Especial
José Luis Muñoz
Muñoz: acusación sin fundamento.
Caen chuzos de punta sobre La Habana

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Julio Travieso Serrano, un autor cubano al que no conozco ni he leído, me acusa de que mi penúltima novela publicada Llueve sobre La Habana (La Página Ediciones, 2011) es un burdo plagio, casi textual, de una que él editó en el año 2004 con idéntico título. Acusar a un escritor de plagiario es un asunto grave, es como tildar a un juez de prevaricador.

La vida de la literatura está llena de pleitos y lances de este tipo, pero no creo que este tipo de publicidad indeseada sobre esas dos novelas que transcurren en La Habana y escritas a uno y otro lado del océano les sea favorable sino todo lo contrario. Yo no busco conflictos, ni enemigos, porque la vida es muy corta para estar batallando, pero haberlos haylos. Malhadada coincidencia que dos novelas compartan el mismo título. También hay un poeta que se llama José Luis Muñoz, y me callo. Y un jefe de policía con el mismo nombre y que sale más veces en Internet que yo, y guardo silencio y no le digo que se cambie de nombre.

Sobre el título de mi novela, que de haber sabido de la existencia de la de Julio Travieso Serrano habría llamado Diluvia sobre La Habana o Caen chuzos de punta sobre La Habana, he de decir que me vino a la cabeza después de ver una magnífica foto en blanco y negro en El País Semanal en la que un mocetón negro llevaba a su pareja en una moto por una calle de la capital cubana barrida por la lluvia. Tanto me gustó la foto que incorporé un capítulo con ese nombre, Llueve sobre La Habana, inspirándome en ella. Y tanto me gustó el título de ese capítulo que decidí que fuera también el de la novela. Y así fue, sin más, porque además consideré que esa frase recogía la tristeza de mi historia policial que era, sobre todo, sentimental. Luego, cuando la publiqué, me di cuenta, buscando por Internet reseñas, que Julio Travieso Serrano había publicado una con el mismo título. Malhadada casualidad.

Sobre los títulos de las novelas hay muchas coincidencias y curiosidades, y seguro que eso les sucede a buena parte de los escritores. Cuando publiqué la novela La Frontera Sur no advertí que Horacio Vázquez Rial, dos años antes, sacaba a la luz Frontera Sur. De poco me habría servido utilizar otro nombre que me rondaba por la cabeza, Al sur de la frontera, porque ese fue el título de un documental de Oliver Stone. El mal absoluto, el título certero con el que bauticé mi novela sobre el horror del Holocausto, era un ensayo literario de Pietro Citati publicado muchos años antes. La pérdida del Paraíso bien podría ser un remedo de El Paraíso perdido de Milton. Marea de sangre, mi novela negra sobre la Costa Brava, también tenía un homónimo que era una película bélica de submarinos. Por la misma regla de tres podría considerar que mi amigo el librero Paco Camarasa me estaba robando el título de Barcelona negra, mi segunda novela publicada, al tomarlo para bautizar el evento literario negrocriminal que se celebra en la Ciudad Condal y él organiza. O podría considerar que una novela publicada por Ediciones Irreverentes con el título El sabor de la piel copiaba mi anterior El sabor de su piel. O podría enfadarme con un grupo de raperos que tiene una canción que se titula El corazón de Yacaré, justo el título de otra de mis novelas publicada antes de que sonara la canción. Y así, sucesivamente, los ejemplos serían incontables. Ni yo acuso a los raperos, a Paco Camarasa ni a Ediciones Irreverentes, ni Milton, Horacio Vázquez Rial ni Pietro Citati me piden cuentas.

Lo que ya no es de recibo, y eso seguro que lo sabe el colega cubano Julio Travieso Serrano si ha leído mi novela, es que diga que la mía es un plagio de la suya, y lo digo porque le supongo honrado y cabal, como yo lo soy. Que en ambas hay jineteras, claro, evidentemente, como hay ron cubano, playa, mulatas, son, palmeras... No creo en fenómenos paranormales, no creo que Julio Travieso Serrano se metiera dentro de mí para redactar mi Llueve sobre La Habana, y por lo tanto esa acusación sin fundamento de ningún tipo es un disparate absoluto.

En cuanto a las similitudes detectadas entre su obra, treinta según dice, y la mía, no sé de dónde habrán sacado el párrafo supuestamente plagiado que exhiben como trofeo: “Al ser detenido por la Policía, el chulo Vlad González no opone resistencia, se comporta cobardemente. ‘No sé a qué esta detención’, dice”. Eso no lo escribí yo, reconozco mi estilo, y no sé de dónde lo han sacado, seguramente de su propia novela pero no de la mía, desde luego, porque tengo memoria y sé que a Vlad González, uno de mis personajes, nunca le llamé chulo en ningún momento. Es más, esa detención de la que habla, no sé si mi colega cubano o quién tan torpemente le asesora, no tiene lugar así ni por asomo. Y seguro que si Julio Travieso Serrano lee el párrafo en cuestión verá que no existe ni el más mínimo parecido.

Además lo que más me molesta de todo este asunto es que alguien me crea tan inmensamente torpe como para, después de haber plagiado una novela, no me moleste en cambiar su título para no ser descubierto. Imagino que a nadie le cabe en la cabeza semejante proceder estúpido. Pues tampoco en la mía.