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Víctor MontoyaVíctor Montoya: vida en la literatura

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Muy pocas veces un lector exigente se siente a gusto con un libro, como en este caso un libro de cuentos, y siente que la vida está en la literatura y la literatura en la vida. Éste es el tema del presente ensayo.

Víctor Montoya nació en La Paz el 21 de junio de 1958. Cuentista, novelista, ensayista y pensador pedagógico. Hijo de maestra de escuela y de dirigente sindical minero. Vivió en Siglo XX y Llallagua, donde conoció la vida y la lucha del proletario minero. A los 18 años de edad, debido a su compromiso revolucionario radical, fue encarcelado, torturado y exiliado a Suecia.

Desde los primeros días en la cárcel escribe cuentos para seguir combatiendo la injusticia y, de esa manera, deja guardadas en la memoria colectiva la vida de los mineros, sus fortalezas en la lucha por una revolución obrera y campesina, y sus debilidades del temor a la muerte de cada día. Temor que vencen también cotidianamente y lo transforman en mitología.

Estos valerosos mineros han creado un personaje a su imagen y semejanza, el Tío, un supuesto ser sobrenatural a quien hay que brindarle coca, alcohol e incienso. Este hecho telúrico refleja literariamente Víctor Montoya. Por ello, uno de sus personajes dirá: “Vivimos acompañados de Dios y del diablo. Ellos son la voz de nuestra conciencia, los generadores del bien y del mal. Además, el Tío es como nosotros, que somos bondadosos y caritativos con quienes nos tratan bien, y crueles y vengativos con quienes nos tratan mal...” (Montoya, 2011:77-78). La cita precedente ratifica lo que se afirma líneas arriba.

En 1985, la burguesía y sus representantes políticos neoliberales creían que la era minera de Bolivia había terminado, pero no fue así ese año y no lo será jamás, porque Bolivia sigue teniendo cuantiosas riquezas minerales. Sin embargo, la mayoría explotada por empresas privadas, transnacionales de Japón (San Cristóbal), Estados Unidos, Inglaterra, India, Francia, España, etc.

La mina estatal más rentable de Bolivia es Huanuni, pero el porcentaje en comparación a las minas privadas no alcanza ni el 10%. Uno de los ingresos más grandes luego de los hidrocarburos sigue siendo el de las minas. Por ello, la literatura que refleje esta realidad sigue siendo vital. Víctor Montoya escribe cuentos retratando esa realidad mítica, cotidiana, sorprendente y propia de mundos mágicos de dimensiones colosales. El ser humano con toda su complejidad no sería tan glorioso si no tuviera su expresión fantástica y concreta, como es la vida de los mineros.

Pero es necesario esclarecer que los escritores tiene una función, como el mismo autor del libro afirma: “El escritor no puede ser un individuo aislado de las masas o un creador de capilla, al contrario, debe ser un buceador de los acontecimientos de nuestro tiempo y un modulador de voces anónimas que narran la historia, para que sus obras, más que ser una elucubración personal, sean un testimonio y un patrimonio colectivo” (Montoya cit. por Blanco, 2005: 123); una visión con la que estamos de acuerdo plenamente. Los hombres de casco y overol no sólo son la clase revolucionaria, sino también los creadores de la literatura minera, directa o indirectamente. Este hecho trasluce Víctor Montoya en su maravilloso libro Cuentos de la mina (Suecia, 2000, y 2ª ed., Bolivia, 2011).

En Bolivia existe una literatura minera con novelas, cuentos y poemas. Los estudiosos principales de estas publicaciones fueron el narrador y antologador René Poppe y el político trotskista e intelectual Guillermo Lora —sin descuidar los estudios históricos y biográficos de Adolfo Cáceres Romero (2010) y Elías Blanco Mamani (2006, 2011). El primero en el plano estrictamente literario, y el segundo en el plano marxista y literario. René Poppe escribió Koya loco (cuentos, 1973), El paraje del Tío (1976), Narrativa minera en Bolivia (antología, 1983), Cuentos mineros (1985), Interior mina (testimonio, 1979). Guillermo Lora publicó Ausencia de la gran novela minera (ensayos estéticos y críticos, 1985).

Hay otros escritores del ámbito minero como Jaime Mendoza (En las tierras de Potosí), Fernando Ramírez Velarde (Socavones de angustia), Mario Guzmán Aspiazu —junto a Víctor Hugo Villegas— (Canchamina), novelas de gran valor que describen la pobreza y la fatalidad de trabajar en la mina, pero los cuentos de Víctor Montoya tienen una estela particular, y es que sus personajes viven y mueren en relación con el Tío. El Tío en su literatura es un gran personaje, a ratos omnisciente, que lo controla todo y que vive en toda la obra.

Este Tío parece humano, ama y odia, vive y lucha cotidianamente. En su ámbito mitológico se hace humano, circula en las palabras y las acciones de los hombres, que batallan cada día contra la muerte y festejan el vivir esa lucha constante, y muchas veces trágica. Pero también gozan la vida y la muerte mismas, desde el trabajo diario y la reflexión sobre el porvenir que se expresan en las protestas por mejorar sus salarios y su condición de vida. Se podría hablar más del libro que se comenta, pero privaríamos a la lectora o al lector del placer y de la fascinación de vivir el argumento y el desenlace de cada cuento. Por ello, aquí se expresan sólo valoraciones de interpretación general y de motivación a la lectura del libro.

Víctor Montoya ha tallado, con palabras breves y contundentes, la vida de los obreros, del proletariado en la mayoría de sus obras narrativas como Cuentos violentos (1991), El laberinto del pecado (1993)y Cuentos del exilio (2008).Pero en forma más admirable y perspicaz en Cuentos de la mina (ed. Kipus, Cochabamba, 2011).Es, ni duda cabe, un testigo literario y vivo de su tiempo, el tiempo de la lucha proletaria y lucha cultural, representante oficial de los mineros en el plano de la estética y la fabulación narrativa, que no se agota y que seguirá produciendo con las nuevas situaciones socioculturales del siglo XXI.

Víctor Montoya escribe con la fuerza literaria y vital de Gorki, Gogol, Pushkin, Rulfo, Tamayo, Medinaceli; o mejor, como un minero que convierte sus lágrimas, sudor y sangre, en riqueza de los explotadores, pero también en un futuro próximo, en la futura revolución proletaria. En síntesis, en la obra Cuentos de la mina hay valor estético y vida.