Artículos y reportajes

Llevarás luto por Franco y otros relatos
Teresa Dovalpage.
Ya nadie empieza un cuento así

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...mientras juguetea con el cinturón de piel de su vestido, espera que el gringo
la invite a subir a su habitación, a tomarse un trago en el bar Siboney o,
si la suerte la acompaña, hasta a comer...

Que los cubanos son pícaros e ingeniosos nadie lo duda, en su isla o donde quiera que la ingrata historia les haya arrastrado esas suelas desgastadas. Pero plasmarlo en el papel no lo logra cualquiera, mucho menos si al mismo tiempo se explora a calzón quitao, literalmente, los agridulces encuentros entre habaneros y extranjeros, casi siempre en situación de desventaja para los antillanos. Desventaja en teoría, pues justamente su idiosincrasia los ayuda muchas veces a voltear la ecuación, creando situaciones tan humillantes como locas pal cará.

La gente va a pensar que somos una nación de putas y de chulos. Y ahora, para rematar, de pervertidos y alcahuetas. Pero acuérdese de quién dijo que nosotros teníamos las putas más educadas del mundo, coronel.

Teresa Dovalpage lo logra, derrochando no sólo talento con las teclas, sino sobre todo su mundana cubanidad y la riqueza de su exilio, que le han permitido conocer al que cobra y al que da el vuelto —casi nunca exacto, pues, vaya, mulato, hay que redondear la semana.

Escucho el llanto de la lluvia que se hace trizas contra el pavimento. Me gustabas precisamente porque no me gustabas. En este puto mundo ya no se sabe quién es quién.

Cubanos viajeros y turistas en la isla. La confundida niña con padres comunistas en Madrid durante la muerte del caudillo local; la que huyó casada para luego sufrir de obesidad viendo tanta comida en Texas; la exilada que recibe a su madre con la que tiene tantas cuentas pendientes; la que sufre de alucinaciones y teme quedarse atrapada en el limbo cuando viaja dormida a La Habana; el turista de Oviedo vacilado tras gastar lo que no tiene en Cayo Coco; el músico de una orquestica de mala muerte y poca vida humillado por las hormonas de una colega alemana; el pederasta y la teniente; el burócrata de poca monta que finge ser extranjero ante la pelirroja; el predicador que vuela desde Kentucky para reclutar almas; Yosalinda, jinetera y caballo a la vez; los secuestradores exprés, y las hermanas caducas que arriendan clandestinamente a un ratero con acento una cama con derecho a baño sin papel porque hace años que no viene por la libreta, pero ahí le dejamos unas revistas. Son españolas, Hola, suavecitas...

Todos ellos tienen su espacio propio y a veces hasta se entrecruzan en el Malecón o en un pasillo del hotel Habana Libre (irónicamente inaugurado en 1958 por Conrad Hilton y Fulgencio Batista, para meses después terminar como cuartel de Fidel), pasando de personajes protagonistas a extras en Llevarás luto por Franco, el nuevo libro de cuentos de Dovalpage.

No podía creerlo. Cuba era de verdad el paraíso... Sin la serpiente, of course.

La circunstancial dualidad entre lo correcto y lo ilegal, el mandamiento y el pecado, la víctima y el abusador, el turista ordinario y hasta enfermo que llega buscando placer fácil y el anfitrión cansado que se niega a la resignación; contada a través de originales juegos de voces narrativas que terminan ofreciendo una visión más plena y contundente de la realidad cubana que cualquier simposio académico, tesis o libro de historia contemporánea.

Me dijo Manina que ya llegó el pollo y si no corres se acaba y comeremos mierda. Mierda es lo que hay en el inodoro, que tiene rota la cadena. Así se quedará, pues no vamos a usar el único cubo de agua que queda para descargarlo.

Tal vez sin quererlo Dovalpage está vengando a través de esos párrafos a todos aquellos ultrajados por turistas de pacotilla que juran haber hecho el negocio de sus vidas “aprovechando” la oferta de vuelo al placer fácil y barato en el traidor abrigo de la noche cubana, aun a costa de la dignidad de un país. Porque no sólo de ron vive el músico. Ni siquiera allá.

Suena ridículo, lo admito, pero me reconforta la idea.