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Poemas

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caer

c
a
e
r
caer hasta tu cuerpo
y ganar en tu cama
la almohada de tus brazos
otear tu boca
hasta la ausencia,
aunque mienta
como a Julia
y te ame
             como Alejandra a la muerte.

el vacío tiene sus razones
aunque yo no las entienda:
tiende su mano y repasa
la caricia que no está
o adivina la línea
de la vida que no fue.
tanta nada me sorprende
y cuando menos me secuestra
y te pienso,
te pienso con mis manos
mientras guardo en un bolsillo
toda esta oscuridad,
muerdo su témpano
como quien deshace el frío,
bebo mi sed
como quien evapora al mar
y concluyo
que algo de vida
ha traído tu muerte
y tranquilamente se hospeda
en esta casa.

 

el peso de las cosas

“despierta de caricias,
aún siento por mi cuerpo corriéndome tu abrazo”.

julia de burgos

heme aquí,
hecha toda de tu ausencia,
con el golpe de tu adiós
creciéndome en la entraña,
con la palabra a medio decir,
como haciendo fila
en espera de aire.

no basta gravar
el abismo de tu boca
o callar agravios
si la muerte se repite
y no es pequeña.
aquí,
en estas cuatro paredes
ocho esquinas
dos ventanas
que me esconden,
basta con decir basta
y pretender
que el ojo de la puerta
no gotea tu salida.
acaso ocaso
tu silencio si te nombro,
acaso ocaso
el gemido dormido en la espera,
acaso ocaso
el nudo triste en la garganta:
ese lugar inconcluso
al que escapamos
cuando duerme la sonrisa.

 

credo de eva

creo en mi sexo,
todopoderoso,
creador del pez y del anzuelo.

creo en eva,
única matriarca
multiplicada diosa
que fue concebida
para agraciar la obra de los espíritus mansos,
y nació de santidades virgen.

palideció bajo el sabor del fruto de aquel árbol,
fue mordida,
revivida,
todo reinventado.

ha vivido los infiernos
incluidas las muertes que resucita a diario
para mirar al cielo
y cuestionar a quien quiera
que esté acostado a la derecha del padre,
claro sospechoso,
cómo desde allí habrá de juzgar
a los vivos y a los muertos.

creo en el espíritu humano,
en la manzana jugosa,
en la comunión de las manos
en los pecados del perdón,
la carne resucitada en mi vientre
y la mordida eterna.

y pregunto, Señor,
si yo fuera tu diosa,
¿morderías, Dios,
esta manzana?