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Vete leve

A Rita Guerrero

“He aquí mi cuerpo:
un pétalo de arcilla
húmedo aún de cada nacimiento”.

José Luis Gómez Torre

“Voy a morir
para que guardes mi muerte
con tus manos”.

Rita Guerrero

1.

Duermes plácida, entre cirios, girasoles y gente, mucha gente.
La mortaja trasluce tu divino semblante,
eternizado entre el roble del claustro de Sor Juana.
Todos te contemplan, se miran entre sí,
miradas a falta del aire y las agujas detenidas de tu reloj,
Miradas alas negras besando la eternidad.
Dormida no te enteras de esta congoja gris,
centrífuga discrepancia incrustada entre estos muros
amargos y diminutos infartos en cadena
un halo de tinta lloviznando sobre tu abandono
fisuras que irrumpen en la fe del sentirse vivos
figuras del agua a la que tanto cantaste...

 

2.

Y ahí estás, centro dormido del universo
destinataria de lágrimas de rosas,
diosa de melodías que el cáncer quiso extinguir.
Caminando pasos de caracoles
tras la senda de María Sabina,
apagando cirios, esbozando espirales
hundiendo en el vino plegarias paganas.
Los cristales cerrados, los símbolos abiertos
dos esferas de arcilla en vez de ojos.
Ahí estás,
y nosotros aquí
sin saber cómo deshojar esta tristeza
porque las lágrimas no dan abasto.

 

3.

Tu voz nos restriega más aun la fuga de tu cuerpo
y nos choca en el vacío.
Vacío de tu viaje, vacío de tu ausencia
vacío, vacío, vacío
temor de no saberte,
vértigo del abismo circular,
temor de no escucharnos, temor ritos de margen
temor burbuja errante frente a tu rostro traslúcido.

 

4.

Un susurro destroza este silencio a borbotones.
Un llanto de aplausos lo secunda torrencial.
Sigues dormida bajo la sábana
recordando aquellos miedos que nunca supimos nombrar.
Guardaré tu muerte con mis manos tal como lo pediste
aunque hoy prefiera ser aquellas alas negras muertas de pena en tu jardín.
Voy a guardarla en cajas de música, a la izquierda del rocío
junto a sombras de lo no ocurrido,
canciones invisibles y mis sueños de verte en vivo.
Guardaré tus ojos, luz que ya no está,
la boa de seda con que coronabas tu micrófono,
los lápices que gastaré recordándote.

 

5.

Daga de arena, agua que va a caer
diosa babel gótica
flor que ya regresa al suelo gris
ahora persigues la luz futura
que el tiempo nos ha arrebatado.
Ahí estás, dormida, dormida, dormida
dormida mientras lloramos en polifonía
dormida, y tu sueño nos provoca insomnio
dormida cruzas el umbral camino a las cenizas del otro lado del jardín
entre cirios, girasoles y gente.
dormida abriste la puerta aunque no querías soñar
voy a cerrarla para que no escape tu halo
vete leve,
no dejes que esta angustia detenga tu salto al infinito
vete leve,
he de guardar tu muerte con mis manos.

 

Luto

Una tristeza late en vibraciones
junto al polvo del camino.
Impaciencias son el hilo del que prenden las distancias.
Ante latidos que dejaron de serlo.

No ser nada, hambre fugaz
que extinguirá la sed del sol.

Átomos maceran la corteza de un segundo
Transitando hasta la hora donde lágrimas son cuchillos.
Curvatura solar, piel aérea, herida de flechas invisibles
no ansía observarse en los cristales hexagonales.

El silencio le da calor,
nadie la ve quemándose

Efímera amargura gris lacera vértebras.
recuerdos en infinito,
escaleras de astillas hasta el cielo,
dolores que no se contienen en palabras.

Yo voy detrás del ardiente sol,
no tengo nombre ni voz,
soy agua de su sed.

Mi impaciencia busca nuevos ojos,
agua derramada en este volver sobre tus huellas,
vivencias que hoy ensalman emociones
a puro fuego.

 

Diezmo de oscuridad

Hambre de penumbras, rincones discretos para el goce. Soledad amarrada a las esquinas de un verso, notas agridulces penetran cavidades insospechadas. Suspiro del viento, clave de nicotina. Ruedan las auras de mi hambriento cuerpo. Penumbra reducida por segundos que no se deshoja con labios ajenos. El ardor de distancias repetidas se rasga los sueños al toque del alba erizando pliegues ajenos al sur del ocaso, pretendido en frío.

 

Random

Espirales en fuga, de blanco y gris alrevesados y en reverso. Mirada fija en mí. Deliro el último átomo de esencias en sepia, degradado a la raíz de otros cuerpos ficticios.

 

Juramento

No he de dejarte.
Que mis venas se vuelvan otoño
si te abandono.
Lo escribo tres veces,
que el viento atestigüe
los deseos de mi boca:
nunca, nunca, nunca.
Palpitación de sueños,
puente hacia la cadera istmeña que te cobija.
Viajan mis partículas amando los contornos de tu nombre,
previniendo brazos de tierra azul.
Puños cerrados y caricias invisibles bajo tu espalda.
Quererte en intensidades.
Hoy las promesas sangran sobre el papel,
tres manchas que apuntan infinito.
Este verso es testimonio.