Letras
Microrrelatos

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Hermanados

Les gustaba subirse a los pinos y convertir la leche en natas frías. Ella terminaba los cuentos de vaqueros que él empezaba. Era evidente que iban a estudiar la misma carrera, que vivirían a tres manzanas de distancia y que brindarían en cada cumpleaños juntos. El destino se burló de ellos y los mandó a países distintos. Esta tarde, con cuarenta y muchos años a cuestas, abrirán juntos un restaurante ecológico; y se reirán de las historias de la infancia; cuando él cuidaba a su hermana como si pudiera romperse o desaparecerse con el viento.

 

Cazador de emociones

Era un niño bonito, un talentoso cazador de ranas y un excelente comedor de pescado azul. Nunca falló en sus deberes escolares, aprendió a leer con maestría en varios idiomas y tuvo más novias que meses en cada año. Le vio la cara a su primer hijo siendo un adolescente, se hizo mochilero, manifestante y compositor de canciones en esperanto. Hoy confiesa que ya no necesita moverse como un electrón para saciarse. Se ha hecho librero; y le siguen gustando las ranas.

 

De tres en tres

Más de dos horas en terminar las lentejas. Eso era lo que solía tardar Julia en terminar un plato que parecía eterno, porque ella se imaginaba que cada lenteja se reproducía en silencio dentro de su sopa, y que lo mejor era contar religiosamente cada una de ellas con la ayuda de la cuchara. De tres en tres se las comía, como los mosqueteros, como sus primos, como los ositos de Ricitos, como las gracias. Santa santa, santa paciencia la de sus padres.

 

Ojos parlantes

Sergio tiene una mirada marrón que emociona, unos ojos que gritan como dos televisores, que conmueven más que sus palabras. Tiene cuatro años y hoy lo han traído al parque. Quería un globo de helio azul, y sus padres se lo compraron sin rechistar. Pero el niño, ignorante de las propiedades del helio, dejó escapar el globo y de paso su ilusión. Sentó su tristeza en un bordillo, y miró con dolor al atareado vendedor de globos. Sus padres se negaron a comprarle otro, pero los hipnóticos ojos de Sergio consiguieron que el vendedor se acercara, inflara otro globo azul y se lo regalara sin mediar palabra.

 

Este es el del anuncio

Se necesita actor de ocho años con alto nivel de francés y de español. Con capacidad para memorizar tres guiones por semana y alta resistencia al calor. Es imprescindible que tenga experiencia en teatro y que no tenga problemas de sobrepeso. Se valorará experiencia como acróbata, abstenerse niños con miedos a las alturas o al fuego. Por supuesto, el papel se lo dieron a él; quien con ocho años había vivido más que una persona de quince.

 

Pequeños disidentes

Lo disfrazaron con lo que encontraron en casa. Sus hermanos sabían que no había ni tiempo ni dinero, pero su imaginación se deslizó por su casa para que Miguel también lo pasase de fábula. Un sombrero de bardo, una chaqueta tres tallas más grande, unas medias de lana verde lo transformaron en Robin Hood. Más tarde ellos siguieron con su idea de encarnar al señor gordo y casi ridículo que gobernaba por entonces en su país. Esa fue su manera de burlarse de la dictadura.

 

Músico picante

Blas come picante y mastica nopales al volver de la escuela. Admira a Ella Fitzgerald, aunque todavía no puede ni pronunciar ese nombre tan complicado. En su casa el jazz se colaba por la cocina, bailaba en el baño y removía el tambor de la lavadora. Blas nació con un don que brillaba en él desde bebé, pues lloraba al ritmo de la trompeta animosa de su padre. Hoy es un gran saxofonista y da conciertos en cientos de ciudades donde no venden nopales. Viaja con un saxofón y una botella de picante por los aeropuertos.