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Reflexiones en torno a la película El artista, de Michel Hazanavicius

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Nota del editor
Con este trabajo, el escritor venezolano José Sánchez Lecuna presentó, durante un cine-foro realizado en la Universidad Metropolitana de Caracas el pasado miércoles 14 de marzo, este filme ganador de cinco premios Oscar, incluyendo el de mejor película.

La complejidad de esta película lineal, sencilla en su argumento, transparente en cuanto a su narración, reside en su escenografía que enfoca la trama alrededor de un personaje, George Valentin, que pasa por una transformación y un proceso profundo propio del arquetipo del héroe, en nuestro caso, no de un héroe de la antigüedad clásica, de la antigüedad griega, sino de un héroe de nuestra cambiante modernidad, un héroe absolutamente cotidiano y a la vez fuera de lo común. Y ese cambio nos lleva a formularnos las siguientes preguntas: ¿cómo este personaje no logra adaptarse a los cambios que suceden a su alrededor, y que no comprende, no lo puede porque se resiste a cambiar su actitud?, ¿qué es lo que realmente sucede en esta película con su rechazo al cambio?

Sin embargo George Valentin logra, al final, cambiar, al asumir, inconscientemente, el riesgo que implica todo proceso de individuación al conectarse, al ponerse en contacto, a pesar de sí mismo, con los aspectos más destructivos, auto-destructivos en su caso, del alma, de su psyché, que, al final propicia dicha, y la transformación necesaria e inevitable.

La película El artista no trata de una historia de amor, sentimental o sexual, los protagonistas ni siquiera intercambian un beso, sino que es una película que coloca a los dos protagonistas, George Valentin y Peppy Miller, ante una misma verdad que los une: el arte. El amor al Arte, un amor compartido por cierto. El arte, la techné como se dice en griego, que los une y los reúne al final. Por ello la película se titula El artista.

Esta película no nos cuenta una historia de amor entre George Valentin y Peppy Miller, no, esta película es acerca del Arte, acerca de la techné, como la llamaban los griegos, y también acerca de los procesos por los cuales pasa cada uno de los dos personajes principales, el primero confrontado con una realidad cambiante tanto en el plano personal como profesional, y la segunda, Peppy Miller, actuando de una forma intuitiva para la consecución de una meta común inesperada: el amor, compartido, por el Arte, unidos ambos por una misma pasión que es ser artista.

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El artista pertenece a las “imágenes arquetípicas”, como fenómeno y expresión universal, ya que contiene en sí mismo la imaginería, la proyección de un inconsciente colectivo: esa necesidad de la figura de un héroe invencible, siempre victorioso, indestructible. Y este héroe, en esta película, es el del artista, George Valentin.

Por consiguiente un artista es un “arquetipo”, antes que nada, y, en segunda instancia, éste proyecta en la pantalla los complejos propios que exige el proceso heroico ya que, en esta película, el artista George Valentin, de la gloria y de su apogeo, en la primera escena, la de la sala de cine con su público jubiloso, pasa por una caída, una decadencia, y una bajada brusca al inframundo de su alma desamparada, sin esencia, vacía como un pozo profundo en el que él cae sin detenerse hacia la mayor oscuridad de su psyché. Ese inframundo en el que se encuentra bruscamente es su propio inconsciente en el que se bracean impulsos autodestructivos; es decir, estamos confrontados con la imagen del fracaso en el que George Valentin se halla solo, muy solo, junto con su perro, fiel como su chofer, al cual tiene que despedir porque está en bancarrota, producto del crash de los años 30 en los Estados Unidos. Y estar en bancarrota es tener que asumir el fracaso. Sí: el fracaso.

Y el fracaso es tan importante en nuestras vidas porque resulta ser la antesala de profundas transformaciones. Lamentablemente, en nuestra contemporaneidad, muchos de nosotros, en su mayoría, le temen al fracaso.

Pero es lo mejor que le haya podido ocurrir a George Valentin, ya que este fracaso, esa gran caída que sufre, que padece, como todo héroe que tiene que viajar al inframundo, lo devuelve a la vida con mayores riquezas, con mayores dotes, con mayor dominio y claridad de sus propias virtudes.

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Al inicio de la película, al creerse casi inmortal e indestructible, como imagen de sí mismo, convierte a George Valentin en un ser pueril, en el puer aeternus que es, hasta tal punto que le hace más caso y quiere más a su perro que a su propia esposa, con la que nunca se comunica, nunca conversa, y a la que ignora y trata como si fuera un mueble más de su gran mansión. Para él la vida es un gran escenario en el que actuar y jugar, “el hacer como si”, al héroe que es; se convierte en la esencia de su vida, en su razón de ser. Lo interesante de su caída en el foso del infortunio, en el foso de la soledad, una especie de travesía del desierto, es cuando las fuerzas destructivas de su inconsciente entran en acción y lo llevan a la total destrucción de lo que él había logrado en el pasado. Estas fuerzas destructivas son las que actúan a menudo desde nuestro inconsciente llevándonos muchas veces al umbral de la desesperanza, convirtiéndonos en actores de nuestra propia autodestrucción y a la destrucción total de todo nuestro legado, de todo lo que hemos logrado en la vida de bueno y de positivo, y de todo lo más preciado también.

Este viaje al inframundo es un viaje, por parte de George Valentin, al inframundo de su alma. Resulta ser para él, como arquetipo que es, un viaje iniciático como cuando Odiseo se encuentra en la cueva de Polifemo o cuando este héroe de la antigüedad griega baja al reino de Hades, al mundo de los muertos donde se le revela, además, su propio destino. Por consiguiente este viaje al inframundo por parte de George Valentin es un viaje arquetipal.

“The Artist”, de Michel Hazanavicius*

Vivir en el mundo del artista es vivir en un mundo de imágenes, porque el artista no vive de la realidad ni en la realidad sino que vive en el mundo de la imaginación, convirtiéndose la imagen proyectada por él, en la pantalla, en una gran ilusión que “parece real”. Por consiguiente el artista vive en un mundo de fantasías, vive en el espacio mismo del carácter onírico de las imágenes. Por esta razón la realidad le parece aburrida y banal. Lo que él desea es formar parte, como protagonista, de aquel mundo extraordinario. ¿Y cuál es este “mundo extraordinario”? Es el mundo de lo simbólico, es el mundo de lo arquetipal. Por ello George Valentin es un héroe y no un hombre de carne y huesos, cotidiano, banal y, además, mortal. Los héroes nunca mueren para nuestro inconsciente colectivo. Por consiguiente, el héroe es una necesidad vital para nuestro equilibrio emocional por proyectar en él todos nuestros complejos e ideales.

George Valentin tiene que asumir su mito, como héroe. El mito del héroe, invencible, convirtiéndose para su público y también para su enorme ego en un ser perfecto, iluminado, agraciado, bendecido por los dioses mientras él va asumiendo su característica de héroe colectivo.

Y les pregunto: ¿cuál es el gran defecto de todo héroe que lo hacer caer de su pedestal, o del cielo, como un Ícaro en fuego?

Su gran defecto es su hubris (o hybris), su soberbia, su orgullo, al que se hace referencia en la película en varias oportunidades.

Su orgullo, el no querer aceptar los cambios, su rigidez, su aferrarse a una estructura del pasado, al aferrarse a su techné, a su arte del cine mudo, lleva a George Valentin a su confrontación con el vacío, con su propio vacío y a la manifestación de su propia sombra: el famoso cuadro que lo inmortalizaba, el famoso traje negro que lo caracterizaba y lo convertía en un ser heroico, sonriente, sagaz, y finalmente su propia sombra que aparece en la película y que lo abandona, le da la espalda y se va. Entonces George Valentin entra en crisis, porque se le cayó la máscara, su máscara, y esta crisis lo coloca frente a frente con lo que él es en el fondo: nadie.

El vacío lo envuelve con su manto de muerte y la soledad se apodera de su vida: su esposa lo abandona, su chofer, fiel como su perro, también se va y, lo peor, su público se desinteresa por él.

Ser invisible para los demás le plantea la problemática de la Identidad.

George Valentin ha perdido su identidad, por culpa de su orgullo.

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La identidad, para Carl Gustav Jung, es “la suma de todas aquellas cosas que en realidad no nos definen, pero que nosotros mostramos continuamente, para convencernos y convencer a los demás de que así somos”.

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George Valentin, finalmente, se halla en la Tierra de Nadie, en una tierra baldía, inhóspita, que se parece al Infierno, porque finalmente sufre al estar finalmente (y soy enfático) con su propio vacío que lo irá atormentando hasta querer quitarse la vida porque su existencia se ha vuelto insoportable porque carece de sentido.

Y acá les dejo esta otra reflexión de Carl Gustav Jung que nos cae de maravillas: “Hay tantos arquetipos como situaciones típicas en la vida. Una repetición interminable ha grabado esas experiencias en nuestra constitución psíquica, no en formas de imágenes llenas de contenido sino casi únicamente como formas sin contenido”.

George Valentin queda solo, a la merced de su propio vacío, como simple forma sin contenido.

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Un segundo aspecto que nos podría interesar es la presencia de lo femenino en la película: aparece primero la esposa con la que George Valentin no tiene ninguna relación ni sentimental ni emocional y mucho menos sexual. En esta situación se hace evidente una total ausencia de eros en el héroe, ese aspecto arquetípico que nos permite relacionarnos y conectarnos con el mundo y relacionarnos sentimentalmente, por ejemplo, con los demás.

Luego aparece una segunda figura femenina que, a pesar, de alguna manera, de aprovecharse de él, azarosamente, para alcanzar ella la fama, ella, Peppy Miller, es la que intuitivamente lo salva de la muerte.

Recuerden que en la psyché existen cuatro funciones esenciales: la sensación, el sentimiento, el pensamiento y la intuición, según Carl Gustav Jung. Peppy Miller representa la función de la intuición y ella representa también, arquetipalmente, la ayuda sobrenatural para el héroe, como lo hizo la diosa Atenea con Odiseo por ejemplo, ya que salva al héroe de una caída definitiva, es decir, de su muerte, como héroe, redimiéndolo.

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Esta película nos ilustra entonces acerca de los aciertos y desaciertos de la vida siendo la imagen más impactante e imagen central, no la del momento cuando el personaje le prende fuego a las cintas de sus películas —como en un efecto de catarsis, de liberación, de purificación y de sacrificio para liberarse al fin de ese “sí mismo” que quedó fosilizado, detenido en el tiempo— sino que la escena más significativa y simbólica de la película es cuando George Valentin, el héroe, por querer aferrarse a la tradición, desde ya caduca y obsoleta, del cine mudo, por querer perpetuar ciegamente y conservar las formas arcaicas con las cuales estaba familiarizado y de las que no puede, ni quiere, desprenderse, preservando y conteniendo de esta manera las formas arcaicas de su propio inconsciente, que fue querer empeñarse en seguir haciendo películas mudas, aferrándose a ellas como si fueran su talismán de la suerte, se ve confrontado realmente con su destino con una sola imagen que contiene todo el significado de su existencia y que es la escena que presenciamos cuando se va poco a poco hundiendo, angustiosamente, en unas arenas movedizas, fruto de su propia inventiva, de su propio inconsciente, y que se revelan ser la verdadera imagen simbólica de lo que le está sucediendo y de lo que le va a pasar. Tragado por su propio inconsciente, pierde toda identidad como el gran artista que alguna vez había sido.

Con esa imagen central de la película se da el inicio de su profundo proceso de individuación —su verdadero despertar a lo que él es en realidad— al propiciar, siempre inconscientemente, su propia caída y bajada al Hades, al inframundo, a su propio Infierno, al caos, al vacío y a la destrucción que lo están esperando y que le permitirán un nuevo renacer.

Justo en el momento en el que George Valentin va a suicidarse, se oye (se lee más bien) un bang que deja al espectador a la expectativa porque no sabe realmente lo que está sucediendo, pensando que éste se había finalmente pegado el tiro, sin embargo ese bang resultó ser el accidente providencial de Peppy Miller contra un árbol, configurando y representando la liberación y la sincronicidad necesarias que le salvan la vida al artista.

Y el subsiguiente disparo involuntario de la pistola logra desgarrar el velo que separaba a George Valentin de la realidad, y de su alma, de su anima, de su alma gemela, que representa simbólicamente Peppy Miller, rompiendo definitivamente con el maleficio, con el mal sueño, con la pesadilla en la que se hallaba, devolviéndole su sonrisa perdida que tanto lo caracterizaba y, sobre todo, las ganas de vivir, y devolviéndolo sobre todo al mundo finalmente conectado con la realidad y culminando de esta forma con su proceso de individuación gracias al renacer de su eros, de su capacidad de conectarse y de relacionarse, al fin, con los demás.

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El Baile triunfal al final es un Baile apoteósico, es el Baile del equilibrio recobrado entre lo masculino (el animus) George Valentin y lo femenino (el anima) Peppy Miller, finalmente integrados, reconciliados y en total armonía. Este final representa el triunfo del eros reconciliado con la palabra, el logos.

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Además, y para concluir, esta película quiere poner en evidencia el carácter lúdico del artista. Para él la vida es un juego, sin embargo es un juego serio. Y cada personaje que aparece en esta película asume su rol, su papel lúdico, en la trama: el artista, la aspirante oportunista, la esposa ignorada y desdeñada, el policía, el chofer, el director de las películas..., en fin... un sinfín de actitudes que desenmascaran y le quitan el velo, poniendo al descubierto los engaños, las trampas y el carácter mistificador y embaucador propios de las películas habladas.

Sin embargo, lo más destacable y relevante de esta película es la profunda transformación por parte de un héroe de aquella época, que es cualquier época, porque representa una transformación arquetípica que se origina a partir de una total desadaptación y un franco rechazo a los cambios que exigía su época, culminando dicha transformación en una armónica adecuación, con gran ingenio además por parte de los dos protagonistas al fin reconciliados, que no sólo simboliza la capacidad de transformación de cualquier ser humano, para poder seguir adelante a pesar de las adversidades, sino que pone de manifiesto y enaltece el inagotable ingenio y la perpetua capacidad creadora, la infinita inventiva, por parte del ser humano, por parte del artista o de los dos artistas en nuestro caso, George Valentin y Peppy Miller, que logran hallar la salida definitiva del laberinto donde se hallaban, gracias a su inmejorable uso de la techné al servicio de lo que parecía un callejón sin salida.

Este hecho nos quiere demostrar la enorme capacidad creadora que tiene el ser humano quien, desde el caos, el vacío y la destrucción, es capaz de crear nuevos espacios estéticos que logran renovar la expresión cultural, como sólo lo saben hacer los verdaderos artistas, y héroes con sus gestas, y también las verdaderas artistas, así como las heroínas. Esta película es una gran metáfora acerca de los procesos intensos y profundos a los que nos somete la vida, sin proferir una sola palabra.

“The Artist”, de Michel Hazanavicius