Letras
Tres poemas

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Obsesiones

Los anaqueles exhiben las obsesiones.
Hay personas que las tienen dentro de alguna taza.
Otras que las conservan en cajas marrones.
Algunas que las esconden en el fondo de una gaveta.
No importa dónde las almacenen.
Todos colocan en ellas una nota importante.
Material inflamable, tenga cuidado.
Las tienen bien rotuladas.
Están conscientes de lo peligroso de confundirlas.
Por eso les ponen etiquetas.
Marcadores en colores de acuerdo al grado.
Todo el mundo lo sabe.
Las obsesiones son inestables.
Al igual que los químicos, pueden explotar.
Entonces ya no lo contamos.

 

Esquela

Mi esposa lava los platos.
Recoge la mesa, baña a los niños.
Mientras, yo saco la cifra de muertes.
Una pequeña anotación que hago en el periódico.
Leo la sección de deportes.
Hago los crucigramas que están al lado de las caricaturas.
Mi esposa sigue en la cocina.
Mientras, los niños hacen los deberes de la escuela.
Me recuesto en el sofá.
Me tomo un café caliente y veo la televisión.

Despierto.
Me lavo los dientes.
Desayuno unas tostadas y un jugo de uva.
Me voy al trabajo.
Regreso.
Mi esposa sigue atareada.
Ahora recoge la mesa.
Los niños juegan a las escondidillas.
Miro las esquelas.
Una me llama la atención.
Lleva mi nombre.
Suspiro profundamente.
Me relajo.
Acepto la cita propuesta por el periódico.

 

Apedreamiento

a todas las mujeres que mueren, anónimamente,
en Oriente Medio.

Cada mano sostiene una piedra.

Alzo la vista.

Ya no puedo seguir meciéndome.
Escondiéndome detrás de ese cristal azul.
Abrazándome a mí.

Una piedra me golpea.
La sangre se desliza por mi boca.
No puedo ignorarla.
Bloquear el dolor.
Recurrir a los mismos sueños una y otra vez.
Otra piedra rasga el aire.
Es duro e incómodo caer sobre el concreto.
Escuchar cómo se quiebran tus huesos con cada pedrada.
No hay quien escriba los pecados en la arena.
Alguien que detenga esta furia asesina.
Las piedras caen sin parar.

Sinapsis apagada.