Letras
Tres poemas

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Este tintero llora tu partida

Este tintero llora tu partida,
rezagos de tu miel en esta boca
blasfeman corazones amorosos,
en estos callejones el olvido
se adentra solitario y se marchitan
las ilusiones huérfanas de dioses.

Para que el firmamento no me grite
tus lisonjas, del marzo vespertino
cuando alienabas mi esqueleto frío,
me desdibujo en un espejo turbio
colmado de brebajes con lejía
que mitigan mi fúnebre velorio.

Rendido de tatuarme mariposas,
de escuchar el trinar de bufas aves,
haciendo de aprendiz de saltimbanqui
con tantas felonías que se cruzan,
ensordecido de palabras vacuas,
desciendo a la espesura de mi sombra.

Hoy fugo por las noches a una casa;
soy su hijo putativo, fluyen versos,
se hilvanan los caminos mutilados,
saludan las verijas de las viudas,
los besos clandestinos iluminan
el tintero que llora tu partida.

 

Bandera

Cuántos fiambres lacerados cobijas entre tus franjas,
cavando tumbas en deshilachadas formas, dando alaridos por el falange que toca
tu cementerio de seda o trapos raídos.

Hastiadas de sollozar en los mapamundis, cenizas —inmersas en símbolos ficticios— anduvieron inquietas por supuestas endemias de flaqueza de arcilla.

Las almas danzan al compás de los tambores, haciendo hileras rumbo a ninguna parte acatando el perímetro de los mojones,
que sólo son eso y más nada...

Las bocas en ti esparcieron su promesa haciéndote una caterva de hieles,
una orgía pueril de chovinismo light, extinto hormiguero de sudor y sangre.
Los altavoces melindrosos pululan el ambiente, balbuceando ángeles enmarañados en balística antigua, caimacanes siempre alcoholizados de agua bendita.

Las estrellas estampadas irradian haces de oscuridad donde sólo los empecinados
se desangraron por un trozo de nada,
mientras los otros animales abrigan su madriguera sin pretender ampliarla tres metros por detrás.

Te cuelgan conmemorando a los colgados
que patearon el banquito y se dejaron flamear por el céfiro con aroma a patria pisoteada.
Sigues somnolienta bebiendo linfa escarlata, colgada como los murciélagos,
tiñéndote de múltiples colores.

Retazo fratricida, tu madre Tierra llora.

 

Crónica de una ninfómana

Soy ninfómana, quítame las bragas.
Desdeño las auroras de mi vida.
Libia la herida de tus crueles dagas
que entraron en mi masa no ceñida.

Olvidé mi inocencia un día oscuro
en el rincón del mísero priorato,
se me acercó un hidalgo burdo e impuro
y como un vil glotón comió su plato.

Persigo al río, hoy, de madrugada,
para escapar de sueños. Voy buscando
un hombre que bautice a su criada,
me salve del beato y su atroz mando.

Soy yo desde la cita con el Diablo
que con un beso cautivó mi sexo,
ahora me entrego entera sobre establos,
catres, zaguanes; todo por tu nexo.

Siento tus fríos ojos como muerto,
tómate la pastilla; no seas pijo.
Aquí está, jardinero, es tu huerto:
pico, pala, rastrillo; todo es rijo.

Allá va la cigarra como un ángel
que humedece con pánico sus alas.
Quiero ver el crepúsculo, mi cárcel,
anhelo debutar rayas de galas.

Mi lena sólo pinta en acuarelas
tu retrato sumiso, noche y día.
Como un bourbon que difumina telas,
prendo la estufa, toma esta impía.