Artículos y reportajes
Marnie Forastieri
Marnie Forastieri.
El yakusa de mi corazón, de Marnie Forastieri

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Esta obra fue finalista del premio Juan Rulfo 2009 y como su título lo dice, trata, en parte, del mundo cerrado, enigmático y llamativo de la organización criminal japonesa conocida por Yakusa. Pero en sí trata principalmente del ala de esta entidad que maneja la prostitución. La obra se desarrolla a dos tiempos y paralelamente en Barcelona y en Tokio, ya que tiene un presente de la lectura con una trama inicial y un presente de la acción. El presente de la trama se desarrolla en Barcelona. En estos momentos una madre hispana le narra a su hija la supuesta vida de un hampón japonés llamado Yoshiki, quien crece en una sociedad cerrada y tradicional como la de la narradora, junto a su madre soltera. Luego de la muerte de su madre este joven decide convertirse en discípulo de un capo local o ayubun, quien, de acuerdo a las tradiciones y por la situación personal única de hijo de madre soltera, ocupa el lugar de la figura paterna.

La narración va paralelamente del pasado al presente en uno y otro lugar del mundo describiéndonos las reacciones de la hija de la narradora, la que resulta ser colombiana. Por los diversos espacios geográficos descritos, la narradora demuestra gran capacidad de suspenso e inventiva narrativa para guiar a su hija por el laberinto de varios lugares difíciles y delicados como lo son los del barrio Las Cruces, de Bogotá, algunas localidades de la capital de Japón y ciertos sectores de Barcelona. Así logra acertar en lo escabroso del tema de la prostitución sin que ninguno de sus receptores reales y ficticios se alarme.

En el universo literario que recrea el tema de la prostituta en lengua española, hay casos memorables y clásicos que siempre vienen a la memoria. Está la primera maestra, la Celestina, vieja tradicional, elocuente y manipuladora que conoce las pasiones humanas y saca partido de ese conocimiento para obtener provecho económico. Es el ser, hoy día local y folclórico, destinado a localidades rurales y apartadas, que ya no puede disfrutar del placer carnal, pero lo vive en carne ajena, colocando parejas en el disfrute, llevando y trayendo secretos por un precio, comprando el silencio de sus conocimientos. Esta vieja alcahueta es un personaje que siempre vivirá en nuestro acervo cultural; sin embargo hoy día está cayendo en desuso gracias a la globalización, al crimen organizado y a la corrupción política.

La japonesa de El lugar sin límites (1967) de José Donoso es otra celestina del siglo XX, otra manipuladora y maga del amor capaz de hacer experimentar amor heterosexual a los homosexuales que la posean, gracias a sus artimañas y a su sabiduría carnal. Su papel de matrona de pequeño burdel rural también está cediendo ante los nuevos tiempos, como le sucede a los políticos de media tinta, en este caso, al famoso don Alejo, los que, a pesar de ser los amos de la carne, guardan el decoro al dar su palabra y hacen que aquellas relacionadas colaterales y en silencio advengan al poder. Ya casi no hay lugar para matronas de burdel ni para amos de burdel con palabras de honor.

Por otro lado, hoy día tienen más actualidad y presencia las prostitutas vistas como acto festivo que se convierten en dependencias cosificadas de instituciones y entidades tan poderosas como el Estado, o el Estado mismo. Pueden ser parte de la maquinaria que sustenta el poder en un juego tragicómico y vital como las famosas mujeres de Pantaleón y las visitadoras (1973) de Mario Vargas Llosa.

“El yakusa de mi corazón”, de Marnie Forastieri
El yakusa de mi corazón
Marnie Forastieri
Planeta, 2010

En todos los casos, sea el de un diputado como don Alejo en el Olivo, un capitán peruano, o una alcahueta del siglo XV, el comercio carnal casi siempre es mirado con los ojos protectores, disimuladores o completamente ciegos del Estado. En uno u otro caso al gran poder le tocará proteger, mirar al lado o administrar. Así lo testimonia de forma magistral Segundo Serrano Poncela en su revelador ensayo de 1959, El secreto de Melibea, al sacar a la luz, luego de varios siglos de silencio, las razones por las que la justicia ejecuta a los dos compinches de la Celestina.

Los paralelismos que se desarrollan en la presente obra van más allá de la narración sobre tramas y espacios sobrepuestos. Se trata de la historia de dos madres solteras, una colombiana y otra japonesa. La hispana le cuenta a su hija, barcelonesa por adopción, la historia de Hana, una joven japonesa que a los dieciséis años tuvo un hijo con su profesor y se ve en la necesidad de cuidar sola a su hijo, situación estigmatizante y decisiva para la cerrada sociedad en que se desarrolla. El plano en que la madre relata a su hija estas historias ocurre en la ciudad de Gaudí.

Hana educa su hijo con los medios que puede hasta los dieciséis años cuando muere de repente. Madre e hija intercambian en su conversación sobre este pasado asuntos relacionados a la historia, la cultura y el lenguaje de ambas ciudades mientras la narradora intercala datos importantes respecto a otra joven en Las Cruces, Colombia. Su nombre es Katia, quien, engañada por un representante comercial de la Yakusa, es reclutada para ir a trabajar como camarera a Japón. Katia es una joven pobre que se enamora de un joven colombiano cuyos intereses personales estaban más dirigidos a la emigración promisora a los Estados Unidos que al matrimonio, como le sucede a gran parte de la juventud actual.

A pesar de su talento y de su inteligencia, las posibilidades de que Katia progrese como madre soltera son casi nulas. A estas circunstancias se le añade el engaño con que la contratan al prometérsele una vida mejor en el exterior. Yoshiki también cae en el encierro social que convierte el sexo y la violencia en una realidad más poderosa que la política y las ataduras familiares o sociales. Sexo, poder, violencia y status social amarran a Yoshiki y a Katia preparándolos para que se acerquen al hampa local y a la fuerza que comercia mujeres a nivel globalizado.

Las conversiones de estos seres no resultan aberrantes, ni radicales, ni nos lucen demonizadas; la trama fluye con naturalidad humana y convincente. Sus vidas no responden a las causas patológicas de ciertos personajes de la prostitución y del bajo mundo a los que estábamos acostumbrados, tal como el caso de cierto hampón del genial Roberto Arlt en Los siete locos, de 1944, quien lubrica y sueña con el placer de convertir en prostituta a una joven ciega, por pura diversión personal. Los dos adolescentes (colombiana y japonés) están sedientos de patrones que emular, de modelos de progreso y de movilidad social. Son víctimas fáciles, naturales, de los poderes que consumen nuestras actuales sociedades. La violencia, el sexo, la criminalidad y la corrupción los convierten en objetos de cambio. No se trata de una patología individual ni ajena a las corrientes de vida que hoy prevalecen tanto en Bogotá como en Tokio, son frutos del juego social.

Katia y Yoshiki se nos convierten en entidades reales que respiran en nuestro diario vivir. Los vemos por el filtro humano de Katia, quien ama, siente, trabaja, ahorra y procura seguir adelante como todo ser humano. El resto de los personajes nos convence, nos alarma y nos desilusiona como nos sucede con esos seres que conocemos en las calles o por medio de los noticieros televisivos diariamente.

Son seres cuyas vidas en ningún momento ponen en duda la verosimilitud esperada ante el proceso narrativo. La trama se entreteje sucediendo un hecho al otro sin sobresaltos ni huecos que nos imposibiliten seguirla paso a paso. Sus entes nos convencen, nos capturan el ánimo. Lo que todos viven, aun las prostitutas que por razones particulares escogen este oficio voluntariamente, o las que lo suplementan con las drogas y el deseo de dejarse morir, son producto de hechos que pueden repetirse en cualquier lugar del mundo. Son la humanidad misma.

Las técnicas que recrean estos hechos se consiguen de modo natural para dejarlos admirablemente tejidos. Los paralelismos de las vidas de Hana y Katia, de Katia y Yoshiki y de éstos y las compañeras colombianas arrastradas al servicio carnal, se desarrollan y se entrelazan sin esfuerzo ni tensión alguna. La duplicidad de caracteres entre la madre colombiana y Katia al final cae en un solo hilo conductor sin sobrecogernos. El retardo de la atmósfera mediante el diálogo entre madre e hija con intercalaciones de elementos narrativos, con pasajes descriptivos de las ciudades y de sus costumbres, con alusiones y juicios históricos que enamoran, no nos lesiona el interés. Las intercalaciones de pautas y juicios sociales resultan muy circunspectas y adecuadas; las interpretaciones sicológicas, pedagógicas y morales son un tesoro que enriquece esta obra y la convierten en un modelo en su género.

El yakusa de mi corazón es un estudio de la actual sociedad global que interpreta esa realidad humana a veces absurda, a veces oscura, a veces jocosa, pero siempre entrañablemente característica de toda sociedad, que es el comercio sexual y la continuidad de su existencia como constante en la historia.