Entrevistas
Rosa MonteroRosa Montero
Lágrimas en la lluvia desde Argentina

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Una ciudad: Buenos Aires, Argentina. Una persona: Rosa Montero. Como reducto de lo más íntimo del ser humano, hablar de la muerte con una escritora a tanta distancia es una experiencia novelesca, sin duda. Imaginar, además, un rostro con lágrimas bajo la lluvia es otra no menos increíble anécdota. La película Blade Runner, y la novela de Philip K. Dick han sido, en parte, los responsables de esta aventura. Ambas obras nos han conducido a los dos a este encuentro fuera de las fronteras españolas. El universo Rep, Androide, Tecnohumano, plagado de miedos y sufrimientos, en el Madrid de 2109, ha sido también otra excusa perfecta para conocernos. Y al final del camino, al otro lado, había una mujer entrañable. Una profesional, hija de torero, que entrevistó, por ejemplo, a Paul McCartney. La típica persona que deja un buen sabor de boca. Alguien de mirada dulce y gustos sencillos, con una agradable sonrisa cargada de animosidad.

Ahora, reflexionando sobre nuestro lance, y entre los documentos que tengo sobre su paso por las letras, quiero incrustarme en los datos que mejor la reseñan: estudió periodismo y psicología, hizo teatro independiente en su juventud, escribió guiones para televisión, y ganó certámenes como el I premio Primavera de novela (La hija del caníbal, 1997) y el I Premio Literario y Periodístico Gabriel García Márquez (por su trabajo en El País, 1999). Pero lo que más me seduce de su estilo personal son algunas de sus frases. En alguna ocasión dijo que la novela era la autorización esquizofrénica que nos permitía meternos en otros mundos. De la misma manera afirmó que escribir era algo así como aspirar a ser más libre, a ser como Dios.

Lágrimas en la lluvia es el nuevo fruto de su trabajo. Se trata de un producto híbrido entre la ciencia ficción y la novela negra. Ha creado un universo Runner en que aparecen manipulaciones de información, destrucción medioambiental, teleportación y, cómo no, el dolor por el conocimiento de la fecha exacta de la muerte. En este cosmos, la construcción de la identidad, la supervivencia, la moral y el racismo son los temas fundamentales, un reflejo crítico de nuestro presente. Además hay una detective, Bruna Husky. Entre investigaciones, las grandes preguntas la persiguen: ¿cuánto tiempo me queda? ¿Qué sentido tiene la vida? ¿Qué sentido tiene la muerte?

A.G. Ha creado un nuevo mundo Runner. ¿Cree que el futuro va a ser así? ¿Estará invadido de guerras con androides y pactos con alienígenas? ¿Nos beneficiaremos de la teleportación?

R.M. Pues no sé, claro, no se puede saber si todo eso va a suceder. Mi novela es una novela, no una predicción. Pero en cualquier caso he querido crear un futuro posible y creíble. Los androides orgánicos son como los clones, y sin duda va a haber clones humanos en poco tiempo, aunque se les prohíba. En cuanto a los alienígenas, prácticamente todos los científicos están seguros de que hay más vida inteligente en el Universo, además de nosotros; ahora bien, también casi todos los científicos piensan que, dada la inmensidad del tiempo y del espacio, es prácticamente imposible que coincidamos con ellos, esto es, con una especie lo suficientemente inteligente como para que nos podamos comunicar. O inventamos otro tipo de transporte mucho más rápido, como sucede en mi novela con la teleportación, o será muy improbable que contactemos con aliens. Y en cuanto a la teleportación, en la novela se dice, y es cierto, que en el año 2006 se consiguió teleportar el primer objeto diminuto pero macroscópico en el Instituto Niels Bohr de la Universidad de Copenhague. O sea que quién sabe...

A.G. En todo caso, ¿en qué acertó Ridley Scott con la película Blade Runner, en la que se inspira su libro?

R.M. Uf... Acertó en el mundo contaminado, un poco apocalíptico, en las grandes pantallas por doquier, en los ordenadores táctiles, en la sociedad abigarrada y mestiza, en la atmósfera...

A.G. ¿Si Dios existiera o existiese cree que crearía un universo como el que usted ha creado? ¿Tendría que ser forzosamente trágico?

R.M. ¡Dios ha creado un mundo mucho más cruel que el que yo pinto, que es este mundo real! Y yo no creo que el mundo de mi novela sea trágico en absoluto... De hecho, tiene cosas buenas y malas, como nuestra sociedad.

A.G. Algunos dicen que hablar del futuro es perder el tiempo... La ciencia ficción actual solo aspira a una estrategia de falsa anticipación que nos redirige al presente. Su obra, en ese caso, trata de reflejar problemas actuales como la xenofobia, el racismo, el vacío de valores —que afirma Lipovetsky—, los desastres medioambientales y la manipulación de la información... ¿Está de acuerdo?

R.M. Yo no tengo ningún interés en predecir el futuro... cosa imposible, por otra parte. Y la ciencia ficción, de la que soy una gran amante, no habla del futuro, sino de la condición humana, que era la misma hace dos mil años (por eso podemos leer Vidas paralelas de Plutarco, por ejemplo, entendiendo todo) y será la misma dentro de cien. O sea que, en efecto, yo de lo que hablo en esta novela es de esa condición humana y por lo tanto de mis temas de siempre: la identidad, la lucha contra el poder, la memoria, el sentido de la vida, si es que tiene alguno...

A.G. ¿Hay en el fondo de su libro una puerta abierta al debate político o a la reflexión sobre el poder?

R.M. Claro. En cierto modo es una novela política, entendiendo la palabra política en su sentido más profundo. La reflexión sobre el poder y los excesos del poder es una constante en todas mis novelas o casi todas.

A.G. A fin de cuentas, ¿este mundo tiene remedio? Usted que siempre ha sido optimista, ¿qué alternativa más allá del marxismo o del neoliberalismo cree que puede conducirnos a buen puerto?

R.M. La única salida es la democracia avanzada. Es lo que cuenta la novela: la democracia es un sistema hipócrita, desesperante, pero el único que permite la mejora, la aportación individual, corregir los errores, evolucionar. Soy posibilista y creo que, si nos implicamos socialmente, se pueden mejorar las cosas. Por eso me preocupa cierta añoranza de la tiranía que veo alrededor, en el mundo, la nostalgia de los totalitarismos, de los dogmatismos, del autoritarismo... De ese peligro también habla mi novela. Porque además mucha gente cansada de la corrupción democrática puede pensar, equivocadamente, que los totalitarismos son más limpios, cuando lo único que sucede es que son más opacos e impiden que fluya la información.

A.G. Antes de cambiar de tema voy a preguntarle por las cualidades cinematográficas de su trabajo. Me gustaría creer que su libro puede ser llevado al cine. Tiene todos los ingredientes y es una estupenda excusa para el cine español. ¿Ha recibido algún comentario al efecto? ¿Qué puede decirnos de ellos?

R.M. Ha habido una productora que se ha interesado por la novela, pero todavía no puedo decir nada. Además, lo de las películas tampoco es tan importante. Tiene su gracia, pero creo que me hace más ilusión ser traducida a un idioma nuevo y tener éxito en ese país.

A.G. Ahora sí, viajemos a otros destinos. En su trayectoria me resulta muy interesante su digna capacidad de adaptación a los nuevos tiempos. En Lágrimas en la lluvia ha hibridado dos géneros. Eso ya lo había hecho antes. Por eso le pregunto: ¿ha sido el fruto de un proceso interior o una nueva estrategia editorial?

R.M. Todo lo contrario, creo que cuando mis editores supieron que estaba haciendo una novela así sintieron cierto desmayo, jajaja... No, este libro, que además, serán más libros, porque voy a escribir otras novelas de Bruna Husky, es un regalo que yo quise hacerme... Quise regalarme un mundo de ciencia ficción para poder visitarlo de cuando en cuando. Siempre me han encantado tanto la ciencia ficción como la novela negra, y quise hacer una novela que fuera un disfrute para mí.

A.G. Una cuestión a tratar es que, aunque cambien las formas, los temas se repiten en muchos de sus libros a lo largo de su rica y exitosa carrera: la identidad, la supervivencia. ¿A qué se debe?

R.M. Todos los escritores escribimos siempre sobre los mismos temas de fondo. Salen solos. Son nuestro marco mental. No podría ser de otro modo.

A.G. La literatura de viaje interior, por llamarla de una manera romántica, es arriesgada, ¿verdad? hay una serie de escritores que no tienen el número de lectores que se merecen. Y eso lo dicen sus críticos. ¿Qué opina de ello?

R.M. Hay montones de escritores buenísimos que no tienen los lectores que merecen, cosa que me deprime profundamente. El peso del mercado, la falta de espacio en las librerías para los libros de pequeña tirada y el excesivo ruido informativo no favorecen la diversidad, me temo.

A.G. ¿Debemos retomar la vieja teoría del decoro lingüístico: el equilibro entre fondo y forma?

R.M. Yo siempre he creído en eso firme y profundamente. Una novela es lo que cuenta y la manera en que lo cuenta.

A.G. Quizás, a fin de cuentas, termina imponiéndose siempre la visión sociológica de la literatura, que ya decía Escarpit. ¿Tenemos que estar en sintonía con el mercado?

R.M. ¿En sintonía con el mercado? No sé a qué te refieres. Las novelas son los sueños de la Humanidad, y cada novela es como un sueño del escritor, un sueño soñado con los ojos abiertos. Es decir, las novelas nacen del mismo lugar del inconsciente de donde nacen los sueños. De modo que si el escritor baja lo suficiente a ese inconsciente suyo, llegará a rozar el inconsciente colectivo de su sociedad. Un escritor fiel a sí mismo sin duda es fiel a su época. Por eso las buenas novelas reflejan mejor su época que los libros de historia.

A.G. Por otro lado hay un sentido filosófico interesante en el libro: habla de la muerte. La plantea como una obsesión, al igual que en el libro de Philip K. Dick. Hagamos el símil con un preso norteamericano condenado a la silla eléctrica. Todos estamos condenados biológicamente a morir. Esa es la gran tragedia del hombre. No obstante de ahí arranca el pensamiento, el conocimiento y la cultura. Sin embargo usted lo plantea como algo negativo, ¿qué opina?

R.M. ¿Qué voy a opinar? Lágrimas en la lluvia trata, en primer lugar, de la gran tragedia del ser humano, que consiste en venir a este mundo lleno de deseos y de ansias de felicidad y estar condenado a morir tan pronto, tan pronto, siempre mucho más pronto de lo que uno quiere. La vida es tan efímera... Y frente a esta gran tragedia, el ser humano ha hecho de todo: ha creado las religiones, el arte, las guerras... Se ama, se mata, se pinta, se escribe, se investiga, se hace todo lo que los humanos hacemos contra la muerte. Es el faro de nuestras vidas, pero un faro negro. ¿Cómo no va a ser negativo? Lo ha sido siempre, desde el principio de los tiempos... Esa ladrona de dulzuras, como la llaman en Las mil y una noches...

A.G. Supongamos que hubiese un ser humano con un desconocimiento total sobre la posibilidad de morir. Ningún tipo de suposición sobre ello, ni siquiera del hecho en sí. ¿Eso le haría más feliz?

R.M. Le haría menos desgraciado por lo menos.

A.G. Supongamos ahora que fuese posible crear a un ser inmortal. Con el paso de los siglos sufriría terribles consecuencias. Para él/ella la muerte sería una utopía tan cálida como para nosotros la inmortalidad. Se han escrito libros sobre ello. De cara a la felicidad, ¿qué porción de mortalidad o inmortalidad sería la adecuada para tener el suficiente bienestar y la suficiente libertad?

R.M. ¡Cielos! Qué pregunta imposible. Sólo te diré que, cuando la gente dice que ser inmortal sería algo terrible, a mí me parece un tópico. Ser el único inmortal mientras los demás van muriendo sería horrible; pero, ¿todos inmortales? Bueno, no suena tan mal.

A.G. La muerte está dentro de nuestra programación al igual que la supervivencia. Debo suponer que sobrevivir o el deseo de sobrevivir ante esta enorme tragedia que es la muerte es el sentido de su libro, algo universal por otro lado.

R.M. Claro... Es emocionante y grandiosa la capacidad del ser humano para luchar por la vida aun desde las fronteras del fin.

A.G. En ese viaje la identidad se crea. Todo lo que somos se plantea en ese esfuerzo por sobreponerse: saber quiénes somos por encima de lo que quieran que seamos. ¿Verdad?

R.M. Uno de los grandes retos de la vida, quizá el mayor, es encontrar tu lugar en el mundo y cierto sereno conocimiento de ti mismo.

A.G. Para finalizar me gustaría preguntarle si puede esbozar una definición del título del blog: La mirada zurda.

R.M. Para mí es intentar ver la realidad por uno mismo, sin prejuicios ni convenciones, más allá de la primera mirada rutinaria.