Castillo, 2001:1). No obstante, existen posturas que cuestionan esta imagen, partiendo mayormente de considerar los contextos socioeconómicos del país. De hecho, Sergio Ramírez, en una entrevista por Mario Benedetti, afirmó que “la poesía ha podido vivir en Nicaragua sin lectores... para ser un buen poeta... le bastaba ser reconocido como tal por la crítica extrema [externa] y alguna crítica de adentro” (Ramírez en Benedetti, 1992). Esta declaración revela una disyuntiva entre la imagen proyectada hacia el exterior y la realidad nacional. Entre otras cosas, implica la dependencia de los escritores sobre estructuras extranjeras y, posiblemente, la ausencia de un campo activo de producción concreta a nivel nacional. No obstante que la gran parte de estudios sobre la literatura y poesía nicaragüense se hace con base en producciones conocidas internacionalmente, es importante no asumir que ésta es la única con la que cuenta esta nación centroamericana.

Diferentes razones político-económicas históricas específicas han llevado a los escritores y promotores culturales nicaragüenses a publicar fuera de su país. Éstas son en su mayoría coyunturales involucrando censuras estatales y la ausencia de medios locales que apoyan la producción de libros. Asimismo, también se puede considerar que existen diferencias entre los accesos a los circuitos internacionales de difusión. Dicho simplemente, algunos autores tienen mayor posibilidad para insertar sus obras en el ámbito internacional ante otros dispares cuyas creaciones son obligadas a permanecer dentro de sus fronteras. Por ello, conocer más a fondo sobre la literatura nicaragüense y reflexionar sobre su reputación literaria ocupa distanciarse de las obras en circulación internacional y enfocarse más bien a la creciente producción y oferta tangible de poesía local.

Durante la época estudiada, Nicaragua contaba con cerca de cinco y medio millones de habitantes repartidos en aproximadamente 130 mil kilómetros cuadrados (Inide, 2005: 24). Su geografía volcánica y tropical, junto al factor de desarrollo socioeconómico e industrial lento y múltiples veces intervenido promovió una concentración poblacional en la costa del Pacífico a la vez que una gran falta de infraestructura de todo tipo en el resto del país. Es considerado el segundo país económicamente más pobre del continente, con casi la mitad de su población en condición de pobreza (CIA, 2011). Además, regionalmente es uno de los que sufren más de analfabetismo, que viraba alrededor de 20% durante los primeros años del 2000 (Arrien, 2006: 4). Estas condiciones indiscutiblemente obstaculizan su desarrollo nacional, incluyendo éste en su dimensión cultural-literario. No obstante, como ya se mencionó, es aquí donde se ha desarrollado una compleja construcción simbólica basada en la poesía. Sin menospreciar los antecedentes sociales y político-culturales de este proceso, es importante también valorar los medios y las actividades que la justifican de manera tangible.2 Específicamente, se refiere a las expresiones materiales que cobran las producciones de los escritores poetas, que incluyen a los suplementos culturales y a las revistas literarias como medios de difusión y claro, el libro de poesía.

Desde inicios del siglo pasado, el medio tradicional para distribuir literatura y para difundir la imagen de los autores es el suplemento cultural periodístico. En el caso de Nicaragua, aparte de vínculos familiares entre los escritores y los propietarios de los periódicos, existen otros factores que pueden explicar esta preferencia. Mayormente, el periódico se ajusta al contexto económico nacional y suple el vacío generado por la ausencia histórica de una industria editorial (cfr. Saballos, 1990: 3). Esta ausencia fue compensada durante la década de la revolución sandinista (1979-1990), cuando editoriales estatales publicaron cientos de títulos y distribuyeron miles de ejemplares a nivel nacional. No obstante, los efectos de la contrarrevolución y luego de los gobiernos neoliberales que le siguieron, mantuvieron al libro-objeto como un lujo fuera del alcance de muchos nicaragüenses. Incluso para los mismos escritores, publicar en una editorial nacional simplemente no se consideraba como una opción (Petrie, 2005). Por ello, el suplemento se consolidó no sólo como el medio más accesible, pero también como el que daba mayor garantía de difusión.

Durante los años estudiados, los suplementos culturales más importantes son dos: La Prensa Literaria (LPL) y el Nuevo Amanecer Cultural (NAC). Aparecen los fines de semana en los diarios La Prensa y El Nuevo Diario, correspondientemente. Aunque los datos de operación y distribución no son fácilmente accesibles, se estima su venta combinada fue de entre 80 a 90 mil ejemplares a nivel nacional en cada aparición (cfr. Kodrich, 2002: 210). Aunque esta cifra representa mínimamente a la población total, por la calidad social y compartida de un periódico es posible que cerca de medio millón de personas, o sea 10% de la población total, fueran expuestas a estos suplementos cada sábado y domingo. Evidente entonces, este grado de alcance favorecía la difusión, proceso en que los mismos suplementos se esforzaban por publicar una gran cantidad de talento nacional. De hecho, en aquellos años por un bajo costo de cinco córdobas, un lector podía adquirir la edición cultural de estos diarios y a través de un año conocer muestras de aproximadamente 120 poetas en La Prensa Literaria y de unos 70 en el Nuevo Amanecer Cultural, los cuales en su gran mayoría nicaragüenses (Chavolla, 2009: 119).

El suplemento cultural de mayor antigüedad y tradición en Nicaragua es La Prensa Literaria. Fue fundado en 1926 y luego dirigido por el poeta vanguardista Pablo Antonio Cuadra desde 1958 hasta el 2000, cuando lo relevó a la también poeta y periodista Marta Leonor González. La historia del diario La Prensa incluye sobrevivir a la dictadura somocista, misma que asesinó a su entonces director por promover posturas progresistas. También superó las censuras impuestas por la administración sandinista durante los ochenta cuando se opuso abiertamente a sus políticas revolucionarias. Si bien estos eventos lo caracterizaron como políticamente activo y opositor, la estética promovida en este suplemento tendió hacia lo tradicional y ortodoxo, frecuentemente basado en lealtades con su director.

La contraparte en muchos sentidos del periodismo nicaragüense representado por La Prensa está concentrada en El Nuevo Diario (END) y su suplemento, Nuevo Amanecer Cultural. Creado durante la última década del siglo XX, este diario surgió como el portavoz independiente de los esfuerzos sandinistas y de las perspectivas de “izquierda” en general. Después de la derrota electoral del partido gobernante del Frente Sandinista de Liberación Nacional en 1990, END sustituyó de forma natural el espacio que ocupaba el órgano oficial de esa administración, Ventana. Este antecedente proveyó al suplemento las pautas para determinar los autores y las estéticas que aparecieron de entre sus páginas culturales.

Tanto por su accesibilidad económica como por su alcance de entre la población, estos suplementos históricamente favorecieron la producción nacional que incluía la de autores reconocidos internacionalmente, como la de aquellos que no lograban aún exponerse fuera del país. Si bien cada uno de ellos contaba con una línea ideológica y estética definida que cohesionaba y apoyaba autores en distintas esferas políticas, las condiciones sociopolíticas y económicas cambiantes durante los últimos años del siglo XX y los primeros del XXI obligaron a estos periódicos a cambiar sus modelos para representar a la cultura literaria. Como se verá enseguida, la emergencia de otras fuentes impresas de estímulo cultural proveyeron a los autores con más opciones para difundir sus obras. Ello, junto con otros retos como un público lector diferente al acostumbrado, amenazaron la hegemonía de estos suplementos en atraer lectores.

La transición secular del XX al XXI se acompañó con un relevo de consumidores de los diarios: de un sector lector principal de entre 40 y 60 años de edad, a otro de jóvenes profesionistas, de entre 25 y 40 (Kodrich, 2002: 210). La imagen de los suplementos por lo tanto se adaptó. El concepto de cultura, antes fijo a marcos más o menos ideológicamente cerrados y estrictamente literario-poéticos, se acopló para dar mayor atractivo visual y más inclusión de poesía nueva que rompía con las estéticas predominantes previas. Empero, si bien este y otros cambios pueden considerarse como respuestas a una sucesión generacional entre la población, también es por la caída de los sandinistas en 1990 y por los procesos ideológicos que acompañaron a las siguientes administraciones neoliberales, en que el medio periodístico no fue el único sector industrial afectado. El sector de productores culturales vio disminuir sus apoyos provenientes del gobierno con la salida de los revolucionarios de la presidencia, pero a la vez se abrieron nuevas posibilidades de iniciativa privada que no los limitaban a los suplementos como único medio de difusión. Con ello, los cambios de imagen atestiguados en los periódicos también pueden responder a una competencia inesperada: una incipiente industria editorial de revistas y libros independientes.

Durante las décadas que dieron paso de un siglo a otro, los lectores consumidores nicaragüenses fueron presentados con una variedad de opciones fuera del suplemento cultural-literario para conocer y apreciar la obra poética de sus connacionales. Esta oferta fue provista especialmente por escritores jóvenes. La emergencia de estas nuevas promociones de poetas se caracterizó por la formación de colectivos que publicaban sus propias revistas literarias. En aquellos años se podía encontrar hasta cinco revistas en circulación simultánea, de entre las que más destacaron fueron Literatosis, 400 Elefantes y Anide, de la Asociación Nicaragüense de Escritoras. El éxito de estas revistas rápidamente agotadas se debió a la ampliación de su concepto cultural. Si bien cada una de manera distinta, la creatividad en sus abordajes culturales rebasaba a la de los diarios tradicionales.

La ya desaparecida, controversial y varias veces autofinanciada Literatosis circulaba en tirajes de 300 ejemplares y representó a un grupo de alrededor de 10 a 20 poetas. Este grupo puso su apuesta para captar lectores en acompañar su poesía con muestras de artes visuales y noticias culturales. Eventualmente abandonaron el formato impreso por uno digital, marcaacme.com, que para el año 2006 ya lograba cerca de 50.000 hits al mes. La revista 400 Elefantes, producto de un grupo de membresía volátil de aproximadamente 10 personas, fue de tirajes un poco mayores, aunque con apariciones irregulares. Su estrategia para atraer reconocimiento y construir prestigio fue complementar su poesía con artículos de crítica literaria, lo cual la convirtió inmediatamente en una autoridad entre las esferas de escritores jóvenes. Por su parte la revista de la Asociación Nicaragüense de Escritoras, que en los años revisados contaba con cerca de 80 miembros, fue el proyecto con más potencial de supervivencia. Además de haberse consolidado en un nicho mercantil de género, distribuía nacional e internacionalmente alrededor de 1.000 ejemplares en que su abundante contenido literario se acompañaba con muestras de arte visual de mujeres artistas nacionales.

Estas revistas, si bien continuaron con una tradición histórica en Nicaragua de promover a colectivos de poetas emergentes, es de notar que no sólo atendían a la falta de opciones de estímulo cultural. También buscaban participar en un ambiente nacional diferente al de sus antecesores en que el reconocimiento del oficio poético ya no dependía exclusivamente de factores político-ideológicos. Si bien el apoyo internacional continuó como un factor, para estos actores en cuestión la difusión incluía creatividad en alcanzar masivamente a la población, como el grupo de Literatosis al optar por los medios digitales o como el de 400 Elefantes que se insertó en medios académicos profesionales. Estos esfuerzos cimentaron las justificaciones de que en Nicaragua había escritores desconocidos a los circuitos internacionales y por lo que había necesidad de formalizarlos en la institución del libro; del poemario. Empero, ya cancelado el Estado promotor de la cultura y su sustitución por uno de mínima interferencia, para estos efectos se ocupaba nuevamente el apoyo internacional y mucho autofinanciamiento, que agradablemente pudieron reactivar la industria editorial nacional.

La producción de libros en Nicaragua era prácticamente nula antes de la revolución sandinista en 1979, momento en que el Estado la empezó a estimular directamente a través de las editoriales Nueva Nicaragua y Vanguardia. No obstante, estos esfuerzos —desmantelados por los gobiernos subsecuentes— no resultaron suficientes para consolidar una industria nacional. De hecho, tanto antes como durante la revolución sandinista, los mismos textos escolares, fundamento para cualquier industria de libro, fueron importados (Ross, 1990). Todavía después de esos años, esta dependencia continuó. Aunque no hay lineamientos ni una tradición práctica de editoriales por reportar o clasificar su información comercial, en especial de aquellas más comerciales como Hispamer, Pavsa y Anamá, se estima que en el 2007 estaba valuada en poco más de 15 millones USD, de los cuales la importación de libros representaba el 80%, y la oferta doméstica menos del 20% (cfr. Uribe, 2003).3 Pero, aunque estas cifras implican una debilidad en la producción material local, hay otros datos que apuntan a su crecimiento y a una reducción de su dependencia en el extranjero.

Según la oficina del ISBN en Nicaragua, en 1998 sólo tres casas editoriales registraron títulos de poesía. Pero, para el año 2001 este número crece a 14 y para 2005-6, ya hay registros de más de 20 editoriales a nivel nacional produciendo poemarios. Las editoriales más constantes en este esfuerzo desde mediados de los noventa incluyen al Centro Nicaragüense de Escritores, financiado por una organización no-gubernamental (ONG) noruega. También sobresalen Universitaria, posible por una alianza entre diferentes instituciones de educación superior; Anide, financiada por una ONG holandesa; Fundación UNO, subsidiada por un banco local; y la muchas veces autofinanciada 400 Elefantes. Esta lista es representativa del sector en que resalta la continuidad de la participación internacional, pero también revela un crecimiento de editoriales independientes, que de manera conjunta son responsables por cerca de la mitad de los títulos publicados en esos años.

El aumento de editoriales también se acompañó de un crecimiento en la cantidad de títulos. Al final del siglo XX hay un promedio de entre 100 y 150 títulos nuevos anualmente. Pero después del 2001, esta cifra sube a más de 300. La mayor parte de éstos son textos escolares, de interés general, técnico-profesionales y religiosos. Aunque poemarios y otros libros de poesía representan entre el 4 y 8% del total, es evidente que hay un incremento en la producción formal de este género literario: desde apenas 4 títulos en 1998 a más de 30 en el 2005-6, indicando que los escritores nicaragüenses contaban con mayor acceso a los medios de publicación. Sin embargo, estos registros del ISBN necesitan cuestionarse en el sentido de si este aumento en publicaciones se puede traducir en una mayor oferta accesible a los lectores nacionales.

Existen varias posturas locales que afirman la ineficiencia distributiva de estos títulos, su no-venta y el colmo de su almacenamiento (Petrie, 2005). En parte, ello se debe a que más de la mitad del país no cuenta con infraestructura tan básica como carreteras, o de formas de transporte de carga eficientes para movilizar estos libros. Agregar a estas dificultades logísticas la condición de pobreza casi generalizada resultó en mantener al libro-objeto como un producto de lujo. En el 2007, un poemario de un autor joven como Ezequiel D’León Masís, Héctor Avellán o Eunice Shade, o asimismo de autores consagrados como Ernesto Cardenal, Francisco de Asís Fernández o Vidaluz Meneses variaban en precio desde 40 hasta 300 córdobas. En términos cotidianos, estos costos representaban desde 2 hasta 15 salarios mínimos diarios.4 Pero justamente por esta disparidad entre oferta y accesibilidad resaltan algunas estrategias de los editoriales y colectivos de poetas que irrumpieron al escenario de producciones culturales durante estos años.

La editorial Distribuidora Cultural, por ejemplo, aunque no se conoce por registrar títulos de autores fuera de los canónicos, como Rubén Darío y Salomón de la Selva, asocia sus publicaciones rústicas y de bajo costo en acorde a los contenidos de programas de escolaridad básica para garantizar su distribución y lectura. La editorial Leteo, por su lado, que argumenta la venta de libros como absurdo considerando el contexto económico nacional, ha logrado suficiente apoyo del sector privado para regalar tirajes completos de sus poemarios. El ya mencionado grupo 400 Elefantes, con un sello editorial del mismo nombre, enfrenta esta situación con organizar recitales en escuelas, parques y otros sitios de interés general para regalar algunas de sus publicaciones y vender otras. Por otro lado, hay grupos que al parecer abandonan casi por completo la idea de difundir poesía en su formato impreso, y no necesariamente por tomar la opción de digitalizar sus productos. El comité del Festival Internacional de Poesía de Granada ilustra lo anterior con organizar anualmente una semana completa de recitales en que las masas son expuestas, casi involuntariamente, a la modalidad oral de la poesía de cientos de poetas nacionales e internacionales. Sus eventos, realizados desde el 2005, se insertan en un marco de intención turística, en donde la promoción y venta de libros cobra un lugar secundario ante la construcción de una imagen cultural de la ciudad, con la que busca una declaración de la Unesco como Patrimonio Cultural de la Humanidad.

Pero después de estas consideraciones técnicas, surge la pregunta más específica de qué clase de poesía se está consumiendo en Nicaragua. Aunque la respuesta puede ser amplia y variada según los parámetros, una forma básica e inicial para abordar esta pregunta es con base en las clasificaciones promocionales y en el género de los autores que se incluyen en la oferta entonces presente tanto en los suplementos como en los libros publicados.

Como es de esperar, la industria periodística es la más rápida en abordar los intereses poblacionales y la primera en arriesgarse con autores nuevos, aunque es también de esperar que, tratándose de la misma comunidad letrada, comparte algunas tendencias con ella también. Durante el periodo estudiado en La Prensa Literaria que coincide con la dirección de la poeta González, de los 110-120 poetas que publica al año, la presencia de autores emergentes desde los años noventa rápidamente ha cobrado mayor presencia, desde una cuarta parte de la cantidad total hasta la mitad para el 2007. No así en libros publicados, en que autores jóvenes están casi ausentes hacia el final del siglo. Sin embargo, según los registros del ISBN, los poetas nuevos logran reclamar autoría por una tercera parte de los títulos publicados a partir de los años 2000. Ello, gracias mayormente a publicaciones por concurso, como el Festival Interuniversitario de Poesía; a los premios de la Asociación Nicaragüense de Escritoras y del Centro Nicaragüense de Escritores, así como a las gestiones independientes de grupos como 400 Elefantes.

En cuanto al género del autor cuya obra se difunde entre la población, las mujeres históricamente han cedido su representación. Exceptuando pequeñas fluctuaciones, las mujeres representan una tercera parte de los poetas que aparecen en los suplementos culturales, cifra similar a la encontrada en las difusiones orales del Festival de Granada durante el mismo periodo. La tendencia continúa en la publicación de libros, aunque con mayores oscilaciones debidas más por la coincidencia de premios literarios, en donde libros de mujeres poetas pueden representar entre cero y hasta el 40%.

Estas características anteriores sobre la oferta nos pueden llevar entonces a considerar que el consumo de poesía posiblemente tienda por la hecha por hombres, y de éstos, mayormente de promociones ya consolidadas en el canon nicaragüense. Dicho en otra forma, si nos referimos a la estrategia de ventas de la ya mencionada editorial Distribuidora Cultural, el gusto social es el que coincide con los antecedentes de escolaridad primaria de la población.

Como conclusiones sobre el mercado nacional de la poesía nicaragüense, podemos pensar que las características cuantitativas de la oferta tangible de este producto no equivalen con la magnitud del mito identitario. Sociocultural e históricamente, aunque el referente poético es un eje en la identidad nicaragüense, es revelador que las infraestructuras necesarias para sostener un mercado de distribución y consumo de libros de poesía están prácticamente ausentes en este país durante la etapa estudiada. Estas deficiencias, que se originan en factores como analfabetismo y pobreza, atacan la misma funcionalidad editorial y distributiva, y por ende, la accesibilidad social a estos productos. Sin embargo, y admirablemente, los poetas, en su mayoría entonces emergentes, recurren a estrategias de compensación, muchas veces insertas en proyectos culturales de dimensiones que rebasan lo meramente literario. No obstante, tácticas como el impulso a la difusión oral, o por vías no-tradicionales como el Internet, aún compiten a desventaja con su propia realidad, como los poetas que en búsqueda de lectores continúan publicando en el extranjero, y la limitada y orientada capacidad adquisitiva de los consumidores.

 

Bibliografía

  • Agencia ISBN de Nicaragua: registros 1998-2006, Biblioteca Nacional de Nicaragua, Managua, 2007.
  • Arrien, Juan B.: La alfabetización en Nicaragua, Background paper prepared for the Education for All Global Monitoring Report 2006 Literacy for Life. Unesco, 2006, 7/9/2011.
  • Benedetti, Mario: “Hay que escribir de lo que a uno le da la gana”, entrevista a Sergio Ramírez, Nuevo Amanecer Cultural, 8 de agosto de 1992.
  • Chavolla Mc Ewen, José Jaime (2009): Colectivos poéticos emergentes en Nicaragua, 1990-2006, tesis de doctorado en Estudios Latinoamericanos, FFyL-Unam, México.
  • CIA: “Nicaragua”, World Factbook, 2011, 7/9/2011.
  • Inide: “Censo 2005. VIII Censo de Población y IV de Vivienda”, Instituto Nacional de Estadísticas y Censos, 2005, 7/9/2011.
  • Instituto Histórico Centroamericano: “The New Education in Nicaragua: An Open Debate”, Envío, 22 de abril de 1983, p. 20.
  • Kodrich, Kris: “Finding a New Way: Nicaraguan Newspapers in a Globalized World”, J&MC Quarterly, 2002, vol. 79, Nº 1 (primavera), pp. 101-120.
  • La Prensa Literaria, Managua, años 1998-2006.
  • Nuevo Amanecer Cultural, Managua, años 1998-2006.
  • Petrie, Henry: “Empujar la carreta cuesta arriba”, ponencia en el I Congreso de Escritoras y Escritores de Centroamérica (Panamá, 3-6 octubre de 2005), Revista Panameña de Cultura MAGA, 2006, Nº 59.
  • Ross, Peter: “Una idea brillante: el FSLN y la construcción del estado nacional”, Estudios Interdisciplinarios de América Latina y el Caribe, Universidad de Tel Aviv, vol. 1:2, 1991, 7/9/2011.
  • Saballos, Ángela: “Poetas, ¿recuerdan que editar un libro antes era como ir al cielo?”, Nuevo Amanecer Cultural, 31 de marzo de 1990, p. 3.
  • Uribe Schroeder, Richard (2003): Producción y comercio internacional del libro en Centroamérica, República Dominicana y Cuba. Cerlalc-Unesco, México-Chile.
  • Valle Castillo, Julio: “En elogio de los escritores nicaragüenses”, Nuevo Amanecer Cultural, 3 de febrero de 2001, pp. 1, 6.

 

Notas

  1. Todos los datos referidos, al menos especificados de otra forma, están basados en mi tesis doctoral en Estudios Latinoamericanos: Colectivos poéticos emergentes en Nicaragua, 1990-2006, Universidad Nacional Autónoma de México (Unam), 2009.
  2. Para una revisión sobre los antecedentes que contribuyeron a construir la imagen poética de Nicaragua, se puede referir a Chavolla, Jaime: “La identidad poética en la tierra de poetas y puetas”, en Variedad de géneros y siglos en la literatura latinoamericana, de Patricia Cabrera (coord.), México, Unam, 2010.
  3. Partiendo de cifras estimadas por la Unesco y la Organización de Editoriales Independientes (OEI), ambos considerados en el estudio de Uribe.
  4. Basado en PIB per capita de un ingreso de US$2/día (2007).