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Susan Sontag y lo camp

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Susan Sontag
Susan Sontag.

En la actualidad, con la proliferación de obras artísticas de todo tipo, es ingenuo dividir la cultura en dos: la “alta cultura”, que ha sido entronizada por museos, academias y universidades, cree que existen unos valores estéticos inmodificables a los cuales sólo puede acceder una minoría de personas “ilustradas” y sensibles; la cultura popular, en cambio, se manifiesta en los gustos de las masas, las cuales, por su falta de educación y refinamiento intelectual, no saben apreciar el verdadero arte (Bach, Beethoven, Mozart, Liszt, Mahler, Shakespeare, Dante, Goethe, Milton y Virgilio).

Susan Sontag, una intelectual americana de origen judío que escribió la mayoría de sus ensayos en la plena apoteosis de los movimientos contraculturales de los años 60’s, encaró este fenómeno en una época en donde la sobreproducción de objetos artísticos era ya algo común. En un ensayo publicado en 1964 titulado Notes on camp, Sontag hace un catálogo de creaciones en el que incluye las películas de Scopitone, las lámparas Tyffany, el restaurante Brown Derby en Sunset Boulevard, títulos y narraciones de The Enquirer, dibujos de Aubrey Beardsley, óperas de Bellini, la dirección por Visconti de Salomé y Lástima que no sea puta, algunas postales de finales y comienzos de siglo, King Kong de Schoedsack, la cantante cubana pop La Lupe, la novela con grabados de Lynn Ward God’s Man, vestidos de mujer de los años veinte (boas de pluma, vestidos con flecos y abalorios, etc.), las viejas películas cómicas de Flash Gordon, y películas (sólo para hombres) vistas sin lujuria, entre otros.

La enumeración esbozada anteriormente no pertenece al canon de la “alta cultura”, ya que estas obras pueden ser catalogadas como intrascendentes, de mal gusto, grotescas y de baja calidad estética; sin embargo, ningún intelectual o escritor se puede sustraer a esta oferta tan variopinta que inunda la sensibilidad moderna. La misma Sontag confiesa lo siguiente: “Me siento fuertemente atraída por el ‘camp’, y casi tan fuertemente ofendida por él”. Y esto es así porque el gusto nada tiene que ver con la razón cartesiana, sino que, por el contrario, éste se relaciona, según ella, con toda “respuesta humana libre”, hecho por el cual hay gusto por la moralidad, por las ideas, por la gente y por lo visual.

En este sentido, lo camp cuestiona las parejas antitéticas con que se percibía el arte tradicional: lo frívolo y lo serio, lo trivial y lo profundo, lo popular y lo culto y lo banal y lo elevado. Al respecto, Sontag espeta que “La distinción entre alta y baja cultura es cada vez menos significativa en la sociedad de masas. [...] La nueva sensibilidad está consagrada a una intricada seriedad tanto como a la diversión, la inventiva y la nostalgia”. Ambas tendencias están presentes en la vida moderna, lo cual permite que tengamos una experiencia estética enriquecida con distintos niveles culturales.

Lo camp también es “el amor a lo natural: al artificio y a la exageración”, lo que negaría la idea del arte como mimesis o representación de la naturaleza, puesto que lo camp está más relacionado con lo superficial. Esto quiere decir que la oposición entre forma y contenido pierde validez, ya que la preeminencia del contenido por encima de la forma evita que nuestros sentidos estén involucrados en nuestro acercamiento al arte. De lo que se trata es de postular una erótica del arte: “Lo que ahora importa es de recuperar nuestros sentidos. Debemos aprender a ver más, a oír más, a sentir más”.

Susan Sontag escribió en revistas de moda como Vogue y aparecía de manera frecuente en televisión hablando de sus viajes a Sarajevo y a Vietnam del Norte. Las actitudes anteriores serían ajenas a un intelectual vetusto, que consideraría poco serio el hecho de publicar sus ensayos en una revista banal y frívola, en vez de hacerlo, como lo hizo ella, en la ya desaparecida The Partisan Review, la cual fue un bastión en donde muchos escritores (hijos de inmigrantes judíos) se opusieron a toda clase de totalitarismos, tanto de derecha como de izquierda, sobre todo después del ascenso de Stalin al poder en la Unión Soviética. The Partisan Review tuvo contribuciones de T. S. Eliot, George Orwell, Lionel Trilling, Philip Roth, Irving Howe, Hannah Arendt, Saul Below, Doris Lessing y Leslie Fiedler.

La ambivalencia anterior es la esencia de lo camp. De ahí que la consigna de los campys o camps sea “es bello porque es horrible”. Enrique Vila-Matas, el escritor español, nos cuenta una anécdota que le sucedió en una terraza de Tuset Street, en la Barcelona de los años sesenta, en donde él y un grupo de amigos estaban despotricando de la vulgaridad del mundo; una mujer joven, al escuchar tales improperios en contra de las veleidades de la existencia, les dijo, de manera lapidaria, lo siguiente: “La vida es una cosa demasiado importante como para hablar seriamente de ella”. Como la mujer se percató de que sus palabras no habían sido entendidas, se justificó diciendo que ella era camp; sin embargo, esta explicación los dejó aun más confundidos, razón por la cual un señor que estaba en una mesa cercana les aclaró que lo camp “estaba contra la gravedad, proponía una versión cómica del mundo, y estaba también contra las tediosas y reaccionarias interpretaciones del arte hechas con la rigidez mortal y la gravedad de los críticos de izquierda. El camp decía que era posible ser serio sobre lo frívolo y frívolo sobre lo serio”. Vila-Matas, después de leer Contra la interpretación, de Susan Sontag, regresó a Tuset Street. En una mesa contigua a la suya, un franquista estaba elogiando la última película de Alfredo Landa, lo que le dio la oportunidad de estrenarse como camp y soltar una frase que se acomodara a su nuevo espíritu crítico: “Sí, es muy buena porque es horrible”.

Lo camp tiene una relación muy profunda con escritores como Oscar Wilde y Alfred Chester, ambos reconocidos por su homosexualidad. En una sociedad con prejuicios sexuales bastante arraigados, los artistas deben jugar con su imagen para ser agradables al público, todo esto a través de sus críticas sociales, sus opiniones irreverentes, su estilo público, su narcicismo y su “esplendor gay”; de todas formas, estos artistas deben ser una especie de actores que mantienen su condición sexual semioculta, puesto que lo contrario implicaría la condena de la sociedad y los tribunales, como le sucedió a Oscar Wilde, quien estuvo en la cárcel a raíz de su relación con Alfred Douglas, en donde, sin embargo, escribió dos magníficos libros: De profundis y Balada de la cárcel de Reading.

La ambigüedad de la palabra camp molestó sobremanera al crítico John Simon, lo cual lo llevó a buscar el término en un diccionario de habla coloquial. En este libro encontró que camp como sustantivo tiene el presente significado: “Afeminado, referido especialmente a los amaneramientos de ademán y lenguaje propios de los homosexuales” y como adjetivo tiene como acepción “homosexual, lesbiana”. Por tal razón, Susan Sontag nunca reveló su condición sexual en público, aunque en un ensayo poco conocido, titulado El tercer mundo de las mujeres, argumenta que “las opciones homosexuales serán tan válidas y respetables como las heterosexuales, pues ambas se nutrirán de una auténtica bisexualidad”.

Por último, lo camp cuestiona y pone en entredicho una serie de oposiciones que han prevalecido en la cultura occidental desde la filosofía grecorromana: forma y contenido, frívolo y serio, alta cultura y cultura popular, homosexual y heterosexual, entre otras. Por eso es necesario destacar la importancia de los planteamientos de Susan Sontag, así como su intención de minar ese maniqueísmo que a veces embota nuestra percepción del arte y de la vida, y empobrece nuestros sentidos.

 

Bibliografía

  • Sontag, S. (1969), Contra la interpretación, González-Pueyo, J. (trad.),Barcelona, Seix Barral.
  • Abdala, V. (2004), Susan Sontag y el oficio de pensar, Madrid, Campo de Ideas.
  • Rollyson, C. y Paddock, L. (2002), Susan Sontag: La creación de un icono, Castelli, G. (trad.), Barcelona, Circe.